Capítulo 13
"And now we're falling apart"
– ¿…Qué el centro de la ciudad está a cuanto?
– Señora, estamos en las afueras de Cuenca, a donde quiere llegar está en el centro. Le queda aún camino que hacer. En fin, son cinco euros.
La rojigualda pagó por su chocolate caliente para llevar y su cono de churros a regañadientes, y salió de la cafetería para sentarse una piedra grande que había cerca. Se apañó de la mejor forma, dejó la comida en la piedra para sacar un cigarro y fumar algo rápidamente mientras hacía memoria de todo lo que había hecho.
Tras dejar la casa en Valencia, sólo tenía un objetivo claro, el irse a cualquier lado, a cualquiera. Su idea inicial era ir a Madrid, volver a su casa e intentar vivir su vida como si nada de esto hubiera pasado. Olvidarse de aquel mes, aquellos besos, aquella noche, olvidarse de todo y posiblemente decir que no podía ir a reuniones porque tenía asuntos, enfermedades, excusas que se inventaría con el tiempo.
Sí, su primera idea había sido huir como una cobarde de mierda, lo reconocía, tampoco era la forma de arreglar las cosas. Y sí, ella misma sabía qué hacer aquello estaba mal y que tarde o temprano debería afrontar sus actos y toda esa mierda. Pero eso sería problema para la España del futuro, la España que pensaba en caliente y dejándose llevar por las malas ideas de las que se arrepentiría después era la que decidió a la madrugada salir corriendo a la estación de buses, comprar un billete y salir de la ciudad.
Aquí cometió su primer error. Compró un billete para Toledo. No para Madrid. No entendió cómo se había equivocado tanto, pero le restó importancia ya que tampoco era tan mala idea pasar el tiempo ahí. Así que, aún insegura con lo que haría al llegar, decidió dormir un rato en el autobús. Durmió hasta que a las cuatro de la mañana anunciaron que iban a parar en una gasolinera para estirar las piernas.
España bajó, fue al baño y cuando salió, sorpresa, el bus se había marchado. Cabe aclarar que simplemente no es que fuera al baño para utilizar el inodoro, es que la muy lista en vez de darse prisa estuvo mirándose en el espejo, arreglándose un poco la apariencia, que estuvo perdiendo el tiempo como una tonta. Dado a que nadie había notado su ausencia, el bus arrancó y ella se quedó ahí tirada, en una gasolinera a las afueras de Cuenca a las cuatro de la mañana.
Sí, menudo planazo.
Tras hacer memoria, apagó el cigarro tirándolo al suelo y lo pisó. Tras la discusión, donde Francia le rompió una caja nueva, sólo le quedaban un par que siempre llevaba en su bolso. Y no era lo único que le escaseaba. Salió con poco dinero, unos cincuenta euros, donde ya quince habían ido a parar al billete y otros cinco al antojo de madrugada que se estaba pegando en la puerta de la cafetería de carretera. Había un motel en la gasolinera, y pensaba rentar la habitación al menos durante unas horas para poder descansar, por lo que aproximó que otros diez euros irían para eso. El desayuno otros cinco y le quedaban diez euros, diez euros para poder sobrevivir y llegar a la casa de la provincia. Sí es que no había ningún problema.
Y encontrar a Cuenca sería un problema, ya que no le quedaba batería en el móvil. Salió con poca, en el trayecto mientras dormía se desgastó bastante y en aquel rato se había agotado por completo. Y no, no tenía cargador porque se olvidó completamente de este. Así que estaba con poco dinero, sin ninguna forma de comunicarse con alguien y en una gasolinera a las afueras de Cuenca.
– Bien hecho España. Otra vez cargándola.
Suspiró, mientras terminaba su chocolate. La verdad, la había hecho buena. Era el claro ejemplo de cómo hacer las cosas mal, y de cómo pasar de Guatemala a Guatepeor. Ahora era la España que pensaba en frío y se daba cuenta que estaba siendo una estúpida por no afrontar sus problemas. ¿Por qué le costaba tanto abrirse a la gente? ¿Por qué no hacía el esfuerzo de confiar? ¿Por qué seguía cayendo en sus malos hábitos?
Porque era insegura y no confiaba en sí misma. Le costaba confiar en su propia persona desde la Guerra Civil, ya que matarse a uno mismo no es un buen recuerdo con el que lidiar. Sí no podía confiar en su propia persona, ¿podía confiar en los demás? No. Las noches confusas en vino eran para no pensar en los momentos malos. Para olvidarse y simplemente hacer como si no existieran. Se tapaba el ojo para olvidar que la habían engañado hace años. Evitaba hablar con sus hijos lo suficiente para olvidar que les hizo daño y los perdió. Evitaba hablar con Estados Unidos para no tener que afrontar que había sido una figura materna ausente.
Y esta vez había escapado para evitar ver los rostros de decepción en las dos personas que más amaba en el mundo. Porque era la única persona que seguía golpeándose contra la misma piedra desde hace 300 años. Y ella lo sabía.
"Lo sabía", pensaba mientras entraba al motel. "Lo sabía", pensaba mientras subía a la habitación que había rentado. "Lo sabía, pero no hice nada para cambiarlo", pensó mientras dejaba su mochila en el suelo y se tiraba en la cama. "Pero nunca hago nada y ahora todo esto es mi culpa. Mi puta y asquerosa culpa".
– Sólo soy una estúpida asustada.
¿Cómo estarían ellos dos? A estas horas lo más probable fuera que ambos siguieran dormidos. Escuchó su discusión, aquel fue el detonante que la llevó a hacer todo eso. Supo que ahora estaban durmiendo en una cama separada y se sentía tan culpable de eso. Tal vez si solo lo hubieran hablado, si en vez de evitar por una vez hubiera dicho las cosas como son realmente, puede ser que ahora los tres estarían en la cama durmiendo, estaría abrazando a Reino Unido mientras que Francia la abrazaba a ella. Y no estaría en un motel barato, sin móvil, con poco dinero, en una gasolinera a las afueras de Cuenca.
Se quitó los pantalones, dejó en una silla su sudadera y se quitó el sujetador, quedando simplemente con la ropa interior y una camiseta. Sólo tenía esa ropa, y no le importaba que esa camiseta sirviera de pijama. Lo peor de todo, lo que le dolía más es que tanto la sudadera como la camiseta no eran de ella, sino de ellos. La camiseta era negra con los Beatles que utilizaba el inglés de pijama muchas veces. La sudadera blanca con detalles de rosas era de la francesa, incluso olía a ella.
Se paró un momento a oler las dos prendas. Podía intentar imaginarse que estaban con ella, que no se había ido a ningún sitio, pero el olor a ambientador del cuarto la hacía despertar de aquel irreal sueño. No, ellos estaban durmiendo en Valencia, cada uno en un cuarto y ella estaba intentando dormir en una cama, de un motel barato, sin móvil y con poco dinero, en una gasolinera a las afueras de Cuenca.
– Si tan sólo no fuera tan, tan yo… Es que hay que ser tonta.
Las lágrimas empezaron a asomarse. Los quería ahí, con ella. Quería que Reino Unido le diera la mano y le secara las lágrimas diciendo que todo iba a estar bien. Quería que Francia la colmase a mimos y que la abrazara, para tranquilizarla. Quería sus besos, quería sus caricias, quería todo de ellos y lo había perdido. Les había gritado que ojalá no hubieran hecho aquel viaje, y eso era una vil mentira porque estaba tan agradecida con lo que había pasado.
Y ahora todo se desmoronaba por su culpa. Fue quedándose dormida con esa idea es su mente, llorando. Pensaba en que debía ser la persona más estúpida en la tierra.
O al menos la persona más estúpida en ese hotel de carretera a las afueras de Cuenca.
…
– ¿Tampoco a tí?… Vale… Tranquila te mantendremos avisada chica, ahora descansa… Sí, venga descansa. – Valencia colgó la llamada, miró a los presentes y negó con la cabeza. – España tampoco responde a las llamadas de Madrid.
Con esta comunidad, ya iban diez personas, sin contar a los cuatro presentes, a los que España no estaba atendiendo a sus llamadas. Y cada vez tenían menos esperanzas con aquello de las llamadas. Francia, abrazando uno de los cojines del sofá, se mordía las uñas fastidiando su manicura perfecta. Reino Unido, sentado en un sillón, golpeaba de forma ligera su pie contra el suelo.
– Acabo de hablar con Galicia. – Dijo la pequeña Baleares. – Va intentar llamarla ahora, pero no ha cogido a Madrid, a Madrid. Dice que no cree que le vaya a atender. Igual va a probar.
– Bueno, al menos lo intenta.
Valencia suspira. Ésta que echa humo. Ya la noche anterior se tuvo que morder la lengua al escuchar los gritos entre aquellos tres. Pero lo que menos esperaba es que cuando se fuera hacer el cafecito de las nueve de repente encontraría una carta de España.
Habían pasado horas desde que la leyó, pero las palabras se habían marcado con fuego dentro de su cabeza. Empezaba con una disculpa por hacer esto, y terminaba con otra más, y se podía distinguir un par de lágrimas en el papel.
Y de eso hacía rato. Ahora eran las doce, y llevaban intentando dar con ella casi tres horas, todo en vano. Tenía ganas de prenderle fuego a algo, posiblemente a esos dos extranjeros porque era demasiado obvio que había escapado por eso, pero por mucho que le gustaría estar haciendo solomillo francés e inglés, Baleares la mantenía en su línea, ya que ellas dos no eran quienes para meterse en la relación de esos tres.
Pero llegaba a no estar Baleares y la que se armaría en esa casa. Como mínimo les estaba mandando unas miradas de odio, miradas que cada vez iban empeorando.
Agotada de llamar por teléfono, se levantó del sofá y dijo que iba a fumar algo. Baleares la acompañó, alegando que también necesitaba un cigarro. Dejó una bandeja con cafés y tés en la mesilla y la acompañó hacia la puerta. Cuando se cerró la puerta escucharon los dos extranjeros los gritos que daba la valenciana.
– ¡Es que hasta el puto coño! ¡Mi sobrina está desaparecida por culpa de esos dos subnormales!
– Valencia. Te lo he dicho, no somos quien-
– Lo sé lo sé, "no somos quien para meternos en su relación". Pero esos dos ayer se pelearon con ella. Y ayer pasaron cosas, y gracias a esas cosas ahora no encontramos a España.
– Pero España se marchó por cuenta propia, y no es la primera vez que hace esto, ¿recuerdas?
Valencia hizo memoria, lo recordaba como si fuera ayer, aunque fue hace quinientos años de aquello. Aún era un reino, el Reino de Valencia, y se acababa de ganar la reconquista de la península, derrocado a los últimos reinos de Taifas, reinos que formarían después a la andaluza. Y, además, se había descubierto América, así que todo era felicidad en la corte castellana.
Aunque no fue lo único que pasó. La hija de los reyes católicos se comprometió con un príncipe de Austria, Felipe el hermoso lo llamaban. Y, de igual forma, Castilla y Aragón decidieron que era buena idea comprometer también a la recién creada España con la Corona de Austria. Ellos pensaban que esas uniones eran lo mejor que podían hacer, la marca hispánica llegaría lejos de esta forma.
Pero, no le gustaba la idea a la española. Tras volver de las Indias, que lo primero que te anuncien es que te vas a casar con alguien a quien ni conoces no es lo que esperarías. Era un estado aún pequeño, recién acababa de crearse y era demasiado idealista. Ella creía en esas historias tontas de casarse por amor. Así que mucha gracia no le hizo.
Desapareció dos días antes de la boda, aunque en esa ocasión, y a pesar de estar en el medievo, fue sencillo encontrarla. La muy tonta se escondió en una torre de vigilancia dentro de Castilla. La encontraron unos guardias y volvieron a llevarla a la capital, en ese entonces Toledo, para que la vistieran de boda y se casara con Austria.
Así que si, no era la primera vez que España escapaba de algo. También lo hizo aquella noche que le anunciaron que perdiera las últimas colonias en América, allá en el 1898. Escapó del palacio pero fue encontrada días después en una cantina.
Había un largo historial de momentos donde el estado escapaba de algo para no hacerle frente, pero llevaba ya cien años sin que pasara eso. Pero ahora había vuelto a ocurrir.
– Baleares el problema no es que España esté desaparecida. Es que esto ya no es el medievo, no es una niña, ni tampoco es como hace cien años. Puede haber escapado a cualquier parte, como si ha salido del puto país. Dime, ¿cómo mierda va a hacer Madrid para explicar que su estado no está?
– No… no lo sé.
– Exacto. Ahora mismo puede que España esté en un puto vuelo a Groenlandia. Y todo esto no pasaría si no fuera por esos dos.
– Si tú lo dices.
Ambas siguieron fumando. Baleares tenía claro que la culpa no recaía en esos dos, que algo debió haber pasado. Pues claro, nadie conocía de los problemas depresivos de España salvo ellos, la misma España y Madrid.
Por cierto, mencionando a Madrid, la pobre era la que peor lo estaba pasando. Llevaba tanto tiempo cuidando a España para que ahora desapareciera. Baleares estuvo hablando por mensaje con ella, y le aconsejó que fuera a descansar. Ahora se imaginaba que Madrid estaba dando vueltas por la casa estresada, entrando en el cuarto de España y llorando por saber que estaba desaparecida.
Dejando de lado a las dos comunidades ibéricas, volvamos a dentro de la casa, al salón donde la francesa, con las manos temblorosas intentaba tomar una taza de café, fallando miserablemente y tirándosela por encima.
Reino Unido se levantó rápido para ayudarla, para intentar limpiar la mancha de café, para ver si no se había quemado porque ese café estaba ardiendo, pero rápidamente vio cómo Francia se ponía a llorar. Desde que estaban ahí no había llorado. Se había puesto nerviosa, había estado temblando, pero nunca había llorado. Y ahora estaba ahí, llorando porque se sentía demasiado culpable.
– C'est ma faute, elle est partie à cause de moi. (Es mi culpa, ella se ha ido por mi culpa.)
– No darling, it isn't. It is not only yours. (No cariño, no lo es. No es sólo tuya.)
– Mais, mais si nous avions seulement été plus patients, nous ne serions peut-être pas comme ça maintenant. Maintenant, elle serait là, avec certaines de ses chansons divertissantes. Elle serait avec nous. Et maintenant elle n'est pas. (Pero, pero si sólo hubiéramos sido más pacientes, puede que ahora no estuviéramos así. Ahora ella estaría aquí, con alguno de sus entretenidos temas. Ella estaría con nosotros. Y ahora ella no está aquí. Y todo es porque no pude insistir más.)
– France no, it 's not your fault. It is also mine. I let myself be carried away by pride, by rage. And instead of helping them I was making things worse with my irrational anger instead of thinking about what she was happening, what you were enduring. I should have been more patient and she… maybe she hadn't escaped... (Francia no, no es tu culpa. También es mía. Yo me dejé llevar por el orgullo, por la rabia. Y en vez de ayudarlas estaba empeorando las cosas con mi enfado irracional en vez de pensar lo que ella estaba pasando, lo que tú estabas aguantando. Debí ser más paciente y ella… ella tal vez no se hubiera escapado…)
Francia, sentada en el sofá, observó cómo el inglés, arrodillado, apoyaba su cabeza en las piernas de la francesa, y comenzaba a llorar también. Él no había llorado en ningún momento, hasta ahora. Ahora se había roto y sentía también que era su culpa, que todo su orgullo los había llevado hasta esto. La francesa acarició el cabello de su esposo y levantó su cabeza para que se mirasen.
– Mon amour, ne pleure pas. Nous devons rester forts ... Trouvons-la, réglons cela quoi qu'il arrive. (Mi amor, no llores. Tenemos que mantenernos fuertes… Vamos a encontrarla, vamos a arreglar esto pase lo que pase.)
– But what if she doesn't want to? (Pero, ¿y si ella no quiere?)
– Nous continuerons d'insister, et nous insisterons de plus en plus parce que nous l'aimons. Et elle nous aime. Et nous réussirons à résoudre ce problème, nous trois, ensemble. (Pues seguiremos insistiendo, e insistiremos más y más porque la queremos. Y ella nos quiere. Y lograremos arreglar este problema, los tres, juntos.)
– Will you swear to me? (¿Me lo juras?)
– Je te jure mon amour. (Te lo juro mi amor.)
Ambos se sonrieron. Se olvidaron de la mancha de café, de los nervios por un momento. Se tomaron de las manos y se fundieron ambos en un lacrimógeno beso de reconciliación. Debían mantenerse juntos y fuertes. No podían flaquear ahora.
Y más cuando ahora sólo les quedaba esperar.
…
"En Cuenca hacía más frío del que recordaba" pensaba la española mientras recorría las calles. Llevaba al menos dos horas andando, desde la gasolinera hasta lo que ya parecía ser el centro de la ciudad.
Se despertó a las dos de la tarde. Se duchó y salió del motel. Gastó algo más de dinero en una comida que le diera fuerzas con todo el trayecto que le quedaba andando, ¿por qué no pedir un taxi? Porque necesitaba esos míseros diez euros por si ocurría una emergencia.
El trayecto fue un suplicio. Especialmente por sus pies, todavía seguían con heridas y se había apañado para hacer un vendaje provisional, más este no era lo mejor y el hecho de estar andando de forma continuada no le hacía un favor a sus heridas. Puede que los cortes se abrieran, puede que ahora mismo sus únicos calcetines blancos tuvieran la planta roja. A pesar de todo eso siguió caminando, sin perder el tiempo. En esta época del año, en esta zona, el sol se pondría sobre las siete de la tarde. Contaba con cinco horas para encontrar la casa, para poder asegurarse un techo seguro en el que dormir. Sino, estaría realmente jodida.
Cuando llegó al centro de la ciudad, las cosas no se arreglaron. Tenía que encontrar a la provincia, y no tenía su móvil para poder llamarla o algo. Tampoco era buena para recordar las direcciones, por lo que su única alternativa era ir preguntando mientras daba vueltas. Total, para la gente ella sólo era una mujer pelirroja de piel morena que se había perdido.
Cuando quiso darse cuenta ya eran las siete y todavía no había encontrado la casa. Agotada, se paró y tomó un momento para comer algo en una pizzería, gastando otros cinco euros. Estaba en mínimos. Y no quería que llegase la noche y encontrarse sola. Le daba miedo, el estar en una ciudad que no conoce bien, y además sola por la noche. No es que fuera la mejor combinación para mantenerse tranquila. ¿Y si le pasaba algo? ¿Y si le hacían algo?
Aún así no perdía la esperanza. A las ocho seguía buscando y dando vueltas. A las nueve, más cansada, intentaba no cruzarse con nadie. No respondía a nadie. Ella estaba enfrascada en buscar la casa.
A las diez, se dio por vencida. Se apoyó en un portal cualquiera y comenzó a llorar. Se había perdido. No había encontrado la casa. Estaba sola, le dolían demasiado los pies y por encima tenía hambre. No le quedaba dinero y la cabeza le dolía demasiado. Sólo quería descansar, aunque fuera como una indigente en la puerta de la casa de alguien. Y tenía miedo, porque ya era de noche y no tenía claro dónde se podría quedar.
Había perdido toda la esperanza. Y se sentía tan sola y tan estúpida, por primera vez quería ayuda, quería que ellos dos estuvieran allí, porque ellos sabrían qué hacer. Francia había buscado soluciones y Reino Unido la estaría tranquilizando. Pero no, eso no estaba pasando. Ahora era ella sola contra el mundo y el mundo parecía estar ganando. Estaba tan cansada que le importó bien poco comenzar a cerrar los ojos. Y se quedó ahí, adormilada en el portal de la propia provincia.
El mundo la había llevado al final a donde debía estar.
Cuenca bajó las escaleras con una maleta. Debía ir a Toledo por cuestiones de trabajo, y estaba al día del asunto de España. La habían llamado a ella, pero no pudo darles ninguna información.
Lo que menos se esperaba era que el estado desaparecido se hubiera quedado dormida en la puerta de su piso. Al principio imaginó que era una indigente cualquiera. Pero cuando abrió la puerta se llevó la sorpresa, España dormida cayó hacia atrás. Ni siquiera se despertó, el cansancio era superior a ella y estaba en un sueño profundo. Cuenca no perdió el tiempo y la tomó en brazos.
No podía dejarla en su casa, menos cuando ella tenía que irse. La llevó hasta su coche y la tumbó en los asientos de atrás. "Castilla estará muy feliz de verla". Conduciría toda la noche con tal de dejarla a buen recaudo.
Y todo esto pasó mientras la ibérica descansaba sin saber nada.
…
A esa misma hora, Reino Unido y Francia estaban tumbados en la cama, abrazándose, intentando descansar un poco. Todas las comunidades lo habían intentado, habían llamado y ninguna había logrado ponerse en contacto con la pelirroja. Valencia los encontró llorando en el salón. Hablaron de la discusión, de lo que había pasado para que España se fuera, poniendo en situación a la valenciana, quien sorprendida de la actitud de su sobrina, no podía culpar ya del todo a los dos extranjeros. Les aconsejó irse a dormir, que descansaran y que tal vez mañana habría más suerte.
– Et s'ils ne le trouvent pas? (¿Y si no la encuentran?)
– They will find her. Sooner or later she will appear. (La encontrarán. Tarde o temprano ella va a aparecer.)
Aproximadamente habían pasado 24 horas desde la discusión. Hacía un día desde que no la veían. Y eso les quemaba, les dolía tanto. Intentaban darse apoyo, pero las esperanzas comenzaban a decaer. Aún así, seguían creyendo en que debían encontrarla. Que no podían dormir todavía.
Y Baleares, llorando de la alegría, abrió su puerta de golpe. Estaba con una sonrisa en la cara. Se podían escuchar los gritos de júbilo en la planta de abajo, provenientes de la valenciana.
– Qu'est-ce qui se passe? (¿Qué… qué ocurre?)
– Acaba de llamarnos Castilla. España va de camino a Toledo. Cuenca la encontró y-
No pudo seguir hablando porque los dos países empezaron a gritar de alegría, llorando se abrazaron y fueron a abrazar a la comunidad isleña. Sonreían, eran asquerosamente felices.
Y en el coche de Cuenca, España también sonrió.
Comentarios.
QUE GANAS TENÍA DE ESTE CAPÍTULO. DEMASIADAS. MUCHAS. ASDFGHJ.
La única cosa buena que ha tenido esta cuarentena es que me ha dado energías para escribir. Like perfect.
Hice como un pequeño árbol genealógico para explicar la familia de España. Es confuso. Es raro. Pero es lo que hay.
No tengo mucho más que decir. Besos para todos, mis bbs.
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