Capítulo cuatro

Engañando al lobo

Jongdae y Oc (Song)

~If we love again~

Pov Jongdae


No ha dejado de arreglar su ropa desde que subimos a la camioneta y ni que decir de su peinado, a acomodado y reacomodado un mechón rebelde de cabello que salto de su lugar al pasar un tope.

Una sutil sombra de sudor le humedece la piel y su olor toma un tinte pesado, dándole un toque salado de ansiedad y nervios a su natural aura dulce. Se pasa una temblorosa mano por la frente quitándose algunas gotas de sudor y pareciera que la llevo a la pared de fusilamiento en vez de a una cena familiar.

No es como que no haya compartido una cena con mi familia antes y tenga que estar tan nerviosa; o no es como que yo no conozca a su familia prácticamente de toda la vida. No obstante admito que en esto tengo que darle la razón; es la primera vez que vamos a estar frente a nuestras familias como una pareja.

A pasado menos de un mes desde que me reintegre a la manada después de ese autoimpuesto exilio y era ilógico esperar que las personas no hablaran después de la escena que tuve en el claro al ver a mi compañera. No puedo evitar que hablen, así que lo mejor es que lo hagan con razón de causa.

Su mano sigue intentando hacer desaparecer una inexistente arruga en uno de los pliegues de su falda; doy cuatro ligeros golpecitos en el dorso de su sudorosa y fría mano y llamo su atención.

—Tranquila—contengo una sonrisa al ver su expresión de verdadero terror al ver como poco a poco la distancia se va acortado y en solo media hora estaremos rodeados de ojos que buscan respuestas. Trago, creo que ella está sacando razones para estar apabullada de donde no existen; a este punto yo también lo estoy.

—Es que ¿Cómo quieres que me calme? Y ¿Si ellos creen que no soy buena para ti?—escupe las palabras apresuradamente como si eso evitara que las entendiera.

Enormes ojos de cachorro enmarcados por un par de cejas arqueadas en un ceño fruncido, acompañados de unos gruesos labios torcidos en un puchero suplican que le diga que sí, que tiene razón; que mi familia y la suya van a desaprobar nuestra relación y nos obligaran a estar separados. Pero sé que eso es una mentira lo mire por donde lo mire. Menos cuando van a asistir a dicha reunión cuatro parejas de compañeros destinados.

Tomo su mano entre la mía para evitar que se lime las huellas digitales de tanto frotarla contra la tela de su falda y entrelazo sus dedos con los míos. Una chispa eléctrica me recorre la piel llevando un escalofrió por toda la espina dorsal cuando sus dedos se entrelazan con los míos. Creo que nuca me acostumbrare a su toque.

— ¿Qué no seas buena para mí?—pregunto con ironía viendo a duras penas su reflejo en el parabrisas aun teniendo los ojos puestos en el camino. Elevo nuestras manos unidas y beso la suave piel del dorso de su mano. Siento como se erizan sus poros bajo mis labios—Cuidaste de mi aun cuando yo no lo merecía. Yo soy el que no te merece.

Pienso en todas las noches de la primera semana después de mi regreso. Como obligo a su cuerpo a dormir solo lo mínimo para velar siempre mi sueño, para que al despertar ella fuera lo primero que viera. Prácticamente obligarla a comer para que no fuera ella ahora la que cayera en cama. Pienso en todas esas veces que la vena posesiva la llevo ponerse territorial cuando alguien se acercaba demasiado a mí al no estar ninguno de los dos marcados como compañeros.

Me detengo en una luz roja en la avenida principal recordando la tarde que desperté después de la burda declaración que hice en el claro.


Siento los parpados caídos e inhalo lo más que puedo esta dulce esencia que me rodea. Trato de mover las manos, pero no puedo; se sienten pesadas y lo único que puedo hacer es tomar puños del suave lecho en el que estoy. Levanto las caderas tratando de rozarme contra su pelvis.

Sus palmas abiertas buscan equilibrio sobre mi pecho y se inclina a besarme. Sus labios se rozan contra mi piel. Trago duro. Jadeo varias veces mientras ella sigue moliendo su sexo contra mi despierta erección. La punta de su lengua delinea mis labios y me da dos ligeros picos antes de rozar su nariz contra la mía.

Esta tentándome y aun así se porta de manera tierna. Reparte ligeros besos de mariposa por mis mejillas y estoy a punto de suplicar que me bese, que me toque, lo necesito. El lobo esta sedado a sus pies.

Toma mi labio entre sus dientes y cuando su lengua acaricia mi piel lastimada, sé que estoy en mi límite con solo unos ligeros toque; succiona mi lengua y...

Entreabro los ojos tratando de acostumbrarme a la brillante luz blanca que parece estar por todas partes. Pero no puedo verla ella. Después de hacerme a la idea de que lo de antes había sido un sueño, sabía que ella no estaría sentada sobre mis caderas.

Estoy en una habitación desconocida. Las suaves sabanas verdes huelen a ella, la habitación está llena de su esencia; desde la descascarada pintura aguamarina, hasta las estrellas pegadas en su techo. En cierto modo me ayuda no obstante no dejaba de sentirme como un cachorro perdido.

Trato de levantarme y vuelvo a la cama cuando noto que mi brazo derecho está atado a la base de la cama y veo el vial del suero que cuelga de una repisa. La aguja de bambú clavada en la coyuntura de mi brazo me escoce.

El sonido del picaporte hace que pegue los ojos a la puerta y veo como su figura se escurre por ella. Mira hacia la cama y un gritillo se escapa de sus labios cuando me ve despierto. Da un portazo y corre hacia la cama.

—Dae—sus brazos se enredan en mi cuello con la fuerza de una anaconda, su cabello me golpea en las mejillas y su cálida presencia se lleva todo el mal cuerpo que me dejo el desertar—Estaba tan preocupada—un beso dado en un lugar especialmente sensible me roba las palabras.

— ¿Todo está bien allí adentro?—los giros del picaporte tratando de abrir la puerta hace que la preocupada voz de Minseok suene aún más baja de lo que ya la hace la madera. Se aleja tan pronto como llegó y me mira con ojos como platos, como si nos hubieran encontrado en una situación comprometedora.

—No, todo está bien; es solo que Da...Jongdae acaba de despertar—es mi turno de apresarla entre mis brazos. Puedo leer en su mirada un 'compórtate' pero eso no me detiene. Sonrió de buena gana porque al fin estoy con mi otra mitad.


—Eres perfecta para mí, y eso debería bastarles...—respondo y aun cuando mi tono de voz es bajo y algo indeciso, el completo silencio del auto solo roto por el ronroneo del motor no ayuda a ocultarlo.

Quisiera decirle tantas cosas, pero simplemente no encuentro las palabras correctas. Quiero hacerla entender que no permitiré que nada la aleje de mí, ni siquiera yo mismo. Ya no más.


Le estoy dando la espalda, pero puedo vernos reflejados a medias en el espejo empañado encima del tocador. Sus manos frotan tanto como pueden de la blanca pastilla de jabón y sus manos quedan envueltas de una esponjosa capa de espuma.

—Podrías usar el tuyo—su expresión confundida se une a esa tierna inclinación de cabeza que hace—tu shampoo...—aclaro.

— ¿Por qué...?—no me extraña que la pregunta sea dicha con apenas un hilo de voz que acaba de escapar como un fugitivo de entre sus labios. No espera mi respuesta, se lava las manos antes de recoger el shampoo después de que intento de tomar el envase entre sus manos jabonosas y este cayera al suelo con un ruido sordo.

Apenas viendo sobre mí hombro tengo una perfecta vista de la curva de un trasero firme; pero en cuanto veo que va a levantarse vuelvo a mirar al frente como un chiquillo asustado que acaba de fisgonear en el vestidor de mujeres.

—Porque con solo un poco de fruta lograste enloquecer a un carnívoro, quiero llevar tu olor—admito algo avergonzado, tratando de ocultarlo con una sonrisa torcida que hace juego con la expresión juguetona con la que la miro. Aun con eso no logro que la duda se borre de su rostro, en realidad se hace profunda después de mí respuesta.

—No me refería a eso...—escucho su voz sobre mi cabeza. El dulce aroma a sandias llena el espacio del baño y se me pega en la piel. Siento sus manos apartar algunos mechones de cabello y las yemas de sus dedos deslizarse por todo mi cuero cabelludo. Solo es necesario ese suave masaje para distraerme, eso y tenerla hincada frente a mí con sus pecho a la altura de mi rostro. Eso también es un gran distractor— ¿Por qué huiste?—es cuando finalmente pregunta y sé que no puedo retrasar más este momento.

—Estaba asustado—reconozco. Porque es la verdad, aun ahora sigo teniendo miedo—No sabía cómo afrontar todo lo que sentía después de lo que había hecho—me voy un poco por las ramas con las palabras, mis hombros se hunden y agacho aún más la cabeza.

"Recuerdo cuando nos decían que las niñas maduraban antes que nosotros y nos ofendíamos por eso pero...es verdad—digo sin importarme las cuestiones de ego, eso ya no me importa; no cuando hace menos de media hora desperté entre los brazos de mi compañera—Tú me reconociste mucho antes de que me pudiera dar cuanta y te rechace...Lo siento—no me mira, no habla y creería que esta estática frente a mí y si no fuera por sus manos que no dejan de moverse entre mi cabello.

"Lo siento—oculto un quejido pegando mis labios a la piel encima de su escote. No llore cuando creí que me rechazaría menos lo haré ahora—no sabía cómo recuperar lo que en su momento pude tener...—me ahogo con mis palabras y trago los hipidos—Quería lograr que me volvieras a querer ahora que mi lobo te había reconocido. Pero parecía que tú no sentías nada y me sentí perdido. Te había perdido.

"Lo único que podía hacer era esperar una oportunidad, pero las pesadillas llegaron antes y estaba tan cansado de todo, del trabajo, de la manada, de no tenerte...—mis brazos le rodean la cintura, terminando mi cabeza en su pecho; escuchando directamente su corazón latir contra mi mejilla—todo estuvo 'bien' hasta que te vi dormir en el claro—siento como sus manos se crispan aun con algunos mechones de mi cabello entre sus dedos y es cuando deja de pretender que lava mi cabello.

"Temblabas tanto y me llamabas entre gritos. Vi como poco a poco las pesadillas hacían mella en ti y tú no sabías que estaba mal. Los siento tanto, no merecías nada de eso...

Sus manos me aprietan las sienes y me levanta la cara de donde me escondí obligándome a encararla. La espuma me escurre por la piel, la siento peligrosamente cerca de mis ojos. Me miras con los ojos casi cerrados conteniendo las lágrimas y yo miro el desastre de espuma que hice en tu blusa. Con un balbuceo tratas de hilar una frase coherente.

—Eres un idiota—sorbe por la nariz. No voy a negar que sus palabras me lastimaran y pusieron los pies en la tierra a partes iguales—Lobo tonto—sus labios toman los míos y no es la espuma del jabón la que me hace romper en llanto.


—Todo estará bien—la consuelo pero en realidad me lo digo más a mí que a ella. La última calle a recorrer se queda bajo las llantas y a media cuadra esta la casa de mis padres. Con todo y la defectuosa farola de la calle puedo ver el auto de los Song—No volveré a irme, te lo prometo—mi otra mano acuna su barbilla entre mis dedos y la hago verme. Sé que no lo haré, no soy idiota; pero el simple hecho de expresarlo con hechos y no solo palabras lo hace más real

"Te amo—sus ojos se amplían por la sorpresa y su cara se calienta entre mis manos. Yo no estoy acostumbrado a decirlo ni ella a escucharlo. Pero decirlo se siente tan bien—Te amo mucho—repito, su cara se ruboriza tanto a un punto que no creo que sea sano.

"No tienes por qué estar tan asustada...—rio por lo que estoy a punto de decir—eso me ofende hasta cierto punto; solo les diremos que planeamos casarnos. No es como si nos fuéramos a fugar o ¿Es qué no quieres casarte conmigo?—suelto su mano y esta su une a la otra que tengo en su cara y le aprietan la mejillas. Con la boca fruncida en un puchero niega y susurra un Claro qué quiero casarme contigo.

—Entonces no se diga más—volteo a ver la iluminada fachada de la entrada. Casi puedo jurar que esa cortina se movió en el momento que voltee—Vamos, no queremos hacer esperar a los invitados.

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