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68 días antes.

20 de julio de 2011


Emiliano se removía de un lado a otro en el pequeño colchón en el que dormía cada vez que estaba de visita en la sede central de la DEA. Esa madrugada el motivo de su insomnio eran Karla y Sebastián, durante el último mes sintió que algo en ellos cambió; aunque complicado por el tiempo y la distancia que a veces debían sobrellevar, su relación con Karla iba viento en popa, desde que dejaron a un lado los miedos e inseguridades y decidieron aceptar sus sentimientos, sus vidas dieron un vuelco que los llevó hacia un refugio, ambos se convirtieron en el lugar seguro del otro, ese sitio en el que podían olvidarse de la guerra, de la violencia y de la muerte que a diario imperaba en sus vidas; cada vez que Karla y Emiliano se encontraban hacían el amor en un silencio que no era incómodo, al contrario, era un silencio conciliador en el que los disparos dejaban de sonar para ser cambiados por sus respiraciones contenidas, entrecortadas, liberadoras. Hacer el amor y luego dormir abrazados hasta que la siniestra realidad volvía a arrastrarlos a su podredumbre, se convirtió en el momento de añoranza de Emiliano, ese por el que aceptaba que las treguas no eran eternas y volvía a ponerse de pie para luchar.

Respecto a Sebastián, aunque de forma distinta a Karla, también se convirtió en un lugar seguro para Emiliano, cada vez que se veían estaban obligados a hablar sobre la guerra, sobre la violencia, sobre las muertes y sobre sus luchas para salir abantes de esa putrefacción alrededor de sus vidas; sin embargo, para Emiliano, hablar de ello con Sebastián era esperanzador. Ambos habían llegado a un punto en común en el que veían las batallas y sus consecuencias con los mismos ojos, afrontaban la situación con el mismo ímpetu y su objetividad al momento de analizar las perspectivas y formas era compatible. A Emiliano no le gustaba hacer comparaciones, pero de forma inevitable sentía que en Sebastián había encontrado a ese Salvador con el que, en el pasado, hizo un equipo extraordinario.

Y era justo por ello que el insomnio se apoderó de Emiliano esa madrugada pues a pesar de que en Karla y en Sebastián veía no solo a sus más fieles aliados, sino también a una familia por la que luchar, las últimas semanas sentía que algo sucedía, algo a lo que no podía ponerle nombre: Karla seguía siendo su refugio, Sebastián su dupla ideal, sin embargo un extraño sentimiento invadía el pecho de Emiliano cada vez que pensaba en ellos. Desde que les encomendó la misión de investigar e inmiscuirse en la vida de Alexander Murphy, una extraña brecha comenzó a surgir entre ellos, no sabía cómo ni por qué, pero el embajador estadunidense había influido en las vidas de sus amigos.

Desesperado, Emiliano se dio por vencido en su lucha por conciliar el sueño, se colocó la almohada en la nuca, cruzó los brazos y perdió su mirada en la oscuridad de la habitación y luego dejó que su mente divagara en sus pensamientos; él fue quien propició que Karla y Sebastián se acercaran a ese hombre, Alexander seguía siendo un enigma para él a pesar de que tanto Karla como Sebastián le aseguraban que no debía preocuparse por Alexander, que al acercarse a él encontraron a un aliado, incluso ambos le entregaron informes detallados sobre la vida del embajador, pero Emiliano estaba seguro de que no se lo contaron todo, ¿quién era Alexander y qué representaba para que incluso sus más fieles aliados se atrevieran a mentirle?, se preguntaba Emiliano, a como diera lugar tenía que encontrar esa respuesta.

El amanecer llegó y, en cuanto los primeros rayos de sol se infiltraron por la pequeña ventana frente a él, Emiliano se levantó de la cama y se dirigió al baño para darse una ducha que lo ayudase a borrar los estragos de la noche de insomnio que pasó. Mientras el agua tibia caía sobre su cuerpo desnudo, Emiliano volvió a pensar en Karla y en Sebastián, las dudas respecto a la sinceridad de sus más fieles aliados hacía que un nudo se formara en su garganta, pero a la vez algo en su interior lo hacía mantener la calma, su consciencia le decía que ni Karla ni tampoco Sebastián serían capaces de hacer algo que pudiese destruir la estrecha relación que formaron; había aprendido que la mejor forma de despejar sus dudas e inquietudes era hablarlo a la cara, ninguno de los dos podría mentirle si los miraba a los ojos, apenas y regresara a México hablaría con ambos.

Emiliano se permitió durar bajo el agua el doble de los cinco minutos a los que estaba acostumbrado y, al salir de la ducha, no se apresuró a vestirse, decidió tomarse algo más de tiempo, lo último que deseaba era someterse a una reunión de más de dos horas para hablar sobre la guerra. Ya cambiado volvió a tirarse sobre el colchón y cerró su ojo bueno para despejar su mente, tenía que llegar a la reunión con la cabeza fría. Cuando Emiliano miró el reloj en su muñeca y se dio cuenta de que no podía aplazar ni un minuto más su llegada a la sala de juntas, se levantó de la cama, se colocó el parche sobre el hueco en su ojo faltante y caminó con determinación hacia eso que lo había hecho viajar desde México.

—Buenos días —saludó Emiliano en cuanto entró a la sala, la única silla vacía era la que le correspondía a él. Willy solo asintió y con la mirada lo invitó a sentarse—. Perdón por la tardanza, se me olvidó poner la alarma y me quedé dormido —mintió.

—Llegas a tiempo para escuchar lo importante —dijo Willy sin mirarlo, concentrado en su computador—, solo llevamos diez minutos de reunión, pero tendré que ponerte una amonestación.

Emiliano asintió, sabía que ese iba a ser su destino: una segunda amonestación en todo lo que llevaba siendo parte de la DEA, Willy odiaba la impuntualidad. Emiliano abrió y cerró su ojo bueno tres veces seguidas para poder concentrarse en lo que el proyector reflejaba en la pared de enfrente.

—Esta reunión es de suma importancia —explicó Willy con seriedad—, por ello convoqué a los elementos más importantes de la organización. Aquí, el día de hoy, tendremos que tomar decisiones importantes.

—¿Tiene que ver con lo que sucederá en México pasado mañana? —cuestionó Emiliano mientras leía la frase que se proyectaba en la pared: «Operación antifaz».

Hacía tres semanas que hasta Emiliano había llegado la información de que el H22 llevaba más de dos meses en una relación amorosa con la modelo, Karen Salas, una chica de diecinueve años que cobró demasiada popularidad a partir de un comercial que hizo para la selección Mexicana de futbol. La chica comenzó a cotizarse, las marcas más reconocidas pagaban miles de pesos para que fuese la imagen de sus campañas publicitarias, dicha popularidad le trajo también contactos, Karen comenzó a codearse con gente muy poderosa en México, había sido así que conoció al H22 y que la relación amorosa dio inicio. Hasta la oficina de Emiliano llegó información acompañada de un par de fotografías en las que se veía a la modelo de la mano del líder de los mudos, Emiliano pidió que esa información no se filtrara a las medios, la DEA tuvo que pagar una fuerte suma de dinero para impedirlo y lo lograron; gracias a ello pudieron seguir a Karen Salas de cerca y sabían que la chica sería la imagen principal del concierto por la paz que se organizaría en el palacio de bellas artes.

—En efecto, Emiliano —respondió Willy y esta vez sí lo miró a la cara—, convoqué a esta reunión por el baile por la paz que se efectuará el próximo miércoles 20 de julio en el palacio de bellas artes. Sabemos que Karen Salas es la modelo principal del baile y sabemos también con quien mantiene una relación esa chica.

—¿En verdad crees que el H22 va a asistir a ese baile? —volvió a cuestionar Emiliano con cierta duda.

—Estoy seguro de que será así. —Willy cambió de diapositiva, ahora en la proyección en la pared podía verse una fotografía del H22—. El hombre que ahora mismo pueden ver está loco, es un desquiciado, pero sobre todo es un ególatra, le encanta retarnos y ganar para después reírse de nosotros en nuestra cara. La temática del concierto será llevar antifaces, y ese cabrón aprovechará el momento para intentar lucirse —explicó Willy—, por eso nosotros también debemos aprovechar la información privilegiada que tenemos. Esta es una oportunidad de oro para atrapar a ese cabrón y no la vamos a desperdiciar.

—Solo hay un detalle, Willy —rebatió Emiliano la idea—, ahora mismo la situación de la DEA en México no es la ideal para organizar una redada de esa magnitud, el gobierno mexicano no va a autorizarnos para actuar y ese concierto se desarrollará en territorio mexicano.

—¡Me vale madres si el gobierno mexicano me autoriza o no! —exclamó Willy y se puso de pie—, como dije esta es una oportunidad de oro que no podemos desperdiciar.

—Entonces... actuaremos de manera extraoficial —dijo el subjefe de operaciones de la organización—, ¿vamos a hacerlo desde la ilegalidad?

—Justo por eso les dije que en esta reunión tomaríamos decisiones importantes —contestó Willy y caminó hacia el centro de la sala—, levanten la mano quienes estén de acuerdo conmigo.

Siete de los nueve presentes levantaron la mano, solo el dirigente de la DEA en Colombia y Emiliano, como dirigente en México, permanecieron ecuánimes, se miraron el uno al otro con duda.

—Creo que tenemos que hablarlo, Willy, las cosas en México no están como para meternos en más problemas —objetó Emiliano con la mayor tranquilidad que le fue posible.

—Ese cabrón del H22 ha puesto a la venta en nuestro país una droga que está matando niños y adolescentes, ¡tenemos que ponerle un alto! Además, de lograrlo, sería una extraordinaria muestra para el gobierno mexicano de la mucha falta que les hacemos, así se dejan de pendejadas. Voy a hacerlo, Emiliano, la mayoría me respaldan.


La noche del concierto por la paz llegó, Emiliano se encontraba en una camioneta en la que, a través de cámaras y micrófonos, se monitoreaba lo que sucedía dentro y a los alrededores del palacio de bellas artes. Desde donde se encontraba, Emiliano vio llegar a Karla y a Sebastián, ella en un entallado vestido negro y él en un elegante smoking con un moño sujeto al cuello; esa noche ninguno de los dos iba en su papel de agente, al ser Sebastián quien dirigía la organización por la paz tenía que presentarse como el líder en el que el país tenía puestas sus esperanzas.

Emiliano vio a ambos colocarse el antifaz antes de entrar al recinto, Sebastián miró de un lado al otro, consciente de que el lugar debía estar vigilado desde todos sus ángulos. A las entradas y a los alrededores el gobierno mexicano también había desplegado a varios comandos de seguridad. Karla y Sebastián pasaron el filtro de la entrada principal y Emiliano le sonrió a la pantalla en la que los veía. La DEA tuvo que desembolsar cantidades considerables de dinero para que miembros del equipo de seguridad contratados por el gobierno mexicano accedieran a poner las cámaras y micrófonos y les diesen información.

Durante las horas posteriores a la junta que tuvo en la sede central de la DEA, Emiliano reflexionó en soledad si debía acceder a ser partícipe del plan que Willy quería implementar, el objetivo le gustaba, él también deseaba capturar al H22 y darle un duro golpe a los mudos; Emiliano mejor que nadie sabía de lo que esos sujetos eran capaces, lo había vivido en carne propia. Lo que no terminaba de convencerlo eran los métodos para lograr el objetivo, en México contaban con aliados como el comandante Ramírez que seguro colaborarían si las cosas se hablasen de frente. Willy tenía razón en que, de salir bien, esa podía ser una extraordinaria muestra de poder que podría ayudarlos a limar las asperezas con el gobierno mexicano, sin embargo, no dejaba de ser un arma de doble filo en la que podían salir perdiendo, esa era también una posibilidad que debían considerar y a la que Willy no estaba dándole demasiada importancia.

Emiliano lamentaba no haber podido hablar frente a frente con Karla y Sebastián, solo había tenido una llamada de cinco minutos con ambos en las que, a través de indirectas, les pidió que se mantuvieran atentos a lo que sucediera en el concierto y en la cena y que tuviesen cuidado. No quiso contarles los planes de la DEA de forma directa, hacerlo sería involucrarlos en un asunto del que podían salir manchados. Emiliano esperaba que el plan de Willy saliera bien para al día siguiente poder hablar largo y tendido con ellos, sus más fieles aliados, su familia por elección.

La noche siguió su curso y, desde la camioneta de seguridad y monitoreo, Emiliano fue testigo de la llegada de grandes personalidades al concierto. A pesar de los antifaces logró reconocer a Hilario y a su esposa que, tomados del brazo, llegaron al lugar. Cinco minutos después el presidente Castrejón hizo su arribo al palacio, pero el hecho de que llegase solo llamó la atención de todos. Andrea Ramos, la primera dama, llegó varios minutos después que el presidente, rodeada por un equipo de seguridad personal. Casi cuando el evento estaba por comenzar, Alexander Murphy hizo acto de presencia junto a su esposa y sus tres hijas. Emiliano lo analizó a detalle desde la cámara, lucía sonriente, entusiasmado, como si la vida estuviese siendo amable con él.

El concierto dio inicio y Emiliano creyó que Willy se había equivocado en sus suposiciones, sin embargo, media hora después de que dio inicio el evento, a través de las cámaras Emiliano se dio cuenta de que varias camionetas negras se estacionaban a los alrededores del palacio y de un limusina que se detuvo en la calle principal donde se ubicaba el recinto, bajó una pareja joven que los miembros de la DEA reconocieron al instante: el H22 hacia su arribo al concierto de la mano de Karen salas.

—El conejillo ha llegado —avisó Emiliano a través del radio.

—Que nadie lo pierda de vista —ordenó Willy a través de su intercomunicador—, los hombres que hemos infiltrado dentro del recinto deben estar muy atentos.

De inmediato, Emiliano cambió la imagen del exterior del palacio por las cámaras a las que lograron acceder dentro del recinto; todas las sillas que habían sido montadas para el evento estaban ocupadas, la elegancia del lugar iba acorde con los vestidos largos y los smokings que los invitados portaban, a Emiliano le dio la sensación de que veía una película de esas que retrataban épocas antiguas en las que los aristócratas celebraban sus reuniones exclusivas. El escenario se iluminó y Juan Gabriel apareció al centro para amenizar la noche; los minutos avanzaron en total tranquilidad, la gente dentro del palacio aplaudía y vitoreaba al final de cada canción. Luego de una hora y veinte minutos en los que la voz del divo de Juárez fue acompañada por una orquesta sinfónica y mariachis, el concierto llegó a su final con una ovación de pie que se alargó durante dos minutos.

Poco a poco los invitados abandonaron las sillas y se desplazaron al salón contiguo en el que se celebraría la cena. Por medio de la cámaras, Emiliano vio a la gente ocupar las mesas redondas y a otros invitados brindar de pie con copas de champaña al tiempo que intercambiaban charlas y sonrisas. Sorprendido, Emiliano se dio cuenta también de que Willy no se había equivocado, el H22 caminaba por el salón de la mano de su novia y levantaba su copa para brindar con cuanta persona se encontraba; la forma en la que el líder de los mudos sonreía con cinismo hizo que a Emiliano se le retorcieran las tripas: el cabrón se regodeaba, disfrutaba del hecho de estar campante entre las personas que le habían puesto precio a su cabeza.

La cena avanzó en tranquilidad, Emiliano estaba atento a cada detalle, vio que los cuatro únicos niños presentes en la cena, las tres hijas de Alexander y el nieto del secretario de gobernación, fueron llevados a un pequeño salón contiguo en el que podían jugar y correr en libertad, en ese espacio había mujeres que fungían como nanas y algunos miembros de seguridad. El plan de Willy consistía en atrapar al H22 cuando saliese del recinto, más de cincuenta elementos de la DEA tenían rodeado el palacio. Emiliano creyó que el plan de su superior y amigo iba a funcionar, que en cuanto sometiesen al líder de los mudos no tendría más opción que no oponer resistencia y entregarse para sobrevivir, abatirlo en caso de que las cosas se complicaran también era una opción.

Sin embargo, cuando el sonido de las hélices de un helicóptero que se acercaba al recinto irrumpió con la tranquilidad que había afuera, Emiliano supo que algo iba mal. De prisa abrió la puerta de la camioneta para mirar hacia el cielo y vio al artilugio descender para aterrizar en el techo del palacio, Emiliano hizo una señal a uno de sus compañeros para que le pasara unos mira lejos, así pudo darse cuenta de que el helicóptero llevaba los logotipos oficiales del gobierno mexicano, eso lo relajó porque creyó que el presidente o algún miembro de su gabinete se irían por ese medio para atender otro compromiso, un par de minutos después se dio cuenta de que se equivocaba.

—El conejillo está moviéndose de lugar —informó uno de los elementos infiltrados al interior del palacio.

Emiliano volvió al interior de la camioneta para revisar las cámaras y comprobó lo que su compañero informaba, el H22 ascendía por las escaleras del palacio de la mano de su novia en total tranquilidad.

—¡Intentará abandonar el lugar en un helicóptero que se ha estacionado en el techo! —comunicó Emiliano por el radio con desesperación.

—¡¿Qué?! —gritó Willy—, ¿cómo un helicóptero de los mudos pudo estacionarse en el techo sin problema?

—No parece ser un helicóptero de los mudos —explicó Emiliano mientras veía al H22 continuar con su ascenso—, tiene sellos oficiales del gobierno.

—¡Maldita sea, voy a entrar! —exclamó Willy, la rabia con la que se expresó puso en alerta a Emiliano.

—¡Willy, no, ese no eso no es parte del plan, no es seguro! —protestó Emiliano al tiempo que cambiaba la perspectiva de la cámaras.

—No estoy pidiendo permiso para hacerlo —dijo Willy con absoluta seriedad—, ¡vayan tras él y no dejen que se escape! —ordenó el dirigente de la DEA a los elementos infiltrados dentro del palacio.

Emiliano resopló y se llevó las manos a la cabeza, luego volvió a cambiar la perspectiva de las cámaras; dentro del salón en el que se llevaba a cabo la cena, la gente había dejado de comer y ahora bailaban al ritmo de la música, otros bebían e intercambiaban sonrisa y anécdotas, pero la cámara que grababa lo ocurrido a las afueras de ese salón le mostró a Emiliano cómo los agentes infiltrados de la DEA comenzaban a correr escaleras arriba en un intento de atrapar al H22. A través del intercomunicador, Emiliano escuchó cómo Willy hablaba con los hombres a cargo de la seguridad del palacio a los que la DEA les había pagado para que lo dejasen entrar, un par de minutos después Willy apreció en la pantalla que Emiliano revisaba y en compañía de otros cinco elementos corría escaleras arriba.

Desesperado, Emiliano iba intentar seguir la persecución, pero la voz de uno de los elementos de la DEA infiltrado dentro del recinto lo hizo detenerse. «El H22 se ha dado cuenta de que lo estamos siguiendo», informó el elemento a través de su intercomunicador. «No permitan que se escape», ordenó Willy sin un ápice de duda. Emiliano volvió a centrarse en las cámaras y cambió de imagen nivel a nivel hasta que dio con la ubicación del H22, él y su novia se atrincheraron en un pasillo. El líder de los mudos sacaba su celular con desesperación y hacía una llamada, mientras con la otra mano apuntaba con su arma a la nada. Emiliano creyó que el H22 llamaba al piloto para que tuviese preparado el helicóptero para escapar, no obstante, los primeros disparos se escucharon hasta las afueras del recinto, entonces se dio cuenta de que habían cometido un error.

Emiliano cambió de imagen hacia la de las cámaras del piso de abajo y se dio cuenta de que hombres que parecían ser parte del equipo de seguridad disparaban hacia los que en realidad eran elementos de seguridad, «mudos infiltrados», pensó Emiliano en voz alta y frustrado golpeó la puerta de la camioneta con su puño. «Hay mudos infiltrados dentro del palacio», informó con desesperación, pero no recibió respuesta. Una ráfaga de disparos volvió a escucharse y Emiliano fue testigo de cómo los mudos abatían a todos los hombres de seguridad y luego se replegaban hacia el salón en el que estaban los niños. «Maldita sea», gritó y cambió de cámara: dentro del salón los mudos obligaron a los niños, a las nanas y a los hombres de seguridad a ponerse de rodillas y les apuntaron con las armas.

Dentro del palacio el caos se hizo presente, algunas personas se tiraban al suelo y otras intentaban escapar por las salidas de emergencia. Emiliano se colocó los audífonos y escuchó lo que uno de los mudos que resguardaban la puerta alcanzó a decir: «O detienen la persecución o vamos a matar a todas las personas dentro del salón, primer y único aviso». Emiliano se puso de pie, un instinto de salir de la camioneta y correr hacia dentro del palacio lo invadió, pero uno de los elementos que lo acompañaba lo obligó a guardar la cordura. Volvió a mirar las cámaras y se dio cuenta de que la policía federal hacia su arribo al recinto, Emiliano reaccionó al instante.

—¡Aborten la misión! —gritó a través de su intercomunicador—, repito, ¡aborten la misión! Hay mudos infiltrados dentro del recinto y tienen a civiles tomados como rehenes, no podemos poner sus vidas en riesgo, ¡aborten la misión!, ¡aborten la misión!

Un extraño silencio se apoderó del tiempo y el lugar durante un par de minutos, Emiliano miró a las pantallas con un nudo en la garganta, pero luego el caos se desató dentro y fuera del palacio.

—Lo siento, pero no pienso permitir que este cabrón se me escape cuando lo tengo en mis manos —dijo Willy a través de su intercomunicador.

Entonces los seis siguientes disparos que marcaron y cambiaron el rumbo de los hechos, se escucharon uno a uno.

A partir de ese momento todo fue confusión, Emiliano vio a través de las cámaras a gente que corría de un lado a otro, a los policías mexicanos esperar expectantes a las afueras del recinto, a los elementos de la DEA disparar y correr escaleras arriba, a la modelo, Karen Salas, ser abatida, al H22 colgarse del helicóptero y al helicóptero elevarse del palacio de bellas artes, luego un tiroteo entre policías mexicanos y sicarios de los mudos, y la imagen que Emiliano nunca olvidaría: Alexander Murphy salir corriendo del palacio con su hija en brazos e implorando auxilio, el vestido rosa palo de la menor empapado de sangre y Karla y Sebastián detrás de ellos con lágrimas en los ojos. Emiliano jamás podría olvidar ese momento, marcaría su vida para siempre.


Un día después de esa trágica noche, el caos invadió cada rincón del país: los medios relataban crónicas de lo sucedido y a base de suposiciones y conjeturas intentaban darle sentido a lo que ocurrió, Emiliano intentó contactar a Karla y a Sebastián pero fue imposible, ninguno de los dos atendió el teléfono. A través de las noticias se enteró de que el saldo fue de seis civiles muertos, entre ellos la hija de Alexander Murphy. El gobierno mexicano pronto se enteró de que la DEA había estado implicada de forma ilegal en la redada para capturar al H22. Las protestas y marchas por esclarecer los hechos y nombrar culpables se hicieron presentes en todas las calles del país. Tres días después Willy volvió a reunirse con Emiliano.

—Te lo advertí, Willy, te dije que esto podía salir mal, ¡y ha salido de la peor manera! —lo recriminó Emiliano e cuanto lo tuvo frente a frente. —Te dije que abortaras la misión, que la vida de civiles estaba en riesgo, ¿por qué no me hiciste caso?

—Emiliano, estuve tan cerca... tenía a ese cabrón en charola de plata, no podía dejar pasar esa oportunidad. —A Willy le temblaban las manos, a pesar de ello intentaba fumar un cigarrillo.

—¿Hasta dónde te llevará tu obsesión por atrapar a ese cabrón? La vida de inocentes está por encima de todo, ¡es una regla de oro que tú me enseñaste! —Emiliano se encontraba colérico, la imagen de Alexander corriendo con su hija en brazos no lo abandonaba.

—¡Todo esto es culpa de los mudos, Emiliano! Son ellos quienes asesinaron a esos inocentes.

—Pero nosotros pudimos haberlo evitado, Willy, ¡también tenemos responsabilidad!

—Justo de eso vengo a hablar contigo... la gente quiere culpables y el gobierno mexicano necesita dárselos.

—¿Van a procesarte legalmente, Willy?

—Quieren hacerlo, pero... pero si yo voy preso, ¡esto termina!, ¡Perderemos esta guerra si eso sucede! Esto no puede terminar así, Emiliano, las cosas están horribles y algo así solo las empeoraría.

—Pero el gobierno mexicano no se quedará de brazos cruzados, Willy, no pueden hacerlo.

—¡Lo sé, Emiliano, lo sé! Es por eso que he venido a verte, tenemos que encontrar una solución.

—¿Y qué propones?

—¿Recuerdas ese pacto que tú y yo hicimos? ¿Recuerdas que nos prometimos lealtad?

Emiliano miró a los ojos a su superior y amigo, luego asintió, no necesitó más palabras, sabía lo que Willy estaba por decirle.

—Necesitamos ganar esta guerra y yo te prometo que voy a ganarla, Emiliano.

—Tengo miedo de lo que pueda pasar, Willy, no puedo dejar desprotegidas a las personas que quiero.

—Es justo por ellos que debemos ganar. —Willy tomó un maletín del escritorio frente a él y de ahí sacó una carpeta—. Llevo algunos meses investigando esto en absoluta discreción y por fin he logrado llegar a algo. —Willy abrió la carpeta y en la primera página se encontraba una fotografía en la que podía verse a Karla y a Sebastián—. Te presento a los líderes detrás de Rosa Blanca.

De forma inevitable los labios de Emiliano se entreabrieron, quiso negarlo, cuestionar a Willy y decirle que se equivocaba, sin embargo, de pronto, las inquietudes que Emiliano había sentido los últimos meses respecto a Karla y Sebastián cobraron sentido.

—¿Te imaginas lo que podría pasarles si alguien se entera? —inquirió Willy—, yo también dije que los protegería y es lo que quiero hacer, para lograrlo tenemos que ganar esta guerra.

Emiliano guardó silencio, comenzó a sentirse abrumado, por ello se obligó a respirar; no podía negar que Willy tenía razón: debían ganar esa guerra. Volvió a tomar un respiro profundo, miró al dirigente de la DEA con su único ojo bueno y luego extendió su mano hacia el frente. Willy la tomó, la estrechó con fuerza y correspondió a su mirada. El pacto entre ambos quedaba sellado.

Hola, mis estimados.

Esta vez vengo con un capítulo de media semana, ¡y qué capítulo!

Por fin hemos descubierto lo que sucedió la noche del asesinato de la hija de Alexander y también las motivaciones y lo que llevó a Emiliano a la situación en la que se encuentra, esa noche que lo quebrantó todo y cambió el rumbo de los hechos.

Muero por saber qué les pareció el capítulo.


Nos leemos muy pronto. 

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