Capítulo 33.

Aquiles.



Entrar a la universidad fue desgastante, había tantos pendientes y tareas que al principio prefería ignorarlas y dormir, pero ni siquiera descansaba bien por la preocupación.

Mis primos y yo, al igual que María Susana, fuimos a la capital del país, donde se encontraba la máxima Casa de Estudios. La Pulguita y Adonis iban en la misma facultad, lo que dejaba a Aristóteles más tranquilo.

Los tortolitos aprovechaban los fines de semana para salir, a veces nos invitaban a Adonis y a mí. En el fondo sentía cierta lástima por mis primos, ellos tenían novias y lucían felices pero me parecía fastidiosa la idea de mantener una relación, por mi parte prefería ser libre y salir con muchas chicas sin tener nada serio.

Meses después me tuve que aplicar bastante en la escuela para no reprobar ninguna materia pero en la cuestión sentimental me mantuve de la misma manera, fiel a mi mantra de "no tener relaciones formales".

En nuestra graduación, nuestra familia fue hasta la capital para felicitarnos y pasar tiempo con nosotros, incluso el abuelo Arquímedes acudió. Asimismo, también invitamos a María Susana y a sus padres y hermanas. Decidimos rentar un pequeño salón y contratamos algunos chefs para que hicieran diferentes platillos.

Adonis se puso feliz al ver a su novia después de tantos meses.

—¡Karen, mi amor! —Exclamó en cuanto la vio y fue hacia ella para abrazarla con fuerza—. ¿Cómo has estado?

—Bien, ¿y tú?

—Mejor ahora que te veo... —Rodé los ojos y saqué mi celular, me era más interesante que ver a esos dos—. ¡Ahí está la arranca-dedos-tres-mil! —Solté una risa al escuchar ese apodo.

—Basta, no me digas así.

—Bueno, entonces sigues siendo Odile, te queda.

—No me compares con esa.

—¿Sabes quién es?

—No, pero cállate.

Siempre que Lira estaba cerca de mí revoloteaba a mi alrededor, así que me pareció extraño que no se acercara a saludarme. Por pura curiosidad, levanté la vista de mi celular para enfocarla, tenía mucho que no la veía. Admito que me sorprendí, lucía tan diferente a la última vez que la vi, y era obvio, cuatro años no pasaron en vano.

Ya no era una niña, su apariencia infantil había desaparecido por completo. Llevaba un vestido negro que marcaba sus curvas, maquillaje oscuro y unas zapatillas de tacón alto. «Se volvió gótica» pensé con impresión, analizándola. «María Susana tenía razón, Lira se volvió más alta que ella, parece mayor». La chica, al sentir mi mirada, volteó hacia mí pero a diferencia de otras ocasiones, no se acercó, así que tuve que hacerlo yo.

—Aquiles —pronunció cuando estuve frente a ella.

—¿Ahora no me saludas? —La miré de arriba abajo, examinándola más de cerca.

—No te había visto —sonrió con falsedad. Fruncí el entrecejo al escuchar semejante mentira pero no se lo discutí, me limité a meter las manos en los bolsillos de mi pantalón.

—Ah. ¿Cómo has estado?

—Bien, gracias, ¿y tú?

Intercambiamos unas cuantas palabras por pura formalidad. El señor Zanata me echó miradas furiosas, no obstante lo ignoré.

Después de algunos minutos, la mamá de Adonis, que fue la encargada de organizar todo, indicó que fuéramos al comedor. La comida familiar fue un éxito. Aristóteles y Adonis se sentaron junto a sus novias, asimismo preferí colocarme al lado de mis padres.

—¿Y dónde dejaste a la bebé? —Preguntó Adonis a Karen. Me causaba cierto repelús que se refirieran a ese animal como un ser humano.

—La dejé con mi tía.

—¿La que tiene muchos gatitos?

—Sí. Mamá dice que tenía miedo que terminara como ella pero no le veo nada de malo, creo que es genial.

—¿Verdad?

Rodé los ojos e hice una mueca, esos dos me desesperaban. De pronto mi mirada se conectó con la de Lira, que estaba en el otro extremo de la mesa. Al mirar mi mohín, me sonrió, tratando de disimular su diversión. Le devolví el gesto y nos quedamos observándonos unos segundos más, hasta que ella desvió la vista y volvió a enfocarse en su plato de comida. Chasqueé la lengua e hice lo mismo.

Cuando terminamos de almorzar, nos quitamos del comedor y fuimos a una salita que la tía Alina mandó a colocar para ese día. A pesar de estar todos juntos, las conversaciones se dividieron por grupos. Al no tener con quién charlar, pues prefería mirar a los demás, enfoqué a María Susana y Aristóteles. Su relación me seguía pareciendo curiosa, sobre todo porque al principio peleaban mucho y después tuvieron algunos inconvenientes para poder estar juntos. Tenía mucho que no veía a la Pulguita, me pareció extraño verla con el cabello castaño oscuro, ondulado y largo, hasta la cintura; muy diferente a cuando la conocimos.

De ahí enfoqué a Karen y Adonis, él estaba recostado en las piernas de su novia mientras ella le acariciaba el cabello. No me sorprendió, el rubio siempre fue como un niño mimado y la pelinegra tenía una actitud consentidora.

De repente sentí una mirada sobre mí, así que volteé hacia la persona y noté que Lira me observaba con fijeza. Ella, aprovechando el contacto visual, se acercó y se sentó a mi lado.

—Dime, ¿qué has hecho en este tiempo?

Esa ocasión charlamos como dos extraños que empezaban a conocerse. Eso sirvió para que la impresión que tenía de ella cambiara, ya no era esa pequeña inmadura que andaba detrás de mí tratando de impresionarme.

Cuando indicaron que era hora de irnos, miré mi reloj de mano, sorprendido. Para mí pasaron unos cuantos minutos pero en realidad estuvimos ahí más de tres horas.

Cada quién iría a su respectivo lugar de hospedaje. Me despedí con amabilidad de todos y me di la media vuelta, antes de dejar a mis padres en el hotel daría un paseo con ellos por la ciudad pero antes de salir, la voz de Lira me interrumpió.

—¡Aquiles!

Volteé hacia ella con rapidez.

—¿Qué sucede?

—Emm, yo... Quería saber si me puedes pasar tu número, es que... —Colocó un mechón de cabello detrás de su oreja—. Ya sabes, no lo tengo. Maricucha nunca me lo quiso dar —masculló.

—Claro —acepté. Si mis cálculos no fallaban ella contaba con dieciocho años, así que no había ningún problema.

Después de intercambiar teléfonos, nos despedimos con cortesía, justo como lo haces con algún amigo lejano o excompañero de la secundaria.

Me acerqué a mis padres, que me miraron con atención.

—¿Qué? —Alcé una ceja.

Ambos negaron con la cabeza, dejándome confundido. No obstante, no le presté mucha atención a ese hecho y nos pusimos en marcha, estaba feliz de poder pasar tiempo con ellos después de varios meses.


***



Al poco tiempo mis primos y yo regresamos a nuestra ciudad de origen, al igual que María Susana, ya no había necesidad de seguir en la capital del país, nuestros estudios concluyeron y ya teníamos nuestros papeles con nosotros.

Lo primero que hice al llegar a casa, fue ir hasta mi recamara y admirarla; mamá la mandó a arreglar para que encontrara todo limpio, logrando que una sensación de calidez y bienestar se apoderara de mí.

Días después me llegó un mensaje de Lira, me indicó que la agregara en mis contactos. Me encogí de hombros, hice caso a su petición y le envié un mensaje.


Yo: Ok.


No volvimos a tener comunicación hasta la siguiente semana, me mandó un mensaje preguntando cómo me encontraba y le respondí con la verdad: estaba bien pero me empezaba a embargar una mezcla de incertidumbre e inquietud. Cuando me preguntó el motivo, le expliqué que era tiempo de dejar de ser un estudiante despreocupado, tenía que ver por mi futuro.


Lira: Igual me embarga esa sensación, después de las vacaciones tendré que ir a la universidad y me agobia la idea. Pero sé que te irá bien. Cualquier cosa puedes decirme :)


Le agradecí de corazón y, tomando en cuenta sus palabras, empecé a chatear más seguido con ella. Llegó un punto en que hablábamos casi diario acerca de cualquier tema, nos recomendábamos series, películas, e incluso conversamos de teorías conspirativas, seres sobrenaturales, etcétera, aunque no solo eso, admito que también se volvió una clase de soporte para mí, podía desahogarme con Lira sin sentirme juzgado.

Al poco tiempo, por sugerencia de mis padres, me fui al extranjero a estudiar una maestría, quería prepararme mejor antes de poner mi propio consultorio. Acepté porque me pareció una buena idea y ellos decidieron hacerme una pequeña fiesta de despedida... Sí, a mi familia le gustaba festejar cualquier evento.

Mis primos invitaron a sus novias y, mientras esperaba que llegaran, me encontraba en el asiento principal del comedor exterior que estaba en el jardín de mi casa. Veía mi celular sin mucho interés, hasta que sentí que alguien agarró mi hombro; la sorpresa casi me hizo tirar mi equipo pero, gracias a mis buenos reflejos, lo sostuve al vuelo. Volteé hacia la persona que me tocó y vi a Lira, que tenía una sonrisa burlona en su rostro.

—¡Lira! —Exclamé con asombro, no creí que se presentaría.

—Mis hermanas me dijeron que te vas al extranjero. —Se cruzó de brazos—. No tuviste la decencia de decírmelo directamente ni de invitarme a tu fiesta de despedida.

Me levanté rápido del asiento, colocándome frente a ella.

—La verdad esto fue idea de mis padres, yo ni siquiera les dije a tus hermanas. —Sobé mi cuello con incomodidad—. Fueron los idiotas de Aristóteles y Adonis.

—Ah, mira.

—Es verdad. —No tenía que darle explicaciones pero su mirada molesta me aterró un poco—. Pero qué bueno que viniste, me alegra que estés aquí.

Lira me miró de arriba abajo, haciendo una mueca, mientras la observaba con detenimiento. Llevaba una blusa de tirantes, minifalda negra, botines de cordón y medias de red. «Muy guapa». En seguida sacudí mi cabeza para dejar de tener esos pensamientos prohibidos, estaba hablando de la hermanita de mi mejor amiga.

Me acerqué a saludar a sus hermanas y las invité a acercarse al comedor con mi familia. Después de almorzar, seguimos en el jardín, pues las plantas daban una sensación de frescura que no se obtendría adentro de la casa.

Supuestamente era mi fiesta pero mis padres hablaban con mis tíos y el abuelo, y mis primos con sus novias. Rodé los ojos y saqué mi celular, dispuesto a seguir viendo tonterías, cuando Lira se acercó a mí y me tendió una hoja doblada a la mitad.

La miré con atención, tomé el papel y lo desdoblé. No fue una sorpresa ver un dibujo de mí pero sí sentí una mezcla de nostalgia y calidez al verlo, tenía mucho que no recibía uno de esos.

—Ah, debes pensar que soy patética —suspiró—. De seguro ya tiraste a la basura todos los dibujos que te di antes.

—¿Qué? —Fruncí el ceño—. ¿Cómo crees? Los tengo guardados.

—¿En serio? —Abrió los ojos con impresión pero en seguida su expresión se relajó—. No te creo, de seguro lo dices para no hacerme sentir mal.

—No, es verdad, te lo mostraré.

La tomé de la mano para guiarla hasta mi habitación. Subimos las escaleras en silencio, una vez que estuvimos en el lugar correspondiente, la invité a sentarse en la cama mientras abría mi armario. Después de rebuscar durante algunos segundos, encontré lo que deseaba.

Me senté junto a Lira con una caja de zapatos polvosa —poco me importó en ese momento—, bajo su atenta mirada. Quité la tapa y le enseñé todos los dibujos que me había regalado.

—¡En serio los tienes! —Exclamó con felicidad, sonriendo y achicando sus ojos por el gesto.

—Te dije, los guardé en un lugar especial.

—¿Una caja de zapatos? —Alzó una ceja con diversión.

—No es solo una caja de zapatos, es la de mis tenis favoritos. Además qué tiene, al menos los conservo. —Me crucé de brazos.

—Está bien, tienes un punto —rio, sacando los papeles para verlos—. ¡Oh, no! Dibujaba muy feo. —Me mostró un dibujo donde estaba vestido con un traje de príncipe, similar a los que usaba Adonis en sus obras.

—No digas eso, están bonitos, ya quisiera yo dibujar así —murmuré, guardando mi nuevo regalo con los demás. Lira ensanchó su sonrisa al ver eso.

Mientras ella revisaba cada dibujo con meticulosidad, platicamos de varios temas durante algunos minutos hasta que la puerta de mi cuarto fue abierta con fuerza, azotándose contra la pared.

—¡A ver, a ver, chiflando y aplaudiendo! —Escuché la molesta voz de María Susana—. Tú. —Me señaló—. ¿Qué le haces a mi hermanita? ¿Por qué la trajiste a tu cuarto?

Aristóteles, Adonis y Karen se asomaron con lentitud para ver el chisme.

—¡Ay, Maricucha, qué vergüenza! —Exclamó Lira—. Solo me está enseñando los dibujos que le obsequié.

María Susana nos observó con detenimiento, enfocando su vista en la caja de cartón que su hermana tenía en mano.

—Ay, bueno, perdón, es que cuando una entra a la habitación de un chico para ver "algo" termina perdiendo "algo" —masculló.

Lira se ruborizó y se dio una palmada en la frente.

—María Susana, por favor...

—¿Qué dices, Maricucha? —Escuchamos la voz de Karen. María Susana palideció al ver a su sonriente hermana. La entendí a la perfección, esa loca también me asustaba.

—¡Na-nada! —Exclamó.

—¿Acaso escuché bien? ¿Ya desfloraron a mi hermanita? —Karen volteó hacia Aristóteles sin dejar de mostrar esa sonrisa aterradora. Mi primo tragó grueso y dio un paso hacia atrás.

—¡Karen, ya, por favor! ¡No digas esas expresiones! Y ya tengo veintidós años.

—¿Y eso qué? —Ladeó la cabeza—. Para mí eres mi pequeña hermana. Aristóteles —volteó hacia él, logrando que diera un pequeño brinco por el susto—, tenemos que hablar.

—Emm, no, mira, no es necesario.

—Oh, claro que sí —rio, colocando su mano sobre su boca. Fingía ser adorable pero no le creía nada, esa tuerce dedos era peor de lo que imaginaban los demás y Aristóteles estaba a punto de conocer la verdad.

—¡Por favor, cállate! —Lloriqueó María Susana.

—Tú empezaste con esto, Maricucha —se quejó Lira—. Atente a las consecuencias.

—¡Agh!

Fue mucho drama para mí. Saqué a María Susana y compañía de mi cuarto, solo dejé que Lira se quedara para seguir platicando. Que los otros cuatro se hicieran bola allá afuera.


***



A los pocos meses me fui del país y mis padres me consiguieron un penthouse para que me hospedara el tiempo necesario.

Mientras me preparaba académicamente, mi vida sentimental aún era un desastre. Seguía fiel a mi idea de no tener novia, lo que buscara era ligues para pasar el fin de semana. Me encontraba alguna chica linda en algún bar o antro, la llevaba al apartamento para que folláramos y al siguiente día la mandaba de regreso a su casita. Algunas estaban bien con eso pero otras se indignaban cuando desde un principio fui claro con ellas. No me interesaba mucho percibir su enojo, era su problema, no el mío. Algunas locas me cachetearon un par de veces pero no me importó.

Fuera de eso, no tenía una relación cercana con mis compañeros, al ser extranjero no me tomaban mucho en cuenta ni yo a ellos. Algunas veces hablaba con mis primos pero ellos estaban ocupados con sus asuntos, Aristóteles se preparaba para heredar la empresa y Adonis presentaba varias audiciones para obtener un papel protagonista en alguna obra de teatro. Me habría sentido muy solo de no ser por Lira, chateábamos diario y no me había percatado de qué tan importante era hasta una noche en que después de tener sexo con una compañera de la maestría, ella me mandó un mensaje y yo le respondí casi en seguida.

—¿Te mensajeas con tu novia? —Me preguntó la chica con el ceño fruncido mientras se vestía.

—¿Qué? No, ni al caso, yo no tengo novia.

—Ah, menos mal. Habría sido muy cínico de tu parte el hecho de que tuvieras pareja.

—Nada que ver —mascullé.

—¿Esa chica te gusta? —Siguió hablando. Empezaba a sacarme de quicio que fuera tan curiosa.

—No, ni siquiera sabes si hablo con una chica.

—¿Acaso sonríes como estúpido cuando hablas con hombres? —Me miró socarrona. Sentí que me ruborizaba por la vergüenza—. No creí que jugaras para los dos bandos.

—¡No lo hago! —Exclamé con molestia—. Y ya vete, deja de meterte en mis asuntos.

Mi compañera sonrió con burla y, cuando terminó de vestirse, se despidió. Por mi parte, me quedé viendo mi celular sin saber cómo reaccionar, notando que siempre que hablaba con Lira me sentía feliz y recordando que algunas veces me sorprendí a mí mismo observando las fotos que compartía en sus redes sociales. «Esto no es posible, solo es mi amiguita y ya» quise tranquilizarme.

Sin embargo mi mente no ayudó, pues una tarde vi una foto de ella con un tipo todo feo y escuálido que también vestía de negro. No supe por qué me invadió el enojo pero no tardé ni cinco segundos en mandarle un mensaje a Lira.


Yo: ¿Quién es ese con el que sales en la foto?


A los pocos segundos obtuve una respuesta.


Lira: ¿Disculpa?

Yo: Sí, quién es, no me da confianza, tiene cara de delincuente. Parece rata.

Lira: Pues es mi amigo, así que no permitiré que te refieras a él así... Aunque ahora que lo pienso, sí parece rata.


Tan linda como siempre.


Yo: Ah. ¿Es tu novio?

Lira: No, es un amigo, ¿por qué la pregunta? ¿Celos?

Yo: No, nada que ver, solo me preocupo por ti como una especie de hermano mayor, ya sabes, se lo debo a la Pulguita.

Lira: Ah, ok.


Sentí que metí la pata pero esa situación más los comentarios de mi compañera me dejaron pensando un buen rato, hasta que decidí no darle más vueltas al asunto.



***


Llevé ese ritmo de vida por dos años hasta que terminé mis estudios y regresé a mi ciudad de origen. En el aeropuerto me recibirían mis padres, por eso cuando llegué me sorprendió que no solo estaban ellos sino también una castaña vestida de negro. Después de saludar a mis progenitores, me dirigí a ella. Con veinte años se veía más madura, más serena... más hermosa.

—Hola, ¿cómo supiste que hoy llegaba?

—Literal lo publicaste en tus redes sociales —rio, logrando que me sintiera como un imbécil.

—Sí, bueno. Me alegra que hayas venido a recibirme. —Ella me mostró una enorme sonrisa y me abrazó, logrando que mi pecho se sintiera cálido.

Nos volvimos aún más cercanos pero yo seguía con mis ligues de una noche, hasta una ocasión en que me golpeó la realidad. Al poco tiempo de regresar, decidí mudarme a un departamento, pues ya estaba acostumbrado a vivir solo y me hacía sentir más independiente. Mamá no quería pero al final logré convencerla, también me servía para llevar a mis citas sin tener que dar explicaciones.

Esa noche me dirigía a mi apartamento con una chica, la llevaba de la mano e iba a susurrándole las cosas que le haría en la cama, cuando me quedé de piedra al ver a la castaña frente a la entrada, con una cajita en mano.

—Lira...

Ella se ruborizó y desvió la mirada.

—Creo que vine en mal momento...

—¡No, no, para nada! Esta de aquí es una compañera de la secundaria, la estoy ayudando a llegar a su casa porque es bien mensa.

—¡Oye! —Se quejó la joven a mi lado—. ¡Eres un cínico! —Me dio una cachetada y se alejó de mí con paso firme—. ¡Ojalá tu novia te deje!

Fruncí el ceño y llevé la mano a mi mejilla. Lira se acercó a mí con preocupación y me tomó del rostro para inspeccionarme.

—No tienes nada.

—No —me quejé con tono irónico—. Pero bueno, ¿quieres entrar?

Lira me miró sin estar convencida pero la tomé del brazo y la insté a ingresar al apartamento. Una vez dentro, me tendió la cajita blanca, adentro tenía un pastel, así que corté dos rebanadas y el resto lo guardé en el refrigerador.

Nos encontrábamos frente a frente, sentados en el sofá, con un plato y una cuchara en mano, sin saber qué decir. Noté que su semblante parecía triste.

—Emm —dijo de repente, atrayendo mi atención—. En realidad también vine a hablar contigo.

—¿De qué? —La miré con curiosidad. Ella se tomó su tiempo pero cuando decidió hablar, soltó todo.

—¿Qué soy para ti?

—¿Eh? —Ladeé la cabeza, confundido.

—Dime, ¿acaso solo soy la hermanita de tu mejor amiga? ¿O alguien con quien puedes desahogarte?

—¿Por qué dices eso?

—Porque desde hace un tiempo he notado que tú solo me buscas en las malas. —Me desconcerté al oírla y mi sorpresa fue aún mayor al ver que sus ojos se llenaban de lágrimas—. Me hablas cuando lo necesitas, y no tengo inconveniente en escucharte, pero nunca me invitas a tus eventos importantes, te acuestas con otras y te mensajeas conmigo, me cuentas tus problemas pero nunca me tomas en serio; me siento como un chiste para ti.

—¡No, nada que ver! Yo no te veo como un chiste.

—¡Pero así me siento! —Levantó su voz y en seguida se le escapó un sollozo—. Sé que me ves como una amiga, o ni siquiera eso. No toleraré esta situación más tiempo, no cuando soy la única que sufre.

—¿A qué te refieres?

—¿Eres idiota? —Me miró con rabia, no entendí por qué de repente se molestó tanto.

—¿Por qué tanta agresividad? No sé qué es lo que quieres.

—¡A ti! ¡Te quiero a ti! —Exclamó con fuerza. Nos quedamos en silencio algunos segundos, yo para procesar sus palabras y ella para darme tiempo—. Te he querido desde hace siete años —continuó—, desde los trece he soñado contigo, te veo como mi príncipe, mi chico ideal pero sé que no me ves de la misma manera. Quise alejarme pero no me lo permitiste, me diste entrada, sé que en parte fue mi culpa por aceptar pero ya no aguanto, sufro mucho al saber que me solo me buscas cuando necesitas algo y, al estar bien, te vas a acostar con otras. Ya no lo soporto.

La miré con atención, sin saber qué decir. Cuando tenía trece años y decía que sería mi esposa y que me quería nunca le presté atención, para mí siempre fue una niñita jugando, no supe la magnitud de sus sentimientos hasta ese momento. Tampoco me había percatado de los míos, mi corazón estaba acelerado y sentí miedo de perderla.

Como no respondí nada, Lira se levantó del asiento, agarró su bolso y dejó el plato en la mesa, dispuesta a irse, pero no se lo permití, la tomé del brazo para evitar que huyera.

—¿Qué haces? Suéltame, debo irme.

—No te vayas.

—¿Por qué no?

—Por favor, Lira, no te vayas.

—¡No seré tu idiota, no más! ¡Suéltame! —Sin darle tiempo a que siguiera hablando, la coloqué contra la pared y aprisioné su cuerpo sobre el mío, logrando ruborizarla—. Eh, ¿qué haces?

—No me dejes, por favor. —Me acerqué a su rostro para susurrarle, con la intención de que sintiera mi aliento en su cuello.

—¿Por qué no quieres dejarme ir? —Dijo con voz quedita.

—No te veo como un chiste, Lira, por favor déjame demostrarte que eres muy importante para mí.

Ella tragó grueso y negó con la cabeza.

—¿Y cómo harás eso? Yo no quiero ser una simple amiga.

—Entonces sé mi novia. —Fui consciente de mis palabras justo después de decirlas. Lira me miró asombrada, yo mismo me sentí así pero no me retracté, si era la única manera de que se quedara a mi lado, lo aceptaría. No podía perderla, a ella no.

—¿Eres consciente de lo que dices? —Desvió la mirada.

—Muy consciente.

—Pe-pero... Tú no quieres nada formal.

—Pero tú sí y ya te dije que me importas. Quiero que estemos juntos y que seamos felices.

Lira se quedó pensativa unos segundos, hasta que me enfocó con sus bonitos ojos castaños, esos que me encantaban tanto.

—E-está bien, acepto, pero ya sabes cómo soy. Atente a las consecuencias.

—Con mucho gusto, mi reina.

Me incliné para besarla y me correspondió con fiereza. Sin perder el tiempo, la llevé hasta el sofá, donde estuvimos un buen rato compartiendo besos y caricias. Ahí me di cuenta que era muy diferente intimar con una desconocida a hacerlo con alguien a quien quieres. «Con razón mis primos están locos por sus novias».

De repente cayó un trueno, que nos hizo separarnos con velocidad, y se soltó la lluvia.

—Tengo que ir a casa antes de que llueva más fuerte —comentó, dirigiendo su vista a la ventana.

—O puedes quedarte, es muy peligroso salir con lluvia.

—¿Tú crees?

—Sí.

Tomó su celular y llamó a su madre, diciendo que estaba en casa de una amiga y que se quedaría a pasar la noche. Terminamos de comernos las rebanadas de pastel y decidimos ir a dormir. Estaba recostado en la cama cuando Lira salió del baño con el pijama que le presté, que constaba de una camisa y un short que resaltaba sus piernas blancas.

La castaña se subió a la cama y se sentó encima de mí.

—Lira, no hagas esto...

—¿Por? —Me sonrió con malicia. Fruncí el ceño.

—Tú sabes por qué. —Le valieron mis palabras y se acomodó de manera que nuestras pelvis quedaron aún más cerca—. Lira... —Tragué grueso.

—¿No te arrepentirás?

—¿Qué? ¡No!

—Sabes que puedo ser muy intensa.

—Lo sé.

—¿Crees que valga la pena estar con una chica como yo?

—Por supuesto. ¿Sabes que me encantan las góticas?

—¿Eh? No sabía.

—Siempre soñé con hacerle el amor a una gótica culona —mencioné, logrando ruborizarla.

—¿Ah, sí? Qué lástima que yo no tenga culo...

—Pues yo veo uno muy bonito justo aquí. —Coloqué la palma de mi mano en su trasero y lo acaricié con delicadeza.

—Aquiles, basta —murmuró avergonzada, quitándose de mi regazo y recostándose a mi lado. Le sonreí con burla—. ¿Qué? —Me vio enfadada.

—Te ves linda cuando te enojas.

—Eres un...

No la dejé terminar, pues me incliné para darle un beso que me correspondió en seguida, mientras pensaba que no dejarla ir fue la mejor decisión que pude tomar.





Aw, ¿se cumplió el ship de alguno/a de ustedes? ¿Alguien más quería a Aquiles con Lira?

Iba a partir el capítulo en dos pero lo traigo completo luego de una semana. Y ya está, ahora sí, el último de los Gold tuvo su momento para narrar, ¿les gustó?

Nos faltan dos capítulos y el epílogo, el que sigue es emocionante, así que espero que estén preparados:3

Nos vemos muy pronto.

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