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6 días después.

21 de septiembre de 2011


«Sebastián Meléndez en tus manos está evitar una desgracia. Preséntate en la cascada Velo de Novia ubicada en Valle de Bravo. Todo depende de ti. ¿Héroe o villano?».

Salvador reprodujo el vídeo por tercera ocasión en un intento de entender que era lo que sucedía, no obstante, por más que se esforzó en reconocer a la mujer que aparecía en el vídeo sosteniendo la cartulina, no pudo reconocerla. Y es que en realidad no la conocía, no tenía ni la más remota idea de quién podía ser, pero eso no le dio tranquilidad, por el contrario, el no poder comprender lo que pasaba solo hacía que su frustración aumentara, ¿por qué intentaban condicionar a Sebastián con la vida de esa mujer?, esa pregunta daba vueltas y vueltas en la mente de Salvador.

Luego de que llegaron a la capital del país, Salvador, Boris y todo el equipo se trasladaron a la casa de seguridad que Willy dispuso para ellos. Después de instalarse y darse una ducha, Salvador apenas comenzaba a idear un plan para intentar dar con el paradero de Sebastián cuando el vídeo de la desconocida se viralizó en el internet y en los medios de comunicación más importantes. Salvador seguía las noticias para obtener información que lo ayudara a ponerse en contexto sobre la situación en el país porque sabía que entender lo que pasaba era clave para encontrar a su compañero de desgracias, entonces el vídeo apareció en pantalla y todo lo que creía saber se derrumbó, estaba en blanco por completo y eso ocasionó que la desesperación lo dominara.

Estuvo a punto de salir de la casa y tomar una de las camionetas para ir a buscar a Sebastián por cada rincón de la ciudad, incluso del país de ser necesario. Cuando fue consciente de que no estaba razonando, se tiró sobre el colchón y se obligó a respirar para recuperar la calma y pensar con lógica. Ya más tranquilo, recordó la forma que utilizaba para, cuando se encontraba en los momentos de extrema soledad en Rusia, no perder la cordura y aferrarse a la lucidez. Se puso de pie y buscó entre los cajones una libreta y una pluma, tomó la computadora que Willy le proporcionó y se dispuso a ver el vídeo para intentar encontrar indicios de lo que sucedía. Luego de reproducir el vídeo por quinta ocasión, Salvador se dio cuenta de que era una pérdida de tiempo sobre analizar esa secuencia de imágenes si antes no lograba entender cómo habían llegado hasta ese punto, así que con sus propios conocimientos de los hechos y la información que el dirigente de la DEA le dio, Salvador se propuso reconstruir el rompecabezas de lo que sucedía, se sentó frente a la mesa de la habitación y escribió para rememorar y reflexionar, para especular, para intentar entender.

«Conocí a Sebastián cuando fuimos víctimas del siniestro plan del almirante, Antonio de la Barrera, para hacerse con el poder absoluto del país. Ambos nos salvamos y nos ayudamos y así logramos sobrevivir; luego, por nuestras circunstancias, tuvimos que inmiscuirnos en la guerra que surgió como una consecuencia de la ambición por el poder de distintos grupos. Sebastián y yo, logramos desenmascarar al almirante y frustrar sus planes, ganamos una batalla importante, pero la guerra no terminó, siguió desde las sombras. Siempre fui plenamente consciente de que mi lucha no había terminado con la muerte del almirante, cada esfuerzo que hice fue con la intención de que mi hermana, Isabela, y yo pudiésemos escapar del ambiente hostil y violento en el que nos tocó nacer. Sebastián llegó a mi vida después y protegerlo de esa podredumbre en la que lo inmiscuyeron también se volvió un objetivo para mí. Por eso, a pesar de saber todos los riesgos que implicaba y de ser consciente de que mi vida estaba en peligro y que quizá jamás volvería a ver a las personas que amaba, acepté la misión que Willy me encomendó».

«Tuve que mentirle a Sebastián porque esa era la única forma factible de protegerlo. Aquella mañana, a las afueras de la fiscalía, Salvador Arriaga murió para siempre. Así se encuentra documentado en los archivos de todas las secretarías y dependencias de gobierno a las que mi vida llegó a interesarles. Me fui a Rusia con la idea de que jamás iba a regresar, sabía que la misión encomendada era sumamente peligrosa, por ello me obligué a asumir que nunca volvería a ver a quienes amo, porque de esa forma podría concentrarme en cumplir con dicha misión y así terminar con esa guerra que destruyó nuestras vidas. Sin embargo, en un momento de desesperación, escribí un papel con una promesa que, contradictoriamente, me hizo aferrarme a la vida».

«Willy me prometió que si aceptaba esa misión, él se encargaría de que nada les pasara a las personas que amo, lamentablemente, he descubierto de la peor forma que cuando se está en guerra es mejor no prometer porque las promesas no suelen cumplirse. Luego de más de un año en las entrañas del mundo, yo he cumplido con la misión que se me encomendó: logré recabar esa información y la entregué de forma íntegra, pero la guerra no ha terminado y, lo peor de todo es que, las personas a las que amo no se encuentran bien como Willy lo prometió. Este parece un cuento de nunca acabar, Willy me ha rescatado de las entrañas del mundo y, de forma irónica, me ha traído de vuelta al lugar del que me hizo desaparecer. Willy ha vuelto a hacer promesas, pero yo ya no creo en ellas, hago esto porque mientras viva haré hasta lo imposible para que las personas que amo estén bien y a salvo. Quizá esta guerra nunca acabará, ahora lo entiendo mejor que nunca, no tenemos que ganar, en una guerra nunca hay ganadores, de cierta forma todos perdemos. Lucharé porque no tengo más opción, porque mientras las personas que amo estén en peligro, no puedo quedarme de brazos cruzados».

«Huir no siempre es de cobardes, a veces, huir es la única forma de salir victorioso de una guerra, quizá lo entendí demasiado tarde, Sebastián tenía razón cuando a modo de broma me decía que escapáramos de todo, pero no le hice caso y estas alturas nuestras vidas se han torcido tanto que escapar ahora sí que parece imposible. Aun así, me aferro a la esperanza, aunque he dicho que prometer en medio de una guerra es de ingenuos, me aferro a lo que escribí en aquel trozo de papel durante ese momento de desesperación: "Hasta que nos volvamos a encontrar". ¿Dónde estás, Sebastián? ¿Qué ha pasado durante este año que te he dejado solo? ¿Qué es lo que te llevó a estar en el punto en el que te encuentras? ¿Héroe o villano? ¡Tengo que descubrirlo! ¡Tengo que encontrarte!».

Salvador cerró la libreta y dejó de escribir, se sorprendió al darse cuenta de que podía respirar con tranquilidad. El plasmar sus ideas le ayudó a despejar la mente y a pensar con claridad. Hizo la libreta a un lado y tomó la computadora portátil que Willy le facilitó, buscó en los archivos hasta que encontró la carpeta que contenía la información de Sebastián, la abrió y avanzó entre páginas y páginas hasta que llegó a la parte que le interesaba: el momento en el que él se fue a Rusia y dejó a su compañero de desgracias solo. Lo primero que leyó lo dejó boquiabierto ante la sorpresa, y estuvo a punto de volver a perder la calma, pero volvió a respirar para tranquilizarse, perder el control solo estancaría sus objetivos. Siguió leyendo y tuvo que sacar entereza de lo más profundo para lograr mantener la calma, Willy y Emiliano le habían mentido en muchas cosas y eso no le gustó, sin embargo, conforme leía, podía entender cómo Sebastián había llegado al punto en el que se encontraba, en más de una ocasión, apretó los puños y los dientes ante la frustración que sentía, terminó de leer media hora después.

Se puso de pie y la desesperación que sentía lo obligó a que se pasara las manos por el cabello en reiteradas ocasiones, caminó despacio hacia la ventana al fondo y perdió su mirada en los cerros que lograban verse a la distancia. ¿Por qué ni Willy ni tampoco Emiliano me dijeron nunca que habían reclutado a Sebastián como agente de la DEA?, se preguntaba Sebastián en sus adentros, ¿por qué no me contaron que lo enviaron a misiones sumamente peligrosas?, ¡¿por qué me mintieron?! Salvador volvió a sentarse frente al computador y miró el reloj en la pantalla, eran casi las dos y media de la madrugada, faltaban poco más de tres horas para el amanecer, la hora en la que se le citaba a Sebastián en ese extraño vídeo.

Aunque Salvador aún no tenía ni la más remota idea de quién era la mujer que sostenía la cartulina, llegó a la conclusión de que era el único indicio con el que contaba sobre Sebastián, así que aferrarse a ello y comenzar por ahí era la opción más inteligente, pero antes, debía agotar todas las opciones que estaban a su alcance. En Emiliano encontraba a su mejor amigo y la persona en la que más confiaba, estaba desconcertado porque le había mentido, pero no iba a juzgarlo sin escuchar sus razones, sin embargo, Emiliano estaba preso y, de momento, hablar con él estaba lejos de ser una opción factible. En Karla también encontraba a una amiga y a una persona en la que confiar, pero la periodista se encontraba desaparecida al igual que Sebastián, encontrarlos a ambos era un objetivo. Entonces, Salvador pensó en las otras dos personas en las que confiaba y que, de lograr contactarlos, podrían ser de gran ayuda: el comandante Ramírez y Denisse Meléndez.

Salvador tomó el celular del buró y volvió a llamar a otra de las opciones a su alcance: Willy Jensen, ese hombre tenía que darle demasiadas explicaciones. El dirigente de la DEA tomó la llamada al segundo timbre:

—¡Salvador! justo estaba por llamarte. Estoy a punto de viajar hacia Ciudad de México, solo tenía que dejar todo en orden aquí.

—¡¿Por qué me mentiste, Willy?! —cuestionó Salvador de inmediato.

—Ah, veo que ya leíste el archivo de Sebastián... no te mentí, solo no te dije la verdad.

—¡Joder, Willy! ¡Lo convirtieron en un maldito agente, lo enviaron a misiones peligrosas! ¡Eso no fue lo que tú me prometiste!

—Salvador, créeme que convertirlo en agente fue la mejor forma que encontramos para protegerlo, justo es por eso que sigue con vida, porque está preparado y sabe defenderse, lo mismo para Karla. Ahora no puedo explicártelo, lo haré cuando te vea en persona. ¿Has visto el vídeo que se ha hecho viral?

—Esperaré esas explicaciones, Willy... y sí, lo he visto, justo estoy trabajando en ello, ¿quién demonios es la mujer del vídeo?

—También trabajaba en ello, la mujer en el vídeo se llama Cristina Rosales.

—¿Cristina Rosales? ¿Y por qué condicionarían a Sebastián con ese mujer? Creo que esa es la pregunta importante.

—No estoy del todo seguro, Salvador, no todavía, pero por lo que investigué, esa mujer es la madre de uno de los policías que trabaja con el comandante Ramírez en México, Sebastián es muy cercano a Ramírez, pero aún no logro hacer una correlación exacta. Aun así, creo que llegaste a la misma conclusión que yo: no podemos ignorar ese vídeo, tienes que ir sobre ello.

—Lo sé, Willy, y así lo haré, pero necesitaba antes hablar contigo.

—Estaré en México en aproximadamente seis horas, espero que nos podamos encontrar pronto para trabajar juntos, tengo que colgar.

—Espera, antes de que cuelgues necesito que me proporciones los números de Ramírez y de Denisse Meléndez.

—A Denisse no puedes llamarla, todos los teléfonos de los Meléndez deben estar intervenidos, es muy peligroso. De Ramírez hace tiempo que no sé de él, en este ambiente sabes que es necesario cambiar de teléfono de forma constante, pero te enviaré en un mensaje los últimos registros que tengo, suerte, agente.

Un par minutos después de terminar con la llamada, el mensaje con la información de Ramírez llegó, Salvador memorizó el número y luego lo tecleó deprisa, para su desgracia, el buzón de voz se escuchó al instante, Salvador volvió a intentarlo pero una vez más no hubo respuesta. Decidió dejar de perder el tiempo y puso la maleta, que Willy le proporcionó, para preparase. Sacó los primeros jeans que encontró, una de las muchas playeras negras que había adentro y también una chamarra de piel que le ayudaría a camuflar mejor el chaleco antibalas que se podría debajo de la ropa.

En cuanto estuvo cambiado, comprobó que el arma estuviese cargada y, dentro de las bolsas de la chamarra, guardó dos cargadores más. Se pasó rápido un cepillo por el cabello alborotado y se dispuso a salir de la habitación, sin embargo, en cuanto abrió la puerta se encontró con la mirada inquisitiva de Boris que lo esperaba en el pasillo.

—Creí que estabas dormido —dijo Salvador.

—No puedo dormir, sé que no las estás pasando muy bien, Savior —expresó Boris sin dejar de mirarlo.

—Hay muchos problemas, Boris, problemas que tengo que resolver.

—Lo sé, solo quería decirte antes de que te fueras que cuentas conmigo para lo que sea, que estoy muy agradecido contigo por todo lo que has hecho por mí, que no voy a darte más problemas de los que ya tienes, voy hacer lo que tú me digas, en verdad puedo ayudar en lo que sea necesario.

Salvador le dedicó una sonrisa al chico y lo tomó del hombro.

—Gracias, Boris, en verdad muchas gracias. Lo único que tienes que hacer es permanecer en la seguridad de esta casa, ya te he presentado a los responsables de tu seguridad, ellos se encargarán de cuidarte en mi ausencia. Eres solo un chico, solo preocúpate por intentar recuperar tu vida, por intentar superar todo el daño que te hicieron, tendrás a muchas personas a tu lado para lograrlo, deja atrás el dolor y el miedo. No volverán a lastimarte, no lo permitiré. Ahora tengo que irme, pero espero estar de vuelta muy pronto, y pase lo que pase, no olvides tu valentía y tu entereza, nunca dejes de luchar.

Antes de que Salvador pudiese avanzar, Boris se interpuso en su camino y le dio un fuerte abrazo, esa muestra de afecto revolucionó la entereza de Salvador, tampoco quería fallarle, el bienestar del chico era también su objetivo, sin embargo, ya no quería ni podía hacer más promesas, solo se limitó a corresponder con fuerza al abrazo durante unos segundos hasta que logró desprenderse de Boris y siguió con su camino.


Apenas Salvador y los hombres de seguridad asignados por Willy comenzaron a circular por las calles de la ciudad pudieron sentir la tensión que había en el ambiente. En el navegador de la camioneta, el conductor, de nombre Ariel, buscó en los mapas las posibles rutas hacia Valle de Bravo, se encontraban a poco más de media hora del lugar, pero las muchas camionetas de la policía y el ejército que tomaban el mismo camino que ellos, dejaron claro que llegar hasta su destino no sería sencillo.

—Busca rutas alternas y pisa el acelerador a fondo —le ordenó Salvador a Ariel—, tenemos que entrar al lugar antes de que se vuelva una muralla impenetrable.

Ariel asintió y aceleró a más de ciento veinte kilómetros por hora. Afuera, el sol aún no salía, pero el cielo comenzaba a tomar ese color grisáceo que anunciaba la llegada del amanecer. A la distancia, podían escucharse el ruido de sirenas de patrullas y vehículos que se desplazaban a gran velocidad. La carretera que Ariel tomó se encontraba en completa soledad, se trataba de un camino viejo y en mal estado que, a pesar de la condiciones, les permitió seguir a una velocidad constante.

Luego de más de veinte minutos de viaje, las casas perdidas entre los cerros comenzaron a vislumbrarse a la distancia. Un cosquilleo invadió las manos de Salvador, se había enfrentado a misiones incluso más complejas y peligrosas que esta, pero lo que con esta estaba en juego, hacía que los nervios de Salvador se dispararan. De pronto, Ariel frenó ocasionando que todos se fuesen hacia el frente, el cinturón de seguridad fue lo que impidió que Salvador se estrellara contra el tablero, cuando enderezó la vista entendió lo que sucedía: a poco más de un kilómetro se podían observar las características luces azules y rojas de las torretas en la cima de las patrullas.

—Creo que hemos llegado algo tarde —dijo Ariel.

—Afortunadamente Valle de Bravo es muy grande —dijo Salvador mientras se desabrochaba el cinturón—. Esconde la camioneta fuera del camino, tendremos que ir a pie.

Los siete hombres en la camioneta miraron a Salvador con duda, pero cuando se dieron cuenta de que hablaba en serio, asintieron y también se desabrocharon sus cinturones. Ariel hizo lo que Salvador le ordenó y se alejó del camino varios metros hasta que encontró unos matorrales de considerable tamaño en los que pudo esconder la camioneta. Apenas se estacionó, Salvador se puso el pasamontañas, abrió la puerta y se bajó. Con pistola en mano, corrió medio inclinado por el campo hacia los cerros que funcionaban como una muralla para el pueblo, los hombres de seguridad fueron tras él.

El gris en el cielo ya era más claro cuando lograron llegar a los bordes del pueblo, la quietud de la ruralidad les permitió escuchar el sonido del agua que caía desde distintas quebradas para desembocar en los ríos y los lagos. Salvador se sentó para tomar un respiro, sin embargo, el sonido del fuego cruzado que se escuchó a la distancia lo hizo ponerse de pie una vez más y correr hacia donde se originaba el sonido de las balas. Los hombres de seguridad corrieron a prisa detrás de él, pero, cuando Salvador iba a medio camino, el sonido repentino de un vehículo que se acercaba a gran velocidad lo hizo frenarse de golpe. El vehículo en cuestión era una patrulla que avanzaba sin miramientos por un camino de terracería, Salvador se vio obligado a lanzarse hacia la orilla del camino para evitar ser atropellado, lo que ocasionó que rodara por una especie de acantilado.

El tronco de un árbol, ya casi en suelo firme, fue lo que impidió que Salvador siguiese rodando, el impactó lo hizo a soltar un quejido cuando su costado derecho se impactó de forma abrupta. Salvador se llevó la mano a la zona del golpe y permaneció acostado con los ojos cerrados durante algunos segundos, poco a poco fue recuperando la conciencia a plenitud y se dio cuenta de que su mano derecha seguía aferrándose a la pistola. Con algo de trabajo, logró enderezarse, fue entonces cuando vio las luces de la patrulla en la cima del acantilado, sin embargo, su atención cambió de inmediato de foco cuando escuchó que una persona bajaba por la cúspide en línea recta a la patrulla.

La oscuridad no le permitía ver con claridad, pero Salvador sabía que en la posición y situación en las que se encontraba lo hacían estar sumamente expuesto. Tomándose del árbol logró ponerse pie y ocultarse detrás del tronco. Ya de pie, pudo darse cuenta de que estaba cerca de una enorme cascada, volvió a centrar su atención hacia la persona que bajaba por el acantilado y logró distinguir el uniforme de policía, fue imposible apreciar el rostro de la persona porque, al igual que él, llevaba pasamontañas. Sin embargo, con cada paso que daba, el policía se acercaba más a su posición, Salvador era consciente de que era mejor sorprender a ser sorprendido, así que en cuanto el policía estuvo cerca del árbol, tomó todo el impulso que le fue posible y se abalanzó sobre él para derribarlo.

Ambos rodaron un par de metros, el efecto sorpresa le ayudó a Salvador a quedar encima del policía, pero también, con el movimiento, perdió la pistola. Eso lo ayudó a poder utilizar sus manos en completa libertad, con toda sus fuerzas intentó someterlo, sin embargo, al instante se dio cuenta de que el policía no era solo un simple policía, la resistencia que puso y las técnicas que utilizó para zafarse le dejaron claro que el hombre tenía entrenamiento militar. Un descuido bastó para que el policía se diese la vuelta y lo sometiera. Salvador se defendió con manos y piernas, no obstante, el hombre logró propinarle dos puñetazos en la cabeza que lo desestabilizaron. El policía iba a dar un tercer puñetazo cuando el sonido de un helicóptero que sobrevolaba la zona lo obligó a detenerse. Salvador aprovechó el momento para darle un rodillazo y zafarse, deprisa se dio la vuelta y ambos quedaron de rodillas a cada extremo.

El helicóptero lanzó una luz hacia la zona al lado de la cascada y ambos se vieron obligados a arrastrarse hacia los árboles para esconderse. A Salvador le costó entender lo que sucedió a continuación: un tercer encapuchado salió de entre los árboles con toda la intención de ser visto por las personas en el helicóptero. De la bolsa del pantalón, sacó una billetera y de ahí una credencial, luego como si eso no hubiese sido suficiente, mostró una especie de cadena que brilló entre sus dedos. Tras esos movimientos, el helicóptero descendió varios metros, a la distancia siguieron escuchándose disparos.

Cuando el helicóptero estuvo solo a unos cuantos metros del suelo, la puerta se abrió y saltó una persona que quedó suspendida en el aire gracias a un arnés que llevaba a la cintura. Salvador entornó los ojos y entonces pudo reconocerla, era la mujer del vídeo. La mujer se quitó el arnés y calló de rodillas al suelo, de inmediato, distintas luces rojas apuntaron hacia su cuerpo. El tercer encapuchado asintió, le dedicó una mirada a la mujer y luego se colocó el arnés. Fue ese el momento en el que el policía con el que Salvador había peleado, salió de su escondite e intento detener al hombre que se intercambió por la mujer, sin embargo, fue demasiado tarde porque su cuerpo ya flotaba sobre los aires y desde dentro del helicóptero estiraban el arnés para meterlo. Algo en la memoria de Salvador se encendió y entonces pudo entenderlo.

«Sebastián Meléndez en tus manos está evitar una desgracia. Preséntate en la cascada Velo de Novia ubicada en Valle de Bravo. Todo depende de ti. ¿Héroe o villano?».

¡No! ¡Sebastián! ¡No!, negó Salvador en sus adentros y, por instinto, salió de su escondite para ver como el helicóptero se marchaba del lugar a gran velocidad. Cuando logró recuperar la noción de donde se encontraba, se dio cuenta de que un par de policías levantaban a la mujer del suelo y la obligaban a correr hacia los árboles mientras otros cuatro policías apuntaban hacia él, incluido con el que peleó. Salvador levantó las manos e iba arrodillarse en señal de rendición, pero entonces, los primeros disparos desde la zona alta del acantilado lograron escucharse. Al verse en una posición estratégica poco favorable, los policías se tiraron al suelo y se replegaron hacia los árboles para escapar tal y como lo hicieron sus otros compañeros.

Exhausto, Salvador se dejó caer al suelo y así permaneció por varios segundos hasta que se encontró con el rostro de Ariel y el de otro de los hombres de seguridad que lo ayudaban a levantarse.

—¡Tenemos que irnos! —le gritó Ariel.

Con ayuda de ambos, Salvador se puso de pie y corrió para trepar hacia la cima del acantilado. Minutos después lo lograron y, formando un círculo a su alrededor, los hombres de seguridad lo incitaron a correr hacia la camioneta. A la distancia, aún podían escucharse algunos disparos. Antes de subirse a la camioneta, Salvador se quitó el pasamontañas y miró al cielo, pero ya no había rastros del helicóptero, no podía dejar de pensar si el encapuchado que se sacrificó por la mujer era Sebastián.

Hola, mis estimados.

Les dije que volveríamos a leernos pronto.

¡Vaya capítulo! han pasado muchas cosas. Admito que hubo muchos gritos internos mientras lo escribía.

Pueden dejarme su odio aquí, lo acepto.

También pueden dejar su amor aquí, siempre se agradece.

Teorías aquí.

Preguntas aquí.


Nos leemos pronto

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