21
Rusia
4 días después.
19 de septiembre de 2011
Unas irascibles ganas de volver a llorar invadían a Boris, pero se esforzó por no hacerlo, apretó los dientes, se tragó el dolor que tenía atorado en la garganta y respiró rápido y constante para contener las lágrimas, no era el momento para quebrarse.
La imagen de Jasha al desplomarse en suelo luego del disparo que recibió se incrustó en su memoria y por más que luchaba porque su mente se trasladara hacia otros pensamientos, el recuerdo de la muerte de su hermano ante sus ojos, persistía.
En cuanto llegaron a la mansión de Cooper, Boris fue testigo de cómo sus hombres obligaron a ese chico que decía ser amigo de Jasha y llamarse "Savior", un salvador, a desnudarse para inspeccionarlo. Cuando estaban en el hotel, Boris lo había visto tomar las USB, que Ludvika le entregó a él y que él le entregó a ese chico, y esconderla entre su ropa interior y sus genitales, tal y como él lo había hecho antes. Por eso cuando Savior se quedó en ropa interior, Boris dio un paso al frente y protestó:
—¡Cooper, este no era el trato! —gritó furioso.
—Tengo que hacer esto por seguridad —argumentó Cooper—, no puedo meter a un desconocido a mi casa como si nada.
—Él ya te entregó su arma, está indefenso ante ti y todos tus hombres, déjalo en paz, ese era nuestro trato —insistió Boris, colérico.
—Bien, denle ropa nueva y llévense esa a inspeccionar —ordenó Cooper, miró a Boris y le sonrió—. Voy a demostrarte que yo sé cumplir mis promesas, mi pequeño.
Los hombres de Cooper siguieron sus órdenes, trajeron ropa nueva y obligaron a Salvador a vestirse frente a todos, luego ocurrió lo que Boris ya esperaba: ambos fueron separados, sin embargo, contra eso no pudo ni quiso protestar; era consciente de que si en realidad quería ayudar a Savior a salir con vida de las garras de Cooper, tenía que jugar sus cartas con suma precaución, medir cada paso con inteligencia para así poder sacar ventaja de esa arma que él mismo era, de eso que sabía representaba para Cooper.
Boris solo llevaba unas cuantas horas de conocer Savior, pero al parecer, estaba ante un chico inteligente que también sabía jugar. Cuando lo desnudaron, no puso objeción, tampoco lo hizo en el momento que Cooper dio la orden para que se lo llevaran, se había mantenido en silencio, sin revelarse ni caer en acciones desesperadas. Actuaba de forma sigilosa; en sus ojos, Boris podía apreciar que la estrategia de Savior consistía en ser meticuloso, analizar a fondo sus circunstancias antes de atacar. Si las desventajas son mayores, la sumisión y la prudencia son las mejores armas para sobrevivir, al parecer, Savior también conocía esa regla.
Antes de desaparecer por el pasillo, las miradas de ambos volvieron a encontrarse, tal y como sucedió en el momento que abandonaron el motel de mala muerte, y en los ojos de Savior, una vez más, Boris se encontró con esa complicidad que le daba la seguridad para no rendirse, un voto de confianza en lo que hacía, en su estrategia y en su jugada, como si Savior le gritase con los ojos: «Creo en ti».
Cuando se quedaron solos, Cooper lo tomó de la mano y lo obligó a seguirlo. Boris, motivado por la mirada que Savior le dedicó, comenzó a meterse en el papel que, sabía, necesitaba para ganar. No puso resistencia al agarre de Cooper, terminó de tragarse su orgullo y su dolor y fingió una débil sonrisa, ni demasiado entusiasta ni demasiado indiferente, un punto medio que reflejase agradecimiento sin caer del todo en la falsedad.
Después de subir una escalera en forma de caracol y atravesar una enorme puerta de caoba, llegaron a la que Boris supuso era la habitación de Cooper. De inmediato, dos hombres se pusieron a las afueras de la puerta, lograr que Savior saliese vivo de esa casa no iba a ser nada sencillo, ser del todo consciente de ello hizo que Boris apretara los dientes y, a la vez, que su sangre ardiera con mayor intensidad. Por un momento, se permitió soñar que él también podría escapar de las garras de Cooper, no obstante, sabía que la ilusión solía nublar el juicio, prefirió enfocarse en Savior y su libertad.
—Gracias, Cooper, gracias por ayudarme —exclamó Boris y se arrodilló para abrazar las piernas del hombre que lo miraba como si sus sentimientos estuviesen en un debate entre el apremio y el enojo—. Siempre estaré agradecido contigo por salvarme —le dijo con una voz tan débil como le fue posible.
—No estoy muy contento contigo, pequeño —expresó Cooper saliéndose un poco de la mesura que solía caracterizarlo—. Eso de apuntarte con un arma y amenazarme con quitarte la vida fue una estupidez.
—Lo siento, en verdad lo siento —se disculpó Boris—, estaba asustado y muy nervioso, por eso reaccioné así.
—¿Quién demonios es ese hombre que me obligas a proteger? —cuestionó Cooper y levantó aún más la voz—, ¡¿por qué te preocupas tanto por él?!
Boris enderezó el rostro para mirarlo a la cara, era consciente de que cuando hablase de Savior con él, tenía que ser sumamente precavido, cualquier palabra, movimiento o señal en falso desataría la ira que, en ocasiones, solía dominar al hombre ante el que estaba arrodillado, y eso solo significaría la muerte inminente de su... ¿cómplice?, ¿compañero?, ¿amigo?, ¿salvador? Aún le costaba entender lo que Savior y él eran.
—Ya te lo dije en el motel —respondió Boris mientras le sostenía la mirada—, ese chico era amigo de mi hermano, solo estoy en deuda con él porque me ayudó a escapar. Apenas lo he conocido esta noche.
—¿Pero entonces él es uno de los responsables del incendio del bar? —inquirió Cooper y lo miró con firmeza.
—Sí, él junto a mi hermano incendiaron el bar —reconoció Boris sin tapujos—, pero lo hicieron solo para salvarme. Mi hermano llevaba buscándome desde que ustedes me secuestraron, ellos hicieron lo que tú nunca pudiste hacer por mí.
—¡Boris, estaba muy cerca de lograrlo! —gritó Cooper e hizo al chico a un lado para poder caminar alrededor de la habitación—. Igor estaba a punto de acceder a que te fueras conmigo.
—Pero solo porque ya comenzaba a no servirle —replicó Boris y se obligó a respirar para intentar mantener la calma—. Iban a conseguir a otros muchos iguales que yo para que pudiesen seguir manteniendo su negocio. Me sinceré contigo y te dije lo que opinaba al respecto.
—Y también te lo dije, Boris, me sinceré de igual forma contigo y te confesé que en mis planes estaba tomar el mando de la organización para cambiar las cosas —intentó defenderse Cooper.
Boris sabía que eso era mentira o, al menos, no del todo cierto. Cooper era un maldito enfermo y no iba a cambiar, con él había actuado diferente porque, desde el primer instante que cayó en sus garras, jugó a sobrevivir. Lo que lo mantuvo con vida y ciertos privilegios, fue la obsesión que Cooper desarrolló hacia él, pero sabía que tenía fecha de caducidad, que solo se trataba de una bomba de tiempo. Aunque estaba a punto de explotar, Boris se aferró a la sensatez y dejó lo que quería gritarle en la privacidad de sus pensamientos.
—¡Lo dijiste, pero nunca tuviste el valor suficiente para enfrentar a Igor! —Boris desvió la mirada y permitió que las lágrimas comenzaran a derramarse por sus mejillas en un intento de hacer sentir culpable a Cooper, quería jugar con sus emociones.
—¡Ahora lo estoy haciendo! —exclamó Cooper y caminó deprisa hacia él para abrazarlo—, voy a tomar el control de la organización, te juro que así será.
—¿Igor ha muerto? —inquirió Boris con una sorpresa genuina en su voz. En verdad le sorprendía que Cooper aseverara con tal firmeza que iba a quedarse al mando.
—No, pero si es necesario, yo mismo voy a matarlo —declaró Cooper.
Casi dos años habían pasado desde que Boris lo conoció por primera vez, en todo ese tiempo aprendió a descubrirlo y a entenderlo, más por una cuestión de supervivencia que de voluntad y empatía; Cooper le había hecho mucho daño y Boris lo odiaba con todas sus fuerzas, sin embargo, el haberse encontrado con él fue lo mejor que le pudo pasar dentro de todo lo malo que implicaba estar recluido en ese horrible lugar; utilizó la obsesión de Cooper a su favor y fue tan bueno en su lucha por sobrevivir que lo tenía comiendo de su mano.
En sus adentros, Boris reflexionó lo que Cooper acababa de decirle, ¿en verdad estaba dispuesto a asesinar al líder de la organización, socio y amigo de tantos años?, ¿la obsesión que sentía por él era tan fuerte como para llevarlo a cometer un acto así? Boris tenía sus dudas al respecto, en esos dos años cautivo había escuchado demasiadas cosas, sabía la importancia de Supremacy en un panorama mundial, justo por eso no tenía esperanzas de salir con vida de Norilsk, con toda la información que conocía, Igor nunca le iba a permitir escapar. Sin embargo, en la voz de Cooper escuchó una determinación que lo entusiasmó, su panorama cambiaría por completo si en verdad Copper fuese capaz de asesinar a Igor. Decidió aferrarse a esa mínima esperanza y siguió en el juego de la emociones, enderezó el rostro para que Cooper lo viese llorar.
—Sabes que él va a asesinarme en la primera oportunidad que tenga, Cooper, lo sabes —dijo Boris con voz entrecortada.
—No voy a permitirlo, ya te dije que, esta vez, estoy dispuesto a todo —expresó Cooper y lo abrazó con más fuerza.
Boris correspondió al abrazo y comenzó a elucubrar la forma en la que sacaría a Savior con vida de ahí, si una guerra entre Cooper e Igor se desataba, lo mejor es que su salvador estuviese muy lejos de Norilsk lo más pronto posible.
Salvador observó la habitación de arriba abajo y supo que había una cámara que lo vigilaba, podía sentir las miradas sobre él. Decidió acostarse con normalidad para seguir en su papel de sumiso, no obstante, en sus adentros, maldijo y sintió como sus pulsaciones se aceleraban, salir vivo de ahí y llevarse a Boris con él se le antojaba como una misión casi inverosímil.
Fue imposible no cuestionarse si había tomado la decisión correcta, dejar todo sobre los hombros de Boris había sido la única opción que le quedó, de momento funcionaba porque ambos seguían vivos, sin embargo, no podía permanecer en esa situación por mucho tiempo, tenía que salir de ahí cuanto antes porque sabía que estaba inmerso en una bomba que tarde o temprano explotaría, aunque no estaba seguro sobre cómo lo haría, se encontraba indefenso por completo, sin armas y sin celular, lo que aún conservaba era la USB oculta entre su ropa interior. Estuvieron muy cerca de descubrirlo, y si lo hubiesen hecho, ya estaría muerto, pero Boris lo había vuelto a salvar.
¿Lograría hacerlo una tercera vez?, se preguntaba Salvador. Aún trataba de asimilar lo sucedido en el motel de mala muerte, el que Boris hubiese intentado atentar contra su propia vida fue lo que los había salvado, en su memoria tenía incrustada la mirada de pánico que el tal Cooper puso cuando entró a la habitación y vio al chico apuntándose con el arma, como si la idea de perderlo fuese una estaca que apuntaba hacia su propio corazón con la intención de perforar sus piel y sus arterias.
Boris había amenazado a Cooper con volver a intentarlo si no hacía las cosas como se las exigía. En el trato que cerraron, la salida de Salvador de Norilsk estaba pactada, sin embargo, bajo ninguna circunstancia Salvador iba a dejar al hermano de su amigo en las garras de ese desgraciado. Eso lo complicaba todo, quizá Boris podía chantajear a Cooper para negociar la vida del hombre que lo salvó porque se sentía en deuda con él, no obstante, que el chico se quedara no era una opción para Salvador, o se iban los dos de esa ciudad fría que les había arruinado la vida o no se iba ninguno.
Salvador cambió de posición en la cama para observar con mayor minuciosidad la habitación en la que se encontraba, intentaba encontrar algo que, en caso de que fuese necesario, lo ayudara a defenderse. Sin embargo, lo único que ocupaba un espacio era la cama en la que estaba recostado, Salvador se recordó a sí mismo que lidiaba con profesionales: no había ni un solo cuadro en la pared que pudiese deshacer para utilizar la madera o el metal del marco como arma, mucho menos un espejo que quebrar para hacerse con un vidrio, tal y como lo había hecho aquella vez que tomó a la primera dama como rehén para lograr salir del hotel en el que lo mantenían cautivo.
Al fondo de la habitación Salvador vio una puerta, durante unos segundos se debatió si debía permanecer en su papel de sumiso y quedarse recostado en la cama o si era oportuno seguir su instinto e ir hacia la puerta a pesar de que sabía que estaba siendo vigilado. Decidió hacer lo segundo porque, ante las circunstancias en las que se encontraba y el tiempo que le quedaba, no podía darse el lujo de la pasividad. Se puso de pie y caminó despacio hacia la puerta, con cautela probó la cerradura y, sin ningún esfuerzo desmedido, la puerta se abrió. Sin embargo, la decepción invadió a Salvador cuando entró y se dio cuenta de que solo se trataba de un retrete en el que podía hacer sus necesidades fisiológicas, tampoco había espejos ni ningún objeto de higiene personal que pudiese servirle. Lo que sí logró detectar fue la cámara que apunta directo hacia él.
Aunque por dentro la desesperación comenzaba a invadirlo, Salvador se obligó a respirar para mantener la calma, le dio la espalda a la cámara y se desabrochó el pantalón para orinar. Cuando lo hizo pudo sentir la USB entre sus genitales, pensó en Sebastián y en Isabela y se aferró a los recuerdos de la conversación que había tenido con Willy y a la idea de que aquello que tenía oculto entre las piernas aún podía ayudarlos a ganar esa maldita guerra. Le bajó al retrete e imploró que Sebastián estuviese bien y a salvo, pues en lo que a él respectaba, su vida estaba en las manos de un chico de dieciséis años.
Boris fingía dormir al lado de Cooper cuando de pronto un celular se escuchó vibrar en el buró. Ya había amanecido porque algunos rayos de sol se infiltraban por las rendijas de la persiana. Cooper se puso de pie para atender la llamada y Boris abrió un ojo para seguir su silueta con la mirada; el tamaño de la habitación y el estilo elegante de los muebles le dejaba en claro que se encontraba en la recamara principal. En cuanto Cooper salió del dormitorio para atender la llamada, Boris se puso de pie, de puntitas caminó hacia la puerta y pegó la cabeza a la caoba para escuchar la conversación al otro lado de la puerta.
—¡Sí, por supuesto que sé todo lo que implica lo sucedido anoche! —exclamó Cooper con un tono algo elevado.
Unos cuantos segundos de silencio mientras la persona al otro lado del teléfono le respondía a Cooper lo que acababa de decir, Boris lamentó en sus adentros que el teléfono no estuviese en altavoz, sin embargo, lo que Cooper dijo a continuación lo dejó boquiabierto y con las extremidades temblando ante los escalofríos que recorrieron su columna vertebral:
—Sí, Igor, tengo a Boris aquí conmigo y a uno de los responsables del incendio también, ¡he hecho mucho más que tú! —profirió Cooper con algo de molestia—. Sí, te entregaré a ese hombre con vida, tú sabes lo que haces con él, pero Boris se queda conmigo.
Quizá había subestimado a Cooper y se sobrestimó a sí mismo, a lo que se enfrentaba era muy grande y se les escapa de las manos, jugó a ser Dios e ingenuamente creyó que había salido bien, pero se equivocó. El nudo en su garganta que se tragó antes en un intento de ser fuerte volvió a formarse con mayor aspereza, un par de lágrimas descendieron por su rostro, no estaba seguro si de dolor o impotencia, tal vez ambos sentimientos lo invadían al mismo tiempo. Pensó en Jasha y la imagen de su cuerpo sin vida se incrustó en su memoria una vez más, se sintió decepcionado por fallarle, porque el sacrificio que su hermano hizo había sido en vano. Sin embargo, las palabras expresadas por Cooper afuera de la habitación le dieron el arrojo necesario para no darse por vencido:
—¡Ya te dije que Boris se queda conmigo! —refunfuñó Cooper en un intento de no elevar tanto la voz—. A él no vas a tocarle ni un solo pelo porque, de lo contrario, nuestra sociedad habrá terminado para siempre y sabes que eso no te conviene en absoluto.
Boris se retiró de la entrada y, de puntitas, se apresuró para llegar hasta el baño. Despacio, cerró la puerta a sus espaldas, respiró profundo para tomar el valor necesario y luego comenzó a buscar en el baño algo que pudiese servirle: había un par de cepillos de dientes, champú, jabones, pero nada que funcionara como un arma. Entonces Boris vio el espejo y la idea de quebrarlo para hacerse con un vidrio le pasó por la cabeza, pero si lo hacía, el ruido sería tan fuerte que en cuestión de segundos tendría a Cooper y a sus hombres sobre él, esta vez tenía que ir más allá.
Debajo del espejo vio una cajonera, deprisa se inclinó y comenzó a abrir cajón por cajón; estos estaban llenos de toallas y batas de baño, la desesperación estaba a punto de dominarlo, cuando iba a ponerse de pie para quebrar el espejo, en el último cajón, debajo de todas las toallas, encontró un paquete con rastrillos. Sin dudarlo ni un solo segundo, lo abrió y tomó uno, el resto lo guardó en el mismo lugar. Boris se puso de pie y en la mesa del lavabo golpeó con fuerza una y otra vez el rastrillo hasta que logró que la navaja se desprendiera del plástico. La tomó con precaución entre sus dedos y se apuró a esconder los restos del rastrillo entre las tollas. La puerta principal de la habitación se escuchó abrirse y Boris se sentó deprisa en el retrete.
—¡Boris, Boris, Boris, ¿en dónde estás?! —gritó Cooper, asustado.
—Estoy en el baño —respondió Boris con la mayor tranquilidad que le fue posible, luego se metió la navaja a la boca, le jaló a la palanca para que el agua bajase, tomó un último respiro y salió del baño.
Cooper lo vio de arriba abajo para analizarlo, Boris le sonrió y se dirigió a la cama. En cuanto estuvo en el colchón, Cooper caminó hacia al baño para comprobar que todo estaba en orden, echó un vistazo alrededor de todo el cuarto e incluso levantó la tapa del retrete. Cuando vio que todo se encontraba en su lugar regresó a la habitación y se recostó al lado de Boris. Del cajón a su derecha, sacó una caja que tenía un moño rojo y de ahí un hermoso collar bañado en oro de veinticuatro quilates que simulaba ser una serpiente que enredaba al cuello, en la parte de los ojos tenía dos rubíes de color rojo, se acercó a Boris y se lo pus; para su sorpresa, el chico lo abrazó con fuerza. Correspondió a su gesto acariciándole el cabello y dándole un beso en la frente, Boris no se detuvo y comenzó a besar su cuello, luego se puso a horcajadas encima de él, con la mano izquierda le tapó los ojos y con la derecha le acarició el pecho con paciencia.
Los sucesos posteriores ocurrieron deprisa, de pronto, Cooper sintió como una cuchilla le perforaba la piel del pecho con saña, luego el ataque intentaba ir hacia el cuello, pero entonces una lucha comenzaba y el objeto punzocortante terminaba rasgándole la mejilla. Cooper soltó un grito de dolor mientras la sangre escurría por ambas heridas. De un brinco, Boris se puso de pie y, en cuestión de segundos, los hombres de seguridad estaban dentro de la habitación apuntando con sus armas. Cooper intentó recuperar la noción de lo que sucedía, vio a Boris arrinconado en la pared y con la mano sobre la herida en la mejilla se puso de pie para intentar llegar con el chico, sin embargo, de inmediato, Boris se llevó la navaja hacia el cuello y lo amenazó con rasgarse la carótida.
—¡¿Por qué, Boris, por qué? —gritó Cooper y dio un par de pasas hacia el frente—, ¿por qué me haces esto?
—¡Yo te escuché mientras hablabas por teléfono! —respondió Boris, su piel y sus ojos estaban rojos—. ¡Me mentiste, Cooper! ¡Has vuelto a mentirme!
—Solo lo dije para tranquilizar a Igor —dijo Cooper en su defensa y avanzó un paso más, pero se detuvo en cuanto vio que Boris ejerció más fuerza y una gota de sangre descendió sobre su cuello.
—¡No más mentiras, Cooper! ¡Llévame a con el chico que me ayudó a escapar del bar ahora mismo! —exigió Boris y se desplazó poco a poco hacia la puerta principal.
Brotones de lágrimas que se mezclaban con su sangre de salían a través de los ojos de Cooper como causa del dolor y la impotencia que sentía. Uno de sus hombres de seguridad lo miró para con un gesto comunicarse con él, Cooper sabía que bastaba que él diese un indicación para que sus guardaespaldas dispararan hacia una pierna de Boris y así inmovilizarlo de inmediato, sin embargo, no iba a dar esa señal, no quería lastimar a Boris, no quería hacerle daño, hacerlo significaría ganarse aún más su odio y eso jamás lo podría soportar.
—Llévenlo a con ese hombre —ordenó Cooper.
Boris salió de la habitación y en ningún momento les dio la espalda, caminó hacia atrás sin dejar de presionar la navaja sobre su cuello, los guardaespaldas no dejaban de apuntarle y Cooper no dejaba de llorar mientras presionaba con sus manos las dos heridas que Boris le había hecho. Descendieron hasta el primer piso y llegaron a la habitación en la que Salvador permanecía encerrado. Cooper dio la señal para que abrieran la puerta; desde afuera, Boris logró ver al chico que lo rescató de las entrañas del bar, estaba en la cama con las rodillas abrazadas y lloraba con discreción, pero en cuanto la puerta se abrió por completo, cambió de pose y se esforzó en disimular sus sentimientos, se puso de pie y caminó hacia afuera de la habitación.
—Boris... —lo llamó Salvador con sorpresa mientras veía la navaja sobre su cuello y a Cooper desangrarse y llorar.
—¡Denle un arma y las llaves de un carro! —ordenó Boris con firmeza.
Cooper accedió sin rechistar y dio la señal para que hicieran lo que Boris exigía. Uno de los guardaespaldas le entregó un arma a Salvador, este de inmediato comprobó que estuviese cargada, luego le entregaron las llaves de un vehículo. Boris seguía sosteniendo la navaja con firmeza. Los escoltaron hasta el lugar en el que se encontraban todos los automóviles, el guardaespaldas les señaló a cuál permanecían las llaves, Salvador no se movió.
—Yo no me subo hasta que Boris esté arriba —sentenció.
—No pensaba quedarme aquí —dijo Boris y se subió al carro en cuanto Salvador le abrió la puerta.
—¡Ese no era el trato! —protestó uno de los guardaespaldas.
—Déjalo —ordenó Cooper— ábranles la puerta.
Salvador se subió al carro y sin dudarlo lo echó a andar y pisó el acelerador a fondo, Boris no dejó de presionar la navaja contra su cuello y Cooper apretó los labios y lloró con más intensidad.
—Jefe tenemos que revisar sus heridas —dijo el mismo guardaespaldas que se opuso a que Boris se fuera.
—No te preocupes por eso —exclamó Cooper—, solo son heridas superficiales, trae un trapo y agua oxigenada y prepara los choches. La gente de Igor los estará esperando y los seguirá, tenemos que asegurarnos de que logren salir de Norilsk.
—Pero jefe, ¿en verdad va a dejarlo ir?
—Sí, lo haré. Mientras esté vivo podré volver a encontrarlo.
Salvador condujo hacia su última esperanza para salir de ese maldito lugar: el hombre con el que él y Jasha habían negociado, sin embargo, en cuanto miró por el espejo retrovisor, se dio cuenta que un par de carros los seguían, en un principio creyó que se trataba de gente de Cooper, pero en cuanto comenzaron a dispararles, supo que no era así.
—¡Agáchate! —le gritó a Boris. Este le hizo caso, la navaja aún temblaba en su mano.
Otra ráfaga de disparos impactó contra los cristales del coche, sin embargo, ni una sola bala logró entrar, el auto estaba blindado. A Salvador no le quedó ninguna duda de que Cooper seguía protegiendo a Boris, pero prefirió no pensar demasiado en cuáles eran las intenciones detrás de esa ayuda hacia el chico, lo primordial era salir vivos de ahí. De pronto, una gran explosión se escuchó y Salvador quedó boquiabierto cuando a través del espejo retrovisor vio a uno de los autos que les disparaban dar un par de vueltas por el pavimento y luego explotar. Otros dos carros que arribaron a la carretera por donde escapaban fueron los responsables del siniestro sucedido. El fuego cruzado siguió mientras Salvador volvía a acelerar para dejarlos atrás.
Luego de conducir por quince minutos sin rumbo fijo, Salvador frenó y se obligó a tranquilizarse, comenzó a respirar lento y profundo para sentir como sus pulmones se llenaban de aire y sentir los latidos de su corazón. Volvió a pisar el acelerador para cambiar de rumbo y condujo tan rápido como la carretera húmeda se lo permitió hasta que logró llegar al puerto en el que a diario arribaban y partían distintos barcos. Miró al cielo y se dio cuenta de que el sol aún no terminaba de salir por completo, así que estacionó el carro, se bajó y se apuró a ayudar a Boris a salir para correr hacia el barco del hombre con el que habían negociado.
Lograron llegar al punto de embarque pero, de inmediato, un par de hombres se interpusieron en su camino.
—No pueden pasar —les dijeron.
—¡Yo tengo un trato! —gritó Salvador. Sus gritos llamaron la atención de varias personas que se encontraban en el lugar, del interior del barco, descendió un hombre, ese con el que Salvador y Jasha hicieron el trato.
—¿Qué sucede? —cuestionó el hombre.
—Tengo un trato contigo para salir de aquí —respondió Salvador.
—Te recuerdo —reconoció el hombre—, pero tu salida está pactada para mañana, además todavía tienes que pagarme seis mil dólares más.
Salvador iba a volver a hablar, buscar una excusa, intentar cerrar un nuevo trato, sin embargo, Boris se le adelantó y tomó la palabra:
—Este collar vale el quíntuple de lo que te debemos —dijo arrancándose el collar—, tómalo y déjanos subir ahora mismo.
El hombre tomó el collar entre sus dedos y lo analizó, tras uno segundos, hizo una señal a los otros hombres para que se hicieran a un lado. Salvador agarró a Boris del brazo y lo ayudó a subir al barco. La escalera se levantó un par de minutos después y ambos pudieron sentir el rugido del motor rugir y luego comenzar a navegar. Cuando habían avanzado unos cuantos metros, vieron a un par de coches estacionarse en el puerto, de uno de ellos se bajó Cooper, sostenía un trapo sobre la herida en su mejilla, Boris notó como su mirada se ceñía en él, como una advertencia de que su historia estaba muy lejos de terminar ahí.
Salvador lo obligó a retirarse de la orilla, agotados, ambos se sentaron junto a unas cajas llenas de comida, fue ese el momento en el que Boris no resistió ni un segundo más y se soltó a llorar sin tapujos, Salvador puso la mano en su hombro para darle su apoyo, cerró los ojos y tomó un largo respiro mientras el barco dejaba a Norilsk atrás.
Hola mis estimados, espero y se encuentren muy bien.
Yo solo digo:
Adiós Ruisa.
Hola México.
Nos leemos el sábado.
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