Capítulo 14
"And now we're falling apart"
Todo estaba oscuro. No sabía a dónde iba, pero ella seguía caminando hacia delante. Algo le decía que siguiera caminando, que no parase.
De pronto chocó contra una pared, también negra. Intentó rodearla pero se dió cuenta que estaba andando en círculos. Sin saber qué más hacer, se deslizó en el suelo y esperó a que algo pasara. En cuanto su cuerpo tocó el suelo, algo se abrió detrás de ella y cayó hacia atrás. Y seguía cayendo y cayendo, tanto que dudaba que en algún momento pararía de caer. Hasta que sintió el agua, había caído dentro de un tanque.
Intentó nadar y salir, pero cuando llegó a la escalera había otra persona mirándola. Intentó subir, pero la otra figura no se molestaba en apartarse de la escalera. Y cuando estaba a punto, simplemente la volvió a empujar al agua.
"¡¿De que vas?!" Quería gritarle, pero las palabras no daban salido de su boca. Poco a poco la figura de la persona fue adoptando una apariencia conocida. Los cabellos largos y rojos, la piel pálida, y una cruz de Borgoña en la cara, se estaba viendo a sí misma. "¡Déjame salir!" Se suplicaba, pero no obtenía respuesta.
Nadó a otro lado, buscando otra escalera. La encontró, pero otra vez había alguien ahí. Ahora su piel era rojiza, como la de ella. Pero era alta, con la melena larga y arreglada en un tocado. "¡¿Por qué no me dejáis salir?!".
Deseaba gritar, pero cuando intentó hablar la garganta empezó a quemarla. El dolor intenso no ayudaba, el cansancio de sus piernas cada vez era mayor. Pero debía seguir nadando. Otra escalera, la misma situación, pero a la vez distinta. Ahora eran tres, el cabello rojo, pero rostros de desesperación. No se molestó en intentarlo.
Nadó, encontró una escalera sin nadie. Su salvación. Subió, subió para sólo encontrarse con ella otra vez, pero estaba vestida de militar. Sabía quién era, reconocía esa etapa de su vida y sus colores se volvieron más pálidos. No pudo reaccionar cuando la sujetaron otras versiones de ella. La franquista levantó su pistola y disparó hacia la ibérica. El impacto de la bala en su pecho la hizo caer al tanque otra vez.
Comenzaba a ahogarse. Se ahogaba por su culpa. Por su culpa. Ella misma se había impedido salir del tanque. Ella misma se había disparado. Y ella misma se estaba muriendo en aquel tanque de agua. Era todo por su culpa, su única culpa.
Cerró los ojos, esperando a que todo aquel tormento terminase. Comenzó a perder fuerzas, a hundirse en el agua. A perder el sentido.
Y cuando volvió a abrir sus ojos estaba en una cama.
No había luz, las persianas estaban bajadas. No llevaba su ropa, alguien le había puesto un camisón blanco. Y lo más importante, no estaba tirada en la calle. Confundida, España frotó sus ojos para darse cuenta que no estaba en cualquier habitación.
El dosel de la cama blanco con estrellas era familiar. La colcha de la cama, de un degradado rosa y anaranjado, ya la había utilizado antes. Incluso ese camisón le era conocido. Miró las paredes de blanco impoluto, observó los retratos. Eran retratos antiguos en su mayoría, ya que reconocía la bandera de los Reyes Católicos.
Se levantó, aún confundida. Debía estar soñando, eso era lo más seguro. Se acercó al balconcillo y subió la persiana. La luz de la mañana golpeó su rostro. Abrió la puerta y salió, reconociendo aquel jardín de rosas blancas que su madre llevaba años cultivando, junto a aquellos matorrales de romero y lavanda. Y más a lo lejos podía ver un latifundio de olivos, junto a un bosque de maquias.
Había llegado a Toledo y no recordaba como. Estaba en su habitación, la habitación de la casa donde se había criado. Bueno, en verdad ella se crió en un castillo, pero Castilla tenía una casa a las afueras donde le gustaba descansar, y cuando iba a allí se llevaba también a la joven Marca Hispánica, o sea ella. Y con el tiempo se convirtió en su residencia, haciendo obvias reformas para actualizar el caserío.
Y ese camisón era suyo. Y los retratos eran de ella. Y todo era suyo ahí. Ese era el jardín donde le gustaba pintar, cuando tenía tiempo para pintar. Y ese era el campo de olivos donde escapaba para poder hartarse a comer olivas durante toda la tarde, y la de regañinas que se llevó por hacer eso.
Aún confundida, escuchó como la puerta de la habitación se abría. Volvió a entrar, y reconoció a su provincia, a Cuenca, que entraba con un vaso de agua y un par de pastillas.
– ¡Oh! Al fin despertaste. Eres realmente una dormilona, ¿descansaste bien?
– Yo, supongo que sí… ¿Qué haces aquí?
– Vengo a dejarte unas pastillas. Ayer noté que tenías un poco de fiebre, así que lo mejor es que te tomases un Paracetamol.
– No, me refiero, ¿qué haces aquí?
– …¡Ah! Vale, lo dices por dónde estamos, ¿verdad? Siéntate en la cama que te hago un breve resumen.
Cuenca le contó lo que nosotros ya sabemos y un poco más: que todos la estaban buscando. Que ella había salido a la noche para ir a Toledo y que la encontró en su portal durmiendo. Intentó despertarla pero estaba muy dormida. Que había conducido toda la noche para llegar hasta ahí. Que Castilla dejó que descansara. Que ahora esta misma estaba preparando el desayuno, y que debía vestirse y arreglarse un poco más para desayunar.
España asiente, procesando cómo puede la información. Le pide un momento a la provincia para que pueda cambiarse y reflexionar. Cuenca asiente y sale del dormitorio, dejando a la pelirroja sola de nuevo. Esta suspira, la que ha liado por ser una jodida cobarde. Por no afrontar las cosas. Al menos se siente afortunada de que está a salvo, de que ha dormido bien y no en la calle.
Busca su móvil, pero no lo encuentra. Tampoco encuentra su bolso, ni la ropa que llevaba ayer. "Madre lo habrá puesto a lavar", piensa ella. No le gusta eso de andar sin móvil, pero su madre se lo quitó para que no se sintiera abrumada al ver el número inmenso de llamadas perdidas en su historial, de los mensajes, de todo eso. Claro que esto no lo sabe España, quien simplemente pasa de buscar el móvil.
Abre el armario buscando algo de ropa limpia. Aquel lugar no deja de ser su casa, su hogar, y obviamente tiene para ponerse. Le da pena no tener la sudadera de Francia o la camiseta de Reino Unido, le gustaban mucho. Y los echa tanto de menos, tanto que le duele pensar en todo el daño que les habrá hecho con esta estúpida idea de escaparse. Pero no se siente fuerte aún para hacer frente a ese problema, aunque desearía serlo para poder abrazarlos y besarlos, darle todo su amor y que ellos la correspondieren.
Quiere llorar, pero se fuerza a no hacerlo. No, ahora debe despejar su mente y tendrá tiempo para reflexionar. Toma del armario una camiseta larga blanca y unos vaqueros. Ropa interior limpia y unos calcetines blancos. La habitación tiene un baño para ella sola, donde aprovecha para darse una rápida ducha.
Se observa en el espejo y no le gusta lo que ve. Ve a una España decaída, con ojeras y los ojos rojos de tanto llorar. Ve su cabello andrajoso y sucio, toda ella está sucia. Por suerte los vendajes de sus pies los cambiaron, aunque ella deberá sacarlos para poder meterse en la ducha. Al retirar las vendas observa los cortes, cortes que aún le duelen pero que poco a poco comienzan a cicatrizar. Se siente tonta de nuevo, aquella noche fue una estúpida realmente, no debió hacer eso, debió ser fuerte y no pudo. Y en vez de pedir ayuda, qué sería lo más normal, volvió a decir que no, que ella podía sola y se ahogó con sus problemas.
Se quita el camisón y se mete a la ducha. El agua limpia su sucia piel, la limpia a ella. También ayuda a limpiar las ideas de su cabeza. Se acuerda del sueño, de la pesadilla que la despertó. Reflexiona y no hace falta ser muy lista para saber lo que significaba.
Y ahí en la ducha vuelve a llorar. Llora porque le gustaría ser más fuerte, llora porque ya no sabe qué más hacer, llora porque está cansada de todo y lo único que desea es descansar, llora y llora hasta que ya no quedan más lágrimas dentro de ella. Termina de ducharse y sale. Se seca el pelo y el cuerpo, se pone la ropa, se venda las heridas y sale del cuarto.
Baja las escaleras. Su cuarto quedaba en la parte más alta de la casa, una casa de tres pisos en total. Los retratos en las paredes acompañan su bajada: todos en su mayoría son de ella con Castilla, con Aragón o con Navarra. También hay retratos donde sale con otros reinos de la península ibérica, como con Portugal y Galicia, o con reinos europeos, en especial Austria. Al final de las escaleras hay un retrato con todos los territorios que conformaban a España en el siglo XX, cuando empezaba la decadencia de la Restauración. Nuestra ibérica sonríe, aquellos no eran tiempos fáciles, pero puede que fueran felices en su mayoría.
Baja los últimos escalones y entra en la cocina. Ahí está ella, con un vestido beige, una taza de café en mano y el rostro no lo logra ver porque el periódico la tapa. Pero no hace falta que lo vea, porque sabe que aquel rostro de dos colores y con un castillo es el de su madre.
Castilla, escuchando los pasos, aparta el periódico y se da cuenta de que ya entró su hija. La de cabellos blancos y rojos no tiene mucho que hacer salvo dejar su café, ponerse de pie y abrir su brazos.
– Ven aquí mi princesa.
Y España no espera para fundirse en ese abrazo con su madre. Se volvió a prometer que no iba a llorar, pero ahí están las lágrimas otra vez, manchando el vestido de su madre, que parece ignorarlas. Ella sólo acaricia la media melena pelirroja, deja que llore todo lo que quiera. Ella no se va a ir a ningún sitio. Y una madre sabe cuándo su hija la necesita.
Y no se equivoca, porque España sí que la necesita ahora más que nunca.
...
– United States I swear to you, now is not the best time for you to call me. (Estados Unidos te juro que ahora no es el mejor momento para que me llames.)
Reino Unido suspira. Él y Francia están en un tren de alta velocidad de camino a Toledo. Y al parecer su antigua colonia no tenía otro mejor momento para llamarle que este. Y él no estaba de humor para responder llamadas, menos cuando estaban a una hora para llegar a la antigua capital española.
Tras el anuncio de la aparición del estado español, el matrimonio enamorado no quiso perder el tiempo y pretendían conducir para llegar hasta ahí. Pero, siendo la voz de la razón, Valencia les aconsejó que lo mejor que podían hacer era descansar aquella noche y al día siguiente irían en tren, para ir descansados y con las ideas bien claras. Ellos, a regañadientes, aceptaron.
Debían estar agradecidos, porque por cosas del destino la furgoneta resultó que tenía unos problemas y no hubiera sido una buena idea hacer un viaje tan largo en ella. Podía pasarles un accidente y créeme, eso es lo último que ellos querían. Ya en la estación, se despidieron de Baleares y la valenciana, agradecieron todo lo que habían hecho por ellos y prometieron que iban a cuidar a España todo y mucho más.
Era tan parecido a cuando habían ido a Galicia, todo al principio de aquella odisea. Salvo que esta vez sí tenían las cosas claras, sí sabían qué hacer. Y no, esta vez Francia no iba a romper el dinero como una estúpida. Habían aprendido de aquella vez, era el inglés quien llevaba el dinero en su cartera.
Hablando de Francia, también tuvo que ignorar las llamadas de sus hijos. Canadá estaba algo preocupado por ella porque había ido a su casa en París a visitarla por sorpresa y resulta que no estaba. Ella no le dió explicaciones. Imaginaba que Estados Unidos también llamaba para saber dónde estaba su padre y su madrastra para no dar señales de vida.
– You little brat, I'm not going to repeat it to you again, your father 's and France 's affairs are our affairs ... United States ... Thirteen colonies don't even think about geolocating this call! Thirteen colonies! (Mocosa, no te lo voy a repetir otra vez, los asuntos de tu padre y Francia son nuestros asuntos… Estados Unidos… ¡Trece colonias ni se te ocurra geolocalizar esta llamada! ¡Trece colonias!)
La estadounidense colgó la llamada, sin dejarle tiempo al inglés a castigarla o algo así. Aunque sabía que las amenazas de su hija no eran más que eso, amenazas que nunca cumplía. Era tan parecida a su madre, y ella no lo sabía. Tenían ese carácter, esa forma de ser impulsiva y la habilidad para tocarle los cojones a cualquiera de una forma magistral. Eran como dos gotas de agua, aunque España no quisiera verlo y Estados Unidos no lo supiera.
Recordaba cuando se llevó a la niña con él. España era la que intentaba controlar esos territorios, en principio sin hacer daño a los indígenas autóctonos de aquella tierra. Incluso había conseguido establecer una comunicación, algo torpe, con la representación de aquellas tribus. Y de esas interacciones salió la pequeña niña aborigen.
Las colonias no eran hijos biológicos. Eran estados que se creaban, y ellos se crearon de aquella interacción. Todos los hispanos habían salido de aquellas interacciones que crearon sus estados, que los crearon, de la misma forma que España nació de la creación de un estado (la marca hispánica), o él que nació de forma similar cuando Inglaterra se hizo con un gran control en las islas británicas. Demonios, la francesa nació como tal en la separación del imperio carolingio, creando el estado de la Francia Occidental (ella) y la Francia Oriental (estado predecesor de lo que hoy sería Alemania).
Y aquella colonia norteamericana al final se la arrebató a España y la convirtió en su hija. Sí, también era su padre porque él al final la creó como tal, dió forma a las Trece colonias. Él era su padre, o al menos su figura como tal. Y España era su madre, la que debió ser la figura materna. Pero nunca sucedió.
Una madre y una hija que se parecían tanto, pero lo ignoraban. Una por voluntad propia y otra por ignorancia pura y dura.
Y todo eso lo llevaba a pensar en España. En aquella mujer pelirroja que amaba, que amaba demasiado y estaba deseoso de verla. De abrazarla. Quería disculparse por todo lo que había pasado, ya que aún se sentía culpable. Quería decirle que él iba a estar ahí para ella, siempre y siempre y siempre, cuando ella estuviera mal él estaría ahí.
La mano de Francia en su mejilla lo sacó de sus pensamientos. Ella sonrió, con una expresión melancólica, limpiando la tímida lágrima que se deslizaba por la mejilla del inglés.
– Tu es en train de pleurer. S'il te plait ne pleure pas, ne pleurons plus pour aujourd'hui mon amour. Nous devons être forts, vous vous souvenez? (Estás llorando. No llores por favor, no lloremos más por hoy mi amor. Debemos ser fuertes, ¿recuerdas?)
El inglés asintió. Sabía que no debía llorar porque eso haría llorar a Francia y aquello sería un no parar. Se habían prometido mantenerse firmes, serenos y calmados. No hacían nada dejándose llevar por las emociones y no pensando con la cabeza.
– I know, don't worry. I was just thinking. (Lo sé, no te preocupes. Es que sólo estaba pensando.)
– Vous pensez à quoi? (¿Pensando en qué?)
– In Spain and USA. They should talk more. They both need it. She needs to forgive herself for what happened, and my daughter has the right to know her mother, and I know she wants to because even though I didn't ask (En España y en USA. Ellas deberían hablar más. Lo necesitan ambas. Ella necesita perdonarse por lo que pasó, y mi hija tiene el derecho de conocer a su madre, y sé que quiere porque aunque no lo pregunta lo veo en sus ojos.)
– Je sais, il m'a demandé d'essayer de voir s'il pouvait m'obtenir la réponse. Il a même essayé d'utiliser le Canada pour qu'il me le demande. Et je pense que les Pays-Bas m'ont appelé en disant qu'ils avaient appelé (Lo sé, me ha preguntado a mí intentando ver si podía sacarme a mí la respuesta. Incluso intentó utilizar a Canadá para que él me preguntara. Y creo que Países Bajos me llamó diciendo que la había llamado con la misma pregunta.)
– Do you think she will want to do it? (¿Crees que ella lo querrá hacer?)
– Puede, algún día. Y estaremos a su lado para ayudarla y darle ese apoyo que necesita.
– Yes, we will be. (Sí, lo estaremos.)
Tomados de las manos, se dieron un corto beso y se acurrucaron. Aún quedaba un tramo largo de viaje, llegarían pasada la hora de comer y debían tener fuerzas para eso. Calmados, despejados y seguros de sí mismos.
Lo harían por ella, sólo por ella porque la amaban.
…
– Y esa es toda la historia.
Castilla tomó otro sorbo de café, mientras acariciaba la cabellera de su princesa. Estaban en el jardín, sentadas en una manta colocada en el césped donde ambas estaban comiendo. Cuenca y Toledo prefirieron dejarlas un tiempo solas, para que pudieran charlar con calma y sin que nadie las pudiera interrumpir.
España aprovechó este rato para resumir más o menos todo lo que había pasado, desde sus problemas para descansar, los problemas de la bebida, la reunión de la unión europea, la escapada a Galicia, la idea del viaje, ellos sopremdiendola con rosas, etc. En una hora había terminado de contar toda aquella odisea de aventuras que había pasado en tan sólo un mes, en un mes sólo. La que habían liado en un mes.
– Bueno, puedo decir que no ha sido tu idea más brillante.
– Lo sé, ¿verdad? No sé qué mierda estaba pensando. Sólo quería escapar de aquello para lo verlos
– ¿Y por qué no querías verlos?
– Para no ver lo decepcionados que estarían conmigo. El abuelo tiene razón, debería ser un estado y comportarme como tal, responsable y madura. Y lo único que he hecho es ser una niña pequeña y escapar de los problemas.
– Cariño. Asturias dice muchas tonterías. A mí también me decía lo mismo con tu edad.
– ¿Tú? ¿La antigua Corona de Castilla? No me lo creo.
– Puedes creerlo. Fue antes de que tú existieras. Mi señora quería comprometerse con su primo segundo. Yo no es que estuviera muy de acuerdo con aquello, pero ella estaba empeñada. Literal, ella alegaba que ella iba a decidir con quién se casaría y elegía a ese chico. Ellos dos al final se casaron, con eso la guerra que se armó. Pues bien, ahí conocí a Aragón. Yo al principio estaba regañadientes con él. Entiéndeme, yo era un reino fuerte y todo eso, y tú padre… bueno, él era un Reino Grande al menos, pero no como yo.
– ¿Y qué pasó?
– Después de la guerra, aquel matrimonio se convirtió en reyes. Y a mí me obligaron en cierta medida a unirme con Aragón. Yo hice lo que una mujer sensata podía hacer.
– ¿Escapaste?
– No muy lejos la verdad. Ni siquiera salí de mi dormitorio. Cerré la puerta con llave y me escondí dentro de un armario esperando a que no vinieran a por mí y se olvidasen del asunto. Claro que podría haber escapado, pero los guardias me habrían visto y no hubiera llegado muy lejos. Pero tu padre, el muy pesado, vino. Abrió la puerta con una llave que tenía. La boda debía haber ocurrido hace dos horas, y a nadie le pareció buscarme ahí salvo él.
– ¿Te obligó a salir de ahí?
– No, todo lo contrario. Él se sentó y me tranquilizó. Me dijo que él también estaba nervioso, que no sabía cómo asimilar esto. Pero que le gustaba, que me quería y que me juraba que me iba a tratar como la reina que era. No lo creí, obviamente. Estuvimos así durante otro par de horas.
– ¿Y luego?
– Dejé mis miedos de mierda y esas tonterías. Salí de ahí y establecimos la alianza. Y al final pues naciste tú. Fin de la historia. Pero debes darte cuenta que da igual esos miedos, sí, son horribles y te harán hacer cosas estúpidas. Pero debes confiar en ti misma y dar un paso adelante mi niña. Estoy segura que ellos dos te aman, que te aman tanto como los amas tú a ellos. Sólo debes confiar en ti misma y lo verás claro. Yo lo vi claro, y créeme, no me arrepiento de salir de aquella alcoba e irme directa al altar.
España asintió y abrazó a Castilla la Mancha. Ambas se abrazaron con mucho cariño y se mantuvieron así un rato. Hasta que la madre se separó y se puso de pie.
– Bueno, basta de cháchara. Necesitas un rato divertido y despejar esa cabecita que me tienes, que a veces pienso que sólo la utilizas para lucir el pelo. Le he dicho a Toledo y a Cuenca que te lleven un rato al centro comercial. Tienes dinero en tu cartera, así que ve a comprarte algo bonito.
– Aww, mamá…
Otro abrazo más, después la pelirroja salió corriendo a calzarse y coger su bolso. Y la castellana sonrió. Ella era consciente de que el matrimonio venía de camino, pero primero quería hablar con ellos. Hablar con ellos a solas para estar ella segura de que eran buenos para su hija.
Recoge las cosas del picnic y entra en la casa. Aún queda una media hora para que llegue el tren. Y España ya salió. Todo sale como ella tiene pensado.
La madre siempre sabe más.
Comentarios:
LA CUARENTENA ME DA GANAS DE ESCRIBIR, SI LO DIGO. AQUÍ ESTÁ LA POTRA COMENTANDO.
Guau, como los datos se han convertido en mí hablando de lo que me salga del papo. Aish, que esto era para dar información extra.
Y eso vengo a dar. Porque sí, tengo un par de cositas que decir hoy.
Uno. Yes, finalmente decidí que Estados Unidos iba a ser una mujer. La veo como una niña desobediente que hace lo que quiera cuando quiera y le gusta andar molestando, like her mother.
Dos. Mención a los Países Bajos porque saben que, son la mamá de los nenes de Oceanía. YES.
Tres. Los reyes de la historia de Castilla claramente son los católicos. La guerra es la de Isabel contra Juana la Beltraneja (como se escriba). ¿SABEN QUE GALICIA EN VEZ DE APOYAR A ISABEL APOSTÓ POR LA JUANA? Así los nobles gallegos se fueron a tomar por el culo y el gallego quedó relegado a un idioma de labregos (creo que la traducción en español de esto es campesino, pero aquí decimos labrego). Galicia es el claro ejemplo de cómo no apostar en las guerras (nos pasó otra vez en una guerra de sucesión borbónica).
Amo mi tierra.
No tanto como a vosotros bbs.
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