IX

Lucían veía algo, se encontraba en esos momentos solo en medio de un bosque, andaba pero parecía no tener un final, se empezó a desesperar al darse cuenta de que no tenía salida, veía hacia atrás y no había nadie.

Escucho un fuerte ulular del aire en las hojas, un ruido extraño que le zumbaba por la cabeza y le atormento, empezó a correr hacia delante hasta que vio delante de él un gran lago de aguas cristalinas.

El muchacho se agacho a ver el agua y vio su reflejo, pero lo que vio no era a sí mismo, si no a un ser monstruoso que no podía reconocer bien, era como una sombra, una gran sombra de brillantes ojos carmesís.

En aquel reflejo no se veía él, si no se veía a un animal salvaje que no podía reconocer, pero a la misma vez sentía que ese animal formaba parte de él, como si ese ser formase parte primitivamente de él.

De pronto de aquella sombra, de ese reflejo y del agua misma, salió una pequeña luz blanca y pura en el agua, que parecía estar en el fondo del agua que rápidamente subió a la superficie, se empezó a extender por las aguas de aquel estanque y del que ellas se empezó a formar y a emerger del agua como si fuesen hilos de la más fina seda.

Aquellos hilos empezaron a salir y se empezaron a acercar suavemente a Lucían, mientras escuchaba a alguien hablar. Era una voz de mujer, pero no sabía reconocerla, ni si quiera sabia de quien era aquella melodiosa voz.

—Lucían... Lucían...

Era una voz que replicaba, que se podían escuchar otra voz de mujer hablándole, otra voz que él no reconocía.

—En tu corazón duerme la grandeza...

—Eres el único que puede salvar a la gente...

—Tú puedes ser un salvador, un liberador...

— ¿Yo? ¿Un salvador? ¿De qué? Yo no estoy listo para esto, no estoy listo para ser algo más —cuestiono el muchacho a aquellas voces.

—Ruge en ti el corazón de una bestia...

—En tus ojos se puede ver la más profunda culpa...

—Debes de ver por tus ojos esto. Tú has visto lo que hay más allá de la vida, has visto perder la vida a un ser que no debió de morir. El dolor es fuerte en tus entrañas, la culpa te ata...

—La bestia ruge en tú corazón, tu rabia es un fuego incandescente que desea liberarse. Tu corazón es bondadoso y lleno de ese fuego que desea salir...

Lucían se llevó las manos a la cabeza, intentando que esas voces se callasen y en eso, aquellos hilos de luz suavemente se empezaron a acercar a Lucían y suavemente lo arroparon entre aquellos hilos.

—Sabemos que esto es extraño, pero puedes ascender a algo más...

—Eres el único mortal ahora con tan hermosa alma y una rabia tan monstruosa hirviendo. Eso hace a un guerrero...

—Yo no soy un guerrero, yo no soy nada. Solo soy alguien normal que me han tocado desgracias, que si no fuera por lo que tengo sería un inválido, ¿Por qué me escogéis a mí? — cuestiono Lucían.

—Porque es algo más allá de lo que tú puedes comprender...

—La luz siempre te arropara para ti...

—Y tienes a esa bestia en tu corazón barritando, deseando salir de ti...

—Nadie comprenderá la magnificencia de un humano como tú...

—La fuerza del humano solo la comprenderá aquella que haga la naturaleza más pura y la tecnología en la carne...

—Y tú... Tienes eso.

—En realidad yo no soy nadie, no soy un elegido, no estoy destinado a nada de lo que ustedes me estáis diciendo, ¿Por qué yo? De las millones de personas que hay en el mundo, ¿Por qué queréis a un inválido? — seguía cuestionando Lucían ya al borde de un ataque de los nervios.

Los hilos seguían arropándole pero llego a ver que algunas se metían por el metal de sus prótesis, cosa que lo único que provoco es una escalofrió.

—No es por cómo eres el porque te queremos...

—Si no por lo que tú tienes, tienes un corazón de oro y eso nadie te lo quitara...

—El destino es difuso pero hay cosas claras en ti, un futuro que se puede ver...

—Es hora de que aceptes tú verdad, pequeño, tú estás destinado a ser un campeón para nosotros.

Esos hilos en eso fueron hacia el pecho del muchacho y entraron como si fuera algo espectral. Sintió como si no pudiese respirar hasta que... Despertó de aquel sueño.

Lucían se despertó violentamente de su cama y empezó a respirar agitadamente, cogía bocanadas de aire violentamente mientras que se ponía el corazón en el pecho. Se puso la mano en su corazón y escucho sus latidos.

Noto sus mejillas húmedas en ese momento y el muchacho se llevó una de sus manos a las mejillas y noto que tenía lágrimas. Intento quitarse las lágrimas mientras intentaba relajar su respiración.

— ¿Qué sueño ha sido ese?

Habían ya pasado semanas desde lo de los cachorros, pero había algo que sentía que iba mal en él, no entendía el motivo de que era eso, pero se sentía extraño. No se sentía con energía de nada, se sentía sumido en un pozo de pena.

Sentía que había perdido algo importante para él en su interior. Algo que desde muy pequeño tenia pero desde ya hacía tiempo se estaba desquebrajando hasta que ocurrió eso.

Por un momento observo el colgante que ahora llevaba, esa cruz dorada, solo la observo intentando buscar algún tipo de respuesta pero aun así... No lo entendía, no entendía absolutamente nada.

En eso vio algo tirar de sus sabanas y observo que era uno de esos cachorros, el que había rescatado. Ya no tenía el parche que le puso y ahora en el ojo lastimado podía verse que poseía una cicatriz, la herida le afecto el ojo y se quedó ciego de ese ojo, pero no era una gran molestia para el cachorro.

En esas semanas, con ese tiempo, vieron que estos lobos negros poseían un cierto dimorfismo sexual, los machos les salían cuando ya tenían 2-3 meses por la espalda alta una notoria mancha blanca, podía ser de mayor o menor tamaño, incluso llegando a cubrir los hombros de los machos, pero era una gran mancha blanca en el pelaje completamente negro que poseían, mientras que a las hembras no les aparecían esta mancha.

Aquel cachorro con la herida, al que había rescatado, poseía una mancha blanca que se extendía por parte de los hombros a lo ancho, solo le cubría los hombros pero poco más.

—Hola Ranger... ¿Cómo te encuentras hoy?

El muchacho acaricio a aquel lobo de pelaje negro como la noche, que se acercó y le lamio las mejillas al muchacho con cariño.

—Veo que hoy te estas lleno de energía ¿Y tus hermanos?

El enérgico cachorro de lobo se bajó y observo a Lucían, que se levantó de la cama y vio al cachorro. El muchacho vio que no estaban tanto Arthur como Angélica como Olivia, por lo que este se levantó y observo a Ranger.

—Tal vez la sor Alejandra haya preparado algo para desayunar, ¿Vamos?

El muchacho se levantó de un salto de la cama y el muchacho empezó a correr, siendo acompañado de Ranger. Lucían se dirigió a una sala, y en cierto momento, llego los otros dos cachorros de lobo.

Uno no poseía aquella mancha en su espalda, por lo que uno era una hembra, el otro era un macho por tener esa mancha blanca, pero era alargada y afilada que le llegaba a parte de la espalda. Lucían se giró a ver y vio a los cachorros, se detuvo un segundo y los dos cachorros se detuvieron cuando llegaron justo delante del muchacho de las prótesis.

— ¡Ava! ¡Truthman! ¿¡Como os habéis levantado grandullones!? — hablo alegremente el muchacho mientras acariciaba a los dos cachorros de lobo.

Los dos querían subirse para poder lamer a Lucían, pero este les hizo un gesto con su mano para que no lo hicieran, obedeciendo estos dos de inmediato.

—Bueno... ¡Vamos!

El muchacho con los cachorros fueron a una sala, era un comedor pero no había nadie, había mesas de madera largas y butacas largas también ahí.

En eso el muchacho observo todo y vio en eso, saliendo de una sala, a una monja de agradable rostro y mayor, de unos 60 años, tenía la piel morena y los ojos color chocolate, tenía cierta contextura rechoncha y de estatura baja.

—Buenos días, jovencito. — hablo la mujer con amabilidad.

—Buenos días Sor Alejandra.

—Veo que eres el último en levantarte— comento Alejandra con una sonrisa —He preparado mis famosos soplillos. Es lo que hay de desayunar hoy así que...

—No, lo entiendo, no pasa nada. — simplemente dijo Lucían al escuchar esto con amabilidad.

La mujer vio a los 3 cachorros de lobo, que estaban sentados ahí, les dio una sonrisa y seguido le hablo al muchacho.

—Menos mal que Angélica esta mañana ha ido a cazar un ciervo y me lo ha dejado para dárselo a estos muchachotes, primero te traigo los soplillos y después veré como me traigo el ciervo para que se lo coman. Le pediré ayuda a alguien cuando pueda.

—Puedo ayudarte yo cuando termine de comer los soplillos, no creo que pase nada.

El muchacho solo dio una ligera sonrisa y en eso se levantó para ver a Alejandra y le hablo.

—Te ayudo ahora, lo hacemos y de paso puedo coger la comida.

Alejandra dio una ligera sonrisa ante esto y le hablo.

—De acuerdo, vamos.

Lucían se levantó y acompaño a la monja, justo ahí había una puerta que la mujer abrió y se vio una gran cocina de aspecto muy hogareño, muy rustico. Bastante agradable y diferente de lo que Lucían estaba acostumbrado.

En eso Lucían vio en el suelo el cuerpo de un gran ciervo, uno de los ciervos más grandes que había visto por el momento, había visto más ciervos pero ese era bastante grande.

El muchacho empezó a ver por todos lados y en eso miró a Alejandra y le preguntaría lo siguiente.

— ¿Tienes una cuerda?

La mujer fue a un cajón y cogió una larga cuerda para dársela al muchacho.

—Yo no puedo sola con el ciervo, creo que estas fuertote y puedes llevártelo al comedor.

El joven de cabellos negros solo dio una ligera sonrisa y se agacho, para seguido coger las patas traseras de aquel ciervo y atarlas con la cuerda. Alejandra fue y ayudó al joven y los dos arrastraron hasta el salón el cuerpo del ciervo.

Los cachorros olieron esto, olieron el cuerpo del ciervo y se vieron realmente emocionados por esto y cuando llegaron, soltaron la cuerda y Lucían desato la cuerda para seguido entregárselo a la Sor.

Aquellos 3 cachorros se acercaron a aquel cuerpo del ciervo y empezaron a devorar el cuerpo de aquel animal. Alejandra en eso se fue a la cocina de nuevo, dejando a Lucían de nuevo solo.

El muchacho solo se sentó y cerró los ojos un momento, le vino el olor a la sangre del cuerpo del animal. El olor a hierro de la sangre del animal le vino a la nariz. Sintió que dentro de él había algo que quería acompañar a aquellos animales a su comida hasta que en eso Alejandra volvió con una bandeja de plata con unos soplillos.

—Toma, si necesitas algo, me lo puedes decir.

Lucían volvió de si y miro a Alejandra, dándole una ligera sonrisa.

—Gracias.

El muchacho cogió uno de los soplillos y empezó a comérselos tranquilamente, seguido observo de nuevo a los cachorros.

La comida que estuvo comiendo en las bases no hacia tanto no estaba mala pero era la misma que siempre recordó que le daban cuando estaba en la ciudad, no tenían mucho al parecer, vegetales y carne creada a partir de máquinas, tenía la misma textura que la carne, tal vez más chiclosa, pero el sabor no era lo mismo. Los vegetales era lo único natural que había pero la carne estaba creada a partir de hilos de proteínas y calorías, de base de garbanzos y otras legumbres secas con saborizantes y aromatizantes para imitar a la carne, pero sin éxito. Alimentos como la leche, en realidad era leche de plantas como la soja o la almendra que les ponían lactosa, los panes eran integrales, y a diferencia de la ciudad, en las bases sí que había cosas como los huevos para comer, cosa que en la ciudad no había, aunque en ambas se usaba margarina en vez de mantequilla de cerdo.

Ahí, en esa base, fue realmente donde probó por Alejandra una receta de verdadera carne. Un plato de conejo al horno, le parecido extraño y le gusto ese plato, primeramente pensó en su momento que era carne creada a máquina, como estaba acostumbrado pero que tenía un sabor y textura diferente, pero cuando le dijo aquella monja que era carne de verdad, se sintió raro, no mal, si no que se dio cuenta de que eso era lo que debía de ser de siempre.

Por lo que le habían contado, en las bases tampoco se podían permitir tanto el usar carnes de animales porque al parecer la gente de ciudad tenían monitorizados a cada animal de granja que hubiese para que no fuesen comidos o como ellos les decían "explotados". Los conejos le explico Alejandra en su momento de que era de la poca carne que se podían permitir comer en bases ya que también era un animal salvaje, y por lo que habían investigado, de los pocos animales que habían continuado siendo como eran después de los años que abandono las antiguas ciudades y se fueron a las mega-ciudades.

El muchacho se comió los soplillos, aunque su cabeza no dejaba de rondarle todo lo que había soñado ese día, seguía sin entenderlo, no lo comprendía para nada. Él no se veía como un salvador, él no era para nada eso, simplemente... No lo entendía aun.

Cuando termino de comer, solo se quedó viendo a los 3 cachorros, que habían dejado al cadáver de aquel ciervo con los huesos mostrando, con sangre en el suelo. Otra vez sentía Lucían aquel instinto ancestral recorrer cada vertebra de su espalda.

El muchacho se levantó de la mesa y en eso este se fue de allí.

Lucían empezó a despejar su cabello, se sentía extraño, con cierta complicación al respirar... Lo que estaba sintiendo en esos momentos era... Extraño.

Andando por el complejo, observo a Angélica, se encontraba sola y sentada, observando uno de los estanques del lugar, por lo que el muchacho decidió acercarse a ella.

Cuando se acercó, pudo observar la cara de la adulta, se le veía pensativa y triste. Lucían solo se sentó al lado de ella y se giró a verla.

— ¿Un mal día?

—No he podido dormir bien.

Lucían solo le esbozo una ligera sonrisa para en eso mirar al agua del lugar y hablarle.

— ¿Qué fue lo que sentiste cuando te hicieron eso? ¿Qué fue lo que tú viviste dentro de ahí?

Angélica se giró a ver con sorpresa a Lucían, no sabía quién se lo había contado, hasta que se dio cuenta de que tal vez se hubiese contado Arthur, calmando su gesto a uno más apenado.

—Fue horrible honestamente... Siempre escuche de cosas como los "Gulags", "Campos de trabajo" cuando era muy joven, y no fue hasta que no lo ví con mis propios ojos lo que ocurría dentro, no... —Angélica puso una mueca entre asco y tristeza un momento para seguido continuar— No hay palabras tan sencillas para describir lo que yo viví ahí.

—A las mujeres disidentes no las tratan bien, ¿No?

—Peor de lo que a cualquier hombre si te lo digo por mi experiencia...

Angélica solo dio una bocanada de aire y le empezó a narrar a Lucían lo que ella había vivido.

—Veras... Dentro de la sección de mujeres de los campos de reeducación lo primero que nos hacían era el extirparnos los ovarios, nos marcaban con un sello para referirnos a nosotras como deshonrosas y "alienadas", cuando esto ocurría lo que hacían eran mandarnos a educarnos de nuevo con los valores de la ciudad, todo sobre esas ideas. Aunque...— Angélica trago seco en ese momento y puso una cara claramente de asco y enfado—... A las que no iban a cambiar, a las que sabían que no iban a cambiar por sus malos actos, se las llevaban y muchas de ellas acababan con el útero desgarrado y con daños en su cuerpo. Se las llevaban y al día siguiente estaban en condiciones horribles que algunas morían y si sobrevivían, tenían conductas suicidas que hacían que se quisiesen matar.

Lucían se quedó completamente pálido al escuchar esto, una sensación ardiente empezó a clamar dentro de él, sabía que necesitaba controlarse porque no quería estallar de ira, pero realmente eso le enfadaba.

— Antes había posibilidades de salir gracias a volverse militar después de cumplir 100 días de buena conducta, o sea, seguir las normas estúpidas de la ciudad, que me resultó fácil simplemente fingiendo, cosa que conseguí y con mi hermano y unos amigos suyos salir de ahí hasta que prohibieron los cargos militares... Y bueno, ya sabes el resto. A mí no me pasó eso, por suerte o por desgracia pero... Lo ví, fui testigo de eso y fue horrible.

Lucían se quedó un tanto sorprendido e impactado por todo lo que la adulta le había contado, no sabía que decir precisamente ante esto, ante todo lo que le había contado Angélica, solo se podía indignarse, sentirse furioso ante lo que le había narrado la mujer. Solo vio a los ojos a Angélica para seguido apartar su mirada con cierta tristeza.

—Tú has vivido en el mismo sitio que yo... Pero tú... Lo tuyo fue horrible.

Angélica observo a Lucían con cierta pena, para en eso abrazarlo con un brazo.

La adulta le dio una ligera sonrisa al muchacho, para en eso acariciar el cabello de este suavemente, seguido, hablo con amabilidad.

—Están tan grande ahora... Me acuerdo de cuando te rescatamos. Te veías tan pequeñito...

Lucían solo dio una ligera risita con cierta vergüenza ante estas palabras de la adulta.

—Desearía poder proteger a la gente... Realmente deseo proteger a la gente, ¿Por qué no hacemos nada en contra de ellos? No tienen nada para detenernos, ¿Por qué no hacemos algo? — cuestiono el adolescente a la adulta.

Angélica solo puso cierto gesto serio y triste a la misma vez para en eso ver de nuevo a Lucían y hablarle.

—Porque, aunque ellos ya no tengan militares, tienen armas, y tienen robots que harían que perdiésemos a gente. Armas muy poderosas que podrían devastar a millones, no solo a nosotros, sino a la gente esclavizada.

Cuando escucho esto, a Lucían solo se le dibujo una clara cara de disgusto. No podían hacer nada, no podían hacer absolutamente nada en contra de ese gobierno que tenía a la gente esclavizada y eso lo hacía rabiar por dentro. Eso lo hacía sentir como un inútil, aunque supiese que nada de esto que estaba viviendo fuese culpa suya.

Lucían se levantó en eso y le hablo directamente a Angélica.

—Quiero hacer algo, quiero hacer lo que sea ¡No quiero quedarme quieto viendo como la gente sufre, como hay una tiranía donde hay gente esclavizada por su color de piel, preferencias o por cómo piensan!

—Pero Lucían... Entiende que no podemos hacer nada.

— ¿Nada? Me da igual si no podemos hacer nada, tenemos que hacerlo... Todo lo que hemos pasado, todo... Estoy harto de quedarme viendo y escuchando lo que hacen en la ciudad y las atrocidades que han hecho por el hecho de "Derechos humanos", derechos que se nos han sido arrebatados a una gran sección de la población por no seguir sus estúpidas leyes identitarias. Simplemente me niego a estarme quieto por más tiempo sin hacer nada.

Angélica observo con sorpresa a Lucían, se le veía muy decidido e indignado, bastante furioso, normal después de que le contase en eso. La adulta solo se quedó pensativa un momento para hablarle.

—Tienes una gran fuerza de voluntad Lucían... Mira, ¿Qué te parece si después de todo este mes de investigación te llevamos a la base sagitta para que entrenes ahí? Puede que te hagas una idea de cómo es una base militar, como es la vida de un militar y lo que tuve que pasar ahí y eso te ayude a, por lo menos, tenerte algo de guía.

Lucían solo asintió con la cabeza mientras solo daba una ligera sonrisa un poco apenada. Angélica vio esto, se levantó y abrazó al muchacho para hacerle consuelo, el muchacho le devolvió el abrazo con cariño a la adulta, en esos momentos que estaba pasando solo se podía sentir confuso. Confuso por su futuro, confuso por las cosas que le estaban pasando, por las cosas que estaba viendo y que si las contaba lo tomarían como "paranoico". No sabía qué hacer ni cuál iba a ser su futuro pero había algo dentro de él que sí que lo tenía claro, quería hacer algo para ayudar a la gente y salvar ese mundo, contribuir a algo importante aunque después no hiciese más cosas.

Angélica y Lucían se dejaron de abrazar y en eso el muchacho solo pudo dar una ligera sonrisa ante esto y seguido preguntarle lo siguiente.

—Oye... Esto que te voy a preguntar va a ser un poco vergonzoso pero... ¿Te puedo considerar como mi mamá?

A Angélica se le iluminaron los ojos de ilusión pura y se abalanzo a abrazar muy fuerte de nuevo al muchacho.

—Siempre he querido un niño... Dios... Claro, claro que me puedes considerar como tú "mamá". Yo siempre estaré aquí para ti, no te preocupes.

Lucían solo pudo reír de felicidad ante esto. Seguía sin entender muchas cosas ni su mismo futuro, pero por lo menos sabía que tenía gente que lo quería y eso le reconfortaba.

—Gracias... Mamá, pero suéltame, me estas apretando mucho— dijo el chico en el abrazo un poco incómodo ya por el abrazo.

La mujer solo dejo de abrazar al chico al darse cuenta de esto y en eso acaricio el cabello de este mientras una dulce y gran sonrisa se le dibujaba en el rostro, una sonrisa tan grande y feliz que no había visto en Angélica en mucho tiempo, cosa que le hizo a él que hubiese una llama en su pecho, algo que le hacía sentir orgullo ante esto.

—Arthur como papá... Tú como mamá... Estoy muy feliz de tener una familia, ¿Esto es una familia?

Angélica se puso sentimental ante esto y solo asintió con la cabeza.

—Si... esto es una familia.


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