1. Nuestro puro amor
"No sabía que el mundo podía cambiar con un chasquido de dedos, incluso a media población podrás desvanecer pero solo a ti te anhelaré"
Fukuzawa y Mori obtienen la paz en la ciudad de Yokohama, deciden por voluntad propia jubilarse, dejando sus antiguas vidas de lado y disfrutando del paraíso terrenal de Honolulu
― Yukichi – le llamo el azabache
― ¿Qué ocurre Ougai?
― La caja pesa mucho – se quejó dejando sus brazos colgados
― Podrías pedirme que la cargue – respondió tomando la caja – vamos Elise-san
La chica siguió sonriente al hombre mientras Ougai suspiro.
Era cierto, ahora que estaban jubilados empezaban a vivir juntos, todos sus encuentros clandestinos y a escondidas se acababa, por fin podían estar juntos. Por consiguiente, juntos arreglaron su ahora nueva casa, habían pintado las paredes de un azul claro y el piso era de madera, los muebles eran blancos y tenían una linda mesa como comedor, era de cristal.
Tardaron una semana en acomodar todo en sus nuevos lugares pero ya estaban instalados, felices y acomodados uno al lado del otro, disfrutando de su jubilación, de ellos, cosas que no pudieron hacer antes, como dormir juntos, despertar juntos, descansar, jugar o simplemente ver un programa de chistes juntos. Su ardua misión fue dura pero lo habían conseguido exitosamente, ahora podrían volver a estar juntos...
― Yuchiki...
― No hables más, ya estamos viejos
― ¿de qué hablas? Luzco como de 12 años – expreso el mafioso alegre
El albino sonrió, esa actitud lo enamoraba y fastidiaba. Se besaban en su amplia cama, en su habitación, sus caricias eran suaves y adornadas de roces entre sus labios y su piel, lubricada con su propio sudor y acompañada de gemidos y besos de amor.
...
La mañana siguiente, Ougai revisaba el periódico mientras Fukuzawa bajaba a la cocina – Ougai, ya no hay despensa
― ¿deberíamos ir al Wallmart?
― Me gusta el WallMart – menciono Fukuzawa sonriente y Ougai sonrió de ello
En Honolulu tenían una camioneta todo terreno que usaban para transportarse ambos, a veces a Elise cuando la llevaban al Zoo. Ougai manejaba mientras Fukuzawa vio un anuncio de tigres blancos – sabes... extraño al pequeño Atsushi
― ¿al chico tigre? – pregunto
― Si, podía saca orejas y cola de tigre, era como un gato enorme
― Extraño a Kenji-san – dijo Elise desde atrás – era lindo jugar con él
― Todos extrañamos a todos – menciono Ougai y suspiro – ahora Ozaki está encargada y confió en que hará un buen trabajo
― Lo mismo para Kunikida – suspiro el presidente – espero solamente que Rampo no lo chantajee
― Conociendo a tu pequeño detective sé que lo hará
― Lo sé – sonrió Fukuzawa
Habían terminado las compras, era cierto, eran un par de jubilados, amantes, tranquilos y lejos de todo lo que conocían, solo se tenían el uno al otro, lo que no pudieron hacer años atrás ahora se tenían, eso era todo lo que necesitaban. Ougai terminaba de colocar unas latas en la alacena cuando Fukuzawa lo abrazo desde atrás y beso su nuca – Yu-Yukichi...
― Vamos a hacerlo Ougai
― Y-ya no tengo la misma edad... ya no soy un joven
― Lo sé, eso te hace más increíble
Ougai sonrió, dio media vuelta besando al albino.
Fukuzawa desabrochaba la camisa tropical de Ougai mientras el azabache hacia lo mismo con la del albino, su beso no se cortaba, ni se apartaba, lo disfrutaban. El juego de lenguas había comenzado, Ougai se apartó ligeramente, respiraba agitado, concentro sus ojos en el pecho dañado y lesionado de su pareja, tantos encuentros, tantas marcas, tantos daños. El medico solo prosiguió a acariciar aquellas marcas mientras besaba el cuello del mayor – Yukichi... te deseo
― Mi pequeño y dulce ex mafioso – menciono Fukuzawa tomando las mejillas del menor – siempre me tendrás
Ougai sonrio, su beso volvió a reunirlos, mientras caminaban torpemente hasta su habitación, en el trayecto habían tirado un par de cosas, caminar de espaldas y sin poder ver no era la mejor opción para mantener todo bien arreglado.
En la habitación, los bermudas que llevaban ambos habían desaparecido, Fukuzawa reposaba en la cama mientras el ex líder de la mafia se sentaba encima de él – Yukichi...
― Ougai, puedes lastimarte – Menciono mientras tomaba sus mejillas.
El ex presidente de la agencia armada de detectives, tomo con delicadeza y amor los hombros de su pareja, le dejo en la cama, debajo de él, el mayor se dedicó a besar su cuello y pecho, sin olvidarse obviamente de los pezones del menor, jugueteo haciéndole gemir como un chico de primaria, Ougai movía sus piernas sin control, tenían años escondiéndose y ahora poder gritar su nombre le hacía feliz, era su mayor regocijo.
Estaban sudados, desnudos, los besos no hacían falta ni tampoco un buen ambiente, su casa era de playa, y podían escuchar claramente las olas golpeando al compás de las estocadas del mayor, Ougai gemía por aquellos bruscos pero románticos movimientos, su cuerpo reaccionaba con solo escuchar al mayor, no olvidarían jamás su primera vez, eran mayores ya pero ambos los supieron cuando se conocieron, aquella vez en aquel consultorio clandestino, había sido amor, el amor más puro de todos.
A veces agradecían internamente a su maestro por ponerlos juntos, a veces lo odiaban por juntarlos en un destino que los separaría, pero estaban juntos por fin juntos, era hermoso, tan hermoso como una playa al atardecer o una simple concha encontrada en el mar, pues era así su amor, era como el mar, indomable y peligroso pero hermoso y vibrante, era todo lo que la humanidad necesitaba y era lo más misterioso y peligroso. Eran ellos.
― Aaah Yu-Yuki...chi – exclamo cansado Ougai
El mayor conocía perfectamente el cuerpo del doctor, no importaba los años escondiéndose, conocían perfectamente su cuerpo, amaba su cuerpo y todo de él, su demencia y decadencia de valores pero eran ellos, completamente ellos.
― Ougai... y-ya casi – exclamo Fukuzawa manteniendo la calma
No necesitaba ayuda ni se sentía apenado, amaba ver las heridas del mayor, ¿pro que no? Eran la demostración de todos sus años de esfuerzo, aquello que lo convirtió en el lobo plateado que le defendía años atrás, y lo seguiría haciendo en el presente, aun cuando tuvieron que dañarse el uno al otro, aun con todo ello. Volvían a estar juntos y felices.
Ambos terminaron en un crucial pero precioso gemido, Fukuzawa se recostó a su lado y Ougai le abrazo acomodándose en su pecho, Yukichi sonrió y le abrazo – por siempre juntos... ¿verdad?
― Por supuesto, nadie podrá separarnos, dudo incluso de que nos encuentren
― ¿incluso tu chico Rampo?
― Bueno él si – sonrió – pero sabe que no nos necesitan
― Yukichi... quédate siempre a mi lado
― Lo haré – beso su frente – mientras tú te quedes a mi lado
Ougai sonrió, subió su mirada cansada para mirar al mayor, volvieron a besarse
Era hora de descansar como siempre lo desearon, juntos.
...
Horas después, un avión había arribado y con ellos unos pares de zapatos se reunían en una aerolínea mientras otros dos pares de zapatos bajaban de otra aerolínea
― Es hora de encontrarlos
...
Bueno, ¿que les puedo decir? Esté será un FukuMori algo amoroso y cómico, espero les guste.
Por cierto, por si no lo sabían Honolulu es parte de Estados Unidos, solo lo digo por si tienen la duda de algunas cosas que saldran
¡Gracias por leer!
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