Capítulo 32.


Pronto cumplí los dieciocho, y el quince de marzo Lira cumplió catorce, le hicimos una pequeña reunión con sus amigas y obviamente invité a los Gold. Aristóteles le regaló un perfume famoso y caro, Adonis un kit de belleza que consistía en un juego de maquillaje, un set de brochas y algunas cremas, pero Aquiles, más acertado en su decisión por tomar en cuenta los gustos de mi hermana, le obsequió varias licencias de programas y aplicaciones de diseño que contribuían en su pasión por la moda.

Lira agradeció con amabilidad a Adonis y Aristóteles, pero a Aquiles lo abrazó por la cintura.

—¡En verdad me conoces, amado mío!

El pelirrojo rodó los ojos y le dio unas palmaditas en la cabeza.

—Me alegra que te gustara.

—¿Gustarme? ¡Me encantó! —Lo vio maravillada. Él le sonrió, asintiendo con la cabeza.

Las amiguitas de mi hermana estaban fascinadas con los Gold, pero Lira les dio una advertencia que me dejó boquiabierta no solo a mí sino también al pelirrojo.

—Esos dos son mis cuñados —señaló al rubio y al pelinegro—, y ese es mi novio —apuntó hacia Aquiles, que hizo una mueca al escucharla—, así que no anden de putifantásticas, ¿eh?

—¡Qué suerte tienen!

—¡Ay, sí, Lira, por favor pásame tu secreto y el de tus hermanas!

—¡Sí que funcionan tus amarres!

—De grande quiero ser como ustedes.

Le cantamos las Mañanitas y estábamos a punto de partir el pastel cuando tocaron el timbre. Karen abrió y soltó un jadeo de sorpresa cuando vio a papá al otro lado, llevaba un globo de helio y una cajita envuelta en papel de regalo.

—¡Papá, ¿qué haces aquí?!

—Vine a felicitar a Lira. ¿Dónde está?

Karen señaló a nuestra hermanita, que se acercó a él con paso lento. Una vez que estuvieron frente a frente, la abrazó.

—Muchas felicidades, mi pequeña.

—Gracias, papá. —Le devolvió el gesto.

Jessica no estaba muy conforme con su llegada pero no hizo ningún escándalo y dejó que se quedara el resto de la celebración. Después de partir el pastel, mientras Lira platicaba con sus amigas en su habitación, papá, que estaba en la sala con nosotros, vio a los Gold con una ceja alzada.

—¿Y esos quiénes son?

—Él es mi novio. —Karen tomó a Adonis del brazo, mostrando una gran sonrisa—. Y padre de mi bebé.

Papá, que tomaba refresco mientras la escuchaba, empezó a ahogarse y a toser con desesperación. Le di unas palmaditas para que se calmara; cuando estuvo más tranquilo, miró a mi hermana con los ojos desorbitados.

—Karen, ¿estás embarazada?

—Ay, no. —Hizo una mueca, frunciendo el entrecejo.

—¿Entonces por qué dices que ese chico es el padre de tu bebé?

—¡Es el padre de Diva! —Tomó a la gatita gris y la abrazó.

Papá entrecerró los ojos, como queriendo decir: "debí suponerlo". En seguida enfocó a Aquiles y Aristóteles.

—¿Y ustedes qué?

—Él es mi novio. —Sonreí, señalando a Aristóteles.

—¡¿Tú también?! —Me miró con enojo—. ¡No puede ser! Me voy un rato y mis bebés consiguen pareja. ¡Ahora falta que digan que ese idiota es novio de Lira! —Señaló a Aquiles, que puso una expresión de horror.

—¡Claro que no!

—Más te vale, cabrón. —Papá le enseñó su puño.

—Está esperando a que Lira crezca para eso —sonreí con malicia pero en seguida me arrepentí.

—¡No es cierto! —Exclamó Aquiles.

Papá se levantó, dispuesto a pegarle, pero entre Karen y yo lo detuvimos.

—¡Es mentira, papá! —Exclamé—. Solo bromeaba, él es mi amigo, por eso está aquí.

—Más le vale no acercarse a mi pequeña.

—¡Ni al caso! —Pronunció el pelirrojo.

El resto del día estuvo tranquilo, al menos mamá no persiguió a papá con la escoba ni dejó en ridículo a Lira. Podía decirse que la celebración fue todo un éxito.


***


Antes de terminar el semestre, mis compañeros y yo preparamos todo para entrar a la universidad y salir con buen promedio.

Una tarde me encontraba con Aristóteles en su habitación, haciendo un trabajo en parejas que nos dejaron de la materia de Química. Nos apresuramos a terminar rápido a fin de que nos quedara tiempo para platicar... y besuquearnos obviamente.

Al terminar la tarea, nos recostamos en su cama a ver televisión pero no encontrábamos ninguna película decente. Mientras él buscaba algo que ver, lo miré de reojo. Me seguía pareciendo tan guapo como la primera vez que lo vi, así que tomé su rostro con mis dos manos y lo aproximé al mío para besarlo. Aristóteles me correspondió con ímpetu y, después de un momento, nos separamos para tomar aire pero a diferencia de otras ocasiones, él volvió a acercarse, colocando sus labios sobre los míos, abriéndose paso con su lengua para probar todos los rincones de mi boca.

De repente se colocó sobre mí, agarrando mis muñecas con firmeza. Se separó un poco y noté su rostro enrojecido; a pesar de eso, volvió a inclinarse para besarme pero esa vez dirigiéndose a mi cuello. Sin poder evitarlo, solté un jadeo que logró estimularlo más. Con una mano me tomó de la cintura y con la otra alzó mi falda para acariciar mi pierna. Casi me ahogué con el chicle así que me lo saqué rápido, porque no quería arruinar el romanticismo, y lo pegué en el respaldo de la cama, logrando que Aristóteles riera.

Me sentí avergonzada pero eso pasó a segundo plano al percibir el entusiasmo que mostraba mi novio. Mordí mi labio inferior pero cuando empezó a subir su mano para acercarse a mi ropa interior, no pude evitar hablar.

—Cógeme, hazme tuya, ahórcame, escúpeme, fóllame...

Aristóteles se detuvo, se separó de mí y me vio con atención.

—Sue, por favor, yo no follo, yo hago el amor.

—¡Pues apúrate que te estás tardando! —Exclamé con desesperación. Mi novio soltó una pequeña risita.

—Tú no cambias.

—¡No! ¡Y ya métemela! —Me quejé.

Él volvió a reír y lo vi con enfado, sin embargo segundos después volvió a besarme. Una cosa llevó a la otra y acabamos haciendo el amor —obviamente con protección porque mi mami me dejó muy claro que ella no cuidaría ningún chamaco y pues yo menos—. En todo momento Aristóteles se mostró cariñoso, atento y cálido, preocupándose por mi bienestar y mi sentir.

Cuando terminamos, nos quedamos acostados en su cama; él me abrazó con ternura y besó mis mejillas, mi frente y mis labios con ternura.

—Soy tuyo, Sue, siempre lo seré —murmuró—. Te pertenezco en cuerpo y alma, si quisieras podrías destruirme porque me tienes en la palma de tu mano.

—Jamás te dañaría —musité—. Te amo demasiado.

—Y yo te amo a ti, Sue.


***


Pronto fue nuestra graduación de bachillerato. Aristóteles fue el encargado de decir el discurso y, aunque Aquiles le insistió que nos mentara la madre a todos, él se negó y dijo unas hermosas palabras... tan memorables que ya no las recuerdo pero en ese momento hasta lloré de la emoción. Asimismo, ambos recibimos un reconocimiento académico por nuestras buenas calificaciones. Mamá estaba orgullosa y Karen nos tomó muchas fotos.

—¡Felicidades, Maricucha! —Exclamó Jessica cuando me acerqué con mi diploma.

Papá también fue y me felicitó, le agradecí ese gesto, era lindo que me acompañara en un momento tan importante.

Karen me tomó unas cuantas fotos más y de ahí se dirigió con Adonis, que empezó a hacer diferentes poses para que ella lo retratara. «No cabe duda, siempre hay un roto para un descosido» pensé.

Por su parte, Lira se acercó a Aquiles para abrazarlo y regalarle otro dibujo, que él tomó con gentileza. Papá se enojó al ver eso pero no hizo ningún comentario.

Nuestra fiesta fue en un hotel lujoso, solo estuvo permitido el ingreso de los alumnos de la generación graduada. Antes de entrar, me miré en un espejo que había en la entrada. El vestido que Lira me hizo estaba muy hermoso, era de satén color lila, largo, con escote de princesa. Las zapatillas eran blancas con un tacón ligero para que no me molestaran mucho al caminar. En cuanto a mi peinado, decidí que amarraran mi cabello en una media trenza francesa y me colocaron una horquilla plateada para adornarlo. El maquillaje fue de tonos morados para que combinara con mi cabello y mi vestido. Satisfecha con la imagen delante de mí, sonreí y entré con paso firme.

Algunos compañeros voltearon a verme pero los ignoré y me dirigí a mi grupo de amigos. La primera en notarme fue Lola, que puso una gran sonrisa y se acercó a mí con rapidez.

—¡Sue, qué hermosa te ves! —Me abrazó.

—Muchas gracias, igual tú. —Le devolví el gesto. Su vestido era rosa con brillitos.

Cuando nos separamos, Aristóteles se acercó a mí con una sonrisa y me tendió la mano. No dudé en aceptarla, de esa manera fuimos a nuestra mesa asignada, donde se encontraban los otros Gold, Luis, Fiona y Ronny. Me acomodé junto a mi novio y mis amigos me saludaron con gentileza.

—¡Ay, mira qué perra! Arreglándote hasta luces decente —mencionó Ronny, alzando su pulgar. Rodé los ojos y le enseñé el dedo medio.

—Te ves muy guapa, Chaparrucita —halagó Adonis, logrando que sonriera un poco.

—Concuerdo con él, Pulguita. —Aquiles asintió con la cabeza.

—Gracias, ustedes igual.

Hubo comida deliciosa, alcohol de calidad y música electrónica. Yo quería reggaetón pero mis compañeros se fresearon, no eran como los de mi antigua escuela. «Aguados estos» pensé decepcionada, pero ni modo, tenían que poseer algún defecto.

Después de comer, nos dirigimos a la pista y bailamos entre todos pero después quitaron la música movida para poner una balada y que las parejas aprovecharan. Como en un dorama bonito que vi, Adonis me tendió su mano para que bailara con él. Acepté sin pensarlo, después de todo era mi mejor amigo... y mi cuñado.

—Te quiero mucho, Chaparrucita —mencionó de repente. Alcé mi rostro para enfocarlo.

—Y yo a ti. Gracias por estar para mí.

Me dio un abrazo y se alejó. Ladeé la cabeza, confundida, pero Aquiles tomó mi mano y me atrajo hacia él.

—Es mi turno, Pulguita.

Danzamos un momento sin hablar, hasta que él decidió romper el silencio.

—Sé que tuvimos algunos problemitas pero agradezco que todo se haya solucionado y que seas mi amiga.

Le sonreí y alcé la mano para acariciar su cabello.

—Lo sé, igual me alegra que todo esté bien entre nosotros.

Después de unos minutos, se despidió de mí y Aristóteles, que no me perdió de vista en ningún momento, se acercó y se colocó detrás de mí, colocando sus manos en mi cintura.

—Ahora me toca a mí, Sue. —Que me susurrara cerca del oído y el sentir su aliento en mi cuello hizo que una corriente eléctrica me recorriera. A pesar del tiempo que llevábamos juntos, seguía provocándome esas reacciones. Volteé hacia él con una sonrisa y asentí con la cabeza.

Mi novio colocó una mano en mi cintura y otra en mi hombro, atrayéndome hacia su cuerpo. Dimos unas vueltas y se inclinó para besarme, acto que correspondí en seguida. Al separarnos, me alcé de puntitas.

—¿No quieres ir a otro lado? —Susurré en su oído.

—¿A dónde?

—No sé, pero podríamos ir a cualquier lugar para quitarme este vestido porque empiezo a tener calor, el satén es una tela caliente al igual que yo.

Me alejé un poco para ver su reacción, estaba ruborizado. Ya habíamos intimado varias veces pero él no cambiaba, siempre le avergonzaba mi actitud desinhibida. Era tierno.

—Cla-claro, podemos ir a mi casa si quieres, yo...

—Vamos. —Tomé su mano, alzando las comisuras de mis labios. Él me devolvió la sonrisa y sus ojos brillaron con deseo.

—Como mi Limoncito ordene.

—¡No me digas así! Si lo repites, no haremos nada —amenacé. Aristóteles soltó una risa pero al notar mi mirada seria, asintió con la cabeza.

—Ya, perdón.

—Más te vale, Aris...

—¡Ahora vas tú con ese apodo!

—Dos podemos jugar esto —le mostré una sonrisita maliciosa que se me borró en seguida cuando volvió a hablar.

—Órale, Maricucha, conque así nos llevamos.

—¡¿Cómo me dijiste?! —Exclamé indignada. Él menos que nadie me podía decir ese tonto apodo.

—Ma-ri-cu-cha. —Una expresión burlona se apoderó de su rostro.

—¡Ya verás! —Me quité las zapatillas de tacón para perseguirlo. Salió corriendo, riendo con fuerza, mientras yo andaba detrás de él—. ¡No huyas, cobarde!

Nuestros compañeros, al mirarnos, soltaron algunas risitas pero los ignoré.

—Esos no cambian. —Escuché la risa de Fiona.

—Creo que son lo que más voy a extrañar del bachillerato —dijo Luis—. Son todo un caso. Como nuestros payasos.

Al oír eso, me detuve y me paré frente a Luis.

—¿Qué dijiste? —Lo vi amenazante.

—Nada, nada.

—Más te vale. Ahora si me disculpan, tengo que perseguir a mi novio. —Estuve a punto de correr tras Aristóteles pero sus primos hablaron, atrayendo mi atención.

—¡Me encantan! —Exclamó Adonis sonriendo.

—Son pendejos —musitó Aquiles con una expresión seria.

—¡Por eso! —Rio el rubio.

—¿Ustedes también? ¡Esto no se queda así! —Me dirigí a ellos.

—¡Pulguita, no estamos en la primaria! —Expresó el pelirrojo yendo hacia atrás.

—¡Me vale, ahorita me los voy a fregar, Gold! ¡A los tres!

Corrí tras ellos mientras se alejaban de mí, parecíamos niños jugando a las atrapadas. Los tres estaban a las risas, al igual que nuestros demás compañeros. Después de un momento me contagiaron el gesto.

Al final lo mejor que me pudo pasar fue conseguir esa beca para entrar a ese Instituto y llamar la atención de esos chicos.



Les recuerdo que Aris y Sue ya tienen dieciocho, así que ambos ya tienen la edad del consentimiento de las normas de Wattpad:3

Aww, qué bonis. Levante la mano quien quería escena del frutifantástico con Aris y Sue... Yo sé que no, aquí no somos pecadores xD

Esto último parece escena de dorama, ya saben cual, tiene muchas referencias, jeje. Sé que parece  el final, pero aún nos quedan 3 capítulos y el epílogo, así que espero que continúe viendo por aquí sus comentarios porque me hacen muy feliz. Todavía no puedo responder todos, pero ya los leí.

Les mando un abrazo, nos vemos pronto.



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