18
Rusia
3 días después.
18 de septiembre de 2011
Aquella noche Salvador se permitió volver a llorar una vez más.
Llevaba meses enteros sin derramar ni una solo lágrima, se encerró en un caparazón de acero al que reforzaba cada día con el único propósito de salir vivo de ahí; sin embargo, durante esa madrugada, la forma cruel de vida que Salvador había llevado por tantos años, lo sobrepasó. Su mente le jugó una treta a la que no pudo o no quiso vencer, tal vez solo porque esos sentimientos que acumuló necesitaban salir, y así lo hicieron, escaparon en forma de lágrimas y sollozos.
Salvador no sabía a ciencia cierta por qué lloraba, ¿acaso era por la muerte de Jasha?, ese hombre solitario y hermético que se volvió su amigo y lo ayudó a enfrentar la soledad de sus destinos y a sobrevivir en las tierras frías de las entrañas del mundo. Luego de la vida que le había tocado vivir y de todas la experiencias que tuvo que afrontar, la muerte ya debería ser para él como una vieja amiga que lo recordaba y visitaba cada cierto tiempo, sin embargo, Salvador no podía acostumbrarse a ella: no lograba entenderla, la despreciaba con todas sus fuerzas, la odiaba por volverlo un sentimental que lloraba en lo lúgubre del silencio y la oscuridad de la habitación de ese motel que hedía algo parecido al azufre y el frío del que esas enclenques paredes no lo lograban proteger.
Tal vez la debilidad que esa madrugada lo hacía derramar su dolor por la mejillas con uno nudo en la garganta era una consecuencia de ser consciente de que su sacrificio fue en vano, al otro lado del mundo otras bombas explotaban y nada de lo que hasta entonces hizo había sido suficiente para evitarlo. Quizá la guerra era un fuego imbatible que ni siquiera la tormenta más intensa podría apagar. Salvador, de forma ingenua, creyó que podía ser la lluvia que apagaría el incendio en el que dejó a las personas que amaba, quería evitar que las llamas dejaran heridas incurables en ellos, sin embargo, al parecer, el fuego se expandía con mayor intensidad, sus esfuerzos no habían logrado salvarlos y eso, de cierta forma, lo destrozaba.
No iba a negarlo, Salvador sabía a la perfección que el volver a ver a Sebastián había sido una de las principales razones por las que los cimientos de la muralla que construyó para protegerse del dolor, se viniesen abajo. Quizá si lo hubiera visto con una sonrisa en el rostro y siendo feliz, el dolor que sentía no lo estuviese derrumbando de forma tan avasallante, porque sería un dolor que nacería a partir de aquello que pudo acariciar con sus manos, de esos momentos que vivió con el corazón desbordante de felicidad pero que se vio obligado a dejar atrás, dolor a partir de la resignación; el problema era que luego de días enteros se había encontrado con un Sebastián que corría en medio del fuego siniestro de esa guerra que no los dejaba en paz, con una mirada que luchaba entre la valentía y un grito de auxilio, con la certeza de que su compañero seguía siendo tan desgraciado como él. Haber sido testigo de eso no lo ayudaba a resignarse a perderlo, por el contrario, lo orillaba a intentar rescatarlo a toda costa de las llamas, ¿pero cómo hacerlo cuando él mismo tenía que salir avante de su propio incendio? La frustración lo estaba matando.
Salvador y Boris habían logrado llegar hasta un motel de mala muerte que se ubicaba a las orillas de la ciudad. La sensación de que se encontraban dentro de una bomba que pronto iba a explotar, no dejaba en paz a Salvador. Era consciente de que los hombres de Supremacy, la policía o ambos a la vez, le seguían los pasos y en cualquier momento arribarían al motel para capturarlos. Aun así, Salvador decidió asumir riesgos, sabía que necesitaba de un par de horas para seguir el plan que él y Jasha habían trazado.
Ambos tenían contemplado que en el rescate de Boris y Ludvika alguno de los dos pudiese morir, Emiliano le enseñó a Salvador o contemplar todas las posibilidades, el motel de mala muerte no era parte del plan, pero el saber improvisar tenía que ser una virtud necesaria en los ambientes en los que se movían. Salvador no había logrado llegar al departamento en el que vivió los últimos meses como tenía planeado, el haberlo conseguido le hubiese permitido cambiar de coche y poder resguardarse un par de días en lo que las cosas se calmaban, pero con tanta gente detrás de ellos, hacer el intento de llegar al centro de la ciudad hubiese significado tomar riesgos demasiado altos; hasta ese momentos seguían con vida, aunque en una lucha a contrarreloj.
Tanto Salvador como Jasha sabían también que lo más complicado no sería salir del bar, sino salir de Norilsk y eso era lo que a Salvador más le preocupaba. Semanas atrás, él y Jasha estuvieron en conversaciones con uno de los principales comerciantes de la ciudad con el que negociaron su salida. En el pasado, Jasha había tenido que inmiscuirse en la suciedad de los bajos mundos para poder localizar el lugar en el que Boris se encontraba recluido, eso lo ayudó a hacerse de contactos y a conocer las personas indicadas para lograr salir con vida de ese lugar. El negocio del hombre con el que pactaron su salida no consistía solo en transportar los alimentos que consumía la población de esa fría ciudad, aquella era sola la fachada; el principal negocio del sujeto radicaba en el tráfico de drogas, armas y personas. Doce mil dólares les había costado negociar la salida de los cuatro y, para asegurar su lugar tuvieron que dejar seis mil dólares de garantía, los otros seis mil dólares esperaban debajo de la cama en la que Salvador estaba recostado mientras intentaba vencer al dolor que lo invadía para poder pensar con claridad.
En la cama de al lado, Boris también liberaba su dolor a través de lágrimas y sollozos. El haberlo escuchado llorar había sido otra de las razones que provocó el llanto de Salvador, esos sentimientos que se contagian por culpa de la empatía que suele caracterizar a los humanos, al final de cuentas, ambos no eran más que dos desgraciados a los que la vida había tratado muy mal. Salvador se vio reflejado en el sufrimiento de ese chico de dieciséis años lleno de dolor y miedo; cuando él tenía su edad solo quería morir, en ese entonces no despreciaba a la muerte, la añoraba con ansias. Quizá esos mismos pensamientos pasaban por la mente de Boris, el chico acababa de ver morir a su hermano y, a su corta edad, Dios o quién sea que debía protegerlo ya lo había abandonado; sin embargo, Salvador no iba a permitir que el chico cayera en ese abismo, porque se lo debía a Jasha y, sobre todo, porque Boris merecía descubrir la vida más allá del dolor.
Salvador se limpió las lágrimas de sus mejillas con vehemencia, se puso de pie y de debajo de la cama sacó la maleta con los seis mil dólares restantes del trato, era consciente de que ese dinero representaba la última oportunidad que tenían para salir con vida de ahí; la frustración, el dolor y la autocomplacencia se habían terminado, fueron reemplazadas por las ganas de sobrevivir, ese era el sentimiento que solía venir luego de las catarsis. De la bolsa de su abrigo, Salvador tomó el celular y lo volvió a encender, miró la pantalla y se dio cuenta de que solo le quedaba catorce porciento de batería; antes de entrar al hotel había llamado a Willy en más de tres ocasiones, pero en todos los intentos las llamada fueron enviadas al buzón, esta vez la llamada fue atendida en el tercer intento.
—¿Por qué no contestabas? —recriminó Salvador al instante—. ¿Acaso has olvidado tus propios protocolos? Atender las llamadas que te hago y que me haces es indispensable, ¿lo recuerdas?
—Perdón, agente —se disculpó Willy al otro lado del teléfono—, las cosas por acá están un poco complicadas.
—¡Sí, ya he visto que no has podido cumplir tus promesas! —gritó Salvador ante la impotencia que sentía.
—¡Agente, necesitas relajarte un poco! —exigió Willy.
—¡No puedo relajarme cuando aquí todo está de la chingada y sé que en México todo está peor! —increpó Salvador a Willy mientras caminaba alrededor de la habitación—. ¿Dónde está Emiliano? ¿Por qué en el último mes no he podido hablar con él?
—Agente, a ti te caracteriza tu temple, necesito que te aferres a ese carácter determinado que presentas cuando la situación lo amerita, de lo contrario no podremos llegar a ningún lado.
Aunque había luchado por dejar la frustración atrás, esa sensación de impotencia volvió a invadirlo. Fue el encontrarse con la mirada asustada de Boris lo que hizo que Salvador se sentara a la orilla de la cama y se obligase a respirar.
—Willy, necesito salir de aquí —dijo Salvador al teléfono una vez que estuvo más tranquilo.
—Yo necesito que me pongas al tanto de cómo ha salido la misión para poder ayudarte —pidió el dirigente de la DEA con voz calma para darle a Salvador la seguridad que sabía necesitaba.
—He perdido al leopardo y a la lechuza —informó Salvador con voz melancólica. Leopardo era la forma en la que se refería a Jasha con la DEA debido a su actitud solitaria y cautelosa, lechuza era el apodo de Ludvika por su naturaleza de informante—, pero tengo conmigo al cachorro y la información deseada —dijo para completar su reporte.
—Siento mucho las pérdidas, agente —lamentó Willy por solidaridad—, pero celebro que tú hayas podido sobrevivir y que tengas la información en tus manos. Jamás dudé que lo conseguirías, por eso fuiste el elegido para esa misión.
A Salvador volvió a invadirlo la ira y la impotencia de sentir que todos los sacrificios y esfuerzos que hizo habían sido en vano, y no se lo guardó, se lo dijo a Willy con toda sinceridad:
—Pues el único que celebras eres tú, Willy —expresó—. Yo siento que todo lo que he hecho ha sido en vano.
—¡No digas eso, agente, por favor no digas eso! —pidió Willy y su voz se ablandó, sabía que Salvador necesitaba recuperar la confianza en sí mismo y en la causa, era vital para que saliera con vida de ahí—. Que tengas esa información en tu poder es uno de los logros más importantes que hemos tenido durante esta guerra, y ha sido gracias a ti.
—¡Prometiste que ellos estarían bien, tú y Emiliano lo prometieron! —gritó Salvador, por más que se esforzaba, estar en calma en esos momentos le resultaba imposible—. ¡Exijo que me digas a detalle qué está pasando en México!
—Agente, un paso a la vez, primero necesito sacarlos con vida de ahí y te prometo que así será, voy a sacarlos de ese lugar y vamos a ganar esta guerra.
Salvador resopló una vez más, ya no quería ni podía creer en promesas, necesitaba hechos, no solo palabras.
—Te daré las gracias cuando esté fuera de este lugar que me tiene congelado el culo —sentenció Salvador.
—Intenta a toda costa llegar a Ucrania, yo mismo estaré esperándote ahí. Sobrevive, agente, por favor, sobrevive —pidió Willy y luego colgó.
Salvador también terminó con la llamada, apagó el celular una vez más para intentar preservar la poca batería que le quedaba y lo guardó en la bolsa de su abrigo. Del colchón, tomó la pistola que lo había acompañado durante la noche, miró el cargador y contó las balas, le quedaban seis. Pero de la maleta con el dinero, sacó una pistola más y la encajó a su cintura, contaba con dieciocho balas y seis mil dólares para intentar salir vivo de las entrañas del mundo.
Cuando Salvador volteó se encontró con la mirada expectante de Boris, sus ojos aún estaban rojos y aguosos debido a las lágrimas que había derramado, la hinchazón se los había achicado y eso hacía que el azul intenso de sus iris luciera con menos esplendor, a pesar de ello no dejaban de ser unos ojos hermosos. El cabello rubio del chico caía sobre su frente y a Salvador le daba la sensación de que los delgados brazos de Boris en cualquier momento iban a romperse.
Las miradas de ambos se encontraron y Salvador esperaba detectar miedo en los ojos del chico, sin embargo, lo que encontró en ellos fue una especie de resignación que lo asustó. Era como si Boris le dijese con la mirada que se rendía, que estaba cansado de luchar y que ya no tenía ningún motivo para seguir haciéndolo. Salvador se sentó sobre el colchón para estar a su altura, miró su reloj, desesperado, no tenían mucho tiempo; decidió intentar comunicarse con él.
—Boris... —lo llamó Salvador por su nombre.
—Ellos no me dejarán salir vivo de aquí —dijo Boris en un inglés no muy bien pronunciado que sorprendió a Salvador.
Lo último que a Salvador le preocupó fue cómo Boris había aprendido el idioma, solo decidió aprovecharlo para poder comunicarse con él.
—Yo voy a sacarte de aquí —dijo Salvador mientras le sostenía la mirada—, fue una promesa que le hice a tu hermano. Y yo suelo cumplir mis promesas.
—¡No! —gritó Boris—. Tú no sabes cómo son ellos, vete y déjame aquí, aún estás a tiempo. Ya tienes lo que quieres, ¡vete!
—¡Boris, tu hermano fue mi amigo! —gritó también Salvador— ¡Entiéndelo, no voy a dejarte aquí, no perdamos más tiempo y vámonos!
Boris abrazó la almohada y volvió a llorar, esta vez, en su semblante, Salvador si logró detectar el miedo que el chico sentía, no quiso imaginar lo que esos hombres le hicieron para intimidarlo de esa forma, al extremo de que el chico prefería resignarse a que lo atraparan en lugar de intentar escapar.
El sonido vehículos que derrapaban al estacionarse a gran velocidad frente al hotel paralizó a Salvador por unos segundos, Boris en cambio reaccionó de inmediato y, de un brinco, se levantó del colchón y se asomó por la ventana. «¡Están aquí!», lo escuchó gritar Salvador; la voz desesperada de Boris lo hizo reaccionar, tomó la pistola con fuerza y corrió hacia la ventana, cuando Salvador miró hacia afuera del motel los hombres ya entraban por la puerta principal. Dos eran los coches que habían arribado en su búsqueda, debían ser ocho los hombres que estaban ahí. A pesar de que la estadística no estaba de su lado, Salvador tomó a Boris del brazo y lo obligó a ponerse a sus espaldas, sujetó la pistola con determinación y apuntó hacia la puerta.
Un par de disparos se escucharon en la primera planta del motel, el hombre que los recibió en la recepción un par de horas atrás ahora debía estar muerto. En sus adentros, Salvador reflexionaba qué iba a hacer en cuanto esos hombres atravesaran la puerta, ¿disparar a quema ropa en la primera oportunidad?, ¿intentar dialogar con la esperanza de que lo escucharan? La segunda opción era irrisoria, se reprendió Salvador a sí mismo, la sensación de tener a la muerte soplándole a la nuca lo hacía pensar estupideces. Sin embargo, de pronto, la voz de Boris hizo que Salvador abandonara sus pensamientos.
—¡Dame una pistola y ponte a mis espaldas! —le ordenó Boris—, quienes están allá abajo son Cooper y sus hombres, él viene aquí por mí.
—¿Pero qué dices, Boris? ¿Quién demonios es Cooper? —cuestionó Salvador sin dejar de apuntar hacia la puerta.
—Confía en mí y haz lo que te digo —exigió Boris, desesperado—. Cooper me quiere vivo y debemos utilizar eso a nuestro favor.
Cuando escuchó el sonido de personas que subían por las escaleras y puertas que se abrían y se cerraban, una gota de sudor descendió por el cuello de Salvador ante los nervios que intentaban dominarlo; se encontró con la mirada de Boris, el chico ya había dejado de esconderse detrás de su espalda para darle la cara, Salvador decidió otorgarle un voto de confianza y le entregó la pistola tal como se lo había pedido, se puso a sus espaldas y lo vio apuntarse hacia la sien. Cinco segundos después, la puerta se abrió y más de seis pistolas apuntaban hacia ellos.
Los hombres que les apuntaban se aseguraron de que dentro de la habitación no hubiese ninguna sorpresa que pudiera representar algún inconveniente: dos de ellos revisaron el baño, debajo de la cama y cada rincón, el resto no dejó de apuntarles ni un solo segundo; revisaron la maleta sobre el colchón y luego la tomaron, Salvador apretó los puños y maldijo entre dientes, pero permaneció inmóvil como si fuese una estatua de acero, sabía que cualquier movimiento significaría una ráfaga de disparos sobre su cuerpo.
Un par de minutos después fue que entró el hombre que Salvador supuso debía ser el tal Cooper: era alto, más alto que él, debía rondar el metro noventa, blanco, rubio y joven, no debía llegar a los cuarenta. A pesar de ser de madrugada, llevaba unos lentes oscuros que se quitó en cuanto entró a la habitación, Salvador se encontró con unos ojos pequeños que, para su sorpresa, reflejaban timidez; la iluminación no ayudaba descifrar su color con certeza, a primera vista parecían grises, pero luego de mirar con mayor atención tomaban un color verdoso que los hacía lucir menos serios.
Salvador volvió a centrar su mirada en Boris y lo vio sostener la pistola con determinación sobre su sien, no entendía del todo por qué, pero, al parecer, el estar frente a ese hombre empoderaba de cierta forma al chico. Cuando Salvador volvió a mirar hacia la puerta pudo ver que el hombre sonreía con discreción, luego avanzó un par de pasos dentro de la habitación; por instinto, Salvador hizo un movimiento mínimo para intentar tomar la pistola que llevaba encajada a la cintura, sin embargo, la reacción de los guaruras lo obligó a arrepentirse.
—¡No avances más o te juro que voy a dispararme, Cooper! —advirtió Boris en el mismo inglés mal pronunciado que había utilizado minutos atrás para comunicarse con Salvador.
A diferencia de Boris, todo el cuerpo de Salvador temblaba, aún no lograba entender cómo el que el chico amenazara con volarse las sesos, podía salvarlos; sin embargo, algo que a Salvador se le escapaba debía suceder entre Boris y el hombre porque, hasta el momento, nadie había disparado y, tras la forma poco amable en la que Salvador ayudó al chico a escapar del bar, ya debería haber sido acribillado.
—Mi pequeño Boris, cuánto me alegra saber que estás vivo —dijo el hombre en un inglés perfecto que a Salvador le dejo claro que no era ruso como pensaba, debía ser británico.
De pronto, Salvador entendió por qué Boris sabía hablar inglés, seguro que ese hombre debió enseñarle el idioma.
—Si das un paso más eso va a cambiar, Cooper, ya no tengo nada que perder, ¡voy a dispararme! —volvió a advertir Boris y Cooper se detuvo.
En un instante, el hombre dejó de prestarle atención a Boris y dirigió su mirada hacia Salvador, al principio, no supo si sostenerle la mirada o desviarla, pero decidió ser fiel a su carácter y lo miró de vuelta con firmeza, no era un cobarde y, además, debía apoyar a Boris en su acto de rebeldía. Salvador ya no encontró la timidez del principio en los ojos del tal Cooper, en ellos vio un odio que le dejó claro que lo único que aún lo mantenía con vida era la valentía de Boris. El chico no se equivocó.
—¿Quién demonios eres tú? —lo cuestionó Cooper y su gesto se endureció.
Salvador iba a responder, sin embargo, Boris se le adelantó:
—¡A él déjalo tranquilo, conmigo es con quien tienes que dirigirte! —gritó Boris con una voz que intentaba sonar determinante, pero que en su agudeza aún se veía reflejada su juventud.
—Boris... comienzo a cansarme de esto —advirtió esta vez el hombre.
—¡¿Y tú crees que yo no estoy cansado?! —rebatió Boris con una ira que hizo que la pistola temblara sobre su sien—, me prometiste que me sacarías de ese maldito lugar desde hace meses y jamás pudiste cumplir tu promesa. Es gracias a este hombre que está a mis espaldas que he podido salir de ese infierno.
Cooper agachó la mirada, avergonzado, al parecer las palabras de Boris habían logrado el efecto deseado. Salvador comenzó a comprender y el estómago se le revolvió, quería saltar encima del tal Cooper y molerlo a golpes, sin embargo, sabía que debía seguir apostándole a la prudencia, Boris iba ganando la batalla y su deber era ayudarle a hacerlo.
—Sabes que las cosas no eran para nada sencillas —se defendió Cooper luego de un tiempo en silencio—, para obtener tu completa libertad tenía que mover muchos hilos, pero ahora puedo hacerlo, Boris, lo que hablamos durante tantas noches puede ser una realidad.
—Sí, justo cuando alguien más hizo el trabajo por ti, ellos lo hicieron desde afuera y les bastó solo una noche —volvió Boris a recriminar a Cooper sin dejar de apuntarse a la sien.
En sus adentros Salvador contradijo a Boris, no había sido una trabajo de una noche, fue algo que Jasha y él planearon durante meses, pero prefirió guardárselo para después. No era su momento para hablar.
—¿Ellos quiénes? —inquirió Cooper y volvió a mirar a Salvador.
—Este chico es amigo de mi hermano y fue quien lo ayudó a sacarme de ahí. ¡Ahora mi hermano está muerto! —respondió Boris y se le quebró la voz.
Cooper avanzó un par de pasos más, quería abrazar a Boris, pero el chico reaccionó al instante e hizo como si fuese a jalar del gatillo.
—¡No lo hagas, por no lo hagas! —imploró Cooper—, ¡yo te amo!
Salvador notó que el hombre estaba a punto de llorar y pudo entender por completo porqué Boris atentaba contra su propia vida para intentar salvarlos.
—También te amo —expresó Boris—, y ahora ya no me queda nada, solo tú.
—Y ahora podemos estar juntos, Mijaíl ha muerto en el incendio, así que lucharé para ser yo quien esté a cargo, ¡voy a estar a cargo! —afirmó Cooper con determinación en su voz.
—Esa idea me parece magnifica, yo voy a permanecer a tu lado, Cooper —dijo Boris, aún apuntaba con el arma hacia su sien—, pero no puedo permitir que nada le pase al hombre que me ayudó a escapar y que, de cierta forma, te ayudó a ti a estar al mando. Se lo debo a mi hermano, a su memoria. Entonces, tú tienes que prometerme que vas a ayudarlo a salir vivo de aquí, tiene que salir con vida, no hay de otra. Si tú haces algo en su contra o algo le pasa, yo voy a terminar con mi vida, juro que voy a encontrar la forma de hacerlo y te quedarás sin mí. ¿Aceptas el trato? ¿Es una promesa?
Cooper miró a Boris en silencio, los ojos del hombre estaban al borde de las lágrimas; le sonrió con discreción y asintió.
—Es una promesa —dijo con voz firme.
Boris dejó de apuntarse y fue entonces cuando Cooper avanzó hacia él y lo abrazó, le quitó la pistola y se la entregó a uno de sus hombres, besó la frente del chico en reiteradas ocasiones.
—Entrega cualquier arma que tengas, no vas a necesitarlas —ordenó Cooper a Salvador—, mis hombres se portaran bien contigo, tú debes portarte bien con ellos de igual forma.
Salvador dudó por unos segundos, pero luego se desencajó la pistola de la cintura y se las entregó, no iba a arruinar todo lo que Boris había logrado.
—¡Vámonos! —ordenó Cooper.
Las miradas de Salvador y Boris volvieron a encontrarse. A Salvador no le quedó ninguna duda de que el chico estaba mintiendo para salvarlo como agradecimiento y, sobretodo, para honrar a su hermano, pero Salvador no iba a irse de ese lugar sin él.
Hola mis estimados.
El miércoles se me complicó subir capítulo, pero hoy me he esforzado para que estuviese disponible.
Un capítulo más de nuestro querido Salvador; el ver a Sebas sufrir al otro lado del mundo le ha dolido bastante porque cree que sus sacrificios han sido en vano. Abrazos para Chava.
Los capítulos en Rusia son muy importantes para el desarrollo de la historia, como pueden ver poco a poco las subtramas se van uniendo.
¿Qué o quiénes son Supremacy?
¿Qué tan importante será Boris para el desarrollo de la trama principal?
¿Logrará Salvador que ambos puedan salir con vida de las entrañas del mundo?
Nos leemos el miércoles.
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