Capítulo 31.



El lunes regresé a la escuela, a pesar de estar herida no era algo de gravedad. En el fondo no quería volver, tenía miedo, pero no podía esconderme para siempre, debía enfrentarlas en algún momento. Llegué a la escuela con mi mamá, ella planeaba hablar con el director.

—No te preocupes, hija, voy a solucionar esto, no es posible que te hayan golpeado en una Institución de este nivel, ni en tu anterior escuela donde había criminales hacían esas cosas, ni la Brittany se atrevió a tanto.

—Gracias, ma.

Jessica fue hasta la oficina del director, llevaba la evidencia del video en mano. Por mi parte, preferí quedarme en el pasillo; Lola y Ronny, al verme, se acercaron para preguntar cómo estaba. Luis y Fiona, que estaban cerca de nosotros, hicieron lo mismo.

—Bien, chicos, gracias.

—¡No puedo creer lo que esas perras te hicieron! —Exclamó Ronny con furia—. ¿Qué harás? ¿Las demandarás? Tienes mi apoyo, Maricu... digo puta. —Todos lo volteamos a ver con cara de: ¿Qué?—. Es que te enoja menos que te diga así y... Ya me callo.

—Mi mamá vino a hablar con el director —musité—. Por el momento no quiero ni verlas. Por cierto, ya me dijo mi hermana que ustedes me llevaron a casa, ¿cómo me encontraron? —Me dirigí hacia Luis y Fiona.

Luis me explicó que estaban en la salida de la escuela pero vieron a Mindy y a sus amigas por ahí, les pareció raro porque los viernes a esa hora solo estábamos los mateatletas. Al final desconfiaron porque no me vieron salir del Instituto, así que me buscaron por todas partes hasta que encontraron tirada bajo las gradas. También me comentaron que Samanta envió el video de mi golpiza a una compañera y ella se encargó de mandárselos a los demás, por eso Luis, con toda la pena del mundo, se los enseñó a mi mamá y a mis hermanas.

Les agradecí de corazón, si no fuera por ellos quién sabía cómo habría regresado a casa.

—¿Y cómo sabían mi dirección? —Pregunté con curiosidad.

—El director del instituto es mi tío —comentó Fiona—, entré a su despacho y busqué tu información en la computadora.

—¿Qué? ¿El director es tu tío? —Me quedé boquiabierta. Fiona se encogió de hombros y asintió con la cabeza.

—Sí, ¿no sabías?

—No, a mí nadie me dice nada —me quejé.

—No preguntas... Por cierto, no le dije nada porque no sé qué piensas hacer. —Me miró con atención. Abrí la boca para responder pero en ese momento entraron los Gold, captando mi atención y la de mis compañeros. Era la primera vez que Aristóteles se presentaba después del accidente.

A pesar de que seguían luciendo como divas, a diferencia del primer momento en que los vi, me parecieron encantadores. Sonreí cuando se plantaron frente a mí.

—¿Cómo te encuentras? —Preguntó Aristóteles.

—Bien, gracias, ¿y tú?

Él tomó mi mejilla y se inclinó para darme un beso. Al separarse de mí, me sonrió con ternura.

—Ya estoy mejor.

Nos tomamos de la mano y nos dirigimos al salón con paso lento. Aquiles, Adonis, Luis y Fiona iban atrás de nosotros junto con Ronny y Lola, que decidieron acompañarme.

Al entrar al aula, vi que Mindy y sus amigas se encontraban ahí, riendo como hienas salvajes. La pelirroja me vio con aversión pero su gesto se transformó a uno preocupado al notar a Aristóteles a mi lado. Mi novio estuvo a punto de ir hacia ella para reclamarle pero Adonis se adelantó.

—Así te quería agarrar perra, sucia, degenerada...

—¿Qué?

—María Susana tenía razón, eres una puta vulgar... —Que dijera eso no solo me tomó por sorpresa a mí sino también al resto de mis compañeros, era la primera vez que lo veíamos de esa manera, tan enojado, tan... aterrador. No pude evitar sonreír.

—Pero...

—Eres un ser ruin, no puedo creer que en algún momento llegué a hablar bien contigo pero te pido que jamás vuelvas a mencionar mi nombre porque ese hecho me asquea de sobremanera, me disgustas en demasía, no tienes escrúpulos, ¿cómo pudiste hacerle esa bajeza a María Susana?

—Pero Adonis, ella es una mosquita muerta, yo... —Mindy me señaló pero el rubio colocó la palma de su mano frente a ella.

—Y tienes el descaro de decir eso, en verdad no te soporto —masculló con desprecio—. Te quedó a la perfección el disfraz de zorra. De seguro estás celosa de su belleza, porque ella es bonita y tú estás bien pinche fea...

—Sí, sí, eso, dile más cosas —rio Aquiles. En verdad lo estaba pasando de lo lindo, disfrutando todo el espectáculo.

—¡Ese es mi hombre! —Exclamó Ronny—. Dejando a la perra en su lugar.

—Sí, sí. —Volvió a hablar Aquiles—. Defiende a tu enana... —Aristóteles y yo lo vimos con los ojos entrecerrados—. Digo, a nuestra enana, sí, nuestra. —Me di una palmada en la frente, él era todo un caso.

—No puedo creer que seas tan hija de la chingada. —Adonis los ignoró, dirigiéndose a Mindy.

—Pero Adonis... —sollozó Mindy mientras algunas lágrimas salían de sus ojos.

—¡Y que te quede claro, perra, yo hablo con quien se me pegue la regalada gana!

—Sí, sí —habló Aquiles—. Pégale, ah no, espera, no puedes pegarle.

—Pégale con tu desprecio —mencionó Ronny.

—¿Pueden callarse? —Farfulló Adonis—. Le estoy diciendo sus verdades a esta hija de puta, hija de las mil putas, malnacida, corriente, descerebrada, cretina, insulsa, bruja, cochina, cerda, marrana, puerca, apestosa, inmunda, verdulera, ramera, sin educación, criminal, desgraciada, desalmada, viciada, estúpida, idiota, pendeja, traicionera, indigna, rastrera, despreciable, nauseabunda, maniática, ladrona de oxigeno... —Volvió a señalar a Mindy, que al escuchar todos esos adjetivos empezó a llorar—. Ahora sí lloras, cabrona, pero cuando María Susana te pidió parar con lágrimas en los ojos, no lo hiciste. Y ustedes también, malditas pirujas —les dijo a Samanta y a Erika.

—¡Genial! —Exclamó Aquiles—. ¿Puedes repetir todos esos insultos de nuevo? Es que te quiero grabar. De seguro tu madre pensará que tienes un vocabulario muy floreado...

—Puede hacer un libro de insultos —indicó Ronny—. Me gustaron, los empezaré a anotar.

—Oye sí. —Aquiles le siguió la corriente... O quizás sí lo decía en serio.

Adonis los ignoró, caminó hacia mí y se inclinó para rodearme con sus brazos. Me quedé impactada, no me esperaba esa reacción.

—Lamento que hayas tenido que pasar eso —murmuró acariciando mi cabello mientras las tres perras lloraban.

—No te preocupes, Adonis. Gracias por estar para mí. —Cerré los ojos y recargué mi cabeza en su hombro. Después de un rato, nos separamos.

Aristóteles tenía el entrecejo fruncido pero no se atrevió a decir nada, aunque después de unos segundos su gesto se relajó y palmeó el hombro de Adonis.

—Agradezco que la hayas cuidado mientras yo no recordaba nada.

—No lo hice por ti, la Chaparrucita es mi mejor amiga. —Me tomó por los hombros y recargó su barbilla en mi cabeza.

Aquiles, que no quiso quedarse atrás, tomó mi mano derecha.

—También es mi mejor amiga.

Lola se acercó y agarró mi otra extremidad.

—También es la mía, no me la quieran quitar.

—Ah, no, a mí no me van a dejar atrás, ¿eh? —Ronny me tomó por los hombros, me alejó de los demás y me abrazó—. Esta enana es mía.

—¡Ella no es un objeto! —Se quejó Aristóteles.

Por mi parte, solté una risita, pensando que tenía amigos geniales. Medio pendejos pero maravillosos.

Aquiles propuso que nos saltáramos la primera clase, nunca lo hacía pero esa vez deseaba tomar aire fresco. Estuvimos a punto de salir pero el prefecto entró en ese momento.

—¿A dónde van? —Preguntó.

—Vamos a saltarnos la clase. — Aquiles respondió con la verdad.

—No pueden. Ustedes dos vayan a su salón —les indicó a Ronny y a Lola, que se despidieron y se alejaron con paso rápido—. Por cierto, necesito que María Susana, Erika, Samanta y Mildred vayan a la oficina del director —indicó.

Ladeé mi cabeza con curiosidad.

—¿Quién es Mildred?

—¡Qué tonta eres! —Exclamó Aquiles—. Es Mindy. —Señaló a la pelirroja, que tenía los ojos hinchados de tanto llorar—. La lagrimitas de cocodrilo.

—¿En serio se llama así? ¿Por qué no sabía? Nadie me dice nada —me quejé.

—Hasta el nombre tiene feo —masculló Adonis. Seguía cabreado, lo entendía, yo igual me sentía así.

El prefecto nos dirigió a la oficina del director, donde se encontraban él y mi madre charlando. Aristóteles decidió acompañarme, el inspector le dijo que no era necesario pero él insistió y no pudo negarse.

Cuando los adultos nos miraron, fruncieron el entrecejo.

—Ahí están esas chicas que arremetieron contra la integridad de mi hija. —Las señaló molesta.

—¡Eso no es verdad! —Exclamó Mindy, logrando que mi madre la viera con aversión.

—Hay un video que prueba lo contrario.

—¡¿Qué?! —Mindy se puso pálida—. ¿Samanta, qué hiciste? —La escuché mascullar—. Creí que te quedó claro que ese video no sería compartido.

—Solo se lo pasé a Josefina, quería advertirle que no debía meterse con nosotras.

—Eres una idiota.

El director pasó las manos por su rostro, frustrado. Decidió llamar a los padres de las involucradas, que llegaron en poco tiempo. Al principio quisieron defender a sus hijas, indicando que ellas no eran capaces de cometer esas atrocidades pero cuando Jessica, más que enojada, les mostró el video, donde claramente se veían los rostros de Mindy y Erika, y se escuchaba la voz de Samanta, no tuvieron cómo protegerlas.

Mamá, dramática como siempre, empezó a decir que eso fue intento de asesinato. Asentí con la cabeza repetidas veces, apoyándola.

—¡Voy a poner una demanda! —Exclamó molesta. El director, que estaba muy nervioso, brincó en su asiento al oírla.

La madre de Mindy la vio con desaire.

—¿Ah, sí? ¿Y usted quién es para amenazarnos? —Preguntó con desprecio. Por el director supo que yo era una alumna becada, sin dinero, creía que eso estaba en mi contra, y era cierto, pero no contaba con que Aristóteles se pondría de mi lado.

—Señora Miranda. —Mi novio, que había estado callado, escuchando todo con atención, tomó la palabra—. Soy Aristóteles Gold —se presentó, logrando que lo miraran con ligera impresión—. Y permítanme decirle que estoy de acuerdo con la señora Jessica, esas chicas lastimaron a mi novia —recalcó—, amenazaron su vida e integridad, no voy a permitir que unas matonas compartan clases con nosotros, no solo deberían ser expulsadas, esa demanda tiene fundamentos.

Los progenitores de Mindy palidecieron al escuchar eso.

—Bueno, yo creo que eso es algo exagerado, ¿no? —El padre de Mindy se aflojó la corbata, visiblemente nervioso.

—No, exagerado fue que esas tres hayan golpeado a una compañera y le hayan obstruido el acceso al aire —dijo con seriedad.

—Bueno, ¿podemos llegar a algún acuerdo? —Preguntó con impaciencia. Los padres de las otras chicas apoyaron el cuestionamiento.

Aristóteles nos miró a mi madre y a mí. Jessica se quedó pensativa unos segundos, hasta que se le prendió el foco.

—Quiero que esas niñas sean expulsadas. —Las señaló—. Y no pondré ninguna demanda si acceden a pagarle la universidad a mi hija —mencionó con tono astuto.

—¡¿Qué?! —Exclamó la madre de Mindy. Los demás también la miraron con una mezcla de impresión y extrañeza.

—Eso, quiero que mi hija estudie en la Facultad de Artes, esa universidad es cara para nosotras pero si entre ustedes cooperan para su fondo universitario, no habrá ninguna demanda. —Mostró una sonrisa de oreja a oreja y yo hice lo mismo.

Los padres de las acusadas hablaron entre ellos un momento y al final terminaron aceptando, pagar mi universidad era más económico a recibir una demanda. Creyeron que con eso se solucionaría todo pero Aristóteles insistió en que ellas debían ser expulsadas. Los padres quisieron convencerlo de lo contrario, puesto que ya estábamos en el último semestre, pero se mostró firme. Y dado que su familia aportaba mucho más dinero que las de esas tres, el director lo apoyó a él.

—Ay, mira lo que ocasionaste. —La señora Miranda se dirigió a su hija, que lloraba inconsolablemente—. ¡Y todavía tienes el descaro de chillar así! Solo causas problemas. Ahora te tendremos que meter a una escuela chafa que te acepte solo por dinero y para colmo le pagaremos la carrera a esa niña que le pegaste...

—¡Pero mamá, no pueden hacerme esto! ¡Yo quería graduarme aquí!

—Tú lo causaste, niña tonta.

El ver cómo su madre la trataba hizo que me diera un poco de lástima pero casi en seguida se me pasó, pues ella no me tuvo compasión cuando le rogué que dejara de golpearme. Además no le daban un trato muy diferente al que Jessica tenía conmigo.

Cuando firmamos el acuerdo, con el director como testigo, salí de la oficina junto con mi madre y mi novio. Jessica me abrazó con fuerza y le agradecí por haberme acompañado.

—Te quiero, mamá.

—Y yo a ti, Maricucha.

Nos despedimos de Jessica. Aristóteles y yo decidimos saltarnos la siguiente clase. Nos dirigimos debajo de las gradas, una vez allí, nos sentamos en el suelo y saqué mis audífonos para prestarle uno. El estar ahí me trajo malos recuerdos por lo sucedido con Mindy y sus amigas pero seguía siendo ese lugar especial en el cual compartí tantos momentos con Aristóteles, eso lo compensaba. Mientas oíamos música, mi novio tomó mi mano y la acarició con ternura.

—Lamento no haber estado ese día contigo, de ser así no habrías pasado semejante atrocidad.

—Está bien, no es tu culpa —le sonreí—. Ninguno sabía que eso pasaría.

Aristóteles me tomó de la barbilla y me besó con delicadeza, tratando de no lastimarme por los golpes que tenía en el rostro. Al separarse de mí, me sonrió y posó sus labios sobre mi frente.

—Te amo, Sue.

—Y yo a ti, Aristóteles.


***


Después de clases, los Gold me llevaron a casa en su limosina. En el camino les conté a Aquiles y a Adonis que expulsaron a Mindy y a sus amigas, no había hablado con ellos porque me la pasé todo el día con Aristóteles debajo de las gradas.

Ambos me miraron con triunfo, en especial Adonis. Era muy protector y cariñoso, agradecía tener un amigo como él. El viernes, aprovechando que tendríamos el fin de semana para descansar, en cuanto llegamos a mi hogar, los invité a pasar y aceptaron.

Mamá se encontraba en la cocina y Karen seguía en la universidad. Saludamos a Jessica y pregunté por Lira, que no se encontraba en ninguna parte.

—Fue a casa de una amiga a hacer un trabajo.

—¡Qué bien! —Exclamé. Me gustaba que tuviera amistades, aun si estaban tan locas como ella.

Platicamos un rato y mamá invitó a los chicos a comer pero ellos se negaron, indicaron que su chofer los esperaba y era hora de irse. En lo que se despedían de nosotras, escuchamos la puerta abrirse, así que volteamos y enfocamos a Lira, que se encontraba sonriendo con la boca llena de sangre. Nos dio un pinche susto pero fue aún peor cuando nos contó qué pasó.

Mamá se acercó a ella, histérica, creyendo que se había lastimado pero Lira negó con la cabeza y limpió su rostro con la manga de su camisa escolar, sin importar que se embarrara de sangre. Aquiles también se aproximó a ella con un gesto preocupado.

—¡¿Qué pasó?! —Mamá la sacudió un poco al ver que no respondía.

—Que le arranqué el dedo a la bully de María Susana —respondió con una sonrisa sádica.

—¡¿Qué?! —Exclamó Jessica.

—Sí, eso. Te mentí, no fui a casa de ninguna amiga, busqué a esa tal Mindy, la que le pegó a Maricucha, y la esperé fuera de su casa. Cuando se bajó del taxi me acerqué con lentitud para que no me escuchara y, en cuanto se fue el taxista, la tiré al suelo, la acorralé, le dije "a ver si te vuelves a meter con mi hermana, perra" y la ataqué. Quería arrancarle los dedos con los que le tapó la nariz pero al final solo pude con el índice. —Se encogió de hombros—. Me faltó el pulgar.

Mamá, Aquiles y yo la vimos con horror. No vi los gestos de Aristóteles y Adonis, pues estaban atrás, pero de seguro tenían la misma expresión.

—¡¿Que hiciste qué?! —Exclamó mamá.

—No jodas —murmuró Aquiles.

Mamá mandó a Lira a lavarse la cara y cambiarse mientras los Gold y yo nos quedamos con una expresión estupefacta. Después de unos minutos, mi hermanita apareció frente a nosotros con el rostro limpio, llevaba una blusa oscura y un pantalón de mezclilla.

Jessica la llevó hasta la sala de estar y exigió que contara todo. Lira repitió con más detalles la primera explicación que nos dio. Al escucharla por segunda ocasión, Adonis sonrió con malicia, felicitándola, y Aquiles la miró aún más impresionado.

—No puede ser, Lira, ¿qué harás si te acusan? —La regañó mamá.

—No soy tonta como ellas, no me grabé y no hay pruebas —sonrió.

También nos contó que el video de mi golpiza fue subido a Internet y se hizo medio viral. Me di una palmada en la frente.

—¿Quién lo subió? —Preguntó Aquiles con curiosidad.

—Creo que Josefina, ella fue la que lo difundió en primer lugar —mencioné.

Lira me tendió su celular para que viera los comentarios y reacciones; lo tomé con miedo, temía ser criticada pero me sorprendí cuando vi la mayoría de comentarios y noté que todos estaban en contra de esas tres. Tomé mi propio dispositivo y me atreví a escribir.


Ana Rosita Victoria tenía razón, pegan las vulgares.


Etiqueté a mi nueva amiga en el comentario, hacía poco nos agregamos a nuestras redes sociales, era divertido ver sus publicaciones puritanas. La castaña, que estaba en línea, no tardó en responder.


Obvio, querida, solo las vulgares se rebajan a eso.


Pronto mi comentario llegó a quinientos "me gusta" pero no me di cuenta hasta días después. Incluso vi un comentario de Brittany.


La Britny: Se chingaron a la Marikuchiz. Ni yo me atrebí a ser tan perra.


Tuve que responderle, ni siquiera me importaron sus faltas de ortografía.


Sue: Gracias, Brittany.

La Britny: Ai de nada Marikuchiz. Rekuerda tiens que correr menza.


¡Qué agradable era esa hija de perra! Volviendo al tema, Lira estaba orgullosa de su hazaña y Adonis decidió cambiarle su apodo, ya no era Odile sino La-arranca-dedos-tres-mil.

—Bueno —dijo mamá—. Al menos no tengo que preocuparme por mis hijas mayores, su hermanita las cuida.

—¿Y ellas a mí? —Preguntó Lira.

—No, los demás se tienen que cuidar de ti.

Al otro día en la mañana los padres de Mindy fueron a mi casa a reclamar que mi hermanita le arrancó el dedo. Los Gold, que esperaban esa reacción, decidieron acudir para echarse el chisme.

Los señores Miranda, junto con su hija, indicaron que ellos demandarían a Lira por lo que hizo. La pelirroja, muy enojada, enseñó su dedo cosido, el día anterior se lo pegaron rápido en el hospital.

La acusada comenzó a lloriquear, indicando que ella no hizo nada, que solo era una pequeña niña de once años —mentirosilla la canija—, y que jamás se atrevería a hacer esa atrocidad. Su apariencia la hacía ver inocente, se puso un vestido rosa con encajes, dos coletas, calcetas rayadas y zapatitos azules con moños.

—¡Claro que sí! —Exclamó Mindy, señalándola—. Ese pequeño monstruo-tiburón me arrancó el dedo.

—¡No es cierto! ¡Yo no lo hice! —Lloró Lira.

—Yo le creo a la pequeña —intervino Adonis—. Mindy está loca, es agresiva, ya la vieron, de seguro ella solita se arrancó el dedo y le quiere echar la culpa a la hermanita de María Susana, tiene algo en contra de esta familia...

—¿Es verdad eso, Mindy? —Su madre la vio con severidad.

—¡No! —Frunció el ceño y rechinó los dientes—. ¿Cómo creen que me voy a arranchar el dedo yo sola de una mordida? Ni siquiera es posible. ¡Fue esa niña!

—La verdad, la verdad, no te creo —siguió Adonis. Tenerlo como enemigo podía ser muy desgastante—. ¡Ya vieron cómo es! Esta niña es una ternura, al igual que sus hermanas. —Nos señaló a mí y a Karen, que veía todo con un gesto pasmado mientras acariciaba a la gata.

Los papás de Mindy nos miraron con atención.

—Pues sí tienen cara de pendejas —musitó la madre de la pelirroja. Fruncí el entrecejo, dispuesta a reclamar, pero mamá se adelantó.

—Es verdad, son pendejas, y su hija es la villana. —Señaló a mi excompañera, que puso la mano sobre su pecho con un gesto irritado, aunque la indignada debí ser yo.

—Yo creo que su hija está loca —insistió Adonis.

—Ajá —concordó Aquiles—. Esta niña se la pasa dibujando —señaló a Lira—, no arrancando dedos.

Los padres de Mindy negaron como si su hija no tuviera remedio.

—En verdad estás mal de la cabeza —dijo el señor Miranda—. No creímos que fueras capaz de esto. Sabíamos que estabas loca pero no tanto, desperdiciamos dinero en tus terapias y no funcionaron.

—¡Pero yo no fui! Además esa mocosa también buscó a Erika y a Samanta para amenazarlas, se hizo un correo "anónimo" y les puso: tu dedo será el siguiente. ¡Están aterradas! Y con justa razón.

—¡No es cierto! —Chilló Lira, soltándose a llorar. No cabía duda, las Zanata teníamos el don de la actuación.

—Ay, Mindy. —Su madre negó con la cabeza—. ¿Sabes qué? No estudiarás en la Facultad de Artes, te quedarás en la Estatal para que tu padre y yo podamos vigilarte.

—¡¿Qué?! —Se alarmó—. No es necesario, en serio.

—Ya tomé la decisión. —Se cruzó de brazos.

—¡Pero mamá, en la Estatal solo va gente pobre y naca! —Lloriqueó.

Mamá, Lira y yo volteamos a ver a Karen.

—Amm —dijo mi hermana con voz quedita, atrayendo la atención de los Miranda—. Yo estudio ahí.

—¡Por eso! —Mindy se soltó en llanto. Karen volvió a sonreír pero esa vez su expresión mostró desagrado—. ¡Que no me hice a mí misma esa atrocidad, fue esa! —Apuntó a Lira, que negó con la cabeza y lloró aún más fuerte que la pelirroja.

Como los Gold apoyaron a mi hermana, al final los padres de Mindy nos pidieron disculpas y regañaron a su hija, que juró y perjuró su inocencia pero nadie le hizo caso. Cuando los Miranda se fueron, Lira soltó una carcajada. Pronto todos nos unimos al coro de risas.

Ese día mi novio y sus primos aceptaron quedarse a comer y pasamos una tarde de maravilla, la primera de muchas, como una gran familia.



¡TPA llegó a las 100k vistas hoy! Así que de regalo les traigo capítulo. Muchas gracias por todo el apoyo que le han dado a la historia, es la primera vez que una historia mía llega a 100k vistas mientras sigue en actualización:3

¿Les gustó la venganza de Lira? xD Esa niña es peligrosa.

Les traigo los videos de los insultos, de aquí Gaby y yo sacamos varios, sobre todo Gaby me ayudó mucho con eso. También los sacamos del mismo video con insultos de Dross pero está muy grosero, así que ya no lo pongo por aquí, jeje.

https://youtu.be/E3nNSsxi0iM

Ya falta menos para que esto finalice, ¿listos para el final?




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