11 | Un Hada y un Alípede


Después de pasar la noche abrazados en el improvisado nido,Tristán despertó ante un extraño crujido llegado de la profundidad del bosque. Se dirigió al borde de la rama más alta y se sentó en cuclillas para concentrarse y agudizar sus sentidos. Cuando corroboró que detrás de los ruidos no había peligro, regresó, se recostó al lado de Dimitri y se quedó mirándolo en silencio.

Retiró el lazo que sostenía los mechones más largo de su cabello y le masajeó el cuero cabelludo para que no le doliera tras haber dormido con la media cola de caballo atada. Dimitri lejos de despertarse emitió un sonido de placer y Tristán instintivamente retiró su mano. Pero Dimitri sé la cazó en el aire y volvió a colocarla sobre su cabeza. Con un ronroneo bajo y sensual le dejó ver su deseo de que continuara con las caricias. Y Tristán no se negó. Hundió nuevamente la mano entre las hebras negras y trazó círculos con las yemas de sus dedos. Con la otra atrajo el morral y extrajo de él, bayas y frutos que deshizo, despacito, sobre los labios del alípede. El jadeo de Dimitri asustó un poco a Tristán pero no lo suficiente como para quitar sus dedos de la boca de Dimitri cuando este empezó a chuparlos.
Y Dimitri quiso más.
Se sentó frente al hada, con la respiración agitada y lo atrajo hacia sí. Con sus rostros muy cerca, le habló casi rozando sus labios.

—¿Qué haces, Tristán?

—No tengo la menor idea…

—¿No sabes?

—No. ¿Tú, sí sabes?

—Solo sé que quiero comerte a besos.

—Nunca me han besado.

—A mí tampoco. ¿Quieres ser mi primer beso?

—Quiero.

Un beso, después otro, y otro más. No podían parar. Tristán se había sentado a horcajadas de Dimitri y este acariciaba la espalda del hada y sus alitas en el proceso.
Con los labios colorados tras la fricción, Tristán se separó a desgano y echó un vistazo a lo que los rodeaba. Se preguntó si de esto se trataba su presentación. No podía parar su cabeza pensando qué dirían sus padres sobre lo que estaba ocurriendo.

¡Un hada y un alípede!
¿Cómo lo tomarían?

Regresó mirada y atención a Dimitri que necesitaba saber qué estaba pasando por esa cabeza rubia.

—¿Qué piensas, Tristán?

—En esto que está pasando —señaló su pecho y el de Dimitri— ¿Y si esto no tiene que pasar en la presentación de un hada? Eres de otro reino. Lo que hacemos está mal.

—¿Cómo puede estar mal, algo que se siente tan bien?

—No tengo respuestas a eso. Pero por alguna razón los seres mágicos del bosque no han hecho acto de presencia para que mi presentación se complete.

—¿Quieres que me vaya? Tal vez deberías estar solo para que tu presentación ocurra.

—¿Podrás regresar solo al bosque de cerezos?

—He salido de lugares peores, Tristán, no te preocupes.

Se levantó a desgano, con sus deseos interrumpidos y con el corazón roto por tener que alejarse del chico que ahora era el poseedor de su primer beso.

Tristán permanecía sentado a lo indio observando a Dimitri tomar fuerzas para emprender vuelo y llevarse consigo sus besos.

Dimitri no tenía absolutamente nada que empacar más que su ilusión de tener algo con el hada y que, ciertamente, quedaría destrozada con el primer aleteo lejos de él.

Pero no se iría sin decirle lo que su corazón le transmitía...

—Deseo con mi alma que los seres de luz te colmen de dones y seas el hada más especial del universo, Tristán.

Se agachó hasta donde Tristán estaba sentado, levantó su mentón y unió sus labios en un último beso.

—Eres hermoso Tristán, tu olor me vuelve loco. Ojalá hubieras sido mío y yo tuyo.

Tristán tenía un nudo en la garganta que no le permitía hablar. Solo atinó a quitarse su bufanda roja y envolverla en el cuello del ángel.

No te olvides de mí —deseó haber dicho, pero nada dijo.

Dimitri batió las alitas de los pies y se elevó, alto y lejos.















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