Capítulo 18.


Al ver que Karen no aparecía, empecé a desesperarme. Después de un buen rato vi que mi querida hermana entró al club de la manita con el imbécil de Adonis. Me acerqué a ellos con paso firme, ignorando los comentarios de Aristóteles pidiendo que me tranquilizara.

—Ahí estás, pendeja, ¿dónde te habías metido?

—Fui al parque con unos gatitos —respondió con esa sonrisita que quería borrar de un madrazo—. ¡Oh, cierto, debo regresar ahí! —Exclamó.

—¿Por qué? —Adonis la miró con duda.

—Es que dejé la botella de agua y los sobres de comida en la banca, tengo que ponerlos en el bote de basura. —Se dio la media vuelta, dispuesta a irse, pero el rubio la tomó del hombro.

—No te preocupes por eso, le diré a alguien más que lo haga.

—¿En serio?

—Sí.

Se miraron a los ojos como dos tortolitos enamorados, así que hice una mueca.

—¿Qué estaban haciendo? ¿Por qué tardaron en entrar? —Entrecerré mis ojos con sospecha.

—Charlamos —respondió Karen con simpleza. Los vi con desconfianza.

—¿Segura? ¿No se fueron a hacer cosas sucias, aprovechando lo oscurito?

—Nada que ver, Maricucha.

Miré a Adonis con los ojos entrecerrados.

—Es verdad, Chaparrucita.

—Mmm, bueno... —«De seguro mamá se pondrá feliz». Volteé a mi costado, mi novio se encontraba a unos pasos de mí—. Ahora vuelvo.

Como ya sabía el paradero de mi hermana mayor, tomé la mano de Aristóteles y lo insté a seguirme. En el camino me encontré a Lola y a Ronny, la primera iba disfrazada de pirata sexy y el segundo de payaso. Los saludé con la mano y le grité a Ronny:

—¡Tenías que disfrazarte, no venir como lo que eres!

Él solo me sacó la lengua; reí con diversión y jalé a mi novio. Una vez que estuvimos en la pista de baile, juntamos nuestros cuerpos para movernos al ritmo de la música. La tensión entre ambos era tanta que preferí sacar los pasos prohibidos.

Aristóteles, riendo por mis inventos, me siguió la corriente. Por eso me encantaba que fuera mi novio, teníamos muchas cosas en común y nos entendíamos a la perfección.

Después de un rato, tocó la hora de acercarnos a Adonis para que le cantáramos una canción de cumpleaños y abriera algunos regalos. Había diferentes artículos, como relojes, carteras, botellas de vino, cajas de chocolates suizos y un sinfín de presentes lujosos. Me acerqué a Karen, que fue la encargada de comprar el obsequio.

—Mana, ¿sí trajiste algún regalo?

—Claro, Maricucha... ¡Adonis! —Alzó la voz para atraer su atención. Él dejó el regalo que tenía en mano en la mesa y se acercó.

—¿Qué sucede, preciosa?

—La otra vez Maricucha me dijo que te gusta hurgar en los cajones de la ropa interior de las chicas, así que te traje esto. —Karen sacó de su bolso un calzón blanco y se lo tendió—. Es mío, tómalo. Espero que te guste.

Un silencio sepulcral se hizo presente y yo pasé las manos por mi rostro con frustración, ¡cómo se le ocurría hacer eso! Recordé que a Karen no le debías decir ninguna broma, pues se lo tomaba todo de manera literal. Adonis estaba pasmado; por pura curiosidad, volteé hacia Aristóteles y Aquiles, que tampoco parecían salir de su impresión.

Mindy y sus amigas, que también iban disfrazadas de animales —pero en lugar de un mameluco llevaban un minivestido que no dejaba nada a la imaginación— empezaron a cuchichear entre ellas.

—¿Viste? Es una ofrecida, ¿cómo se le ocurre hacer eso?

—Y ve su disfraz, todo raro y feo.

—Tenía que ser la hermana de María Susana.

—¡Qué ridícula!

Los demás también empezaron a hablar mal de Karen, así que apreté los puños con enojo.

—Quien no ofrece, no gana. —Me dirigí a Mindy, que fue la que mencionó que mi hermana era una ofrecida—. Además es un calzón normalito, no es una tanga, esas usan las vulgares. —Mindy soltó una exclamación llena de inconformidad y frunció el ceño—. ¿Qué, te quedó el saco? ¿Tú te pones de esas? —Alcé una ceja con burla.

—Al menos no soy una zorra como tu hermana.

—Curioso que digas eso cuando tu disfraz es de zorra, ¡pendeja! —La señalé con desdén.

—Tu hermana y tú son unas putas.

—Oye... —Aristóteles se entrometió y me tomó por los hombros—. Retráctate —exigió.

Mindy se quedó como piedra pero antes de que el pleito se hiciera más grande, Adonis habló.

—¡Mi hermosa Karen, este es el mejor regalo de la vida! Todas estas porquerías las puedo comprar con dinero. —Señaló sus otros regalos—. Pero esto no tiene precio. —Tomó el calzón de Karen y se lo restregó en la cara. Me di una palmada en la frente, él tampoco era muy normal que digamos—. ¿Los lavaste?

—Sí —respondió mi hermana.

—¡Qué mal! Para la próxima no los laves —sugirió.

—Okey.

Volteé hacia Aquiles y Aristóteles, que seguían con una expresión pasmada en su rostro. Los demás estaban igual, excepto Lola y Ronny, que apoyaban a mi hermana y gritaban: "eso, mamona". Por eso eran mis mejores amiguitos, los quería mucho.

De repente, mi hermana empezó a bajar el cierre del mameluco.

—¡Karen, ¿qué haces?! Por favor, sé que eres bien rara pero no te quieras encuerar enfrente de todos. —Junté mis manos como una petición.

—Es que tengo calor —dijo sin hacerme caso. Se sacó el mameluco con rapidez, me esperaba lo peor pero noté que abajo llevaba un crop top con el dibujo de un gatito, una falda-short que realzaba su figura y unas calcetas largas con orejitas y trompitas de gato, además su cabello suelto, largo y sedoso podía lucirse sin el gorrito, lo único que se dejó fueron las pantuflas de minino. Se veía sensual, hermosa y muy tierna. De repente recordé que llevaba conmigo la diadema, así que la saqué de mi bolso y se la coloqué en la cabeza. Aunque no fue a propósito, ahí sí llevaba el disfraz de gatita sexy.

Varios chicos se la comieron con la mirada, así que Adonis la tomó del brazo y la acercó a él.

—Te ves encantadora.

Mi hermana amplió su sonrisa.

—Tengo otro regalo para ti.

Sin darle tiempo a reaccionar, Karen tomó a Adonis del rostro y se paró de puntitas para besarlo, gesto que fue correspondido en seguida. Los demás empezaron a chiflar, vitorear y aplaudir, incluyéndome.

De reojo volteé hacia Mindy, que tenía una expresión llena de celos y enojo. Al notar que la miraba, me enseñó el dedo medio y se alejó, haciendo que Mina y Mila, las chinches de sus amigas, también la siguieran. Mentira, eran Samanta y Erika pero una vez en el club de teatro las llamé con esos nombres y se encabronaron, así que empecé a decirles así.

Karen se separó de Adonis y recargó la cabeza en su hombro mientras el rubio gritaba:

—¡Es el mejor cumpleaños de toda mi vida!


***


No sucedieron cosas muy interesantes hasta diciembre, mes que tuvimos que apurarnos a estudiar para los últimos parciales e irnos libres en vacaciones de invierno. Tal vez lo único relevante fue que, días después del cumpleaños de Adonis, Ronny dijo que mi hermana era su ídolo, toda una bichota y que imitaría su comportamiento; no le hice mucho caso y pasó, pero una mañana en que me encontraba con mi novio y sus primos charlando en el pasillo, Adonis abrió su casillero y encontró una trusa. El rubio la tomó con sus dedos índice y pulgar, haciendo un gesto lleno de aversión.

—Aquiles, qué asqueroso eres, ¿por qué dejaste tu calzoncillo en mi casillero?

—Yo no lo hice. —El pelirrojo se cruzó de brazos.

Adonis miró a mi novio con en el entrecejo fruncido.

—Aristóteles, no creí eso de ti, tú no eres así.

—Hey, yo tampoco fui.

De repente recordé las palabras de Ronny y empecé a carcajearme. Los Gold me miraron con un gesto interrogativo.

—Es de Ronny. —Seguí riendo—. El idiota me dijo que haría esto pero no le creí.

—¡Qué asco! —Adonis hizo una mueca de asco y aventó el calzoncillo, que justo cayó en mi cara. Empecé a gritar como desquiciada.

—¡AAAAAAH! ¡QUÍTAMELO, QUÍTAMELO!

—¡Mi mano! ¡Mi mano!

Como los dos dramáticos que éramos, nuestros gritos y exclamaciones atrajeron la atención de los demás pero no nos importó.

—¡Tráiganme cloro!

—¡No me vas a poner cloro en la cara! —Prorrumpí. Para colmo, como llevaba un pasador en el pelo, la cochina trusa se enganchó en este. Me arranqué unos cuantos cabellos para poder soltarla.

—¡Es para mi mano!

Aristóteles nos miró con preocupación pero Aquiles empezó a carcajearse por semejante espectáculo. De repente vi que el calzoncillo tenía una raja de canela.

—¡AAAAAAH, ESTÁ CAGADO! ¡ESTÁ CAGADO! ¡PINCHE RONALDO ASQUEROSO!

Adonis corrió hacia el baño de hombres para lavarse la mano y yo hice lo mismo para tallar mi cara con desesperación. Sí, entré al baño de niños —era el más cercano— pero no me importó, más o menos noté que un pendejo que estaba en los urinarios gritó y se subió el cierre del pantalón cuando me vio, pero ni caso le hice, era más importante quitarme esa porquería del rostro. El idiota de Ronny, al enterarse del show, se destronó de la risa y yo quise agarrarlo a madrazos pero como no podía, apliqué la ley del hielo, no le dirigí la palabra durante una semana pero después de ese pequeño altercado, Lola dijo que estaba muy triste porque sus dos mejores amigos no se hablaban, así que se me pasó el enojo y volvimos a ser cuatitos.

De ahí en fuera, todo iba de maravilla, mantenía mi promedio arriba de nueve y en las actividades extracurriculares me fue excelente; los mateatletas fuimos a un concurso dentro de la zona y obtuvimos el primer lugar, por lo que nos dieron un trofeo. En cuanto a atletismo, también competimos con otras escuelas y Aquiles y yo obtuvimos el primer lugar en división masculina y femenina respectivamente. En el teatro estuvo más calmado, presentamos otra obra escrita por Adonis y fue un éxito; esa vez me tocó a mí ser la princesa y Mindy estaba que se la llevaba la madre. Fue genial.

No obstante, un día antes de salir de vacaciones, al llegar a la escuela, me di cuenta de que todos me veían raro y cuchicheaban entre ellos cuando pasaba a su lado. «¿Tendré algo en la cara?». Saqué un espejito de mi mochila para verme pero no vi nada fuera de lo común.

Me encogí de hombros, decidida a ignorar a mis extraños compañeros, y caminé hasta el aula correspondiente. Al pasar al lado de Mindy y sus dos chinches, me señalaron sin discreción y soltaron una risotada. Las vi con una ceja alzada, desde la fiesta de Adonis no me volteaban a ver, por eso me parecía extraño de que repente fuera el centro de atención.

—Ahí va la cierva. —Me señaló la pelirroja.

«¿Qué carajos?». Estuve a punto de acercarme a ella para preguntarle a qué se refería pero en ese momento llegaron Lola y Ronny, cada uno me tomó de una mano y me alejaron de ahí.

—¿Eh? ¿Qué sucede? —Pregunté a medio camino pero ninguno respondió nada. Una vez que estuvimos en las gradas, volví a lanzar mi cuestionamiento—. ¿Qué pasa? —Me encontraba nerviosa, notar sus miradas preocupadas no era lo más reconfortante.

—¿Aún no sabes? —Lola mostró un gesto precavido, algo inusual en ella.

—¿Saber qué? —Enfoqué a ambos con atención pero ninguno dijo nada. Lola tragó grueso y Ronny me miró con pena—. ¡Hablen!

—Antes que nada quiero que sepas que ni ella ni yo teníamos idea de esto, apenas nos enteramos y fue un shock para nosotros.

—¿De qué hablan? —Cada vez me sentía más desorientada y desesperada por no entenderles.

Lola sacó su teléfono móvil y me enseñó una captura de pantalla donde Aristóteles estaba junto a una chica de cabello castaño claro y ojos azules, la foto fue publicada en las redes sociales de ella y en la descripción estaba escrito: "Aquí con mi prometido" y varios corazoncitos.

Agrandé la imagen para cerciorarme que mis ojos no me mentían, era cierto lo que leí. Miré a mis amigos buscando una explicación pero ellos no la tenían. Una parte de mí estaba en shock, así que no pude reaccionar, me terminé sentando en las gradas a esperar que la alteración saliera de mi sistema. Lola y Ronny me hablaron pero ni siquiera los escuché, solo vi que movían los labios.

Después de varios minutos, me levanté y decidí enfrentar la situación, no tenía de otra.


***


Cuando entré al salón, todos mis compañeros e incluso el profesor ya se encontraban ahí. Escuché algunos cuchicheos pero traté de no prestarles atención.

—Llega tarde, señorita, no puede pasar —indicó el docente pero yo lo ignoré y me coloqué frente a Aristóteles, que no me perdió de vista desde que ingresé.

—Tenemos que hablar —dije con firmeza.

Aristóteles me vio con seriedad y, luego de unos segundos, asintió con la cabeza.

—Lo sé.

Salimos del salón y el profesor me amenazó con bajarme un punto, ¡solo a mí!, pero no me importó.

Caminamos en silencio hasta nuestro lugar predilecto: debajo de las gradas. Una vez que estuvimos allí, empecé a despotricar.

—¡¿Cómo es posible que tengas una prometida?! ¡¿Por qué nunca me lo dijiste?! Por tu culpa me dijeron "la cierva", aunque es mejor que Maricucha y solo los machos tienen cuerno... —Coloqué mi dedo índice sobre mi barbilla—. ¡Pero ese no es el punto! Solo querías utilizarme, acostarte conmigo y desecharme...

—Claro que no, Sue, ni siquiera hemos estado juntos de esa manera. —Se ruborizó un poco. Me enojé más al escuchar eso.

—¡Ni eso hicimos y ya me vas a dejar por otra! —Sin poder contenerme, empecé a llorar. Aristóteles hizo el intento de acercarse a mí para consolarme pero no se lo permití, me hice hacia atrás, me abracé a mí misma y me senté en el suelo. Mis chillidos de ratón se hicieron presentes, quería contenerme pero no podía. Para colmo me dio hipo.

—Sue... —susurró y se agachó para quedar a mi altura. Mis lloriqueos y mis espasmos eran tantos que ni siquiera lo alejé, no me sentí con fuerzas para hacerlo—. Por favor, no llores, me parte el corazón verte de esa manera.

—No seas mentiroso —mascullé—. Ya me rompiste el corazón a mí —hipé.

—No, no, por favor, Sue. —Hizo el intento de tomar mis manos pero no se lo permití—. Mi amor, lo que menos quiero es lastimarte. Esa chica es mi prometida desde hace años —suspiró—. Pero no siento absolutamente nada por ella, ni siquiera me interesa, solo que mis padres, en especial mamá, quieren que me case con ella para poder aumentar nuestra riqueza.

Me limpié las lágrimas al escucharlo.

—¿Como en los doramas? —Volví a hipar.

—¿Eh? —Me vio con curiosidad.

—Telenovelas asiáticas —expliqué. A mi mamá y a mí nos encantaba verlas. No creí que me fuera a pasar algo similar. Estúpidos doramas.

—Ah, sí, sí, como en las telenovelas —dijo en voz baja—. Hoy hablaré con mis padres, Sue, no quiero nada con ella. La verdad es que la llegada de Ana fue imprevista, vino de la nada y para colmo tuvo que etiquetarme en su publicación.

—¿Ana? ¿Como tu perra? —Ladeé la cabeza. Curioso que compartieran nombre.

—Emm, sí.

—¡Espera! ¡No existió tal perrita Ana, ¿cierto?! Cuando la chica de la tienda te preguntó por Ana se referían a ella, ¿a qué sí? ¡La perra Ana es ella!

—Es cierto —musitó—. Siempre viene a verme en vacaciones de invierno pero esta vez su llegada se adelantó.

—¿Y por qué nadie sabía que tenías prometida? —Hipé—. Digo, Lola y Ronny son las personas más chismosas que conozco, si ellos hubieran sabido me habrían dicho.

—No es grato para ninguno la idea de casarnos, así que preferíamos mantenerlo en secreto. No sé por qué se le ocurrió la idea de usar redes sociales esta vez, probablemente fue idea de mi madre. —Entrecerró los ojos—. El punto es que yo no la amo y estoy seguro que ella tampoco me ama, además esa foto es de hace dos años —masculló y volví a hipar—. Vamos por agua, ¿sí? —Me tendió la mano.

—Bueno. —Tomé su extremidad y me alzó con facilidad.

—No te preocupes, mi amor. —Me rodeó el hombro con su brazo—. Yo me encargaré de que esto termine pronto. —Se inclinó para darme un beso en la mejilla.

—¿En serio?

—Claro.

Con esa respuesta me sentí más tranquila, así que le sonreí un poco; hubiera sido un momento tierno pero volví a hipar. Aristóteles soltó una pequeña risita y yo le di un codazo.

—Ni creas que te desharás de mí tan fácil —dije para aligerar el ambiente.

—¡Te digo lo mismo, Sue! —Me abrazó por la espalda—. Te quiero mucho, mi limoncito.

—¡Otra vez ese apodo! —Me quejé.

—Sí... Pero es mejor que Maricucha, ¿no?

—Eso sí, no te lo niego.

Fuimos tomados de la mano hasta la cafetería y en ese momento creí que Aristóteles hablaría con sus padres y lo entenderían, que todo se solucionaría sin mayor inconveniente. ¡Qué ingenua fui!



>:D

No me maten. De seguro empezaron riendo y terminaron llorando :3 No es cierto, no tenemos motivos para llorar... Todavía.

¿Recuerdan a Ana? Apenas salió mencionada pero no se preocupen, veremos más de ella.

Ahora ya hay cosas que tienen un poco más de sentido, cuando Aris dijo que no tenía una "novia de verdad", pero sí una prometida. Se le olvidó mencionar eso a mi bobito.

¿Qué creen que pase a partir de ahora? ¿Tienen alguna teoría?

Les recuerdo que tengo un grupito de Whats, si alguien quiere el link mándeme mensaje al privado para que lo pase por ahí.

¡Nos vemos pronto! 

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