Capítulo cinco

Engañando al lobo

Jongdae y Oc (Song)

She's dreaming

Pareciera que mi iniciación en la manada fue apenas ayer. Pero me siento igual o más alterada que ese día. Estoy con la cabeza entre las rodillas sin nadie a quien pedir palabras de ánimo o consuelo. Si esto fuera una boda normal ya estaría en una habitación con mi mamá, mi hermana y mis amigas esperando a que llegue la hora para que empiece la ceremonia, pero tengo que recordar que no somos normales y tengo que hacer esto por mí misma.

Respiro, mis ojos se humedecen y mi estómago tiembla. Puedo hacerlo, yo puedo. El tiempo solo va más lento cada vez, y los nervios se convierten en desespero. Siento que he esperado demasiado para estar aquí.

No es como que Jongdae y yo no estemos legalmente casados, lo estamos. Al principio del mes fuimos al juzgado y firmamos el acta que nos hace legalmente esposos. Mi apellido ya fue cambiado y nuestro matrimonio registrado. Ante la República de Corea del Sur somos un matrimonio pero no tanto ante la manada o los ancestros.

No es que no consideremos importante los ámbitos legales. No, claro no. Solo que ya que muchos de nosotros no somos completamente humanos no podemos considerar de la misma importancia el ritual de unión a firmar la parte inferior de un papel.

Veo el anillo que cuelga de entre mis dedos por una delgada cinta de cuero. Todo empezó desde la presentación de la madera en esa luna nueva hace ya cinco meses; fue la primera vez que no tuvimos que ocultarnos y pudimos caminar tomados de la mano a la vista de toda la manada. Pienso en cuanto nos costó poder hacer los anillos correctos. Si nuestras uniones fueran normales o por lo menos sencillas, esto se habría ahorrado con un viaje a la joyería, pero no.

Se supone que los novios harán sus propios anillos, así esto no solo serán un símbolo de nuestra unión al momento de ponérnoslo en la ceremonia y portarlos todos los días, sino también al fabricarlos y conseguir que sean adecuados para nuestro compañero. Simbolizan la perseverancia y el trabajo que requiere el matrimonio. Tardamos cinco meses en que los anillos fueran perfectos. Los primeros se rompían o simplemente no eran del tamaño correcto.

El día que estuvieron listos, Hamma los inspecciono igual que a sus desafortunados predecesores. Nos los hizo poner, varias veces los apretó contra un tubo y hasta los mordió. Creímos que exageraba la primera vez que la vimos hacerle eso a las alianzas, ahora no lo creíamos tanto.

Después de pasar el visto bueno, y de un gran suspiro colectivo, nos entregó el anillo de nuestro compañero y atravesándolo con una tira de cuero nos los entrego. Lo llevaríamos lo más cerca de nosotros hasta el día de ritual.

Masajeo mis cienes y me recuerdo que estuve esperando por esto sin siquiera saberlo. Que no tengo que tener miedo y que cuando llegue al claro Jongdae va a estar ahí esperando por mí.

Miro la bolsa de té entre mis manos, pego la suave seda contra mi nariz y aspiro el olor de la raíz que contiene. La dejo sobre mis rodillas unidas y mis manos conservan el suave olor de las brillantes flores amarillas. Hace tres días Dae y yo nos levantamos al amanecer para ir a buscarla al bosque y que al cortarla siguiera fresca por el roció, las envolvimos en seda y cada uno regreso a la aldea por su lado; se supone que después de eso no debemos vernos hasta la noche del ritual.

No lo he visto en tres días y siento como si se hubieran llevado mi brazo o mi corazón. No sé cómo hacíamos funcionar las cosas antes de que estuviéramos juntos.

Hoy es el último día de luna llena y así con el término de otro ciclo lunar, cada uno de nosotros deja un poco de lo que somos para cambiar. Los lobos crecen y se hacen más fuertes con cada luna, nacen nuevos cachorros, se presentan nuevos cazadores y centinelas...Y hoy mi alfa y yo dejamos de estar solos para unirnos como compañeros destinados.

Tengo la frente pegada a una de las frías columnas que rodean el claro mientras escucho el crepitar de la madera seca y casi puedo sentir el fuego verde y azul calentar mi piel. Quiero esconderme entre los arbustos de vallas de fuego cuando un grabe aullido rompe con el silencio del bosque, después de el primer aullido, un coro de lobos se une a él y puedo reconocer con claridad la lobuna voz de Dae llamando por mí.

Con dedos temblorosos pongo un mechón de cabello detrás de mí oreja tratando de que ningún cabello se salga de las trenzas que mamá y las chicas hicieron. Mis pies se hunden en el suave pasto y entro al claro.

Por el rabillo del ojo capto el movimiento de una sombra a mi lado, volteo a la derecha y veo a dos metros de mí a un lobo castaño que a la cálida luz del fuego luce como el chocolate con leche. Papá es el único cambiaformas de mi familia; así que es el único que tiene derecho de estar presente en el ritual de unión. Al otro lado del claro cinco lobos rodean a un sólido lobo gris sentado en sus cuartos traseros, que no me a sacado los ojos de encima desde que cruce el circulo de postes de adoración. Le sonrió antes acercarme al lobo a mi derecha.

Le rodeo el cuello con los brazos, la piel me cosquillea donde sea que su suave pelaje me toca. Resisto las lágrimas con la idea de que no quiero que el delineado de ojos se arruine y termine luciendo como si fuera un mapache.

Su pelaje me hace cosquillas en la nariz, así como el ácido olor de la tristeza; oculto entre los dulces sentimientos de orgullo y felicidad puedo oler la sutil fragancia de la colonia que mamá, Minah y yo le regalamos para el día del padre. El solo la usa para ocasiones importantes. Abro los ojos lo más que puedo y miro hacia arriba para que las lágrimas no caigan. Es que es la boda de su hija menor.

El silencio que nos rodea es muy pesado; mi padre no es bueno con las palabras así que estoy más que sorprendida cuando los gruñidos animales se convierten en la voz que he escuchado desde niña decir Te amo mucho pequeña.

—Empecemos antes de que perdamos la luz de luna—Hamma llama la atención de todos allí, dejo de abrazar a papá y me levanto. Arroja un rollo de hierbas secas al corazón del fuego y un espeso aroma de cedro y almendras se escurre por todo el lugar.

Los pocos lobos que hay en el claro se mueven a la par que Dae y yo lo hacemos, empiezan a formar un círculo a nuestro alrededor mientras más nos acercamos al centro del claro.

Pocas veces he visto a un lobo transformarse tan cerca de mí. Las primeras veces que se transforman es doloroso, tanto que no he podido evitar vomitar por el dolor que siento en los huesos cuando me ha tocado verlo. Como no lo seria, sus huesos se rompen y unen de nuevo en cuestión de segundos; sin embargo, con los años el dolor le da paso a la plenitud. Puedo ver eso en Jongdae; en cada pisada que da, en las imperceptibles convulsiones que le acelera la respiración, en el brillo del pelaje gris casi convertido en negro a la luz de la noche.

No deja de mirarme ni siquiera cuando sus ojos dejan de parecer alargados y sus pupilas se dilatan tanto que sus ojos parecen más oscuros de lo que son, su cuerpo se va reacomodando poco a poco. El sonido del crujir de sus huesos me eriza la piel y me obligo a no correr en su encuentro y cobijarlo entre mis brazos. El pelaje se hace más delgado con cada respiración hasta que desaparece entre los pliegues de su suave piel como la espuma de un cappuccino.

Esta desnudo ante mí, ante sus hermanos, ante nuestros padres y ante sus abuelos, aun con todo eso no puedo dejar de mirar el arco de sus orejas al sobresalir de entre el cabello que trata de peinar con la punta de sus dedos, en como sus ojos forman medios lunas mientras sonríe, la forma en la que su sonrisa se hace tan amplia cuando me ve, hace que me duelen las mejillas al tratar de sonreírle de la misma manera.

Bajo los ojos solo lo necesario y la visión de una delgada línea negra que rodea su cuello hace que mis dedos instintivamente busquen la alianza que se esconde entre los pliegues de mi ropa. Sus ojos no dejan de mirarme con esa expresión de niño que oculta un secreto y sus dedos tantean su cuello hasta que el anillo que hizo para mi descanse sobre su esternón.

Esta desnudo ante mí pero la forma en la que me mira me hace sentir más descubierta ante él de lo que él ya está.

Hamma le extiende una camisa y un par de pantalones, volteo la mirada para darle algo de privacidad, pero soy humana y no puedo evitar fisgonear mientras se abotona la camisa, en cómo se marcan las líneas de su pecho contra la tela o como los botones se aprietan contra su piel.

Los pantalones a la medida se deslizan por sus piernas, se faja la camisa y se dobla las mangas, descubriendo sus tatuajes y no puedo evitar echarle un ojo a los míos. El contraste entra la negrura de la tinta y nuestra pálida ropa de bodas me regresa a la realidad.

—Me alegra al fin poder verlos aquí para entregarse el uno al otro—extiende las manos hacia nosotros, toma la mano que acuna mi mano con la suya y la bolsa de té queda entre ambas. Jongdae abre los ojos asustado, sus manos están vacías. Frunzo el ceño y lo miro con ojos comprensivos.

Tranquilo, todo está bien—le hablo sin voz.

—Cariño—Hamma pide su atención, con una cálida sonrisa trata de borrar la preocupación de su rostro—Busca en tu bolsillo—con las palmas abiertas tantea sus muslos, suspira de puro alivio y su cara se ilumino con alegría como si hubiera encontrado un fajo de billetes.

La bolsa de te emerge de su bolsillo jalando la cuerdecilla de cuero que rodea la seda. Apresuradamente la toma en un puño y con una sonrisa que no le cabía en el rostro toma la mano de su abuela. Podía jurar que el lobo al que Dae le daba la espalda estaba conteniendo una sonrisa; típico padrino.

Toma ambas bolsas para echarlas en el agua hirviendo de la olla de peltre que colgaba sobre la fogata. Las flores y la raíz se hundieron en el agua y la pintaron de un oscuro color verdoso casi al instante. Agarra los cuencos que descansaban en una de las piedras cercanas se acerca al fogata. Las manos de Hamma entraron en el fuego sin inmutarse e inclinando la olla llenó ambos tazones.

Con un ademan de manos nos hizo acercarnos y dejo entre nuestras manos cada cuenco. El vapor me humedeció la cara y sumado con mi sonrojo me calentó las mejillas. Nuestros brazos extendidos contra nuestros pechos nos mantenían separados, pero el simple roce de sus brazos contra mis dedos me erizo la piel.

Me mira a los ojos con tanta adoración que quedo petrificada bajo su mirada, hasta contuve la respiración para que el me siguiera viendo de esa manera, porque no quería dejar de ver esa expresión tan entregada, sus brillantes ojos negros y esa sonrisa tan sincera que me regala a mí, a una omega común y corriente.

Las manos me cosquillean y las sentí húmedas por el sudor, dando un paso hacia delante me pare en puntas y acerque el cuenco hasta que sentí que la madera tocaba los labios entreabiertos de mi compañero. Trague con la boca repentinamente seca al ver como esa marcada manzana de Adán hacia su recorrido con cada trago que daba. Vi como subía y bajaba tres veces antes de alejar el tazón.

Ahora es su turno; da ese paso que faltaba, toma el cuento con una mano dejando su otra mano libre. Mima mi mejilla con caricias sutiles, si no fuera por lo tenso que lucía su brazo al intentar no ser demasiado brusco pensaría que no me estaba tocando. Pegue mi mejilla contra su piel y sentí sus ásperas manos hundirse en las raíces sueltas de mi cabello.

Con cuidado quita sus dedos de entre las hebras del trenzado y con las puntas de los dedos sube mi cabeza, las yemas de sus dedos separaron mis labios y va acercando el cuenco a mi boca. Un trago entro directamente a mi boca y no me espere que el té fuera así de amargo, di unos cuantos tragos más esperando que fuera suficiente para mí y para el futuro bebe Kim. Su pulgar limpio algunas gotas que quedaron en mis labios y me mordí el labio para evitar llevarme sus dedos a la boca. Me apoyo contra su pecho, veo hacia arriba y pienso que solo tengo que alzar el cuello para alcanzar sus labios.

—Tórtolos—escuchamos la voz de Hamma, sé que tenemos que terminar y luego podremos hacer los que queramos, pero un beso no le hará daño a nadie.

Nos alejamos solo lo suficiente. Con la punta de los dedos busco la cinta de cuero dentro del cuello de mi ropa y lo jalo, se enreda en mi cabello; tengo que hacer malabares para poder utilizar las dos manos aun sosteniendo el té. Jongdae es más rápido y menos torpe.

Entregamos los tazones a Hamma y con lo que queda de infusión humedecemos los anillos. Sacudo varias veces la cuerda hasta que las gotas dejan de caer. Sé que cuando voltee hacia el frente y le entregue este símbolo a mi otra mitad, el será mío de la misma manera en que yo seré suya. Respiro mientras veo como los pétalos amarillos de las flores flotan hasta que caen al fondo de la vasija.

Puedo hacerlo, yo puedo.

Para cuando yo lo encaro Dae ya había desatado la cita y se acercaba para tomar mi mano entre las suyas. Con cuidado separa mis dedos, me mira a los ojos y me quedo prendada de ellos, de la manera en la que casi parecía como si pidiera permiso para desposarse conmigo. Asentí y el movimiento hizo caer dos delgadas lágrimas que cayeron finas por mis mejillas.

La suave madera de un tono naranjado rojizo encontró su lugar en mi dedo anular como lo que era; hecho para estar ahí.

Con dedos temblorosos desato los nudos que hace tres semanas Jongdae había hecho para mí. Tome su mano entre las mías, no siendo ni la mitad de cuidadosa como él fue conmigo, casi actué con brusquedad. El anillo empieza a hacer su camino en torno a su dedo, este se atora en su nudillo y aterrorizada abro los ojos como platos. Sus dedos elevan mi cara –que hasta ese punto estaba embelesada en su mano– y sus labios forman algunas palabras.

Tranquila, no hay prisas—.

Giro el anillo y llega hasta la base de su dedo con facilidad, me muerdo el labio tratando de reprimir una sonrisa victoriosa. Beso cada uno de sus dedos, claro; el anular recibe un trato preferencial al recibir un ligero mordisco. Entrelazo sus dedos con los míos y le beso el dorso de la mano. Su piel tiene un intenso aroma a ceniza de madera, dientes de león y una mezcla de algo que huele como miel, debe ser su excitación combinada con su alegría.

Rodeo su cintura, escondo la cara en su pecho y mi nariz queda directamente en un hueco de piel descubierta. Siento el fuerte latido de su corazón en mi mejilla. El me rodea la espalda y su nariz se entierra en mi cabello. Contengo el impuso de rodearle las caderas con mis piernas y besarlo.

Un coro de seis voces lobunas nos saca de nuestra burbuja, nos separamos pero sus manos no se alejan de mi cintura. Al contrario se afianzan más de mí. Sus dedos buscan el lugar donde sus garras suelen marcarme y damos la cara al bosque que está detrás del podio del consejo.

—El bosque nos espera sanadora Kim—después del juez que cambio mi apellido, él es el primero en llamarme de esa manera. Su voz suena unas octavas más baja de lo normal y mis defensas se derriten un poco al escucharla.

Nunca he estado en esa parte del bosque sola, ni siquiera siendo un nexo entre los ancestros y la manada tengo permitido ir a ciertas lugares del bosque, pero ahora tengo a alguien que me guié por la oscura noche.

Le da un fuerte apretón a mi mano y tira de mí para adentrarnos en el bosque. Podría alegar por un beso pero sé que llegaran solo tengo que ser paciente.

Para la República de Corea del Sur somos un matrimonio, para la manada de Seúl y los ancestros estamos unidos como compañeros...solo falta un paso, un paso pequeñito pero que es muy importante, marcarnos el uno al otro. No con una firma en un papel, no con una infusión ni con un anillo. Quiero su olor en mí, su mordida en mi cuello y su nudo en mi interior.

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