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162 días antes.
17 de abril de 2011
Tras publicar aquellas imágenes que involucraban al yerno de la alcaldesa de San Pedro con su asesinato y el vídeo en el que Rosa Blanca le declaraba la guerra al crimen organizado, las cosas en el país se pusieron tensas, habían alborotado al hormiguero, y cada uno era consciente de ello, pero ninguno estaba dispuesto a darse por vencido.
El escándalo que ocasionaron las fotografías escaló de inmediato a nivel nacional, tal y como los miembros de Rosa Blanca esperaban que sucediera. Los medios de comunicación comenzaron a esparcir la información como pólvora y luchaban por ser los primeros en compartir la teoría más extravagante, algunos periodistas que ejercían la profesión con compromiso, responsabilidad y pasión, como Karla lo había hecho en el pasado, se armaron de valor y viajaron hasta las entrañas del infierno para informarle al mundo lo que ahí sucedía en realidad. Otros acudieron a San Pedro solo por morbo, porque Rosa Blanca les dio la novela que necesitaban para alimentar su ego y su ambición. Pero, sin importar cuáles fuesen las motivaciones, la guerra, durante aquellos días, comenzó a alcanzar la algidez que desencadenaría en el asesinato de Alexander Murphy.
Ni toda la presencia mediática logró amedrentar a los mudos, por el contrario, ser el centro de atención los alentó a mostrarle al mundo quienes eran y de qué estaban hechos. Ramírez previó que algo así sucedería y se preparó para ello, no se conformó con llevar al infierno a unos cuantos elementos que le cubriesen la espalda, desplegó a todo su ejército en las profundidades y alrededores de la sierra madre occidental.
Por las mañanas, Daniel y Elías seguían con sus papeles de infiltrados en la primaria y la iglesia del municipio, pero por las noches ambos se camuflaban con el uniforme de policía y acudían a la zona de guerra a luchar. La tercera noche luego de que Alexander y Ramírez lanzaran esa bomba que explotó, los mudos hicieron su primer acto de presencia en el municipio. Pasaba ya de la media noche cuando una camioneta con diez hombres, la mayoría jóvenes de entre diecisiete y veinte años, entró a las inmediaciones del municipio y los sicarios en ella dispararon al aire libre, como si con toda intención quisiesen ser el centro de atención.
El equipo de Rosa Blanca observó el acontecimiento desde la distancia, fueron las fuerzas armadas del país quienes se encargaron de abatir en cuestión de minutos a los mudos que irrumpieron el silencio nocturno de las calles de San Pedro. Ramírez supo que algo pasaba cuando se dio cuenta de que solo una camioneta fue la que tuvo la osadía de meterse a la boca del lobo, a los pocos minutos entendieron que aquello fue solo un primer aviso, una tacita amenaza de lo que estaba por venir. En la ropa, los diez miembros del cartel de la letra H que fueron abatidos, llevaban un letrero pegado a la espalda en el que podía leerse: «ustedes decidieron este camino».
La hija y el yerno de la alcaldesa asesinada decidieron guardar silencio durante tres días, fue al amanecer del cuarto, luego de aquella noche en la que los mudos lanzaron su primera amenaza, cuando ambos se atrevieron a dar la cara. En la plaza central del municipio, los medios de comunicación fueron llamados a una rueda de presa; ese día, Karla dejó el uniforme de policía y se apersonó al lugar con micrófono en mano y en compañía de otro policía que se hizo pasar por su camarógrafo.
La periodista jamás olvidaría la mirada que la hija de la alcaldesa le dedicó en cuanto la vio llegar, ambas se habían visto frente a frente la mañana siguiente del asesinato, cuando el presidente Castrejón los reunió en la casa de la alcaldesa y, frente a todos, le prometió justicia a la mujer que ahora se preparaba para afrontar las acusaciones que se le hacían a su marido. Nadie, en ese entonces, a excepción de Alexander, podía imaginarse que lo último que la mujer quería para su madre era justicia, pues ella en complicidad con su esposo fueron los asesinos intelectuales, los perpetuadores de aquel atroz crimen.
Quizá la mujer miraba con tanto odio a Karla porque, en el pasado, el almirante, Antonio de la Barrera, y su hermanastro, Carlos Ruiz, habían descubierto que ella era la mente maestra detrás del blog del narco y seguro que esa información llegó a oídos de otras tantas personas a las que Karla les arruinó la vida a través de sus investigaciones compartidas en el blog. Las fotografías del yerno de la alcaldesa en compañía del H22 y otros miembros de los mudos fueron virilizadas gracias al blog del narco, y ese hecho convertía a Karla en la principal enemiga de la mujer y el hombre sentados frente a ella. Sin embargo, hacía bastante tiempo que Karla había dejado de tener miedo, desde que Manuel Arriaga confesó ser el asesino de su hermano y la llevó hasta donde se encontraban sus restos, los miedos de Karla se revolucionaron para convertirse en motivaciones. Por ello correspondió a las miradas de odio con una mirada llena de determinación.
Un par de minutos después la hija de la alcaldesa comenzó con su discurso, pero apenas y dio unas cuantas palabras se detuvo a causa de las lágrimas que escurrieron por sus mejillas. Karla no podía negar que la mujer se esforzó para que su escena de llanto fuese creíble, pero ella no le creyó ni una sola de sus lágrimas; desde que su hermano desapareció, Karla aprendió a desarrollar con agudeza su sentido de la perspicacia que, con los años, fue mejorándolo con cada investigación que hacía, con cada persona a la que interrogaba; le había ayudado también las clases de psicología y análisis de lenguaje corporal que la DEA le proporcionó durante sus meses de entrenamiento. Esa mujer mentía y la periodista no tenía ni una sola duda de ello.
El discurso de la mujer se centró en decir que ella y su esposo estaban siendo víctimas de los mismos criminales que asesinaron a su madre porque a toda costa querían evitar que San Pedro fuese un municipio libre. Unos minutos después fue el hombre quien tomó la palabra, ante las cámaras que apuntaban a su rostro y los curiosos que observaban y escuchaban de manera presencial en la plaza, Alfredo Macías, ese era su nombre, negó que el fuese la persona que aparecía en las fotografías y argumentó que todo se trataba de un fotomontaje para evitar que él y su esposa continuasen con el legado de justicia y paz que su suegra intentó establecer en el municipio y que terminó arrebatándole la vida. Para terminar con su alegato, Alfredo dijo que en la fiscalía no había ninguna denuncia interpuesta en su contra y que si no la había era porque no existían pruebas que pudiesen incriminarlo ante la ley.
El hombre tenía razón al decir que no existían denuncias oficiales puestas en su contra, eso hasta cierto punto les daba un respiro; sin embargo, Karla sonrió porque ir por la vía legal nunca fue el objetivo de Rosa Blanca, los miembros de la organización pertenecían en mayor o menor medida al sistema, así que todos eran conscientes de que perderse en la burocracia de la justicia mexicana no era una opción, justo contra eso luchaban, era ese el sistema que querían derribar porque sabían que destruirlo para luego reestructurarlo de raíz sería la única forma de comenzar a ver cambios realistas y certeros.
En cuanto se enteró de lo que había detrás del asesinato de la alcaldesa, Karla se puso a trabajar en la investigación que le permitiese conocer las motivaciones que tendría una hija para asesinar a su propia madre. Fue así que descubrió que Paola Torres no era hija biológica de la alcaldesa sino que había sido adoptada veintiún años atrás cuando ya era una adolescente de catorce años. Por aquel entonces, Marina Torres, la alcaldesa asesinada, ya comenzaba a inmiscuirse de lleno en la política, unos meses atrás el que era su esposo había sido secuestrado y se convirtió en un número más en las estadísticas de desaparecidos en México. Ese había sido el motivo por el que Marina se interesó en la política.
Paola llegó a la vida de Mariana porque un día tocó a la puerta de su casa mendigando comida, la mujer la invitó a pasar y la alimentó, luego, al verla que solo era una adolescente desprotegida e indefensa, la invitó a quedarse en su casa, en un comienzo con intenciones de que fuese su empleada doméstica, pero luego el cariño fue tanto que Marina hizo los trámites legales necesarios para convertirla en su hija. Marina se casó cuatro años después y de ese matrimonio nació su primer hijo biológico, el cual llevaba años viviendo en el extranjero, Marina había querido alejarlo de la violencia que por aquel entonces ya imperaba en el país.
Cuando Karla terminó con su investigación y releyó los informes y la historia que reconstruyó, a su mente vino de inmediato la imagen de su amigo Sebastián y la de su familia. Carlos Ruíz se había acercado a los Meléndez haciéndose amigo de Hilario hasta el punto de convertirse en su hombre de mayor confianza y prácticamente en un miembro más de la familia. La mente de Karla comenzó a elucubrar teorías de inmediato, el modus operandi de Paola parecía ser el mismo que Carlos Ruíz utilizó, pero además la historia de ambas familias fue marcada por tragedias a su alrededor, la de Marina, por desgracia, culminó con su asesinato. Hilario pudo salir avante y seguía en pie de lucha, pero ambos casos coincidían en que los líderes de las familias eran políticos que desde sus inicios lucharon contra la violencia y que luego alguien se inmiscuyó en sus vidas para aprovecharse de ello. Fue entonces que el asesinato de la alcaldesa comenzó a cobrar sentido para Karla.
Al terminar la rueda de prensa, la periodista no tenía duda alguna de que Paola y su esposo eran parte de los mudos y que se habían acercado a Marina para, con el tiempo, hacerse con el poder absoluto del municipio. Sin embargo, a los mudos los planes no estaban saliéndoles como esperaban, por lo que Daniel y Elías dijeron durante la reunión que tuvieron, la gente del municipio no quería ni confiaba en Paola y por eso querían convocar a elecciones a la brevedad, tampoco contaban con que Alexander, gracias a sus conexiones con Supremacy, actuaría como un caballo de Troya que revolucionaría esa guerra. Ahora las preocupaciones de Karla se centraban en cómo actuarían los mudos ante las circunstancias que arruinaban sus planes.
Media hora después la periodista llegó hasta el que se había convertido en el refugio de Rosa Blanca. Ramírez, Sebastián y el resto del equipo ya la esperaban, en cuanto Karla puso un pie dentro de la habitación que adaptaron como sala de reuniones, el comandante la cuestionó con la mirada:
—Infórmanos, Karla, por favor —pidió Ramírez.
—Todo ha salido conforme lo previsto —informó la periodista—, Paola Torres y su esposo se han defendido diciendo que las fotografías son un montaje y que no hay denuncias formales en su contra.
—Están con la soga al cuello —dijo Elías—, era la única opción que tenían.
—Lo que me preocupa es cómo reaccionaran los mudos ante esto —se sinceró Karla.
—Solo tienen dos opciones —intervino Sebastián esta vez—: o hacen hasta lo imposible por limpiar la imagen de Paola y su esposo y siguen apostando por ellos o, por el contrario, los quitan del camino y les buscan sustitutos.
—Creo que la segunda opción es más del estilo de los mudos —dijo Elías.
—Estoy de acuerdo —expresó Ramírez.
Karla guardó silencio durante algunos segundos, luego externó lo que pensaba:
—Yo creo que se van a ir por la primera opción.
—Explícate —pidió Sebastián.
La periodista resopló, luego, con paciencia, les contó la teoría que tenía sobre el asesinato de la alcaldesa y que surgió luego de la exhaustiva investigación que realizó. En cuanto terminó con su relato, los tres hombres que escucharon atentos cada una de sus palabras la miraron sorprendidos, prefirieron guardar silencio durante un tiempo para reflexionar y procesar lo que Karla suponía. Fue Elías el primero en hablar.
—Dios, lo que dices tiene sentido, mucho sentido, Karla —exclamó Elías—, pero... ¿cómo los mudos pueden limpiar la imagen de esos dos?
—Victimizándolos —respondió Sebastián—, tal y como el almirante intentó hacer con mi padre y conmigo.
—Claro, fingir un ataque que los haga ver como víctimas —dijo Ramírez.
—Y quizá también algo que después los haga ver como héroes —completó Sebastián.
Karla asintió.
—A estas alturas sería demasiado riesgoso que los mudos apuesten por otras personas, tiene demasiado que perder —reflexionó la periodista en voz alta.
—Por eso están intentado asustar a la gente, porque para nada les convine que se realicen elecciones de emergencia —dijo Elías.
—Más que nunca tenemos que estar atentos a lo que en este municipio suceda —expresó Ramírez mientras miraba a los ojos a cada uno de los presentes—, medir con inteligencia y prudencia los golpes que daremos y cuidar a nuestro caballo de Troya.
Ninguno se equivocaba cuando pensaron que los mudos iban a tratar de revertir las circunstancias que les arruinaban sus planes de alcanzar el poder absoluto en el municipio. Con los días, Daniel les había tomado cariño a los niños que día a día acudían a la escuela para olvidarse de sus realidades aunque fuese durante algunas horas, era entre las cuatro paredes de sus salones de clase que se permitían soñar que sus futuros podían ser distintitos. Para desgracia de las víctimas de esa guerra cruel y hostil, los mudos sabían que los niños eran los más vulnerables y que, si querían desestabilizar la tranquilidad de los habitantes, debían seguir usando la inocencia de los más indefensos para doblegar las revoluciones de aquellos que comenzaban a llenarse de osadía para enfrentarlos.
Daniel había generado vínculos afectivos con todos los niños, fue imposible cumplir con la regla de no involucrarse sentimentalmente, pero hubo un niño en especial en el que vía a un hermano menor al que quería proteger: Rodolfo, el niño que, el primer día que llegó a ese infierno, lo esperaba sentado a las afueras de la escuela junto a su madre. Rodo era un líder nato, dirigía a sus demás compañeros y ellos los seguían con fascinación. Daniel también se unió al club de admiradores del niño, ver al Rodo sonreír y contarle sus sueños era como una estrella en medio de una noche oscura y siniestra. Por eso, cuando la madre del niño golpeó la puerta de su casa y gritó desde afuera con desesperación, las pulsaciones de Daniel se aceleraron y de inmediato pensó lo peor. Se levantó deprisa y abrió la puerta, lamentablemente, pensar lo peor había sido lo correcto.
—¡Se lo han llevado! —gritó la madre de Rodo y las lágrimas que se había esforzado en contener se derramaron a brotones por sus mejillas.
Cinco niños en total fueron los que aquella noche los mudos se llevaron a las profundidades de la sierra. Daniel se puso lo primero que encontró y condujo hasta la guarida de Rosa Blanca el carro en el que llegó al municipio. Antes de salir de su casa miró a los ojos a la madre de Rodolfo, pero no fue capaz de sostenerle la mirada, por más que lo deseara con todas sus fuerzas era consciente de que no podía prometerle nada en absoluto.
Los miembros de Rosa Blanca sabían que los mudos tarde o temprano iban a atacar, así que estaban preparados para ello. La noticia del rapto de los niños se corrió como pólvora por todo el municipio, cuando Daniel llegó a la guarida ya todos se preparaban para abordar las patrullas que los llevarían a las profundidades de la sierra, Daniel apenas tuvo tiempo de ponerse el uniforme y el chaleco antibalas. Fue el comandante quien condujo la patrulla, aunque a velocidad constante, afrontó el camino con calma, sabía que no era el momento para actuar con desesperación, cuando se trataba de las vidas de civiles, y sobre todo de niños, mantenerse ecuánime era indispensable.
Quienes actuaban con desesperación eran los mudos, y Ramírez sabía que debían utilizar eso a su favor. A través del radio informó a los elementos que mantenía desplegados por toda la sierra madre occidental que estuviesen atentos a cualquier movimiento. Esta vez, los mudos habían actuado con mayor planeación, un grupo se encargó de entretener a los militares en el centro del municipio mientras otro grupo robaba a los niños que vivían a las orillas del municipio; según los informes se trataba de un comando de más de quince camionetas negras y blindadas.
De reojo, Ramírez vio a Elías desenfundar su pistola y apuntar hacia su costado derecho, entonces supo que una batalla estaba a punto de suceder. El comandante frenó de golpe y miró hacia la derecha como el resto lo hacía, a la distancia logró apreciar las luces de varias camionetas que se acercaban a gran velocidad por un camino alterno. De prisa, Ramírez apagó las luces de la patrulla, pero fue demasiado tarde, la caravana de camionetas también frenó y, en cuestión de segundos, comenzaron su fuga en reversa.
Ramírez tomó el radio y avisó a su ejército la posición en la que se encontraban y las coordenadas de los caminos por los que los mudos intentaban escapar, luego piso el acelerador hasta al fondo y fue tras ellos, sabía que ese era quizá la única oportunidad que tendría para tratar de rescatar a los niños. A través de los audífonos pudieron escuchar que uno de los elementos de Ramírez informaba que tenían la zona rodeada y que estaban listos para atacar, minutos después los primeros disparos terminaron con el aterrador silencio que imperaba en las profundidades del infierno.
La patrulla avanzó cerca de ochocientos metros cuando las primeras balas se impactaron contra los cristales y las puertas, por instinto Sebastián, Daniel y Karla, que iban en la parte trasera, se agacharon para protegerse pero el sonido de las balas que caían al suelo terregoso los hizo recordar que la patrulla también estaba blindada. Por más de dos minutos una batalla de fuego cruzado se consumó en las profundidades de la sierra. «¡Tengan cuidado con los niños!», gritó Ramírez por su micrófono, sin embargo, el fuego no ceso durante varios minutos.
Esa noche, Rosa Blanca perdió a varios elementos, pero también ganaron en gran medida esa batalla. Tres camionetas de los mudos lograron escapar, aun así el ejército de Ramírez abatió a las otras seis que iban en ese grupo; varios mudos murieron también en esa batalla, los que quedaron con vida se rindieron. Cuando Rosa Blanca logró tomar el control, se dieron cuenta de que había logrado rescatar con vida a tres de los cinco niños secuestrados, los pequeños lloraban a gritos hechos bola en el rincón de la cajuela de unas camionetas. Daniel los abrazó y les susurró al oído que se tranquilizaran, que iban a estar bien, sin embargo, cuando buscó a Rodo y se dio cuenta que no estaba, su corazón se contrajo y un nudo se formó en su garganta, se dejó caer de rodillas y lleno de frustración golpeó el suelo y gritó, Sebastián se acercó a él y lo abrazó para intentar tranquilizarlo.
Al amanecer, algunos elementos de Ramírez se encargaron de interrogar a los mudos sobrevivientes, se tomaron su tiempo porque sabían que serían huesos duros de roer. En las camionetas que los mudos conducían encontraron un arsenal de armas fabricadas en los Estados Unidos; llamaron a Alexander y se lo informaron, el tráfico de armas hacia México desde el vecino de arriba era uno de los problemas que debían arrancar de raíz. Fue en ese amanecer que Alexander propuso lo que meses después aumentaría las tensiones entre ambos países: la demanda interpuesta por México a los Estados Unidos por el tráfico de armas.
Fue también en ese amanecer que Karla y Sebastián fueron conscientes de que el odio que Alexander sentía por el sistema político de su propio país era fidedigno. Los miembros de Rosa Blanca no estaban dispuestos a ceder ante criminales, a Karla le preocupaba que la línea de la justicia se volviese difusa, eso podía ser muy peligroso, pero a la vez sabía que era la única forma de enfrentarse a los mudos. Durante los interrogatorios tres mudos más murieron fieles a su causa; al segundo amanecer miembros de Rosa Blanca colgaron sus cuerpos a la entrada del municipio, eran consistes de lo provocativo que eso sería, pero no estaban dispuestos a claudicar.
Los tres cuerpos fueron fotografiados por los medios nacionales y las imágenes le dieron la vuelta al país y varias partes del mundo. Los cuerpos llevaban una rosa blanca sujeta a los labios con cinta adhesiva y a sus espaldas se encontraba una manta en la que podía leerse: «Incompetente gobierno, nos vemos obligados a hacer el trabajo que ustedes no pueden. Los mudos no son invencibles y aquí está la prueba. Y Esto va para ustedes: liberen con vida a los dos niños restantes, es la única advertencia que daremos».
Hola, mis estimados.
Nos volvemos a leer con un capítulo en el que hacemos un viaje al pasado.
Y ya que hablamos de estos capítulos, aprovecho este espacio para recalcar lo importante que son para la historia los capítulos que, como este, se desarrollan en el pasado. Hace unos días, un lector emocionado me habló para conversar conmigo sobre el reencuentro Salvastián, sin embargo, durante esa conversación que tuvimos me confesó que se saltaba los capítulos que se desarrollaban en el pasado... yo no juzgo a nadie, cada quien es libre de leer como quiera, solo hablé con él y le expliqué la importancia de leer la historia completa.
Esta es la historia de amor entre dos chicos en medio de una guerra, pero también es un thriller, y como el género lo demanda, cada detalle en la historia es de suma importancia. Los capítulos que se desarrollan en el pasado serán vitales para entender el desenlace de este segundo libro y los sucesos que ocurrirán en el tercer y último libro de la trilogía; en este segundo libro el conflicto central es el asesinato de Alexander, así como en el primero lo fue el secuestro de Sebastián. Estamos cerca de entrar a la recta final de este libro y más que nunca deben estar atentos a los detalles, mi único objetivo es que disfruten, se sorprendan y amen la lectura tanto como yo lo hice al escribirlo.
Perdón por el mucho texto, pero considero importante mencionar esto, además que este espacio de interacción me gusta mucho.
Nos leemos muy pronto que nuestros chicos se quedaron atascados en la cima de un árbol y tarde o temprano tendrán que bajar de ahí.
Con cariño, Ignacio.
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