Capítulo 8.
Aristóteles
Mis primos y yo nos bajamos de la limusina del abuelo, que pasaba nosotros a nuestras respectivas mansiones y nos llevaba al Instituto Pípiris-Nais —un nombre extraño, si me preguntaban, pero ni mi familia ni yo fundamos ese lugar—. Mientras nos dirigíamos al aula correspondiente, varias chicas nos miraron con interés, incluso visualicé a la amiga de María Susana dando saltitos para llamar nuestra atención. Aquiles volteó el rostro para no mirarla pero Adonis la saludó con amabilidad.
Por mi parte, la ignoré y seguí caminando, viendo a todos pero sin prestarles atención, como siempre. Había muchas chicas detrás de mí pero no me interesaban, en primera no podía tener una novia en el colegio y en segunda, no había nadie lo suficientemente significativo para que me cautivara, o eso creí, porque desde hacía semanas una enana de pelo morado no salía de mis pensamientos.
Desde pequeño mis únicos amigos fueron Adonis y Aquiles, fuera de ellos no tenía a nadie. Nuestros padres nacieron trillizos, cada uno escogió una esposa —curiosamente con cabellos de tonalidades diferentes— e hicieron una boda triple, incluso nuestras mamás se pusieron de acuerdo para embarazarse al mismo tiempo y que nosotros fuéramos como hermanos. Casi se logró su cometido, solo que Adonis, siempre adelantándose a todo, nació prematuro, dos meses antes que Aquiles y yo.
Incluso siempre fuimos a la misma escuela y estaba bien con eso, los quería mucho y, a pesar de nuestras diferencias, nos entendíamos, pero esos últimos días me sentí agobiado por tener que ir a los mismos lugares que ellos.
Se suponía que Adonis, al ser el mayor, tendría que ser el futuro dueño de Merme D, la empresa del abuelo, que se encargaba de vender mermelada —obviamente—, entre otros productos embotellados. Sin embargo, al ver la personalidad despreocupada de mi primo y que prefería dedicarse a las artes, al final la familia decidió que yo era el más apto para heredar la compañía, pues de los tres siempre fui el más responsable y estudioso. Antes me enorgullecía ser la mejor opción y a mis primos nunca les importó que me eligieran pero empezaba a cambiar de opinión, era injusto que ellos pudieran hacer lo que quisieran y salir con cualquier chica y yo no.
Entré al salón y, segundos después, Aquiles y Adonis también ingresaron. Algunos compañeros nos saludaron con reserva, siempre era lo mismo, nos veían como reyes porque nuestra familia era la que más aportaba donaciones a la escuela, y admito que el porte soberbio tampoco era de mucha ayuda; siempre fue igual hasta la llegada de María Susana, me gustaba que nos retara y no se sintiera inferior solo por su clase económica.
Al principio me pareció una loca —y sí estaba—, desafiando mi autoridad y haciendo comentarios fuera de lugar, pero después de algunos días conviviendo con ella, me acostumbré a su extraña forma de ser, aunque no distinguía bien si me aterraba o me gustaba. Una noche soñé que me encadenaba como a un esclavo sexual, me desperté sudando, sin distinguir si había tenido una pesadilla o un sueño erótico... probablemente una combinación de ambos.
Los minutos pasaron, llegaron los demás pero María Susana no se presentó; era extraño, ya que nunca faltaba. Cuando terminó la primera clase, aprovechando que aún no llegaba el siguiente profesor y que la mayoría de nuestros compañeros salieron del salón, volteé hacia mis primos.
—¿Saben por qué no vino María Susana?
—¿Por qué habría de saberlo? —Preguntó Adonis, mirando su celular.
—Sé que ustedes tienen su número, pregúntenle —ordené.
—Pregúntale tú —murmuró el rubio. Lo vi con enojo.
—A mí no me dio su número —mascullé. Odiaba que se llevara bien con ellos pero que tuviera una mala imagen de mí, la última vez dio a entender que la despreciaba, como si fuera un idiota superficial... Tal vez sí lo era, pero a ella no la menospreciaba, jamás lo haría.
—Te lo paso. —Me sonrió.
—Emmm... —No supe qué responder, pude aprovechar la oportunidad pero mi cerebro se bugeó.
—Ya le mandé mensaje —respondió Aquiles, atrayendo nuestra atención—. Ayer en la noche estaba bien, no sé qué le habrá pasado.
Adonis y yo cambiamos nuestras expresiones a unas llenas de confusión.
—¿Cómo sabes que ayer en la noche estaba bien? —Pregunté.
—Salimos a cenar —dijo con indiferencia.
Sentí la rabia recorrerme, ¿por qué carajos salía con mis primos? Adonis me miró con burla y yo exigí una explicación.
—¿Por qué saliste con ella a cenar?
—Mi cita no pudo ir, le sacaron las muelas —explicó—. Así que la invité a ella y aceptó. Ah, ya me respondió. —Vio la pantalla de su celular—. Me dijo que se indigestó y no me sorprende, su madre tiene razón, es equivalente a un cerdo, ¡traga como uno!
—¡No la compares con un cerdo! —Exclamé con furia. Aquiles parpadeó varias veces, viéndome con atención.
—¿Por qué te enojas?
Adonis soltó una risita molesta. Lo quería mucho pero en ese momento me dieron ganas de borrar esa sonrisita perfecta de un golpe.
—Ay, Aquiles, es obvio que está celoso. —Me señaló.
—¿En serio te gusta la Pulguita? —Aquiles soltó una risa—. Pero es una cosita chiquita, ayer hasta la confundieron con mi hermanita.
—¡Cállense! —Vociferé, atrayendo la atención de los compañeros que estaban en el aula. En seguida bajé la voz—. Digo, sí está bajita pero no luce como una niña —murmuré—. Además es divertida y... —Me detuve—. ¿Por qué les doy explicaciones a ustedes?
—Pues apúrate a pedirle una cita, primito, que te la voy a quitar —rio el pelirrojo—. Le pediré otra cita pero ya en serio.
—No te atrevas. —Lo señalé con un gesto amenazante.
—Sí me atrevo. —Me sonrió con burla.
—¡No!
—Sí.
—¡Que no!
—Que sí.
—Basta —se entrometió Adonis—. La pobre está enferma, hay que visitarla saliendo de clases, así le pasas los apuntes y la tarea. —Colocó la mano en mi hombro—. Ah, mi bello primito, estoy orgulloso de ti, mucho tiempo creí que no te interesaban las chicas.
—Cállate —mascullé.
—Y Aquiles, no se te ocurra meterte. —Lo señaló—. Sabemos que tú puedes conseguir otros ligues pero para que a este güey le guste alguien está cabrón.
—Pero él tiene a...
—¡No importa! —Exclamó—. Además a ti no te interesa María Susana, solo lo quieres fastidiar.
—Es cierto. —Se cruzó de brazos—. Bueno, Aris, tienes nuestro apoyo, así que no la cagues.
Regresé mi mirada al pizarrón, dispuesto a no contestarles, pero nuestra atmósfera fue rota por la risa tonta de Luis.
—Ustedes no son nada discretos, escuché todo.
Volteé hacia él con un gesto amenazante.
—Piérdete, cuatro-ojos, y si dices algo te parto tu madre. —Le enseñé mi puño.
—No te atreverías.
—Cállate, a ti María Susana te rechazó, te dijo "qué perro asco" cuando la invitaste a salir.
La compañera que estaba sentada a su lado, cuyo nombre era Fiona y también formaba parte de los mateatletas, soltó una carcajada.
—Es cierto, yo estuve ahí.
Fiona siguió riendo y mis primos se unieron al coro de carcajadas. Luis, apenado, fijó su vista en su libro de matemáticas.
***
Después de clases, fuimos a casa de María Susana. Insistí a Aquiles para que no fuera, alegando que faltaría a su práctica de Atletismo, pero dijo que podía ausentarse un día sin problemas. En realidad no quería que estuviera cerca de María Susana pero no podía decírselo directamente.
Una vez que llegamos a nuestro destino, la señora Jessica nos recibió con emoción. Nos pasó a la sala de estar y preguntó si queríamos algo de comer.
—No, gracias —respondí por los tres—. Supimos que María Susana está enferma y la vinimos a visitar.
—¡Ay, qué amables, mis lindos yernos! —No me molestaba que me llamara así, me agradaba en demasía la idea. Estaba seguro que a Adonis también le gustaba que le dijera de ese modo.
—Jessica —el confianzudo de Adonis se dirigió a la mamá de María Susana—, ¿no está Karen por aquí?
—No, está en la universidad —comentó apenada—. Pero Pelusita sí está, si quieres te tomo una foto con el gato feo para enseñársela a Karen.
—¿Haría eso por mí? —Preguntó con emoción.
—Claro, ven.
Mientras Adonis se retrataba con el gato viejo y gris, Lira se acomodó el cabello y se acercó a Aquiles.
—Hola.
—Hey. —Acarició su cabeza con un gesto cariñoso—. ¿Cómo sigues? ¿Te fue bien en la escuela?
—¡Sí! Al principio me quisieron molestar porque Masiosare les contó que me dejó pero antes de patearlos preferí decirles otra cosa.
—¿Qué les dijiste? —Sonrió.
—Les enseñé una foto tuya, les dije que eres mi novio y futuro esposo y se callaron. —Le mostró una enorme sonrisa, mientras que la de él desaparecía. Alcé una ceja al escuchar eso, ¿de qué me perdí? Aquiles se quedó pasmado al oír eso.
—¿Qué? ¿De dónde conseguiste una foto mía?
—El día de la obra de Maricucha, Karen les tomó fotografías a todos sin que se dieran cuenta. —Se encogió de hombros—. Es lo de menos. Primero no me creyeron, dijeron que la saqué de Internet, así que les enseñé una foto que tomó de ambos, yo veía mi celular pero tú me observabas a mí. —Procedió a explicar con voz muy rápida—. ¡Qué tierno!
—Oh... Bueno, me alegra haberte servido como excusa. —Soltó una risa nerviosa.
—¿Excusa? Yo solo dije la verdad. —Lo abrazó por la cintura. Aquiles volteó hacia mí, pidiendo ayuda, pero me limité a sonreír con burla, ¿en qué se metió ese imbécil?
—Ayer salí con tu hermana —dijo para que tomara en cuenta que ella era muy pequeña. No me hizo gracia recordar aquello.
—¿Y qué? Prefiero que estés con ella y te cuide por mí a que salgas con alguna putigolfa. —Estuve a punto de soltar una carcajada pero me contuve; por su parte, Aquiles se quedó en shock—. Por cierto, espérame un momento. —Lira salió corriendo y regresó con una hoja—. Toma, hice esto para ti.
Aquiles tomó el papel y me acerqué para ver qué era. Tenía un dibujito de los dos y arriba estaban sus nombres escritos en un corazón rojo, estaba muy bien hecho para ser el trabajo de una niña de trece años. Me mordí el labio inferior para no reír, no quería ofender a Lira, esa mocosa era aún más peligrosa que María Susana.
—Ah, qué bonito —musitó Aquiles con tono neutro, guardando el dibujo en su mochila.
—¿Sí te gustó? —Preguntó con emoción—. ¡Me alegra mucho! Podemos mandar a hacer una lona con el dibujo para el día de nuestra boda...
Aquiles me volvió a enfocar con desesperación, así que carraspeé para atraer la atención de los presentes.
—Señora, ¿podemos ver a María Susana? Queremos saludarla.
—Ah, está en su habitación, pasen.
Sin perder más el tiempo, entramos al cuarto de nuestra compañera. Me encontraba nervioso, ¿qué le diría al verla? Me sentí un poco decepcionado —y aliviado— al notar que dormía, no hablaría con ella pero al menos podría admirarla.
Adonis, aprovechando que nadie le reclamaría, empezó a esculcar entre sus cosas. Lo vi con reproche pero no le importó, tomó un álbum de fotos que estaba en su escritorio y empezó a hojearlo.
—Una foto de Karen de chiquita —musitó—. La voy a tomar prestada. —La sacó del álbum y la guardó en su mochila. En seguida agarró otra libreta pequeña que parecía su diario.
—Deja eso —ordené pero no me hizo caso y lo abrió.
—No escribe cosas interesantes. Lo último que dice es "fui a cenar con el idiota de Aquiles y me indigesté. Valió la pena".
Lo ignoré y me acerqué a la cama, donde Sue dormía profundamente. Se veía tan hermosa, sus facciones finas, sus largas pestañas, sus labios delgados, su respiración acompasada, toda ella emanaba un aura angelical. Un pequeño hilo de saliva salió de su boca, así que sonreí con ternura y me dispuse a buscar un pañuelo dentro de mi mochila para limpiarla. Aquiles se colocó a mi lado y la miró con atención.
—Qué asco, está babeando. En verdad es una cerda.
Lo vi con enojo.
—No le digas así —mascullé—. Es normal, déjala en paz.
—No digo mentiras. —Sacó su celular para empezar a tomarle fotos.
—Cállate. Y deja eso. —Le quise quitar el equipo pero no se dejó.
Adonis, que seguía revisando entre sus cosas, atrajo nuestra atención.
—Miren sus pantis. —Las sacó de un cajón, tomándolas con los dedos índices y pulgares; eran unos calzoncitos rosas con corazones rojos que me parecieron tiernos. «A menos no tiene ropa de cuero y un látigo como en mi sueño» pensé con alivio—. Están chiquitas, justo como supuse... Buscaré unas para ti, ¿cuál prefieres, las que tienen monitos de caricaturas o las de estrellitas?
—Deja eso en su lugar —ordené—. Estás invadiendo su privacidad.
—Al menos no la observo dormir como un degenerado.
—No soy un degenerado.
—Sí eres un degenerado, viendo dormir a tu puerquito. —Lo apoyó Aquiles.
—¡Que no soy un degenerado!
María Susana soltó un quejido, se removió y nos enfocó con los ojos entrecerrados. Me sentí culpable por despertarla pero sonreí porque podría charlar con ella.
—Qué pesadilla, los Triple P en mi cuarto —murmuró y se dio la media vuelta. Suspiré un poco decepcionado, seguía llamándonos de ese modo. Después de unos segundos, se sentó en la cama y nos enfocó con los ojos muy abiertos—. No puede ser una pesadilla, se ven muy reales... —En seguida vio a Adonis, que seguía revisando sus cosas, así que soltó un grito muy fuerte, logrando sobresaltarnos—. ¡AAAAAH¡¡LÁRGUENSE DE AQUÍ! —Salimos de ahí despavoridos mientras nos aventaba una almohada, varios peluches y un reloj despertador que me pegó a en la espalda.
La señora Jessica y Lira se despidieron de nosotros, solo pudimos corresponder de manera rápida y corrimos hacia la limosina, que nos esperaba fuera de la casa de María Susana.
Ya conocemos más a Aris. Parece que él sí está muy interesado en Sue. A ver qué sucede.
Espero que les guste el capítulo, y ya saben, sus votos y comentarios me ayudan mucho. Incluso pueden oprimir la estrellita y cuando tengan red, eso se reflejará.
Y ya saben, si les gusta la historia, recomiéndenla a sus amigos, a sus abuelitos y a quien le guste leer xD
Nos vemos pronto :3
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