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Ir a la escuela era lo peor, estaba a pocas semanas de graduarse y sentía que todas las personas la miraban acusadoramente, solo dos personas sabían sobre su reciente noticia, peor no podía evitar pensar que cada platica iba dirigido directamente hacía ella.

—Watanabe-senpai. —La voz de su Kouhai la asusto, se giro para verlo con ciertos nervios calcados en su rostro. —¿Vino a clases Bokuto? —Desvio la mirada al escuchar ese nombre, solo asintió con la cabeza. Tenía suerte de que el se sentaba en la parte de atrás, así no tendría que verlo a la cara; de todas maneras, no podía huir de él para siempre; total él tenía que hacerse responsable de su embarazo. Dejando esos pensamientos de lado continúo caminando en dirección a su salón, apretando los puños lo más que podía mientras que en su mente solo se reproducía la lo que había pasado el día anterior. Akaashi la noto extraña, quizá no era tan habladora como Bokuto, pero jamás la vio sin una ligera sonrisa en la cara, la miro fijamente intentando pensar que era lo que iba mal con ella; después de todo también de ella dependía el animo que su capitán tenía a la hora de un partido. Era la novia de Koutarou, y verla de esa manera lo hacia sentir extraño. Sus piernas se movieron solas y silenciosamente, la seguía de cerca sin importarle nada, si ella estaba así probablemente Bokuto estaría peor, ¿Qué habrá hecho ese idiota? —Watanabe-senpai. —Llamó otra vez a su nombre, esta apretó el paso, después de varios llamados ella estaba corriendo y no dejaba de seguirla, estaba en lo correcto, Bokuto le había hecho algo. —¿Sucede algo, Senpai?

—¡No, nada! ¡Sólo tengo ganas de correr! Deberías buscar a Koutaro. —Finalmente comenzó a bajar las escaleras, la atrapó sin ningún problema, la dejó sin escapatoria y solo evitaba su mirada. Pudo notar las lagrimas escurrir de entre su cara y supo que todo estaba mal.

—¿Bokuto le hizo algo? Ese idiota. Dígame que le hizo y se lo haré diez veces peor.

—No puedes hacerle algo diez veces peor... —Murmuro la castaña. —por que no se compara a lo que estoy pasando ahora. —Se escabulló y se marchó, decidió no seguirla, definitivamente le daría una paliza a su capitán. Se giro y solo se encontró con Keiko, la mejor amiga de Ishi, ella debía saber algo. Tomo aire listo para preguntarle.

—Si quieres saber que le pasa a Ishi, te lo diré, después de todo eres amigo de ese idiota. —Keiko sostenía una caja de jugo, le dio un gran sorbo y la aplastó para después tirarla a la basura. —Pero tienes que prometer que no se lo dirás a ninguno de los dos, ella se lo tiene que decir a ese bastardo. —El azabache asintió. —Sígueme a la sala de clubes. —Saco las llaves del club que manejaba, y la giro con su dedo índice. —Ahí nadie más nos escuchará. —Sin más remedio la siguió, no importaba perder una clase, o quizá dos, porque su senpai era más importante para él. Una vez llegado al club, Keiko cerró la puerta y se sentó en las sillas, esperó a que su Kouhai se pusiera cómodo y lo soltó de una. —Ishi está embarazada.

—¿Qué?

—Embarazada, que Bokuto y ella hicieron la fechoría, el amor, el sexo, el...

—Sé como se hacen los bebes. Pero... ¿Qué? ¿Están seguras? —Preguntó aun incrédulo, no podía procesar eso, lo soltó así sin más. Sabía de las capacidades de su capitán y esa posibilidad era muy alta.

—¿Por qué habría de gastarte una broma con eso? Me tomo a mi toda la noche procesar que mi amada Ishi se enrollo con un imbécil como Bokuto. —En algo tenía razón.

—Supongo que Bokuto aún no lo sabe... —La rubia negó, se quedaron en silencio, ella suspiro pesadamente.

—Me ofrecí a decírselo yo, pero ya sabes cómo es Ishi, prefiere hacer las cosas por su cuenta. Puede que pienses que me lo tomo a la ligera, pero al ver a Ishi tan destruida me hace pensar de los muchos planes que tenía apenas se graduara. Es demasiado triste para mí. —Lo comprendía, para su senpai Keiko tener ese tono de voz burlesco era parte de sí, y se atrevía a decir que era su mecanismo de defensa para sobrellevar tan estresante situación. —Te lo dije por que eres la persona en la que el bastardo confía, solo tenemos que ver cómo se desarrolla la situación sin intervenir. Después de todo, Ishi no puede esconder a un bebé para siempre.

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No supo en qué momento los besos subieron de tono, pero amaba esa sensación; eran espasmos cada vez que besaba su cuello, que recorrían por toda su espalda y la hacían sentir en el cielo cuando Koutarou le besaba. Lentamente y sin dejar las caricias de lado se deshicieron de la incómoda ropa que envolvía sus calientes cuerpos; una vez en interiores y sin darse el lujo de apreciar cuerpos contrarios como el par de adolescentes precoces que eran se entregaron uno al otro, de manera inexperta; en un amor fugaz y sin arrepentimientos.

Ambos se deseaban, desde hace mucho tiempo que querían hacerlo y en esos momentos estaba pasando, después de un largo rato estaban ahí, en la casa de Bokuto cuando sus padres no se encontraban y no volverían hasta después de días. Sus gemidos se mezclaban con el contrario y el sudor los empapaba; se sentía exquisito. Al principio trataba a su novia como una muñeca de porcelana, siendo cuidadoso con sus embestidas, pero la impaciencia lo hizo ser duro y veloz para calmar la tremenda erección que tenia dentro de sus carnes. Tras cada embestida era envuelta en chispazos queriendo más y más de su novio. Una vez Bokuto llego al deseado orgasmo miro su cuerpo, apreciándolo, nuevamente sintiéndose duro retomo su labor con intensiones de hacerla llegar a ella. Quizá era inexperto, pero al no verla hundirse en placer no se detendría, incluso si se desmayaba.

Ishi no duro mucho más antes de que sus paredes envolvieran aun más rudo el miembro de su amante causando incomodidad por parte de ambos. Las risillas de ambos no se hicieron esperar y después de más apasionados besos Kotarou siguió embistiendo.

—Estoy cansado. —Resolló tirándose en la cama una vez terminado todo y se revolvió en las cobijas.

—Me duele todo, ¿Crees que pueda caminar? —La castaña se mofó en su lugar.

—Si no puedes caminar yo te cargare a donde quieras. —Bostezó, no era tan tarde, pero hacer toda esa actividad les daba sueño, ambos se acurrucaron uno del otro y se quedaron completamente dormidos. Fue cuando Ishi despertó más tarde y se levanto para ir al baño, sus pies pisaron algo pegajoso y resbaloso, lo levanto del suelo e inmediatamente lo tiro al notar que era, un condón usado; al menos eso lo dejaba tranquila. Hizo sus necesidades y después lavo su cara y manos, se metió a la ducha por que se sentía pegajosa debido a todo el sudor, una vez fuera se vistió y miro a su novio que aun dormía, tomo unas fotos de la cosa adorable que estaba frente a ella. Le gustaba mucho sus tonificados brazos y espalda; incluida la potencia de sus piernas, sí que sentía incomodidad en su entrepierna.

—Koutarou. —Movió su cuerpo intentando despertarlo, rápidamente lo hizo y volteo a ver a la chica, le sonrió cálidamente.

—¿Quieres otra ronda? —Bromeo.

—Ya me voy a casa. —Sus mejillas se enrojecieron ante el comentario anterior del chico. El bicolor se levantó de un salto y comenzó a vestirse.

—Te acompaño, solo deja... —Metió su pierna a sus jeans y salto por toda la habitación intentando meterlo. —Que me vista. —Finalmente se los puso y festejo, saltó y acto seguido se resbaló. —¡AHH! El condón de hace rato. ¿Por qué lo tire ahí? —Se coloco la polera y sonrió animadamente, como solía hacerlo. —Vamos Ishi-chan. —Una vez fuera tomaron sus manos y caminaron directo a la casa de la Watanabe, ella era miembro de una familia acaudalada y esperaban mucho de ella cuando se graduara, y estaba segura de que lograría cumplir las expectativas de su familia.

—Koutarou... El torneo de primavera comenzará pronto... —Sospeso apretando más su mano. —Es una lastima que no te veré ganar las nacionales, estaré apoyándote. Así que esfuérzate. —Le dio una diminuta sonrisa, las mejillas del muchacho se pintaron de rojo y acto seguido levanto a su novia del suelo para gritar de alegría.

—¡Claro que ganaré! Lo juro. Así que tu debes entrar a esa universidad.

—¡Claro que lo haré! He estudiado demasiado para el examen de ingreso. Ni creas que me dejarás atrás.

—Es una promesa, entonces. —Extendió su meñique hasta ella, ellos dos de verdad que actuaban como dos inocentes niños. Ambos prometieron en aquella vacía calle cumplir sus objetivos a tiempo corto, uno de los mayores objetivos que deseaban por el momento.

Pero aquellos muchachos seguían siendo demasiado soñadores.

Ninguno de los dos sabía que esa promesa no se cumpliría. 

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