Capítulo único

Cualquiera que le hubiese tocado el cabello a Kirishima en aquel momento hubiera pensado que estaba aplicando su quirk en él, pero lo cierto es que solo se había echado el doble de gomina de lo habitual. Ni un solo pelo fuera de su sitio. También se había teñido las molestas raíces negras la tarde anterior.

Y en cuanto a la vestimenta, se colocó algo casual pero minuciosamente escogido (por Ashido) para la ocasión: una camisa con estampado de camuflaje que se remangó a la altura del codo, encima de una camiseta de tirantes negra; unos vaqueros desgastados que le dejaban las pantorrillas al aire y unas deportivas. Sencillo y varonil, como a él le gusta.

Se miró una vez más al espejo y acto seguido, consultó la hora en su viril reloj de pared. Las siete menos veinticinco pasadas; se le había hecho algo tarde. Cogió su teléfono, la cartera y salió de la habitación.

Por supuesto, él ya estaba allí, en el pasillo, mirando el móvil con la espalda apoyada en el trozo de pared que separaba las puertas de sus respectivas habitaciones.

Estaba revisando Instagram, concretamente una imagen subida en la cuenta del pelirrojo, la única persona con la que Bakugô consentía fotografiarse, y en ella salían ellos dos, sonriendo a la cámara, aunque dichas sonrisas eran muy diferentes.

La dentadura de tiburón de Kirishima deslumbraba a la vista y parecía que gritaba «¡Soy muy feliz con mi amigo!», mientras que la del chico explosivo era más como «¡Atrévete a quitarle la felicidad a mi amigo y te dejaré hecho cenizas!».

Sin embargo, al asomar el otro chico la cabeza por la puerta, Katsuki dió un respingo y guardó rápidamente el teléfono, sobresaltado.

— ¡Hola, Bakugô!

Por un segundo tuvo miedo de que le explotase la cara por llegar con retraso, cosa que no le haría daño, pero que sí le estropearía un poco el peinado; no obstante, recordó que, aún con su característico mal humor, lo esperaba todos los días para ir a clase juntos por las mañanas, por muy tarde que se le hiciese. Además, tampoco era para tanto, hoy solo se había pasado siete minutos de la hora.

— Anda, no te esperaba tan pronto por aquí —dijo volviendo a su actitud pasota de siempre—. ¿Qué hora es? —miro de refilón la pantalla del móvil para comprobarla— Uh, y treinta y siete... Estás batiendo tu récord —concluyó sarcástico.

— Ya sabes que siempre intento superarme.

Marcharon a paso tranquilo hacia el parque más cercano.

Mientras caminaban, Eijirô no podía dejar de pensar en que estaría sonriendo como un bobo, pero, a esas alturas, le daba absolutamente igual. El simple hecho de quedar con Bakugô para lo que fuera lo inundaba de felicidad.

Otras veces habían ido a escalar, a hacer senderismo o a los recreativos, pero esta vez simplemente iban a dar un paseo y, después, posiblemente a picar algo en cualquier restaurante de comida rápida.

Y a Kirishima eso le parecía una auténtica cita, cosa que lo llenaba de ilusión. Probablemente porque nunca había había estado en ninguna, pero también podría ser porque el rubio le gustaba muchísimo.

Pero muchísimo, muchísimo.

A ojos del pelirrojo, Katsuki era un tipo duro, seguro de sí mismo y con una particularidad explosiva.

Por no hablar de su gran masculinidad.

Eso es lo que le había atraído de él en un primer momento, pero ahora que era su amigo, no: su mejor amigo, tenía con el una relación de iguales y se compenetraban de tal envidiable forma, que sus compañeros de clase se preguntaban como había conseguido llevarse tan bien con semejante bestia en tan poco tiempo.

Su tonta expresión se esfumó cuando vio a un rubio que los saludaba efusivamente desde la entrada del parque.

Y no era precisamente el rubio con el que quería pasar la tarde.

— ¡Hey! ¿Qué hacéis por aquí, chavales? —los saludó Denki, pasándoles un brazo por el hombro a cada uno.

No tenía que preguntarlo, porque en realidad él ya lo sabía; Kirishima se lo había estado comentando todo la tarde anterior a él, a Mina y a Sero.

A lo mejor era tan tonto que se le había olvidado.

O a lo mejor era tan tonto que no había pillado que quería pasar tiempo a solas con Bakugô.

Katsuki se apartó de él rápidamente con un manotazo, a lo que preguntaba, molesto: —¿Y este qué mierda hace aquí? ¿No se suponía que íbamos a quedar solo nosotros dos?

— Sí —se apresuró a contestarle Eijirô—. Eh... ¿Pero tú no tenías una cita con Jirô hoy?

— A ver, técnicamente, sí, pero...

— Te ha dejado plantado —lo interrumpió Bakugô.

— No me ha dejado plantado, es solo que habíamos quedado pero parece ser que las chicas van a salir por ahí hoy y pues... ha decidido irse con ellas —les explicó Denki con una sonrisa tranquilizadora a la par que boba.

— O sea, que tu propia novia te deja plantado para irse por ahí con sus amigas. Qué patético eres. —se burló el chico explosivo.

— ¡Qué no me ha dejado plantado! ¡Y tampoco es mi novia! O sea, ahora no es mi novia. Pero lo será. Próximamente. Dentro de poco. Estoy seguro. La tengo en el bote.

— Lo que tú digas, pero ¿puedes dejar de soltarnos toda esta mierda y dejarnos en paz? —un tic en el ojo del rubio cenizo empezaba a hacerse más visible, pues se estaba conteniendo para no hacerlo volar por los aires.

— Oh, venga, no iréis a dejar solo a vuestro pobre bro, al que le han partido el corazón... —le dirigió una mirada de corderito degollado a Kirishima, quien lo miraba con una expresión entre la lástima y la vergüenza ajena— Solo íbais a dar una vuelta, ¿no? ¿O es que teníais planeado hacer otra cosa?

El pelirrojo miró al chico a su lado; Bakugô tenía cara de pocos amigos. Más bien tenía cara de «te-voy-a-pegar-una-hostia-lo-suficientemente-fuerte-como-para-dejarte-en-cortocircuito-el-resto-de-tu-vida», pero Kaminari no dejaba de insistir y cuando Kaminari se ponía pesado, no había quien lo callara.

Bueno, sí, Jirô. Una pena que la joven no estuviese allí.

Eijirô suspiró y finalmente accedió, diciendo adiós a su esperada "cita": —Bueno, venga, vale. Vámonos.

De todas formas, ¿qué más le podía decir? En realidad no era más que un simple paseo; no podía poner ninguna excusa para evitar que el chico eléctrico los acompañara.

Katsuki resopló, enfadado, y Kaminari profirió una exclamación de victoria mientras se daban la vuelta y se adentraban en el parque.

— ¡Sabía que seríais buenas personas con vuestro mejor amigo! —gritó triunfante.

— Perdona, pero tú no eres mi mejor amigo. Kirishima es mi mejor amigo —le contestó de mala manera el otro rubio.

— No, Kirishima es tu...

El de ojos amarillos quiso replicar con algo bastante ingenioso que se le había venido a la cabeza, pero comenzó a temer por su vida al ver cómo lo estaba mirando "El Rey de la Explosión Asesina" (un nombre de lo más apropiado para Bakugô, pensó en ese instante Denki).

— B-Bueno y... ¿qué vamos a hacer? —quiso saber Kaminari, mientras intentaba guardar una distancia segura.

— Pues lo de siempre, ¿no? —respondió Katsuki. Esa sonrisa no le dio buena espina.

• • •

El joven eléctrico se sorprendió del concepto que tenían sus amigos de "paseo".

Cuando pensó que le iban a proporcionar consuelo masculino no pensó que podrían referirse a ese tipo de consuelo masculino.

Carreras, flexiones, abdominales, sentadillas... Dio gracias al cielo de que no encontraran ninguna barra para hacer dominadas o habría jurado que se le habrían caído los brazos a cachos.

Especialmente cuando el muchacho explosivo estaba más cabreado que de costumbre, lo que significaba que lo hacía todo con más ganas y más agresividad, aún. El pelirrojo parecía seguirle el ritmo con gusto, pero para el otro rubio era un suplicio.

Ya tenía suficiente con las eternas y horriblemente productivas clases del profesor Aizawa en la U.A., como para ponerse a hacer ejercicio en sus ratos libres. No estaba tan loco como ellos.

Finalmente, aunque parecieron milenios para Denki, el naranja del cielo del atardecer se disipó, dejando paso a unos azules cada vez más oscuros, por lo que decidieron cenar en cualquier sitio que les pillara de paso. Entraron en una cadena de hamburgueserías, pidieron algo y se sentaron a esperar sus pedidos.

Kaminari, contento de al fin sentarse, le comentaba entusiasmado las novedades sobre videojuegos a un Eijirô que no se mostraba muy animado, debido a la nula participación de Bakugô en la conversación. Había estado mirando el móvil todo el camino y tampoco había despegado la vista de este una vez se hubieron sentado en el restaurante.

— ...así que no sé si me va a dar la paga para comprarme el nuevo de Poké-....

— ¡MUERE PUTO CACHARRO DE MIERDA! —exclamó de repente Katsuki, lanzando el teléfono contra la mesa.

El alarido fue tal que no solo se giraron hacia él sus amigos, ya más que acostumbrados a sus gritos, sino todos los comensales del local. Esto, por supuesto, no molestó en lo absoluto al chico explosivo, pues solía llamar la atención allá donde fuera. Solo espetó un «¿Qué miráis?» antes de todo el mundo volviera a su cena.

— Bakugô, ¿qué te ha pasado? —quiso saber el pelirrojo.

— ¡Es la mierda esta —respondió señalando al smartphone—, que no aguanta ni una puta hora sin cargarse!

— A ver, trae —Denki cogió el teléfono, le conectó un cable que guardaba en el bolsillo y se lo metió en la boca—. ¿Contento?

— Anda, pero si al final resulta que sirves para algo —rio el rubio de ojos rojos.

Y Kaminari se rio con él. Y también Kirishima. Los tres se estaban descojonando de lo ridículo que estaba Denki haciendo las veces de enchufe.

— Ay, ya va a salir nuestro número —dijo Kaminari señalando a la pantalla que efectivamente indicaba que en seguida tendrían sus pedidos listos—. Voy para allá.

— ¡Pero no te vayas con el móv-...! —le gritó Katsuki.

Tarde, ya se había ido. Y con el teléfono colgando.

— Este es tonto —soltó, mientras se cubría la cara con la mano, en señal de exasperación.

Al levantarla y darse cuenta de el Pikachu ya se encontraba muy lejos, giró la cabeza hacia la persona que estaba a su derecha.

Miró a Kirishima con toda su cara de enfurruñado, esa que solía tener siempre y que espantaba a la gente: con el ceño fruncido y la boca arrugada en una mueca, que lejos de parecerle intimidante, al pelirrojo se le hacía tremendamente adorable, por lo que le respondió con una amplia sonrisa de tiburón.

Cualquiera diría que resplandecía tanto que le quemaba la vista al rubio, ya que este se giró violentamente hacia el otro lado.

Eijirô pensó que le parecía muy mono cuando se ponía así.

Katsuki tenía ahora la cabeza clavada en la puerta, dándole la espalda al otro chico, y la sostenía con uno de sus brazos, clavado en la barbilla. Entonces, se llevó la otra mano a la nuca y empezó a rascársela, muy nervioso, con los hombros encogidos de la tensión. Kirishima juraría que casi estaba temblando.

El pelirrojo iba a alzar una mano para llamarlo y preguntarle si estaba bien, pero no pudo hacerlo porque un cálido contacto la atrapó y la estampó contra la mesa.

Así es, él tampoco daba crédito, pero Bakugô, sí, Bakugô, le estaba dando la mano.

Es más, Bakugô le estaba dando la mano, allí. En un restaurante hasta arriba de gente. En el sitio en el que hace minuto y medio se estaban riendo con su amigo.

No sabía que hacer; estaba completamente paralizado. Tampoco sabía que cara tendría el rubio, puesto que no se la veía, pero lo que sí sabía es que seguramente la suya estaría ya del color de su pelo. Le iba a estallar.

Es gracioso, nunca pensó que Katsuki podría hacer que le explotara la cara de una forma no literal.

— ¡Hamburguesas marchando! —canturreó Denki. Regresaba con sus pedidos y con el teléfono todavía conectado a él.

Ambos le agradecieron a Kaminari internamente porque se le escuchara a un kilómetro, ya que así lo oyeron venir y se separaron a tiempo.

— Vale... —dejó la bandeja sobre la mesa y rebuscó entre las bolsas— La completa para Kirishima —se la entregó—, esta es la tuya... —dijo dándole a Bakugô otra— ¡Ah! Y creo que esto ya está —se sacó el cable de la boca y comprobó el estado de la batería del móvil—. Sí, ya está. Toma —al no recibir ningún agradecimiento por parte del rubio, añadió un sarcástico «¡De nada, hombre!» mientras seguía buscando en los envoltorios—. ¡Y la con queso para mí!

Comenzó a morder su hamburguesa con alegría y se fijó en sus amigos mientras daba un gran sorbo a su CocaCola; el rubio engullía su cena con furia, evitando a toda costa la mirada de Eijirô, quien parecía haber perdido su apetito. Sin embargo, había algo más raro...

— ¿Estáis bien? Estáis los dos súper colorados.

Aquello hizo enrojecer todavía más a los aludidos. Katsuki casi se atraganta con la comida.

Más allá de aquello, la cena prosiguió con normalidad, aunque fue más silenciosa de lo habitual.

• • •

— Bueno, ha estado buena la tarde, ¿no? —preguntó Denki con esa característica sonrillisa boba suya— Al final parece que... —detuvo en seco su paso— ¡Ay, Dios mío de mi vida!

— ¿Kaminari? —se preocupó por él su amigo pelirrojo.

— ¡¿Pero estáis viendo esa...?! —el chico eléctrico señaló a una chica solitaria que se veía a través del ventanal de un local— ¡Esa diosa del Olimpo!

— ¿Qué coño te pasa? —preguntó el cenizo, visiblemente molesto.

— ¡Eso me pasa! —dijo sin apartar la vista de ella— ¡Es una oportunidad única en la vida! ¡Jamás veré de nuevo a un pibón semejante!

— ¿Pero tú no decías que tenías a Jirô en el bote? —le comentó Kirishima, divertido.

— Pero no viene mal tener una de repuesto, por si acaso —les guiñó un ojo.

Bakugô rodó los ojos, mientras que su otro amigo emitió una ligera risilla irónica.

— Dadme un momento —les rogó a sus compañeros ya dirigiéndose a la puerta del bar—. No os vayáis, eh. ¡No os vayáis! ¡Qué os conozco!

Los otros dos chicos decidieron hacerle caso (bueno, más bien, Bakugô decidió hacer caso a las súplicas de Kirishima para que no se fuera) y se apoyaron en la pared. Katsuki miraba al cielo, en el que se podían comenzar a ver algunas estrellas, erguido en su clásica postura con las manos metidas en los bolsillos.

Eijirô pensó que la luz de la luna le sentaba realmente bien.

El pelirrojo en sus fantasías se habría atrevido a acorralarlo contra el edificio y hacer el clásico kabe-don de los mangas shôjo; sin embargo, el que estaba allí era su yo real, por lo que tuvo que conformarse con un intento de agarrarle la mano al rubio.

Solo intento porque comenzó a deslizar su mano tímidamente hacia Katsuki, sin darse cuenta de que, como había visto hace dos segundos, tenía las manos metidas en los bolsillos, por lo que ahora mismo le estaba acariciando el muslo.

En cuanto se dio cuenta, se apartó. Se quería morir en ese mismo instante; deseaba con todas sus fuerzas que la tierra lo tragara.

En un inicio pensó que el chico explosivo no iba a emitir respuesta, mas enseguida la cruel realidad le dio un tortazo, pues lo que estaba haciendo el rubio en realidad era girar la cabeza muy, pero que muy, lentamente hacia él, con un aura asesina.

Y eso sí que le estaba dando mucho miedo.

— ¡Ah, me están llamando! —excamó sacando móvil del bolsillo, poniendo una pésima excusa— Un momento, por favor.

Y se fue corriendo. No al fin del mundo, pero sí a lo que consideró que sería una distancia segura.

Bakugô lo siguió con la mirada y cuando el pelirrojo se detuvo a unos diez metros de él, resopló y se dejó caer de nuevo sobre la pared.

Enseguida apareció Denki por la puerta, llevando una sonrisa más rota que sus pantalones. Era obvio que le habían dado calabazas a la primera oportunidad.

— ¿Cómo te ha ido, rompecorazones? —se burló de él.

— La verdad es que prefiero no hablar del tema —carraspeó—. Por proteger la intimidad de la chica y tal.

— Ajá.

— ¿Y Kirishima?

— Hablando por teléfono.

— Ah.

Se formó un incómodo silencio que se hizo eterno para ambos, hasta que el de ojos amarillos se decidió a sacar el tema de conversación:

— Y bien... ¿habéis hecho algún avance?

— ¿Qué?

— Ya sabes... con Kirishima.

— ¿Cómo?

— Oh, venga, no me jodas. Si lo sabe todo el mundo. Hasta yo.

— ¿Huh?

— Vale, puede que no sea el más listo de la clase, pero hasta yo me he dado cuenta —el otro rubio aún no daba crédito—. Tío, sois dos tortolitos.

— ¿Qué?

— Antes os he visto cogidos de la mano, en el McDonalds. Y estábais los dos como un tomate —le respondió alzando las cejas y con una sonrisa pícara.

Le gustaba ser él quien se metiera con Katsuki por una vez.

— O sea, que me estás diciendo que de verdad has venido hoy solo para joder. Lo sabía... —sus ojos rubíes brillaban con ese tétrico resplandor que tanto asustaba y que hizo a Denki volver a sentir peligro de muerte.

— No, no, no, no —se apresuró a responder, nervioso—, al revés. He venido porque no hacíais nada. Y no me extraña: ¡Todo lo que hacéis cuando quedáis es hacer ejercicio! ¡Sois unos...! —chasqueó la lengua— ¿Cómo se llama esto...? Los que son adictos al deporte... Tenía una equis...

Parecía que iba a comenzar a expulsar humo por las orejas o a entrar en estado de cortocircuito.

— ¡Dislexia! No, creo que esa no era... —se llevó una mano a la barbilla— ¿Anorexia? No, esa tampoco... ¡Ah, claro!  —se le encendió la bombilla— ¡Papiroflexia! Eso. Qué sois unos papirofléxicos.

Bakugô solo se estaba descojonando en su cara.

— Y en fin, ¡que tenéis toda la sangre en los músculos y así no podéis pensar en vuestros sentimientos!

"Sentimientos". Aquel eufemismo tan cliché hizo enrojecer al otro muchacho, quién se tapó la cara por la vergüenza, a lo que el rubio eléctrico volvió a su expresión burlona.

— Así que tú... ¿has estado todo el día...? —preguntó Katsuki.

— Exacto —contestó, orgulloso.

— ¿Lo del móvil también fue...?

— Por supuesto. No le estabas echando ni cuenta. Sí no, te lo habría devuelto enseguida. ¿Cuánto te crees que tardo en cargar un móvil? Por favor... ¿quién te crees que soy? —resopló, arrogante.

— Valiente imbécil que estás hecho —añadió el de ojos escarlata por lo bajo.

— Solo tienes que ir a por él, hombre —le dio un codazo amistoso—. Tú sí que lo tienes en el bote.

En ese momento, Kirishima regresó, aún un poco exaltado y con cierto rubor en las mejillas.

— Ah, ya has vuelto —dijo el pelirrojo refiriéndose a Kaminari—. Pues entonces supongo que ya nos podemos volver.

Bakugô se pasó el resto del viaje de vuelta sin abrir la boca, mirando al suelo, con cara de enfado y pateando cada pequeña piedra que veía.

• • •

Dejaron a Denki en su planta. Les contó que quería irse a dormir cuanto antes, que estaba reventado a causa de todo el ejercicio que le habían hecho hacer esa tarde, aunque en realidad se hubiera conseguido escaquear de casi todo.

Las puertas del ascensor se cerraron y comenzó a subir de nuevo. Ninguno de los dos chicos intercambió palabra. Llegaron al cuarto piso y se dirigieron rápidamente a sus habitaciones.

El pelirrojo abrió su puerta y, antes de entrar, se dirigió a Katsuki, pero sin decidirse a mirarlo, con una sonrisa un tanto decaída: —Bueno, hasta mañana. Buenas noch-...

Fue interrumpido por una mano que lo agarraró por la solapa de la camisa.

Y fue acallado por un corto y agresivo contacto contra sus labios.

Desgraciadamente, cuando se dio cuenta de que aquello había sido nada más y nada menos que un beso, ya era demasiado tarde, pues el rubio se había separado de él y lo había empujado dentro de su propio dormitorio.

Para cuando logró salir de nuevo al pasillo, no había rastro del chico explosivo, por lo que se encerró de nuevo en su cuarto.

Sus múltiples chillidos de victoria fueron capaces de oírse por media residencia. O quizás por la residencia entera.

Especialmente bien los pudieron escuchar las tres cabezas asomadas en la esquina del corredor. Tres cabelleras de diferentes colores: una negra, una amarilla y otra rosa.

La fucsia se estaba conteniendo todo lo posible por no desgañitarse también, mientras que la rubia se pavoneaba, ufana, ante la morena.

— Os dije que lo dejárais todo en mis manos.

— Pues sí que te ha salido bien la jugada —le respondió el de pelo azabache—. Por fin esos dos han llegado a algo, que tenían a toda la clase en ascuas. Aunque ahora tendremos que soportarlos dándose mutuo amor todo el santo día... No sé si estoy preparado para eso.

— ¡Kaminari! —exclamó la única chica allí presente, destapándose la boca— ¡Nunca pensé que diría esto, pero, Kaminari, eres un genio!

× × ×

¡Hola!

Sí, dije que iba a subir más cosillas.

Esta es la primera, de espero que muchas, historia KiriBaku que hago. Por si no lo sabíais, estos dos tontos son mi otp suprema de la existencia y moriría por ellos, la verdad. 

Oh, y también me encanta Kaminari.

¿Y que pasa cuando juntas el KiriBaku y a Kaminari?

¿Un trío?

Quizás. Pero eso en otra ocasión.

Este os es solo una chorrada de intento de comedia que hice porque amo a mis bebés, bye. 

Espero haber plasmado bien la personalidad de Bakugô, que creo que es lo más complicado del asunto.

Ah, y por cierto, está ligeramente basado en el siguiente vídeo: 

https://youtu.be/ut2vIZ-4W4c

No es exactamente igual, pero si me inspiré en él y el orden de los acontecimientos es parecido.

Id a verlo porque es una maravilla, de verdad. Oro puro. 

¡Hasta luego!

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