Capítulo 14.


Exactamente una semana después, me encontraba en extremo nerviosa porque ese día tenía que darle una respuesta a Aristóteles. Según lo que me comentó Adonis, él convencería a su primo de darme una declaración formal y yo tenía que aceptar o rechazarla. Se suponía que era una decisión fácil si me dejaba llevar por lo que sentía pero había muchos otros factores que debía tomar en cuenta.

El lunes, después de la clase de atletismo, Aquiles y yo nos dirigimos a las gradas para tomar una toalla de nuestra mochila y limpiarnos el sudor. Ahí nos esperaban Aristóteles, Adonis y, curiosamente, Lola y Ronny. Yo solo les dije que ese día me pasaría algo muy importante pero no creí que su instinto innato para averiguar los chismes los haría esperarme.

Me tardé más de la cuenta en guardar mis cosas, pues sentía que aún no estaba preparada para afrontar lo que venía. Fue tanta mi lentitud que todos los demás compañeros ya se habían ido, de no ser por nosotros, la cancha habría quedado vacía.

—Ya vámonos. —Aquiles, desesperado como él solo, se dirigió a sus primos.

—Ve adelantándote —le dijo Adonis—. Nosotros ahorita vamos.

—Está bien.

Aquiles se colocó la mochila en el hombro y se despidió de mí. Avanzó un poco y Lola, sin perder oportunidad, se levantó y fue tras él.

—¡Hola, Aquiles! ¿Cómo estás?

—Estaba bien pero ya no, tu presencia me pone mal —farfulló.

—¡Ay, qué gracioso! Fíjate que el otro día estaba buscando videos de gente pelirroja y me viniste a la mente, qué casualidad, ¿verdad?

—¿Qué clase de videos? —Se detuvo para mirarla con fijeza.

—Pues ya sabes, videos triple equis...

—Ya estoy peor que antes. ¿Sabes qué? Ahí te ves. —Aquiles siguió su rumbo, caminando con paso rápido y Lola corrió tras él.

—¡Hey, espera, no vayas tan rápido!

Adonis se levantó y lanzó un suspiro.

—Aquiles necesitará ayuda para deshacerse de Lola, iré con él. Supongo que ustedes tienen algo que hablar a solas, ¿verdad? —Dijo como una indirecta para mi amigo, que no se movía de su lugar—. Luego nos vemos... —Al ver que Ronny seguía sin reaccionar, agregó—. Hey, tú, ellos deben hablar, vámonos.

—¡Ay, Adonis me dirigió la palabra! —Chilló Ronny—. Como digas, Cuchurrumín.

El rubio hizo una mueca al escuchar ese apodo tan cursi, horrible y ridículo pero yo solté una carcajada, me gustaba que sintiera lo mismo que yo cada que me llamaba Chaparrucita, aunque era mejor que Maricucha.

—No me digas así —expresó con una seriedad impresionante, jamás lo había visto de esa manera.

—Está bien, Pupuchurro.

—¡Qué carajos! —Apretó los puños—. No me friegues —masculló con molestia. En seguida rodó los ojos y se alejó con rapidez y Ronny, imitando a la sinvergüenza de Lola, salió tras él.

—¡Ronny, recuerda que ya está apartado para mi hermana! —Alcé la voz para que me escuchara.

—¡Cállate, acaparadora!

Hice una mueca, negando con la cabeza repetidas veces. Volteé hacia Aristóteles, que me tendió una hoja de papel doblada a la mitad. La extendí esperando un dibujito con corazones y ni madres, había una ecuación.


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—Resuélvela.

—¿Qué? —Lo miré sin entender, ¿no se suponía que me pediría que fuera su novia?

—Vamos, hazlo —insistió, tendiéndome un lápiz.

Arrugué el ceño, consternada, pero me puse a solucionar el problema matemático siguiendo las leyes correspondientes. Mientras hacía eso, Ronny regresó a las gradas y se colocó junto a mí.

—Ay, el idiota de Adonis me dijo que me pondría una orden de restricción, ¿puedes creerlo...? ¿Qué haces? ¿Por qué estás resolviendo esto aquí?

—Oye, ¿por qué no te vas? —Escuché la voz de Aristóteles dirigiéndose a Ronny.

—Porque no quiero.

—Deberías irte.

—Ay, ¿por qué? —Se quejó—. Este es un espacio libre, no es tu casa.

—Estás interrumpiendo algo muy importante.

—¿Qué? ¿Sus problemas de nerds? ¡No me hagas reír!

En lo que ellos discutían, yo terminé con el problema, la respuesta era i<3u

—Aristóteles —murmuré, atrayendo su atención—. Ya lo resolví. —Moví la hoja de un lado a otro.

«¿Qué madres es esto?» pensé con extrañeza. Él me vio con ilusión.

—Y bien, ¿qué opinas?

—No sé. ¿Es un nuevo problema para la clase del viernes?

—¿Eh? —Me vio con estupefacción mientras Ronny seguía parloteando quién sabía qué cosas—. No...

Decepcionada porque no se me declaró —yo esperaba una petición formal con flores y chocolates o mínimo una cartita en forma de corazón—, me despedí de él.

—Bueno, nos vemos

—Sue... —Se acercó a mí, ignorando a Ronny, y tomó mis manos—. Mira bien el resultado —pidió. Seguí sin comprender, así que tomó el papel y el lápiz y volvió a escribir la solución del problema.


I♡U


—¿Qué?

—El menor qué y el tres forman un corazón volteado —explicó.

—Aaah, qué pendeja. —Acababa de entender que esa fue su declaración. Habría preferido chocolates pero la ecuación también estuvo bonita, al menos fue un gesto tierno y original. Mis manos comenzaron a temblar de la emoción. Abrí la boca para decir algo pero Ronny no me lo permitió.

—Pues sí, Maricucha, hasta un koala sabría eso.

Ignoré a Ronny y me dirigí a Aristóteles.

—¿Es verdad?

—Por supuesto que sí. En realidad estoy aquí porque quiero preguntarte algo muy importante...

En ese momento Ronny, que seguía parloteando cosas ininteligibles para mí, algo sobre lo inteligente pero tonta que era, tropezó con una de las gradas y cayó en la siguiente, azotando contra el suelo. Tal vez en otra ocasión habría ido a auxiliarlo con rapidez pero tenía algo más importante que resolver en ese momento.

—¿Qué es?

—Bueno, es que me gustas mucho y no solo eso, estoy enamorado de ti...

—¡Maricucha! ¡Maricucha! —Escuchamos la molesta voz de Ronny pero lo ignoramos—. ¡Maricucha, me desangro!

—¿Ah, sí? —Pregunté a Aristóteles con las mejillas enrojecidas.

—Sí, ¿quiero saber si aceptarías ser mi novia?

—¿Tus padres están de acuerdo? —Mencioné mi primera preocupación, lo que menos quería era causarle algún conflicto familiar.

—¡María Susana, me desangro! ¡María Susana! —Otra vez esa vocecita fastidiosa.

—Mis padres no tienen que ver con esto. —Aristóteles mencionó con firmeza—. Te estoy preguntando porque quiero que tengas una relación conmigo, no con ellos. Quiero que seas mi novia pero necesito saber si tú me aceptas.

Me sorprendió que se mostrara de esa manera ante mí, tan seguro de sí mismo, tan atractivo. «Eso, domíname, sométeme, azótame y...». Antes de que mi imaginación fuera más allá, la estúpida voz de Ronny me trajo a la realidad.

—¡María Susana! Ay, está bien, tú ganas. ¡Sue! ¡Sue, me desangro! ¡Sue, ayuda!

—¡Ay, cómo chingas, Ronaldo! —Le grité a mi amigo, que se encontraba tirado, con una rodilla raspada—. ¡¿Qué quieres?!

—¡Me muero, Sue!

Enojada era poco para describir cómo me encontraba. Desde niña soñé con un príncipe y justo la primera vez que uno se me declaraba, aquel idiota arruinó todo con su caída. Me acerqué a él y le tendí la mano para que se levantara.

—Cárgame —pidió con voz llorosa.

—¿Cómo crees que te voy a cargar? ¡Párate, idiota!

Ronny tomó mi mano y se alzó con dificultad. Pude notar que no solo se lastimó las rodillas sino también las manos, que estaban raspadas porque amortiguó su caída con ellas. Lo vi con seriedad, examinando su estado.

—Llévame al hospital —pidió.

—No es para tanto.

—¡Llévame al hospital! —Exigió soltando un chillido. Rodé los ojos con molestia y volteé hacia Aristóteles, que nos miraba a ambos con un gesto serio.

—¿Podemos llevarlo?

—Emm, sí, claro.

Ronny se recargó en mi hombro y lo llevamos hasta la limosina, donde Aquiles y Adonis nos esperaban. Una vez que estuvimos dentro, los otros Gold nos miraron con asombro.

—¿Qué pasó? —Preguntó Aquiles.

—Se cayó —explicó Aristóteles con tono aburrido—. Vamos a llevarlo al hospital para que lo revisen.

—¡Que vaya él solo! —Exclamó Adonis—. Yo no lo quiero aquí, va a ensuciar la limosina con su asquerosa sangre. —Mi enojo era tanto que asentí con la cabeza.

—Eres bien mamón —se quejó Ronny, que no dejaba de victimizarse.

—Tú ensucias el ambiente —masculló. Adonis siempre era muy amable con todas las chicas pero con los hombres que no eran de su familia no tanto, no cuando lo sacaban de quicio.

Sin esperar más, nos dirigimos al hospital. Quería dejar ahí a Ronny pero insistió en que lo acompañara adentro. Suspiré y terminé aceptando, despidiéndome de los Gold.

—Gracias por traernos —les sonreí un poco—. Nos vemos mañana.

Ingresé con Ronny a la sala de espera y, después de unos minutos, un doctor nos hizo pasar al consultorio, donde revisaron a mi amigo.

—Doctor, dígame la verdad, ¿me voy a morir? —Preguntó mientras lo examinaban y limpiaban sus heridas. El médico soltó una risita.

—No, no te vas a morir, es solo un pequeño esguince.

—¿Seguro? ¿No se infectaron mis heridas? Por culpa de alguien nos tardamos en venir. —Me miró con molestia. Me crucé de brazos y me dio un tic nervioso en el ojo, justo como a Lira cuando se molestaba, o sea casi siempre.

—No te pasará nada... Tu novio es muy nervioso —se dirigió a mí. Solté una risita burlona al oírlo.

—Ese chillón no es mi novio, ni siquiera le gustan las niñas —le dije al doctor, que se limitó a aplanar los labios.

—Y si me gustaran, ni me fijaría en ti porque estás bien fea.

—¿Sabes qué? No tengo que andar perdiendo mi tiempo aquí contigo, ahí te ves. —Tomé mis cosas y salí del consultorio.

—¡Maricucha, no te vayas! ¡Maricucha! —Escuché la voz de Ronny pero lo ignoré y me dirigí a la salida del hospital. Tenía que apurarme a encontrar un taxi para que me llevara a casa antes de que oscureciera.

Una vez que estuve fuera, noté que el cielo estaba nublado. «Pronto lloverá». Metí las manos en los bolsillos del pants deportivo, dispuesta a esperar que un taxi pasara por ahí, pero una voz conocida atrajo mi atención.

—¡Sue!

Volteé hacia Aristóteles con sobresalto.

—¿Qué haces aquí?

—Te estaba esperando... —Volteó de un lado a otro—. ¿Y Ronaldo?

—Se quedó en revisión —murmuré—. ¿Por qué me esperabas?

—No quería dejarte sola —aceptó.

Nos miramos a los ojos un momento, sin decir nada. En ese momento recordé que debía darle una respuesta.

—¡Sí!

—¿Eh? —Me vio con extrañeza.

—Acepto —repetí. Él me vio sin entender durante un momento, hasta que abrió los ojos con impresión.

—Sue... ¿Estás segura?

—No, no lo estoy, aún tengo mis dudas porque sé que probablemente tu familia no me quiera pero vale la pena arriesgarse. —Me acerqué y rodeé su cintura con mis brazos—. Quiero intentarlo.

En ese momento sonó un trueno, que me hizo lanzar un chillido y treparme encima de él. Como estaba chiquita, me cargó con facilidad.

—¡Joder! Digo, sálvame, mi príncipe.

Me acerqué más a su cuerpo como una forma de buscar refugio y Aristóteles colocó una mano en mi espalda. Empezó a lloviznar pero poco nos importó. Después de varios segundos tocando su delicioso pecho, me alejé un poco y alcé mi cara para enfocarlo. Algunas gotitas de agua resbalaban por su rostro, lo que hizo que me pareciera más atractivo. Rodeé su cuello con mis brazos y él, adivinando mis intenciones, me colocó en el suelo y se inclinó para atrapar mis labios con los suyos.

Mientras lo besaba con pasión, ignorando el hecho de que empezaba a llover con más fuerza, sentí que mi corazón se aceleraba. «Vale la pena» pensé mientras su lengua recorría mi boca con ímpetu. Por momentos nos separábamos para buscar aire pero en cuanto lo tomábamos, volvíamos a acercarnos para continuar. Hubiéramos seguido de ese modo más tiempo de no ser porque una molesta voz nos interrumpió.

—Búsquense un hotel.

Nos separamos con rapidez y volteamos hacia la persona que dijo esa idiotez. Me quedé de piedra al ver a Ronny, que estaba sostenido por unas muletas y tenía colgada una bolsa llena de pomadas y medicinas.

—¡No mamen! —Exclamó al ver que se trataba de nosotros. Estuve a punto de decirle que se largara pero no tuve oportunidad, pues el idiota se desmayó de la impresión.

—¡Ronaldo! —Aristóteles se acercó a él con rapidez. Sin perder más tiempo, lo imité.

Ambos lo miramos tirado en el suelo durante unos segundos mientras la lluvia nos empapaba.

—Creo que lo matamos —dije con tono trágico. Aristóteles me vio con una mezcla de terror e impresión. Noté que Ronny seguía respirando, solo estaba dramatizando—. Pinche chillón. —Rodé los ojos—. No te preocupes, cariño. —Vi a mi primer novio directo a sus preciosos ojitos grises—. Sigue vivo.

Aristóteles, que igual me observaba, se inclinó para volver a besarme. Estuvimos a punto de hacerlo pero, de nuevo, el inoportuno de Ronny comenzó a quejarse. Chasqueé la lengua cuando empezó a hablar.

—Sueeee.

—¿Ahora qué quieres? ¿Qué no ves que mi novio intenta regresarme el chicle que le pasé mientras nos besábamos?

—Ayudaaa...

—Agh. —Me quejé—. Aristóteles...

—No te preocupes, mi vida, ahorita llamo a un taxi para que venga por tu amigo y te llevo a casa.

Asentí con la cabeza. Ay, mi novio tan considerado y comprensivo.



¡Qué bonita declaración! xD Espero que haya cumplido sus expectativas, y si no pues igual pasarán más cosas con estos dos.

Díganme, ¿les gustó la declaración?

¿Ronny arruinó todo o lo hizo más épico?

Recuerden que con sus votos y comentarios me apoyan bastante. 

Gracias por leer, nos vemos pronto.

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