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14 días después.

29 de septiembre de 2011


Hacía una semana que Cooper había aterrizado en tierras mexicanas.

Lo ultimó que supo de Boris antes de dejar Rusia atrás fue que, junto al hombre con el que escapó, tomó un vuelo en Finlandia para abandonar el país. Cooper consiguió esa información porque desde el momento en el que Boris y ese hombre salieron de su casa en Norilsk, siguió cada uno de sus pasos; lograron abandonar la fría ciudad en la que fueron prisioneros, sobrevivir en el barco del traficante más conocido de la región y llegar a salvo a Finlandia gracias a que Cooper lo ordenó. Estaban vivos porque él así lo había querido.

Luego del vuelo en Finlandia fue que les perdió el rastro durante un par de días, pero solo le bastó tener el dinero suficiente y encontrar a la persona que ansiaba tenerlo para conseguir la información deseada. Cooper dio con esa persona corruptible y se enteró de que Boris voló hacia los Estados Unidos desde un aeropuerto y avión privados, la DEA era quien estaba detrás.

Que fuera la organización estadunidense anti drogas quienes los ayudaron a escapar, más que complicar las cosas, las facilitó. Supremacy contaba con una buena cantidad de infiltrados en todas las organizaciones y dependencias estadunidenses; paciencia, algunas llamadas y algo más de dinero fueron lo necesario para que Cooper supiese dónde y a qué hora aterrizó el avión en el que el chico escapó. Luego, escarbó un poco más y logró averiguar quién era el hombre que ayudó a Boris a fugarse y cuáles pudieron ser sus motivaciones: Salvador Arriaga, ese era su nombre.

Investigó en internet y artículos de periódico y descubrió que Salvador era el hijo menor de quien, en su tiempo, llegó a ser el narcotraficante con más poder en México y relevante en gran parte del mundo; el archivo del tal Salvador en la DEA estaba clasificado como C+ por lo que acceder a esa información no fue posible, Supremacy aún no lograba corromper funcionarios de ese nivel; sin embargo, las habladurías y lo que logró recabar por cuenta propia fue suficiente para saber, con detalles importantes, quién era Salvador Arriaga.

El escape de Boris solo adelantó la visita de Cooper al continente americano, tanto en México como en Estados Unidos las cosas se encontraban fuera de control, el asesinato de Alexander unos cuantos días atrás lo había condicionado ya a viajar hasta el otro lado del mundo. Antes de partir, sucedió lo inevitable, Cooper tuvo que enfrentarse a Igor y a toda la ira que el líder de Supremacy tenía acumulada debido al incendio y pérdida total del bar y a la muerte de Ludvika y el escape de Boris.

—¡Tienes que encontrar a ese escuincle! —le había gritado Igor en cuanto regresó de su viaje en la India—. ¡Maldita sea, cómo pudiste permitir que se te escapara!

—Voy a encontrarlo y traerlo de vuelta —respondió Cooper con firmeza mientras le sostenía la mirada.

—¡No me interesa que lo traigas de vuelta! —exclamó Igor con mayor ahínco—, ¡Mátalo en cuanto lo encuentres!

Y justo esa había sido la razón por la que Cooper permitió que Boris escapase, era consciente de que su poder ya no alcanzaría para protegerlo de Igor, iba a matarlo en la primera oportunidad y él no lo permitiría, el chico le pertenecía y, sin importar lo que viejo decrépito tuviese que decir, lo salvaría. No le importaba si renunciar a Supremacy era una consecuencia.

Una vez que Cooper llegó a los Estados Unidos se reunió de inmediato con Irina Brown, la infiltrada de mayor nivel de Supremacy en la DEA. La mujer lo citó en una cabaña a las afueras de la ciudad de Washington, dos horas antes del amanecer. El vuelo de Cooper aterrizó cuarenta y cinco minutos después de la media noche por lo que llegó al lugar de la cita con demasiado tiempo de anticipación. En lugar de dormir, se dedicó a formar el escuadrón que lo apoyaría en la búsqueda del chico, Supremacy contaba con más cuatrocientos hombres en sus filas, pero Cooper no podía moverse en territorios que no eran suyos con un ejército tan grande, la discreción tenía que ser el componente principal de su estadía en norte américa, así que, con detalle, analizó cada perfil hasta que encontró los que le parecieron los quince más sobresalientes.

Con la rigurosidad que estaba acostumbrado, Cooper ordenó los perfiles en una carpeta para darle a Irina la información y que no hubiese ningún contratiempo más. Cuando terminó de formar su pequeño ejército, Cooper decidió preparase un café para mantenerse despierto, entonces la imagen de Boris se incrustó en sus pensamientos, recordó cómo el chico se había apuntado al cráneo con la pistola en ese hotel de mala muerte para evitar que el tal Salvador fuese asesinado, también su mente se perturbó al recordar a Boris intentar perforarle la garganta con la navaja de rasurar y luego amenazar con hacer los mismo en su propia garganta. Cooper golpeó la mesa de madera frente a él ante esas memorias.

Aunque la idea no le gustase, cuando recupera a Boris tendría que darle una lección por su comportamiento, el que se haya atrevido a chantajearlo de esa forma cuando él le había dado todo era inadmisible, ¿cómo se atrevió a mirarlo con ese odio? ¿A herirlo y atentar contra su vida con ese repudio? ¿A escapar junto al primero que le brindó la oportunidad? Cooper dejó sus pensamientos de lado cuando escuchó que algunos vehículos se estacionaban a las afueras de la cabaña. De inmediato, se llevó la mano a la cintura y desencajó el arma que lo acompañó desde Rusia, con discreción se asomó por la ventana, bajó la guardia en cuanto reconoció a la mujer que bajaba de la camioneta al centro: Irina Brown.

Irina era una mujer de cuarenta y cuatro años de edad que trabajaba como administrativa en las oficinas centrales de la DEA, sus labores estaban centradas en las finanzas de la organización, Supremacy la había reclutado quince años atrás cuando la mujer se quedó sin trabajo y sostener los gastos médicos que demandaba el tratamiento de diabetes de su madre se volvió imposible. Ese era modo en el que Supremacy operaba: detectaba a personas con potencial que se encontraban en un momento vulnerable de sus vidas, luego les daba todo lo necesario, los empoderaba y trabajaban con su dolor para así ganarse su lealtad; Irina era una de sus mejores agentes, estaba solo un escalón por debajo de Alexander, muchas victorias de Supremacy se las debían a esa mujer.

—Buenas noches —saludó Irina, ecuánime, en cuanto Cooper le abrió la puerta.

—Buenas noches —respondió Copper y le tendió la mano, ella correspondió a su gesto y se la estrechó.

—Arriesgo demasiado viniendo aquí, —dijo Irina y pasó por completo a la cabaña—, pero enviar esta información por correo electrónico era todavía más peligroso. En fin, todo sea por el bien de la organización.

—Me interesa saber a profundidad quién es Salvador Arriaga, necesito saber todo de su vida. Es primordial conocer los motivos por los que ese hombre se encontraba en Norilsk, además se llevó con él a uno de los chicos que trabajaba en el bar, ese chico sabe nombres y cosas que pueden poner en peligro la organización. Irina, dar con ellos es primordial.

—Lo sé, por eso he venido en cuanto me has llamado: el tal Salvador entró a la DEA gracias a Emiliano Legarreta y Willy Lawrence, como ya sabes, Willy es el actual dirigente de la DEA y Emiliano se encuentra preso en México debido a la matanza de civiles que ocurrió hace algunos meses. Ellos llegaron al poder cuando asesinaron a David, el antiguo dirigente de la organización. Cuando ellos ascendieron hubo una restructuración en todos los niveles, yo logré permanecer dentro gracias al perfil bajo y neutral que he sabido manejar, pero las cosas se han complicado desde que Willy tomó el mando.

—He oído que ese Willy es un hombre incorruptible. —Cooper le ofreció un café a Irina, pero esta lo rechazó.

—Nadie es incorruptible —refutó Irina y una sonrisa discreta curvó sus labios—, simplemente no a todos nos mueven las mismas cosas. Con Willy me ha costado encontrar eso que lo mueve, pero creo que estoy cerca.

—Pues tienes que darte prisa. —Alexander se tomó un tiempo para darle un par de sorbos a su café y analizó en silencio a la mujer frente a él: Irina era una mujer afroamericana, sus ojo negros miraban con una firmeza que intimidaba, eran contradictorios a sus finas facciones y a esa sonrisa comedida que curvaba sus labios cada cierto tiempo, la forma en la que se sentaba y en que cruzaba sus manos con suma pulcritud daba la imagen de una mujer serena pero que estaba llena de seguridad. Cooper entendió por qué podía pasar desapercibida—. Irina, no quiero ser alarmista, pero el futuro de la organización podría depender de que encontremos a esos dos —completó Cooper luego de su análisis.

—No pierdas el tiempo entonces, Cooper —exclamó Irina y le tendió la carpeta que llevaba en las manos—. Aquí tienes las direcciones de las casas de seguridad de la DEA en México de las que tengo registro, pero si quieres ser más rápido, te recomiendo que le hagas una visita a la cárcel a Emiliano para que lo amenaces y le metas presión, él es quien debe saberlo todo sobre Salvador y que hable no será sencillo, debemos presionarlo. En México conseguir información no es tan complicado, la mayoría se impresiona cuando ve los dólares, sin embargo no siempre esa información es de utilidad, hay que rasgarle, por eso mi consejo de visitar al agente Emiliano.

—Da por hecho esa visita, también lo de ejercer presión, apenas llegué a México tengo una reunión pactada con los líderes de los mudos, sé que apoyarme en ellos es primordial si quiero lograr algo en México, vamos a hacer que ese Emiliano hable, yo me encargo de eso.

Irina se puso de pie en cuanto Cooper terminó de hablar.

—Éxito en México, a estas alturas no podemos equivocarnos, ganar las elecciones del siguiente año en el país vecino debe ser un objetivo primordial.

Cooper se puso de pie y le entrego a Irina la carpeta que contenía los nombres de los elementos que necesitaría para ir a México, la mujer la tomó y ambos se estrecharon la mano. Cooper no durmió ese día, hasta que llegó el momento de viajar a la capital se dedicó a planear sus pasos en el país vecino.


Una semana después de su reunión con Irina, Cooper se encontraba en la primera de las tres casas de seguridad que le faltaban por revisar, ya había visitado a Emiliano en la cárcel días atrás y le dejó claro que con él no iba a jugar; Irina no se había equivocado cuando dijo que sería un hueso duro de roer, sin embargo, en su reunión con los mudos, dejó instrucciones claras para actuar, confiaba en los métodos de esos hombres para hacerlo hablar. El corazón de Cooper latía a ritmos acelerados, solo tres casas por revisar y estaba seguro de que Boris tenía que estar ahí, podía sentir que el rencuentro con el chico estaba cerca.


Las últimas horas Boris se había mantenido intranquilo, la madrugada anterior no pudo dormir. La llamada que hizo Salvador a quien estaba a cargo de sus cuidados lo tomó por sorpresa, cuando el hombre de seguridad le dijo que Salvador lo llamaba, Boris saltó del sillón en el que acaba de tener la sesión con el psicólogo que la DEA le asignó, emocionado y nervioso en igual medida tomó el teléfono y se lo llevó deprisa al oído.

—Savior, ¿eres tú? —preguntó con voz cauta.

—Soy yo —confirmó Salvador al otro lado del teléfono—, me alegra escucharte y saber que estás bien.

—¡El que se alegra de escucharte soy yo! Creí... creí que podías estar muerto fueron muchos días sin llamar. ¿En dónde estás?

—Por seguridad no puedo darte esa información, pero en unas cuantas horas estaré viajando de regreso a la capital porque necesito reencontrarme contigo, Boris.

—¿Entonces vendrás aquí?

—Sí, intentaré llegar hasta ti tan pronto como sea posible, las cosas no se encuentran del todo bien... nunca lo han estado, pero ahora se han puesto peor.

—¿Qué pasa, Savior?

—No voy a mentirte, Boris, no voy a mentirte porque te necesito bien alerta. —Salvador guardó silencio algunos segundos—. Boris, estás en peligro —dijo luego de tomarse un respiro—, tengo información de que Cooper se encuentra en México, y algunos contactos me han informado que está buscándome, pero tú y yo sabemos que si me busca a mí es porque quiere encontrarte a ti. Ya he dado órdenes a los hombres a cargo de tu seguridad para que se mantengan alertas, sé que tú sabes defenderte y que eres un chico inteligente, espero que el lugar en el que te encuentras sea seguro, ahora mismo moverte de a otro sitio sería peligroso. Yo llegaré tan pronto como sea posible, mientras tanto tienes que estar alerta, muy alerta, intentaré llamarte al menos cada dos horas.

Luego de que Salvador colgó, un ataque de pánico estuvo a punto de dominar los sentidos de Boris, pero, encerrándose en el baño, se obligó a respirar hasta que el cosquilleo en sus extremidades desapareció. En el fondo era consciente de que eso que Salvador acaba de decirle tarde o temprano iba a suceder, él mejor que nadie conocía a Cooper y sabía que bajo ninguna circunstancia se quedaría de brazos cruzados, se lo había advertido con esa mirada cuando los vio alejarse en el barco; la idea de volver a ser presa de ese hombre que había desgraciado su vida quebrantó la tranquilidad a la que Boris logró llegar en los últimos días, de forma inevitable comenzó a llorar.

Los hombres de seguridad no le permitían tener armas, pero de forma clandestina se robó un cuchillo de la cocina y pasó la noche en vela con el objeto punzocortante empuñado debajo de la almohada, no iba a permitir que Cooper le arrebatase la vida que comenzaba a recuperar.

En cuanto amaneció se levantó de la cama y se instaló en la sala sin moverse de ahí, cada cierto tiempo uno de los hombres encargados de su seguridad se asomaba a la sala, no le preguntaba nada, ni siquiera le dirigía la palabra para saludarlo, solo corroboraba que todo estuviese en orden. Boris quiso desayunar, pero a penas y le dio un bocado a lo que preparó una sensación de nausea lo invadió y tuvo que correr al baño para devolver la comida. Decidió prepararse un café negro y bien cargado que acompañó con un par de galletas Marías, necesitaba mantenerse despierto.

Salvador volvió a llamarlo un par de ocasiones, solo le preguntaba cómo se encontraba y si todo estaba en orden, cuando Boris hacia la confirmación de que todo estaba bajo control, Salvador colgaba, quizá para preservar la batería del celular. La última vez que lo llamó le dijo que le faltaban siete horas para llegar a la capital, desde entonces habían pasado tres horas. «Solo cuatro horas más, solo cuatro horas», pensó Boris. El sueño comenzó a llegarle de pronto, fue consciente de ello cuando casi se cae del sillón al cabecear, entonces decidió encender la televisión y prepararse un café más. Justo en el momento que puso el agua a hervir, Boris escuchó los primeros disparos.

Corrió deprisa hacia la sala y sacó el cuchillo que había escondido debajo de uno de los cojines, lo empuñó con fuerza y permaneció inmóvil durante algunos segundos, la ráfaga de disparos que escuchó a continuación fue lo que lo hizo reaccionar. Deprisa se dirigió a la ventana que daba hacia la calle, desde el segundo piso logró ver que el hombre de seguridad que cuidaba la entrada principal se encontraba tirado en la banqueta en medio de un charco de sangre, en ese instante supo que Cooper estaba ahí. Boris escuchó la puerta de la casa abrirse y apuntó con el cuchillo hacia enfrente, pero quien entró no fue el hombre que había arruinado su vida, sino uno de los hombres de seguridad, el guardaespaldas tenía la pistola en la mano, listo para disparar. Caminó deprisa hacia él y con el dedo le pidió que guardara silencio, fuera volvieron a escucharse disparos. «¡Hacía el baño, deprisa!», le gritó el guardaespaldas y Boris obedeció sin rechistar.

El equipo de seguridad lo había preparado para en caso de que hubiese eventualidades, sabía que la ventana del baño era la ruta de escape. Sin detenerse a pensar, Boris abrió la ventana, luego lanzó el cuchillo y se apoyó del marco para escalar, de un brinco cayó el patio trasero, recogió el único objeto con el que podría defenderse y corrió hacia la red de metal que daba hacia uno de los tantos callejones de la ciudad. Sintió como el hombre de seguridad saltaba a sus espaldas y corría tras él, segundos después lo empujaba de las nalgas para ayudarlo a subir. Boris saltó hacia el callejón y corrió hacia el frente tan rápido como pudo, se detuvo un par de segundos para mirar hacia atrás, vio al guardaespaldas dejar atrás la red, pero entonces más disparos volvieron a sonar.

Boris se puso en cuclillas y se cubrió la cabeza con las manos, permaneció en esa posición un par de segundos, luego enderezó la vista y se dio cuenta de que el guarda espaldas se encontraba tirado en el suelo, probablemente ya sin vida. Levantó la vista un poco más, fue el momento en el que volvió a encontrarse con la mirada del hombre que arruinó su vida para siempre, Cooper estaba del otro lado de la red metálica y lo observaba en silencio, iba acompañado por varios hombres más. Un nudo se incrustó en la garganta del chico, empuñó el cuchillo con fuerza y decidió jugarse su última carta, esa que en Rusia los salvó a Savior y a él: se puso de pie, se dio la vuelta y comenzó a correr.

—¡No disparen! —gritó Cooper e inició su ascenso a la red metálica—, vamos tras él, lo quiero con vida.

Boris no paro de correr, la inmensidad de una ciudad que no conocía  se abrió imponente ante sus ojos, escondió el cuchillo entre su mano y la manga de su chamarra y corrió entre el tráfico, los edificios y la gente que iba y venía por la ciudad.

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