Epílogo

Engañando al lobo

Jongdae y Oc (Song)

~She's dreaming~

Pov Jongdae 

Si no fuera por el hecho de que la vi entre las ramas de los arboles estaría a punto de atacar al extraño que está en nuestro territorio. Veo recortadas partes de piel ocultas por una espesa capa café y olfateo el aire buscando el conocido olor a sandias y almendras dulces que despide la piel de mi compañera; para solo encontrar un penetrante olor a manzanas secas, tierra mojada y madera recién cortada; madera verde recién cortada.

El olor se filtra con tanta claridad en mis pulmones que casi puedo ver las ramas verdes siendo cortadas. El aroma es fuerte y ciertamente muy molesto. Frunzo la nariz evitando respirar de él lo menos posible. Sé que es ella por esa manera en la que mueve las manos como si hablara sola y los desordenados mechones que escapan de entre la capucha que lleva me lo dice, pero ¿Por qué no huele como ella?

Veo como se dobla las largas mangas de la extraña capa café que no se le parece en nada al habitual manto que suele llevar y es entonces que sus tres niños de tinta emergen de entre la tela. La tela se revela contra ella, cae de nuevo y sus dedos terminan por apenas sobresalir de entre las mangas. Lo ignora y se dedica a remover hierbajos secos, corta brotes verdes de olorosa menta y los ata en pequeños ramos con flores de un terso morado claro.

Se estira para dejarlos en la pequeña canasta de bejuco que Myung-Dae y Seol Hee tejieron para ella; desde que se la dieron la lleva para todas partes llena de bolsas de té, frascos de pastillas, las plantas medicinales que recoge y uno que otro bocadillo para media tarde.

La miro escondido en un arbusto a exactamente quince metros de ella. Mis ojos de cazador no pierden ninguno de sus movimientos, cada respiración, cada vez que mira sobre su hombro buscando captar de donde vienen esos pasos sobre la hojarasca del bosque.

No sabrá que la noqueo hasta que sea muy tarde. Está a punto de ser devorada por un lobo y ni siquiera lo sabe. La última vez que la vi ni siquiera pude despedirme como se debía. Estaba dormida contra mi pecho; yo no pude dormir, pase la noche viéndola, aprovechando cada minuto que tenía con ella deseando que eso fuera suficiente para compensar el mes que no la vería.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había estado tan lejos de ella y ahora sería un mes. Ni mi lobo ni yo sabíamos cómo soportaríamos estar sin ella. Sin embargo no era debatible la decisión de alfa y tuve que irme. En la mañana cuando ella despertó; lo hizo sola, encontrando vacío mi lado de la cama.

La veo respirar profundamente y el largo bostezo que profiere me eriza la piel. Sus labios forman una perfecta O que cubre con sus dedos, los ojos le lagrimean y no hay que ser un genio para saber que no es maquillaje las sombras bajo sus ojos. Se estira con movimientos casi felinos, dejando escapar agudos gemidos cuando un musculo está rígidamente entumido.

Mis patas se esfuerzan por dar pasos pequeños y no correr a su encuentro queriendo llenar este vacío que tengo en el pecho desde hace un mes. El crujido que se extiende por cada nervio y cada musculo me envuelve el cuerpo y se une al reacomodo de los huesos rompiéndose. Una fina capa de sudor me refresca la piel y me pega el flequillo a la frente. Con dedos temblorosos lo aparto de mis ojos.

Miro casi con escepticismo mis garras ahora de vuelta como manos y pienso que ha sido un largo tiempo como lobo.

La larga caminata de regreso al pueblo deja una huella caliente en mi piel aun cuando estoy desnudo; la fresca brisa no me afecta tanto como lo hace ella con solo respirar. Estoy a tres pasos de ella cuando sus ojos emergen de la sobra que proyecta sobre su cara la amplia capucha de la capa.

Un gemido escapa de su boca y jadea al alzar el rostro encontrándose conmigo. Sé que fui brusco al tomarla de los hombros y pegar su espalda al árbol más cercano. Pero no estoy en condiciones como para realmente sentirme mal por ello cuando su cuerpo está de nuevo contra el mío.

Tomo las solapas de la capa y tiro de ellas para descubrir su cuerpo, la capucha cae hacia atrás y una expresión de ojos dilatados y mejillas arreboladas de un intenso sonrojo me saluda mejor que el ahogado hola que articula con labios secos; yo respondo con un gruñido que vibra por toda mi garganta. En cuanto la tela cae al piso el intenso aroma de su piel me golpea en la cara como si se tratara de una tapa a presión.

Los escasos soplos de viento que mueven las ramas sobre nuestras cabezas me llenan los pulmones de su dulce aroma a sandias y me siento en casa de nuevo. Ella toca mi piel como si realmente yo no fuera real, con las puntas de los dedos y con miedo de romperme, aunque la que tendría que preocuparse por romperse es otra persona. Allí donde sus manos me acarician los hormigueos acompañan el suave camino que sus dedos delinean por mi piel.

Mi pulso se desata en mi pecho y late con tanta fuerza que golpea contra mis costillas queriendo romperlas y fundirse con el suyo, y es allí donde su felicidad se hace tangible, tanto que el cosquilleo que deja en el arco de la oreja el suave susurro de lo aliviada que se encuentra por tenerme al fin con ella, me hincha el pecho de orgullo.

Las profundas ojeras enmarcan su mirada cansada y casi entrecerrada por el sueño, su piel luce casi traslucida en los parpados donde una telaraña de hilos verdes y morados recorren su piel. Un cuello largo y delgado marcado con dos hileras de dientes formando medias lunas en la unión del cuello y su hombro me hacen salivar deseando volver a estar dentro de ella y marcarla.

Solo fue un tirón pero eso fue suficiente porque no pasa mucho antes de que el único botón que le sobrevivía a la estropeada franela roja de cuadros se pierda entre los montoncitos de tierra removida.

Esa delgada tela café de encaje me separa de ese terso par de pechos que se dejaban entre ver por esas curvas regordetas que dibujaban sobre la tela y la marca de pezones erectos. No he roto la susodicha pieza de tela porque sé cuánto le gusta. Mis uñas rasgan parte del encaje del dobladillo pero cuando pasa por su cabeza y acompaña a la olvidada capa que huele a manzanas, esta lo más intacta que mi autocontrol logra hacer. Con un suave rebote ese par me saluda con firmes pezones color canela.

La línea de un pantalón con cintura alta delinea ese delgado talle y esas caderas anchas que tiene; con las cuales en más de una ocasión he tenido que morderme la lengua para evitar decir que son perfectas para procrear. Creo que no sirve de nada, las numerosas marcas de mis garras en su piel dan fidelidad de lo obsesionado que estoy con ellas.

Sus manos empiezan quitando botón a botan de su pantalón y su mirada solo se aleja de la mía para verificar si sus manos están haciendo bien el trabajo y es cuando me ve completamente. Para mi gusto se tardó mucho en notar mi desnudez. Traga con pesadez y me mira con ojos como platos, pero no se detiene hasta que un triángulo de piel apenas tocado por el sol emerge de entre la mezclilla, sin remordimiento alguno miro como se desnuda y espero con poca paciencia que descubra su hermoso sexo.

Quería tomar dos puños de su cabello y hacer que su boca acunara mi miembro. Hacerle sentir ese pedazo caliente de carne en su húmeda lengua y sentir como su apretada garganta envolvía mi hinchada cabeza, y pintar su dulce boca con mi esencia.

Pero no pude hacerlo. Me quede allí, estático; viéndola desnudarse ante mí. Viendo como toma todas sus inseguridades y las transforma en una espesa y ardiente sustancia de libido y arrojo para seducirme y desnudarse ante mi aun cuando algunos rayos del sol se cuelan entre las tupidas copas de los árboles y le dan directamente en la piel, dejando al descubierto cada uno de sus secretos.

La braga transparente de un casi inexistente color rosa se ajusta a su cadera y me duele tener que hacer esto, pero  actué de forma casi inconsciente. Las pocas garras que tengo en la mano se encajan en sus ya cicatrizadas marcas de la cadera. No fue a propósito, no obstante mis manos hacen de esa coqueta braga dos pedazos de tela inútil.

Me inclino lo suficiente para que mi frente descanse contra su coronilla y su cabello enredado se roce contra mi mejilla. Su pierna se coloca en el lugar al que pertenece, alrededor de mi cadera y vuelvo a sentirme completo teniéndola tan cerca de mí. Tengo en los oídos el intenso latir de un corazón desbocado, latidos que no son míos y temblorosos espasmos en el pecho que bajan hasta mi estómago y lo llenan de mariposas.

Con un brazo alrededor de su cuerpo aprovecho que tengo libre la otra mano y toco cuanto puedo. Le doy un tirón al delicado botón canela que corona sus blandos senos, delineo su ombligo; la punta de mi dedo se cuela dentro de él, provocándole un escalofrió. Me apodero de su trasero con una de mis manos y aprieto hasta que siento la caliente marca roja de mis dedos en su piel.

Su pierna se apoya con fuerza alrededor de mi cintura, apenas se sostiene con la pierna que tiene plantada en el piso. Su rodilla se dobla mientras se deshace entre mis manos. Esconde la cara en mi cuello y puedo sentir cada uno de sus quejidos directo en la piel.

Mis dedos buscan su dulce entrada y con toques ligeros de mariposa acaricio su clítoris. Apenas lo toco con las yemas de los dedos un escalofrió le recorre la espalda y se embiste contra mis dedos. Un dedo travieso se encamina directo hacia su entrada. Sus dulces jugos empiezan a humedecer mis dedos y resbalan sobre sus cálidos pliegues.

Sus uñas dibujan finas líneas en las grietas de mi estómago, está buscando desesperadamente la forma de no caer. Dejando ligeros besos a lo largo de su mejilla, siento su pulso contra mis labios, muerdo el lóbulo de su oreja y susurro Nunca te dejare caer. Se estremece y trata de pegar el hombro a su mejilla para evitar que vuelva a besarle el cuello.

Es lento, unos pocos toques casi imperceptibles pero firmes hacen que su cálido interior empiece a lubricarse. Solo son las puntas de mis dedos las que traviesamente se escabullen en su interior; sus paredes se dilatan contra mis dedos hasta que poco a poco la humedad provoca un chapoteo contra su piel con cada embestida.

Su respiración se hace errática y se mueve con fuerza contra mis dedos en su interior cuando las suaves contracciones la hacen más estrecha a mí alrededor. La hinchada cabeza de mi miembro se frota contra la humedad de sus muslos, está más que lista para recibirme.

—Ya no juegues conmigo—sus pupilas están tan dilatadas que sus ojos se ven completamente negros.

Se queja cuando los largos dedos que antes la penetraban abandonan su interior, y ella no es la única que se siente vacía cuando un sentimiento de pérdida se aposta en mi pecho.

Mis dedos están cubiertos de sus fluidos, ya siento su sabor en mi lengua y las encías me escocen por probarla, pero con las manos temblorosas toma mi muñeca y se lleva mis dedos a la boca. Su lengua se enrosca en las puntas de mis dedos y succiona tanto hasta que su saliva toma el lugar en mi piel.

Mis uñas se rozan contra su lengua, y ella me lo regresa mordiendo las puntas de mis dedos, su lengua se entretiene bañando mis dedos con su cálida saliva y su boca acuna mis dedos hasta los nudillos. Los presiona a lo largo de su lengua y su paladar; y no puedo evitar filtrar un poco de semen. Sé que estoy a punto de correrme cuando siento lo duros que están mis testículos.

Sus manos aumentan la fuerza con la que sus dedos rodean mis muñecas y con ella se ayuda a controlar en vaivén de mis dedos en su boca, hasta que solo la punta de mi dedo medio se queda en su boca y sus dientes no hacen más que rastrillarse contra él. Parece tan concentrada en atender mis dedos que creí que no notaria como mi virilidad se pega a su estómago lista para penetrarla.

En serio tengo que tener la guardia baja para no responder cuando sus manos se posan en mis hombros, empuja con fuerza hacia abajo y mi trasero se golpea contra la desigual raíz del árbol en que estábamos apoyados. Sus rodillas aun algo temblosas se doblan y termina a horcajadas sobre mí.

Su mano rodea mi duro nudo y es como si mi columna se convirtiera en gelatina. Sus muslos brillan por sus dulces fluidos y sus manos toman mi miembro para penetrarse.

—Por favor—imploro con voz ronca. Esta tan cerca y tan lejos, que no me importa suplicar por un poco de ella. La anticipación alarga los segundos que tarda en acomodarse sobre mi regazo, acomodar mi roja y húmeda cabeza por el preseminal y de una estocada volver a estar juntos de nuevo.

—Da-Dae...—mi nombre escapa de sus labios y el aire entra en largas bocanadas por su boca. Un hilo de saliva baja de sus labios abiertos. Su voz choca contra cada árbol y el eco nos envuelve. Mi nombre en sus labios es lo mejor, pero escucharlo de esa manera lo supera con creces.

Trato de hablar pero mis palabras se convierten en jadeos y la impotencia de no poder moverme hasta que ella me lo diga instala un placentero dolor en mi bajo vientre. Su dulce olor me perfora la piel y me llena los pulmones, su sudor me humedece la piel y la hace vibrar en cada centímetro de piel en donde su cuerpo toca el mío. Siento el erizado pelaje del lobo mandando cosquillas por todo el cuerpo y controlo las ganas de hacerle caso a su voz en mi cabeza diciendo que la embista.

El sabor de mi propia sangre me llena la boca y el sudor me escoce los cortes que mis propios dientes me hicieron en la piel. Ella me mira con una dulce sonrisa y los ojos nublados por la excitación, envuelve uno de sus pechos con su palma y me lo acerca a los labios. Nos miramos por un segundo y al próximo tengo su apacible piel en mi boca, alimentándome de ellos.

Pero ni siquiera me muevo para cuando los espasmos de su orgasmo se unen al rasgar de sus dientes marcando la piel de mi clavícula y lame la poca sangre que logra sacar. La fuerza con la que su orgasmo la golpea es tan fuerte que yo mismo me encuentro buscando violentamente aire, tomando sus caderas con tanta fuerza que mis uñas dejan nuevas marcas en su piel.

La humedad que su liberación dejo a su paso solo me recuerda que todavía no he podido correrme; mi nudo se encentran prisionero en su cálido interior, tanto o más duro que al principio y dudo que de tregua.

Con la cara oculta en el hueco de mi cuello intenta mitigar los lloriqueos que se unen a sus gemidos. Necesito ver su cara pero ella se niega a que la vea. Esta quieta sobre mí, rígida como una tabla y yo estoy más que necesitado por liberarme, así que cuando con ambas manos en sus iliacos hago un largo círculo con la cadera eso la regresa a la realidad, desatando los temblores en su cuerpo y siento el hombro húmedo de su copioso sudor.

—Déjame mirarte—no me detengo, al contrario le abrazo con fuerza la espalda y no dejo de penetrarla...

—Ngh...Da-Dae...—me mira con ojos llorosos y expresión sofocada. Los dedos de sus manos se crispan y sus uñas tardan en enterrarse en mis hombros—Jon-Jongdae—un grito rompe el silencio, sus ojos se pusieron en blanco dejando escapar un hilillo de saliva de la comisura de los labios.

Aun con lo extraño que esto pueda ser, amo verla de esta manera, es una de las vistas más hermosa que tengo de ella; desarmada por el placer, llorando porque no puede soportarlo y ha sobrepasado la línea de su propia sensibilidad; con las mejillas rojas como fresas maduras y los ojos vidriosos por el placer que le estoy dando.

Sé que un nuevo orgasmo se acerca al sentir de nueva cuanta esas dulces contracciones rodearme y doy gracias que ahora yo también podré acompañarla en su liberación.

—Ah...Be-be...—suplico desesperado, aumentando la fuerza con la que la envisto y de pronto pierdo fuerza cuando mi nudo se roza contra su punto sensible y ambos compartimos un gemido.

Cierro los ojos porque la luz se hace molesta y aun así las luces siguen brillando detrás de mis parpados. La abrazo como si no hubiera mañana y la embisto hasta que el nudo se hincha tanto que no pudo seguir moviéndome fuera de ella.

Siento la boca seca, la garganta cerrada y sus piernas se cierra a mí alrededor como si tuviera miedo de que me fuera. El profundo hueco que dejo mi partida se llena de ella y de pronto el pánico de caer de cabeza a un profundo abismo se une a mi excitación. Mi semilla llena su interior y su calidez nos envuelve a ambos.

Mis colmillos pican y no dejo de babear, de pronto me acuerdo que no la marque y tenía muchas ganas de hacerlo mientras nos corríamos. Mi pelvis envuelve su cadera así que tomo con gula su trasero entre mis manos y me empujo contra ella resguardado en su sexo, aun duro e hinchado.

La acuno entre mis brazos y con un solo movimiento pego su espalda al suelo terroso. Un fuerte quejido que abandona su boca me recuerda que no tengo que ser brusco con ella. El nudo entre sus piernas pierde fuerza y un tibio hilillo de semen bajo por nuestras entrepiernas unidas.

—¿Qué pasa?—la voz me suena una o dos octavas más baja. Tozo esperando que eso le ayude a mi garganta.

De pronto pareciera como si el tiempo se ralentizara y nos atrapara en él. El hambre que sentí en el momento que la volví a ver a amainado y dejó tras él un ligero cosquilleo que sube por mi espalda y se instala en la base de mi cuello.

—Se siente...—suspira y casi puedo verlo convertido en un nube de vaho. Dejo de presionar el pecho contra el suyo y yergo la espalda para encararla. Espero unos minutos hasta que su respiración deja de ser tan superficial y ella tome el suficiente aire para formar frases largas.

Se entretiene rastrillando sus uñas –irregulares por mordérselas– contra mi tez, luego se le une el sutil toque de sus dedos dibujando garabatos en mi piel esperando que su respiración se normalice. Pega su palma abierta en el centro de su abdomen y casi ni se nota como sube y baja por su reparación, ella misma se hace gemir con un simple toque. Sonrió por lo sensible que esta.

Frunce el ceño sumida en su propio mundo concentrada en retomar sus dibujos ahora dibujando sobre su piel. Sigo el trazo de sus dedos y leo mi nombre escrito con caricias sobre su vientre.

Luego todo parece ser tan natural, su cadera moviéndose contra la mía. Sintiendo cada parte de mí en su interior, mis testículos chocando contra la firmeza de su trasero y sus manos estirándose para enredarse en mi cuello.

Es lento sin prisas, tanto que su voz no se corta al decirme que me ama o cuanto me extraño. Sus piernas se cierran a mi alrededor pero su agarre es tan gentil que si no estuviéramos ya en el suelo tendría miedo de dejarla caer.

Hace que me agache y mi piel se enciende en llamas cuando vuelvo a estar rodeado de ella. Besa tanto como sus labios tienen alcance, mordisquea la sensible piel de mi cuello y jala entre sus dientes el arco de mi oreja.

—Te extrañe mucho Dae—susurra entre gemidos en mi oreja y sé que estoy tan cerca de correrme que lo haré con solo escucharla—Te amo—sus manos toman parte de mi cabello y guía mis labios a su boca. Jadeo contra ese grueso par de labios, succiono su lengua y tomo cuanto puedo de su sabor. No sabía que necesitaba tanto de un beso hasta que lo tuve de nuevo.

Trato de seguir el ritmo de mis caberas y el ritmo del beso pero sé que no duraremos mucho cuando siento como su orgasmo espera en la bahía al sentir la apresante húmeda cerrándose contra mi duro eje.

No espero más, me alejo de sus adictivos besos y mis dientes muerden las marcas de lunas en su piel, su sangre explota sobre mi lengua y me corro vergonzosamente rápido seguido muy cerca por ella. Esconde su cara en mi cuello y ella renueva su mordida ahora en mi otro hombro.

Manoteo hasta encontrar la odiada capa marrón para cubrirla, su piel se erizo de pronto con la fría brisa y no faltara mucho para que empezar a temblar. Mi nudo no da tregua ni un segundo y lo único que puedo hacer es girarnos para dejarla sobre mi pecho. Se duerme con mi nudo aun en su interior y yo la sigo, esperando recuperar fuerzas para seguir compensando a mi fiel compañera.

~O~



Nota: Y estamos aquí; en el final de esta historia cuya idea saque de un sueño que tuve hace algunos meses. Estoy alegre de haber terminado este proyecto, me hace muy feliz y también me llena de motivación para seguir con todos los demás que tengo y los que vengan después de este, ya que es el primer proyecto largo que termino.

Gracias a @Zaiortiza por todo el apoyo que me ofreciste, por brindarme grandiosas ideas, por creer en mí y esperar por esta historia; por ser mi Beta reader y por acompañarme en el proceso de creación. Gracias.

También a dos personas que no leerán esto pero también merecen parte del agradecimiento. Gracias por siempre sacarme de mis dudas.

Es triste que esta historia llegue a su fin, pero como diría una autora de la cual me encantan sus fics, "La historia termino, aunque en mi menta continua".

Gracias a tod@s y nos leemos luego.

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