Tristán, Dimitri y Caracolito

El olor a tierra mojada que anuncia la llegada de una tormenta es uno de los olores favoritos de Tristán.
Por alguna razón que él desconoce ese aroma a ozono lo estremece, lo traslada indefectiblemente al rincón más tibio de su casa, exactamente al enorme ventanal a donde arrastra el pequeño sillón color azafrán y con un café entre sus manitas se sienta a mirar la lluvia y pone a jugar todos sus sentidos con el aguacero.

Pero hoy no es uno de esos días en que la lluvia lo transporta al rincón feliz. No. Hoy está triste, hoy ha discutido con quién no debería hacerlo.

De todas formas, llevó el sillón amarillo a su recodo preferido, se sentó y sus ojos danzaron con el pulso de cada gota que al chocar sobre la calle provoca círculos perfectos.

Dibujó estrellas y caracoles en el vidrio empañado y con el móvil entre sus manos se quedó en el más absoluto silencio a la espera de recibir la llamada de su amor. Sí, el amor de su vida, con quién no debería discutir.

Los minutos se hicieron horas, la lluvia se hizo diluvio, las calles exhaustas, exhibían sus melenas de aguas turbias, pero la llamada que Tristán esperaba, no llegaba.

« Debería llamarlo yo » —pensó bajito— «Debería ser yo quien lla.... »

~ Ring, ring.

El corazón le dió un vuelco.

—¿Hola?

—Hola, Tristán.

La voz de su amado llegó por fin. Suspiró profundo, se sintió feliz. Sin embargo, su boca tomó las riendas del asunto y habló por sí misma...

—Te dije que no me llamaras, Dimitri.

«¿Que estoy diciendo?» —Se reprochó por ser tan contradictorio.
«Hace un minuto me moría porque él no me llamaba y ahora que lo hace, le digo esta estupidez. ¡Debería patearme a mí mismo!»

—Tristán, perdón, salí corriendo cuando discutimos y ahora no sé dónde estoy.

—¿Cómo que no sabes donde estás?

—No lo sé. Estoy bajo la lluvia. Perdón por la discusión de hoy, amor, ven por mí, por favor.

—Ok. Quédate allí. Envíame tu ubicación así te encuentro. No llores, voy por tí.


—No puedo entender que aún no puedas darme una respuesta, Tristán, no puedo creer que vayamos a discutir nuevamente por esto.

—No quiero discutir, Dimitri, estoy cansado, el día ha sido extenuante, hablémoslo mañana. Por favor.

—Debemos hablarlo hoy.

—¡Por qué eres tan insistente con este tema!.

—Es simple, es un sí o un no.

—Si fuera simple ya lo hubiéramos resuelto.

—Significa entonces que tenemos que hablarlo de nuevo....

—Pues yo no quiero hablarlo ahora, no puedo darte una respuesta ya mismo. Quiero regresar a casa y descansar, está por llover y ya sabes cómo me gustan los días de lluvia. Vamos amor, vayamos a ver llover abrazados y juntos.

Dimitri dió dos pasos hacia atrás para observar a Tristán, recorrió todo su rostro con sus oscuros ojos de cervatillo. Enjugó sus lágrimas con el puño de su suéter.

—No, vete tú, Tristán. Necesito estar solo. Saldré a caminar.

—¿Solo? ¿A dónde irás solo? Está por llover, vamos a casa.... Por favor.

—Vete. No te necesito.

Tristán sacudió su cabeza levemente, no podía creer que Dimitri le dijera eso...

—No seas infantil, Dimitri.

Éste ya no le contestaba y le había dado la espalda. Tristán intentó tomarlo de la mano y él la apartó de manera torpe.

—Vete —contestó de forma tajante.

Tristán giró sobre sus talones, comenzó a salir y antes de irse le dejó en claro algo:

—Recuerda cómo te pones cuando las cosas no se da a tus tiempos. Yo tengo los míos, Dimitri. Espero que puedas comprenderme. Voy a esperarte afuera, si no llegas en diez minutos, daré por hecho que es porque no quieres venir a casa conmigo. Y si no lo haces, tampoco te molestes en llamarme.

Dimitri no le contestó, siguió de espaldas al pequeño rubio. Esperó a que Tristán hubiera salido del recinto y lloró.

Tristán aguardó en la calle a que Dimitri entrara en razón y se volvieran juntos a su hogar, pero Mitri no apareció.
Hasta último momento seguía girando para ver si su amado venía por detrás, pero no, no lo hizo.

Cuando la niebla se disipe intentaré caminar para ver si reconozco dónde estoy.
Llueve, está helando, me estoy congelando. En el cielo puedo ver un tímido sol que nunca salió del todo pero igual comienza a esconderse. Se hace tarde.
No sé adónde estoy.
Te extraño. Necesito oír tu voz, mi amor. Por favor, pronuncia mi nombre una vez más.

Llamé a Tristán, lo sentí enojado, pero viene por mí. No volveré a exigirle que me dé una respuesta.
Esperaré paciente a que él pueda dármela. Lo amo demasiado, puedo esperar toda la vida.

A lo lejos veo su pequeña silueta acercándose a mí. Camina sin prisa bajo la lluvia, está mojado, no lleva paraguas, comienzo a ir a su encuentro, mis pies están empapados, anhelo el reencuentro, un abrazo.

Camino hacia mi amor, el agua bajo nuestros pies estalla a cada paso.

Se paró delante mío, intenté decirle que no voy a presionarlo más con mi propuesta. Él puso un dedo en mis labios y susurró:

Sí, acepto.

—¿Qué? —La lluvia cae sobre nuestros rostros sin parar y yo no puedo creer lo que mi nene acababa de decir.

—Es mi respuesta a tu propuesta.
Acepto, Dimitri, tengamos un perrito.
Hoy en la angustiosa espera de que llegaras a casa o que me sonara el teléfono, pensé que estar negandome mucho tiempo más a algo que me estás pidiendo desde hace mucho, era muy egoísta e infantil de mi parte.

Mi corazón palpitaba tan fuerte que creo que Tristán podía escucharlo.

—Tuviste una aliada, ya sabes cómo me gusta la lluvia, ella me ayudó a tomar la decisión, con su canto embriagador me susurró:

♪♪ Mitri quiere un perrito♪♪

—La verdad es que fue muy convincente y acá estoy.
Si te hace feliz un cachorrito, pues, vayamos ya mismo por él.


Me sentí como si tuviera cinco años, ¡Saltaba y gritaba de alegría!
Alcé a Tristán entre mis brazos, y giramos bajo el aguacero.
Reíamos y nos besábamos. Éramos como dos niños pequeños con el corazón vibrante de felicidad.

Levanté la vista al cielo, las gotas de agua chocaban de lleno en mi cara, me hacían cerrar los ojos cuando pegaban en ellos, levanté los brazos y muy seriamente le dije:

—Lluvia, eres la más linda de todas mis lluvias —Tristán reía a carcajadas—¡Te quiero!

—¡Vamos por «Caracolito»!

—¿Quién es Caracolito? —me preguntó Tristán.

-—Nuestro perrito.

—¿Ya tiene nombre?

—Tiene nombre desde el primer día que te dije que tuviéramos uno...

—Te amo, Dimitri, qué especial eres mi niño.

—Te amo, Tristán, para siempre.

Nuestros labios se unieron en un beso profundo.
Es hermoso besarse bajo la lluvia.
Ya no siento frío.
Tristán es hermoso y es mío...

Fin
Un cuento cortito de Caracola.


Publicado el uno de septiembre de 2021

Invierno en Córdoba Argentina.


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