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102 días antes.
16 de junio de 2011
En el blog del narco, Karla publicó la investigación que realizó sobre Paola Torres y su participación en el asesinato de Marina Torres, su madre adoptiva y alcaldesa de San Pedro. Lo publicado en el blog se convirtió en una bomba mediática de la que se habló a diario en todos los noticieros del país. El poner en el ojo público a Paola y a su esposo, obligó a las autoridades a cumplir con su deber y una semana después de que la investigación fuese publicada, la procuraduría general de la república emitió órdenes de aprensión para Paola y Alfredo, su esposo. De un momento a otro, pasaron de ser aspirantes a alcaldes a prófugos de la justicia.
Esa victoria que Rosa Blanca tuvo, aumentó los ánimos y el entusiasmo en la organización. Los mudos desaparecieron del mapa, obligados a esperar a que las aguas se calmaran, habían perdido en quien trabajaron durante años para hacerse con el poder de uno de los municipios claves en el país, ese fue un duro golpe para ellos. Pronto habría elecciones para elegir un nuevo alcalde y los mudos se encontraban con la soga al cuello.
El departamento de Karla en la capital volvía a ser el punto de reunión y celebración, Sebastián y Alexander estaban sentados uno frente al otro, de forma ocasional tomaban una rebanada de la pizza en la mesa de centro y bebían del vino tinto que Karla sacó de su vitrina. La periodista los observaba de reojo desde el balcón mientras atendía la llamada que Emiliano le hacía desde los Estados Unidos.
—Karla, por favor, cuídate mucho. —Emiliano leía la investigación que Karla publicó en el blog del narco mientras hablaba con ella—. Lo que has publicada ha alborotado el avispero, sabes que los mudos no son de los que se quedan de brazos cruzados. Además ese nuevo grupo delictivo que ha surgido y se hacen llamar Rosa Blanca me preocupa, sus intenciones no son muy claras y pueden ser peligrosos, ¿no tienes idea de quiénes pueden ser?
La periodista guardó silencio durante un par de segundos, odiaba mentirle a Emiliano, pero aún no era el momento para decirle la verdad, podía intuir cuál sería su reacción y no podían echar en saco roto los avances que habían conseguido.
—Estoy bien, Emiliano. Gracias por preocuparte, soy consciente del constante peligro en el que me encuentro, pero ahora estoy bien. —El pecho de Karla ardía, el cuestionamiento sobre qué pasaría si Emiliano descubriese que ella y Sebastián estaban detrás de Rosa Blanca, no la dejaba en paz.
—Necesito que tú y Sebastián investiguen todo lo que puedan sobre esa nueva organización, no es momento para confiarnos, debemos estar alerta y tener todos los cabos unidos —dijo Emiliano al otro lado del teléfono con la seriedad que lo caracterizaba cuando de trabajo se trataba.
Karla suspiro y una vez más vino un silencio reflexivo.
—¿Qué sucede? —la cuestionó Emiliano.
—Nada —respondió ella, dubitativa.
—Karla, te conozco.
—Es que... —La periodista dudó si debía ser sincera con él, volvió a mirar a Sebastián y a Alexander y recapacitó, definitivamente ese no era el momento—. Nada, olvídalo, solo estoy pasando por una crisis de esas en los que estar inmiscuida en una guerra como esta, pesa demasiado. Te extraño y te amo, nunca lo olvides.
—¿Estás segura de que no pasa nada más? —volvió a cuestionarla él.
—Segura, ahora tengo que colgar o Sebastián se terminará la botella de vino él solo.
—Entonces cuelga, lo último que necesitamos es a un Sebastián borracho. También te extraño y te amo. Espero que podamos vernos pronto.
Karla terminó con la llamada y regresó a la sala, Alexander la analizó en silencio y ella sonrió para borrar los rastros de ese remordimiento que le generaba el mentirle a Emiliano. Sebastián la cuestionó con la mirada y ella negó para quitarle importancia, luego tomó la copa de vino que había dejado en la mesa de centro cuando la llamada de Emiliano entró y le dio un largo trago.
—¿Cómo vieron a Castrejón? —cuestionó Alexander y tomó una rebanada de pizza más, una hora atrás habían tenido una reunión con el primer mandatario y los activistas y líderes que Sebastián junto a Hilario eligieron para trabajar en el comité por la paz.
—Lo vi entusiasmado con las ideas que le presentamos —respondió Karla y se quitó las zapatillas que llevaba para subir los pies al sillón.
—Lo que me preocupa de Castrejón es la gente de la que se rodea —dijo Sebastián y apretó los labios—. ¿Has logrado investigar algo más jugoso sobre la primera dama? —le preguntó a Alexander.
—Nada lo suficiente jugoso como para atacar —contestó Alexander— las fotografías que tengo de ella con De la Barrera y Rodríguez no son suficientes, sobre todo porque ambos están muertos, la mujer está bien blindada.
—Andrea se ha mantenido demasiado neutral, demasiado reservada y eso me preocupa —manifestó la periodista.
—Es porque se vio obligada a ello —dijo Alexander mientras volvía a llenar su copa—, todo lo que construyó fue destruido, pero en algún momento tendrá que salir de su papel de abnegada, porque está obligada a buscar nuevos aliados y socios, será entonces cuando la tendremos.
Karla y Sebastián estuvieron de acuerdo con la reflexión de Alexander, solo era cuestión de ser pacientes, las elecciones presidenciales estaban cercanas y todos a quienes tenían en la mira se verían obligados a mover piezas.
—Bien, entonces olvidémonos por ahora de Andrea y hablemos de nuestro mal mayor, nuestro más grande problema: Supremacy. —Sebastián fijó su mirada en Alexander, sintió que servirse una quinta copa de vino podía ser arriesgado, comenzaba a sentirse mareado, prefirió tomar una rebanada más de pizza para distraer a su cerebro.
—En ese aspecto he tenido avances realmente significativos —expresó Alexander, frunció el entrecejo como lo hacía cada vez que iba a decir algo importante—. En una caja fuerte en mi refugio tengo carpetas enteras de investigaciones e información que he conseguido los últimos días. Mi último viaje a Rusia fue bastante provechoso, consolidé mi relación con miembros importantes de la organización.
Vino un silencio para sopesar las palabras del embajador estadunidense, luego fue Karla quien retomó la conversación:
—Alexander, lo que hiciste fue muy noble, volver a traer a ese niño con su madre fue una acción que revitalizó a toda nuestra organización, creíamos que esa era una batalla perdida, pero tú le diste un giro a los hechos que lo cambió todo. Ahora Rodo y su madre se han mudado a la capital y están bajo la protección de Ramírez. Daniel me pidió que te diera las gracias de su parte, en verdad gracias. —La periodista le dedicó una sonrisa genuina y comedida a Alexander.
—Debiste ver la cara de Daniel cuando se rencontró con el niño —dijo Sebastián y sonrió ante el recuerdo—, nunca lo había visto tan contento, tan revolucionado. Sin embargo, lo que hiciste también fue muy peligroso, pudo irse todo al carajo, ¿estás seguro de que las cosas están bien?
—Sí, despreocúpense por eso. —Alexander correspondió a las sonrisas de ambos—. Pero el trabajo no fue solo mío, la mayor parte sucedió gracias a mi mejor amigo y hermano por elección, sin él nada hubiese sido posible. Por seguridad no puedo decirles su nombre, pero espero pronto las circunstancias mejoren y puedan conocerlo.
En ocasiones, la periodista todavía dudaba si el confiar en Alexander era la decisión correcta, el embajador estadunidense apareció en sus vidas de la nada, pero entró en ellas como un torbellino, llegó y lo revolucionó todo, vino para cambiar perspectivas. En días pasados, Karla lo habló con Sebastián, esa noche durmieron poco porque fue cuando se hizo pública la investigación sobre Paola Torres, ambos llegaron a la misma conclusión: Alexander ya les había demostrado en reiteradas ocasiones que estaba de su lado, sus acciones hablaban por sí mismas, pero además, sus victorias y los objetivos que tenían apuntaban hacia el mismo propósito, ese por el que Karla y Sebastián decidieron no rendirse. Durante esos días Karla sintió como nunca antes que tenían posibilidades reales de ganar la atroz guerra en la que estaban inmiscuidos, eso disipó sus dudas.
—En un par de días se hará pública la demanda del estado mexicano contra los Estados Unidos por el tráfico de armas, debemos estar preparados que las cosas van a revolucionarse más de lo que ya están —expresó Karla y miró a los ojos a sus dos compañeros, luego se decidió a acompañarlos con una rebanada de pizza.
—¿Estás preparado, Alexander? —lo cuestionó Sebastián—, tú como embajador tendrás que involucrarte demasiado, deberás ser un mediador, ¿estás seguro de la postura que vas a tomar al respecto?
—Completamente seguro —respondió Alexander con esa seguridad que lo caracterizaba—, los últimos días he tenido algunas llamadas con mi presidente, he ido preparándolo para lo que está por venir.
—Alexander, tienes que ser bastante objetivo y mesurado —sugirió Karla mientras le sostenía la mirada—, tus ganas de conseguir justicia y derrotar a ese sistema que tanto te ha lastimado no puede nublarte el juicio, tienes que ser muy prudente.
—¡Joder, sé todo eso! ¡Soy consciente de ello! Sé lo que hago, me he preparado durante años para esto, pero más que nada pienso en mi familia, en mis hijas. En un año quiero estar lejos, muy lejos de aquí y, por primera vez en mucho tiempo, volver a estar tranquilo. —Alexander terminó de un solo trago el vino que quedaba en su copa.
Sebastián se puso de pie y volvió a llenar las copas de los tres, tomó la suya y la alzó en señal de brindis, Karla y Alexander sonrieron para después seguirlo y chocar sus copas, se miraron entusiasmados, pero luego Alexander retomó la conversación para tratar dos temas que sabía serían complicados.
—Ustedes saben a la perfección cuál es mi objetivo, cuáles son mis intenciones —dijo.
—Lo sabemos —contestó Sebastián, contundente.
—Se los recuerdo porque sé que ustedes tienen amigos bastante cercanos a ese sistema que deseo derrumbar. —Alexander dejó de sonreír, era consiente a plenitud de que el tema que estaba por ponerse sobre la mesa podía generar controversias entre ellos.
—¿Lo dices porque fuimos agentes de la DEA y todas las instituciones estadunidenses también son un objetivo? —cuestionó esta vez la periodista.
Alexander asintió.
—Es que necesitamos conocer a profundidad todo lo que sabes sobre la DEA —expresó Karla y volvió a sostenerle la mirada—. Sebastián y yo le debemos fidelidad a Emiliano, ambos confiamos en él con los ojos cerrados, a la DEA no le debemos nada.
—Tal cual lo ha dicho Karla —intervino Sebastián—. Somos conscientes de que si la DEA nos reclutó fue porque éramos piezas útiles para ellos, lo que el presidente Castrejón decretó los ponía en una situación complicada con México y necesitaban a personas que pudiesen ser vías de contacto y espionaje.
—Y ambos lo hablamos con Emiliano durante el entrenamiento que nos dio —completó Karla—, porque sabemos que la DEA tiene sus propios objetivos.
Alexander se puso de pie y caminó hacia la fotografía que Karla tenía colgada en una de las paredes, en ella podía observarse a la periodista y a Sebastián mientras sonreían hacia la cámara, sonrisas genuinas, cuando se veía el retrato no queda ni un atisbo de duda de que en ese instante tanto Karla como Sebastián eran felices. En las investigaciones que Alexander hizo sobre Emiliano descubrió que al agente de la DEA en México le apasionaba la fotografía, lo perfecto que lucía el retrato dejaba claro que había sido tomado por Emiliano. Alexander lo miró en silencio durante algunos segundos, luego volvió a girar para dirigirse a quienes se convirtieron en sus aliados.
—Según ustedes y sus perspectivas —les dijo Alexander—, ¿cuáles son los objetivos que tiene la DEA?
—Terminar con el crimen organizado y el tráfico de drogas —respondió Sebastián sin reflexionarlo demasiado.
Alexander emitió una carcajada discreta.
—Todas las organizaciones estadunidenses están politizadas —dijo Karla por su parte—, y también corrompidas...
—Así es —coincidió Alexander—, tal y como el presidente Castrejón lo dijo en su discurso: el problema del crimen organizado en México radica en gran medida en el consumo masivo que hay en los Estados Unidos, sin demanda no hay oferta.
—¿Cuál es el punto al que quieres llegar? —inquirió Karla y también se puso de pie—, sé más preciso.
—¿Qué acciones han implementado la DEA y el gobierno estadunidense para erradicar el consumo masivo de drogas y el inminente problema de salud que causan? —cuestionó Alexander y caminó alrededor de la sala con las manos en las bolsas del pantalón, reflexivo de los cuestionamientos que él mismo planteaba.
—Ninguna... —respondió Sebastián, pensativo.
—Solo han culpado a los cárteles mexicanos, pero no han hecho nada en su propio territorio —contestó Karla y miró a Sebastián para comunicarse en silencio como habían aprendido a hacerlo.
—Bien, ese es el punto al que quería llegar. —Alexander también los miró a ambos, luego siguió con sus cuestionamientos—. ¿Por qué el gobierno estadunidense no regula el uso de armas? ¿Cómo creen que reaccionen cuando se enteren de que en México está pensándose en la legalización?
—Sí, sin duda las cosas van a ponerse feas, más feas de lo que ya están —dijo Sebastián y caminó hacia Karla para tomar su mano, cada vez que hablaban sobre la guerra los recuerdos de lo que los había llevado hasta ahí lo invadían y necesitaba recordar que no afrontaba esas batallas solo.
—Van a ponerse horribles. —Alexander imitó a Sebastián y camino hacia ambos, también los tomó de las manos—. Por eso tenemos que mantenernos firmes y unidos, por eso estoy siendo sincero con ustedes, porque para ganar esta guerra tenemos que derribar un sistema corrompido hasta la médula y todo lo que eso conlleva.
Karla y Sebastián volvieron a mirarse una vez más, ese intercambio de miradas en el que ambos aprendieron a entenderse, luego asintieron y apretaron las manos de Alexander con fuerza. Harían lo necesario para ganar esa siniestra guerra que cambió sus vidas para siempre.
Hola, mis estimados.
Este capítulo debía publicarse el sábado, pero ajá, vida de adulto.
¡Estamos a diez capítulos del desenlace de El Hijo Desgraciado!
¡El final está respirándome en la nunca, Marce!
Eso me entusiasma y me pone nostálgico a la vez, casi estamos a un libro de que la historia de nuestros Salvastián termine.
Me encantaría leer sus teorías.
También qué les ha parecido el libro hasta ahora.
Nos leemos muy pronto.
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