Viernes 11:00 pm



Viernes. 11:00 pm

El timbre de la entrada sonó nuevamente. Lincoln se preguntaba quién podría ser a esas horas cuando al abrir se encontró con... nadie. Miró hacia afuera a ambos lados. Había un coche sin ocupantes estacionado ocupando la mitad de la salida de su garaje. Regresó adentro maldiciendo en voz baja al bromista.

Se dirigió hacia el pasillo cuando notó la luz de su contestadora. El aparatejo había atascado uno de los mensajes que le había llegado junto con los de Luna y Leni. Estaba por presionar el reproductor para escucharlo, cuando nuevamente sonó el timbre. Molesto, a pasos rápidos se apresuró a salir de la casa.

Esta vez pudo verlo. Un niño en pantaloncillos estaba por saltar el seto de su jardín hacia la calle, pero Lincoln fue rápido al correr alcanzando a tomarlo por una pierna. Lo hizo caer y le dio la vuelta cayendo encima de él al tropezarse.

—¡Ni intentes escapar pequeña zabandi...!

Se congeló. Una consternada y apenada niña de a lo mucho doce años le sonrió nerviosa. Pese a las circunstancias, su expresión indicaba que estaba divirtiéndose por la situación.

—¡Yo no fui, papá!

El recuerdo de él con su hermana Lynn acurrucándose detrás de los arbustos cuando nadie los miraba, acudió a su mente como un relámpago. Su sentido común llegó segundos después sacándolo del trance.

—¿Lacy?

Le soltó la pierna, entonces la preadolescente de un impulso se abrazó al torso del peliblanco con brazos y piernas, plantándole un sonoro beso en la mejilla que lo aturdió momentáneamente. Alguien más se acercó y parecía inspeccionar la zona.

—¿Lacy? ¿Dónde estás?

Lincoln se incorporó aún con la jovencita afianzada en él, cegándole por un momento el cabello castaño claro que llevaba en una coleta y le había pegado en la cara al cargar con ella. La mujer frente a él por su parecido sólo podía tratarse de la madre. Imperceptiblemente quizá era mayor que Lincoln, pero con el cabello castaño más oscuro y muy corto, sus marcados brazos estaban descubiertos pues llevaba una blusa que mostraba también un abdomen tonificado.

—¡Oh! Aquí estás con tu papá. Hola, Lincoln.

Divertida, comprendió que a su hermano le estaba costando trabajo procesar lo que estaba ocurriendo. De un salto ágil cruzó el seto y aún con la niña en medio de ambos, la mujer sin recato le plantó un ruidoso y mucho más largo beso justo en la boca.

—¡Mamá, sigo aquí!

Fingiendo asco, pero conmovida por ver reunidos a sus padres de nuevo, la niña liberó al hombre, permitiéndole así abrazar a la mujer.

—Lynn, Lacy. No puedo creerlo. ¿Qué hacen aquí?

—Bueno, pues... pensé en lo que hablamos la última vez, Lincoln. Lo digo en serio.

La sonrisa de Lincoln tambaleó por el nerviosismo. Un mes atrás había ido a visitar a su hermana para saber cómo seguía tras su divorcio, en parte entusiasmado porque hubiese dejado a aquél profesor con el que trabajó en la Universidad, al cual recordaba más por sus constantes quejas sobre su hermana, acerca que no podía seguirle el ritmo, pidiéndole que dejara las prácticas sólo para el equipo al que entrenaba, sus modales en casa, además de lo mucho que le desagradaba escucharla hablar constantemente de su hermano más que de los deportes, o que fuese a visitarlo cada quincena con la niña. No es que Lincoln le pudiera echar en cara esa actitud con él al tipo, después de todo Lacy era suya.

Su relación con Lynn fue bastante peculiar desde siempre, tanto que cuando la noticia del embarazo de su hermana de veinticinco llegó a la familia, en realidad no tomó a nadie con mucha sorpresa, si acaso el por qué tardó tanto a diferencia del de Lori, Leni, Luna o... en fin. Lincoln que con veintitrés años recién empezaba su vida adulta, quiso asumir la responsabilidad, pero por supuesto para no implicarse en un escándalo pues aún esperaba tener una sobresaliente carrera deportiva a futuro, Lynn decidió criar a Lacy como madre soltera. Conoció a ese tipo hace unos tres años, entonces todo terminó hasta hace poco tiempo. Pasados unos días de su separación, Lincoln le había propuesto que vivieran juntos. No había nada de malo para el mundo que un sujeto quisiera apoyar a su hermana y "sobrina" dándoles un lugar donde quedarse, pues nadie tendría que enterarse de las implicaciones detrás de su plan real.

—Te lo agradezco mucho, Lincoln —continuó ella—. Pero la respuesta es no.

De no ser porque ya le había roto el corazón muchas veces, Lincoln se sentiría mal, afortunadamente ya esperaba esto, por lo que el golpe emocional no fue ni la mitad de doloroso a como imaginó que sería. Lacy por otro lado le tomó de la mano y ocultó su rostro contra su abdomen recargándose por lo incómoda que la situación se estaba poniendo. Su padre le alisó el cabello buscando reconfortarla y tranquilizarla.

—¿Condujiste para acá con nuestra hija sólo para decírmelo?

—Lincoln, hay muchas cosas que necesito resolver. Además, sigue siendo una situación muy extraña lo nuestro. Tal vez si sólo fuéramos nosotros tres... pero hay otras cosas que no puedo pasar por alto. Y no. Para que no te sientas mal y porque Lacy insistió mucho, también en realidad vine a traértelas para que pases el fin de semana con ellas. El que no podamos estar juntos, no significa que quiera que Lacy se aleje de ti.

Lincoln bajó la mirada. Lacy lo miró sonriendo, pero con cierta angustia desesperaba en sus ojos. Sin duda sería un mal momento el decirle que esperaba también a algunas de sus demás hijas mañana de visita. Aún si las circunstancias fueran distintas, se trataba de Lynn y Lacy. ¿Cómo decirle que no a lo que fuera que le pidieran?

—Gracias, Lynn. Yo lamento que... bueno, no sé qué decir.

Ella cariñosamente le dio un par de golpes en el hombro. Lincoln adivinaba que su corpulencia no debía ser muy distinta de la suya, salvo que por supuesto Lynn siempre sería mucho más fuerte que él.

—Dos por... —miró a su niña y le sonrió guiñándole un ojo— precoz.

—¿Quieres quedarte a pasar la noche?

—Lo siento. El equipo de la Universidad tendrá partido regional mañana temprano y tengo que estar presente. Dejé las maletas de las niñas en tu patio. Me tengo que ir. Cuídalas.

Le dio un nuevo beso que le robó al peliblanco el aliento, por supuesto que Lincoln las...

—Espera. ¿Traérmelas? ¿Cuidarlas? ¿A las niñas?

—Pues sí, esa es la idea.

Lincoln miró a su hija que se llevó una mano a la boca para no reírse. Lynn parecía extrañada de su actitud, pero antes que Lincoln pudiera preguntarle algo, a sus espaldas nuevamente sonó el timbre de su casa. Al voltear de repente, miró a otra chica más alta que Lacy tocándolo, su cabello era rubio castaño, aunque mucho más largo que el de Lacy. Mientras que la coleta de su hija se proyectaba hacia arriba, la de la otra muchacha lo hacía hacia abajo. Mientras Lacy llevaba ropa deportiva, la de catorce años llevaba una falda amarilla cuadriculada muy larga por debajo de sus rodillas, también una camisa blanca sin mangas y una corbata moteada. Lo más destacable y que llamó la atención de Lincoln, fue un aparato de ortodoncia sujeto por una diadema.

—Cuando toqué, nunca preguntaste "¿quién es?", papá.

La boca de Lincoln pudo haber tocado el piso. Riéndose pensando que ese era el verdadero chiste y uno muy bueno, con una mano Lynn le cerró la quijada de su hermano.

—Creí que ya la habías visto. Luan nos fue a visitar el otro día. Le había prometido cuidar de su hija días antes que me avisaran del partido. Su novio consiguió que hiciera un Stand Up en un club de su ciudad o algo así. Descuida, ya sabe de esto y estuvo más que conforme en que te la viniera a traer con Lacy.

—Oye, no. Espera... no puedo.

—Vamos, la casa es muy grande y sólo serán ustedes tres.

—Además de Loan, Liena y Lyra.

—¿Qué?

—"Tus hermanas" ya me habían comprometido a cuidar de los cuatro. Ahora con Lacy y Liby...

—¿Dijiste cuatro?

—Oh, siempre me olvido de Lemy. El caso es que no tengo lugar para seis personas más. ¿Puedes entenderlo?

Lynn frunció el ceño.

—Por supuesto que puedo entenderlo. Entiendo que nosotras no estamos en tus prioridades —resentida con una seña llamó a las chicas—. Niñas, al auto. El "tío" Lincoln no quiere tenerlas en casa.

Las niñas se acercaron a él tomándose entre sí de las manos para mirarlo con unos ojos de cachorro apaleado, expresión que sin duda Lincoln imaginó debieron aprender de Lynn. Se estremeció ante viejos recuerdos.

—¡Yo no dije eso! Digo que tal vez estén incómodas con tantas personas en casa y...

—¿Dices que vivías incómodo cuando todos vivíamos juntos? —le reclamó Lynn indignada— ¡No puedo creerlo!

Se había dado la vuelta molesta. Lincoln corrió detrás de ella, pero en cuanto las niñas pasaron a su lado, se olvidó de Lynn para agacharse un poco y tomar a ambas por los hombros.

—¡No dije nada de eso! ¡Amo a mis hijas! ¡Por favor déjame quedármelas unos días! ¡No te las lleves!

Las niñas compartieron sonrisas cómplices de felicidad, distinta a la sonrisa maliciosa de Lynn que Lincoln no pudo ver, pero que perdió cuando se dio la vuelta para encararlo mostrándose dulce.

—Sé que a pesar de todo te esfuerzas en ser un padre responsable, Lincoln —lo besó de vuelta en los labios—. Uno por lindo. Está bien, dejaré que cuides de las chicas ya que tanto insistes. Te las confío.

Lincoln suspiró tranquilo y satisfecho, así continuó incluso cuando vio a su hermana alejarse en el auto. Aún tomaba los hombros de las chicas. Una extraña sensación de desconcierto se apoderó de él. Miró a sus hijas confundido.

—¿Qué acaba de ocurrir aquí?

—Tía Lynn hizo que le suplicaras quedarte con nosotras.

Liby terminó su respuesta soltando una carcajada que su madre nada tenía que envidiarle de escucharla. Lacy volvió a abrazar a Lincoln.

—Papá, no te enojes con mamá. Ella ya nos había contado que siempre tenía que darte algunos empujones para que fueras sincero con ella.

Eso era verdad, Lincoln tenía que reconocerlo, de otro modo ella no existiría, pero por supuesto que esto no se lo diría a su hija.

Liby más discreta en sus cariños, pero no menos afectuosa, se abrazó de su brazo.

—¿De verdad nuestras "primas y primo" vendrán mañana, papi?

—Sí, por separado. Vamos adentro. Por esta noche compartirán el cuarto de invitados. Mañana pensaré cuando lleguen las demás en cómo distribuirlas.

Tras llevar sus maletas y una vez adentro, las dos chicas estiraron sus brazos. Liby entusiasta miró a su alrededor.

—¿Entonces qué hacemos ahora? ¡Una fiesta de pijamada!

Lacy bostezó. Su estómago rugió y soñolienta se rascó el trasero mirando a su "prima" frunciendo el entrecejo.

—¿No estas cansada del viaje? Yo sólo quiero dormir un poco. —Su estómago volvió a rugir.

—Vamos, no seas aguafiestas. Tenemos la casa sólo para nosotras.

—Sigo aquí, Liby —gruñó Lincoln—. Hay pizza en el refrigerador, Lacy. Toma sólo una rebanada y a la cama. Lo siento Liby, pero por mayoría de votos todos nos vamos a dormir. ¿Quieres pizza? —Refunfuñando, su hija negó moviendo el cuello. La diadema se le movió un poco, por lo que sujetándose con una mano la boca, con la otra se intentó acomodar el aparato—. ¿Qué pasó con los frenos? ¿Desde cuando estás usando esa cosa?

—Desde la semana pasada. Lo de los frenos no pareció resultar como lo hizo con mamá o tía Lori.

—Vaya. Siento oír eso. Tal vez... ¡Dije sólo una rebanada!

Lacy había aprovechado la conversación para ir a la cocina, Lincoln de reojo alcanzó a verla colocar dentro del horno de microondas tres grandes trozos de pizza sobre un plato.

—Es uno para cada uno.

—Tu hermana no quiere y yo tampoco. Sólo uno y nada de soda. Tengo algo de jugo de naranja.

A Lacy no le quedó de otra que obedecer un poco disgustada.

Lincoln cargando todavía con las maletas, condujo a Liby a la habitación de huéspedes que ella ya conocía. Lacy se les unió después. El padre salió dándoles su espacio para que se cambiasen antes de regresar a darles las buenas noches.

El contestador continuaba parpadeando, por lo que finalmente Lincoln destrabó el último mensaje cuando terminó de atenderlas.

Mensaje 3: "¡Papá, por lo que más quieras márcame en cuanto escuches este mensaje! ¡Es muy urgente! —Alterado por aquel tono, Lincoln tomó su celular confundido ante la desesperada y angustiosa petición. Abrió su lista de contactos y dudó. ¿Esa había sido la voz de la pequeña Lizy? Preocupado ya estaba pensando lo peor que pudo ocurrirle a ella o a su madre, cuando el tono en el mensaje se tranquilizó y se escuchó en realidad como el de una niña un poco mayor a la de Lizy—. Casi lo olvido, soy yo, tu hija favorita, pero sé que ya lo sabías. Te quiero.

El peliblanco soltó una maldición. Obviamente no era Liena, además Lacy ya estaba en casa. Con un mal presentimiento marcó a la casa de su hermana.

—Residencia de la familia Loud. ¿En qué le puedo ayudar?

No pudo recordar el nombre del mayordomo con acento que le contestó.

—Quiero hablar con Lola Loud.

—La señora Loud está durmiendo en este momento. Ya es muy tarde por si no se ha percatado de eso, señor...

—Soy su hermano Lincoln.

—¿Francoise, quién es? —Lincoln distinguió la voz de su hermana al fondo.

—Lamento molestarle, Madame. Hmm... dice ser su hermano, pero me parece que dijo llamarse Lincoln... como su exesposo.

—Dame, yo atiendo —gruñó la mujer claramente molesta—. Ya puedes retirarte por hoy —una pausa breve—. ¿Lincoln? ¿Eres tú?

—Qué va. Soy tu exesposo. ¿Qué fue eso, por cierto?

—Bueno, Leia nunca deja de presumir fotos de "su apuesto padre Lincoln" a sus amigas, así que naturalmente tuve que decir que eras mi exesposo para...

—Sí, ya entendí.

—¿Sabes qué hora es?

—Sí. ¿Y tú sabes por qué Leia me dejó un mensaje diciendo que era urgente que les marcara?

Su hermana pareció resoplar.

—Tu hija tuvo una crisis. Por un error confundí la ropa que iba a mandar a caridad por la que iba a la lavandería. Esperaba que ya se le pasara, pero tiene una rabieta incontrolable. Le prometí renovar su guardarropa para compensarla, pero la muy testaruda no deja su berrinche y ya me tiene cansada.

—Siento escuchar eso. Supongo que tienes razón y ya es muy tarde. ¿Quieres que hable con ella en la mañana?

—Por favor, te lo agradecería. A duras penas logré controlarla concediéndole un capricho más.

Además del nuevo guardarropa, Lincoln imaginaba que el otro caprichito sería algo costoso para Lola, pero tras tres exesposos ricos con apenas treinta y un años y quizá un cuarto en camino (el quinto si se contaba Lincoln a sí mismo sin ser rico como el primero de hecho), se lo podía permitir. Lola era una mujer muy hermosa que había representado al país como una Miss. Bastante codiciada por muchos hombres, tan sensual y sorprendentemente con todos sus generosos atributos en su lugar pese a tener una hija de seis años, la cual a su vez comenzaba a tener sus primeros premios en concursos de belleza infantil.

—¿Quieres que le diga algo en particular?

—Lo dejo a tu criterio. Siempre has tenido uno muy bueno Linky. Sé que pensarás en algo cuando llegue mañana contigo.

Lincoln pudo sentirlo, tenía un tic en el ojo.

—¿Qué dijiste? ¿Enviarla para acá conmigo?

—Así es. Es la condición que Leia me pidió para perdonarme.

Lincoln se equivocó después de todo, a Lola no le costaría mucho costearle el capricho, a él por otro lado...

—Lola, no es un buen momento. Casi todas tus sobrinas estarán acá conmigo. En realidad Lacy y Liby ya están aquí.

—¿Es que todavía no has adaptado tu casa para que ocupe más espacio? ¿Has pedido un aumento de sueldo como te recomendé?

"No. ¿Has buscado un trabajo real como todo mundo te ha recomendado?" Se tuvo que morder la lengua unos instantes.

—Lola, sé que es tarde, pero creo que hablaré con Leia de una buena vez para explicárselo personalmente. ¿Puedes despertarla y pasármela?

—Muy tarde. Ya está en el avión en estos momentos. Podrás explicarle lo que quieras cuando llegue.

Lincoln estaba a punto de golpearse en la cabeza con el auricular sólo por la frustración que sentía.

—¿Enviaste a Leia sola por avión?

—Por supuesto que no. No me creas tan irresponsable. Le marqué a Lana y como estaba desocupada, accedió a llevarla ella misma.

Imaginó al menos una cantidad de cuatro cifras, además de los boletos de avión en primera clase para que su hermana accediera a al favor con tan poco tiempo de aviso. Como alguien que ya está empapado tras correr durante media hora bajo una tormenta, Lincoln decidió que en realidad ya le daba lo mismo que un coche pasara sobre un charco frente a él.

—Está bien. Ya nos las arreglaremos todos aquí. Aunque no tengo idea de cómo lo haré.

—Siempre encuentras el modo. Lo sé. Es lo que me gusta de ti —su voz se había vuelto un tanto lasciva—. Tal vez puedas hacerme una visita para compensarte de algún modo tus esfuerzos con nuestra hija, Linky.

Lola se había vuelto un tanto precoz en su adolescencia, pero muy selectiva con sus parejas. Chicos muy apuestos y adinerados, por supuesto de los que había obtenido muchos regalos entre otras influencias, siempre haciéndose notar que lo valía, nunca se iba con cualquiera. No es que se tratara de una fácil, pues por el contrario, era bastante costosa. Lincoln siempre odió eso, pero igual siguió apoyándola, incluso podría decirse que con su ayuda y que descuidara su trabajo una temporada por ayudarla a entrar en los certámenes de Miss Universo, fue lo que impulsó a Lola agradecérselo hace siete años del mejor modo que conocía, quizá pensando que Lincoln la rechazaría. Por supuesto que no lo hizo, además como si los conflictos morales para él a sus entonces veintinueve años fueran un impedimento. Tiempo después nació Leia.

—Eso no es... —antes de rechazarla, recordó la imagen de su hermana en traje de baño en la última revista de modas el mes pasado. Se odió a su mismo enseguida—, lo consideraré.

—Está bien, pero esta vez usarás protección.

Estaba de más decírselo.

Tras colgar al teléfono, tocó a la otra habitación. Sus hijas se las arreglaron para acostarse juntas y ya estaban en pijama.

—Gracias por dejar quedarnos, papá. Te quiero.

Lincoln besó la frente de Lacy y acarició una vez más el cabello de su hija. No pudo evitarlo y ella lo abrazó con efusividad. A Lincoln le parecía un ángel, por lo que sintió cierta alegría de tenerla en casa. También le gustaba la idea de tener a Liby, aunque lo único que pensaba al verla, era en lo incómoda que debía sentirse usando ese aparato dental. También a ella le dio un beso en la frente.

—Papi. Mamá me pidió que te diera las gracias.

—Por nada, hija. Me alegra tenerlas aquí.

—¿También quieres mucho a mamá como a la tía Lynn?

La otra niña a pesar del sueño sintió curiosidad y vio a su padre esperando la respuesta. Obviamente Liby con todo y que había crecido aceptando la gran peculiaridad de su familia, guardaba cierta envidia por el modo en que su padre parecía favorecer más a su tía y madre de su "prima" favorita.

Lincoln recordó cuando tenía veintiuno y continuaba en la Universidad. En particular recordaba muy bien el día en que Luan decidió visitar a su hermano favorito justo el día de las bromas. Vaya que había sido un día terrible, quedando bastante maltrecho, por no decir humillado frente a toda la escuela, incluso con esa chica a la que intentaba conquistar desde que empezó el semestre y que por culpa de Luan todo eso se arruinó, además de los reportes disciplinarios que le levantaron.

Furioso se había embriagado maldiciendo a su hermana asegurándole que nunca la perdonaría. Luan se dio cuenta que finalmente se había extralimitado, más que esa vez de cuando jóvenes su familia le hizo la broma que se mudarían por su culpa. También deprimida le pidió disculpas y se embriagó con él. Después todo se volvió confuso (aunque muy placentero) hasta la mañana siguiente. Al final Lincoln descubrió que había conseguido después de todo llevarse a la cama a alguien. La pareja de hermanos no pudo verse a la cara ese día ni dirigirse la palabra, pero el día después de ese Luan volvió a hacer bromas y ser ella misma, aclarándole que no lo culpaba por nada y quizá fue ella quien hizo los primeros avances.

No supo nada de su hermana mayor por varios meses, hasta que anunció a la familia que estaba comprometida y embarazada, la confesión a su novio de quién quizá podría ser en realidad el padre de la niña cuando esta nació, puso fin al compromiso incluso antes que el análisis de sangre lo confirmara.

—Las quiero mucho a todas por igual.

Contestó con sinceridad, pues entre querer mucho y amar a alguien había una diferencia por supuesto.

Satisfecho, se despidió de ellas y salió de su habitación advirtiéndoles que las quería dormidas. Realmente era muy tarde. Quizá quien tuviese problemas para dormir sería él. Tenía muchas cosas en qué pensar. Podía dar por perdido ese relajante fin de semana que esperaba.

Entró a su habitación tan hastiado que ni se tomó la molestia de prender la luz o acomodar la ropa que se iba quitando para quedarse en interiores, sencillamente arrojándola al suelo. Una vez desvestido se metió en su cama y cerró los ojos.

—¡Buenas noches, papi! —gritó alguien desde la otra habitación.

—Buenas noches, Liby.

—¡Buenas noches, papá!

—Buenas noches, Lacy.

—Buenas noches, padre.

—Buenas noches, cariño.

Los ojos de Lincoln se abrieron un par de segundos después. Miró a su lado y distinguió el bulto bajo las sábanas del que de pronto le crecieron unos brazos que intentaron abrazarlo. El hombre del susto pegando un salto salió de la cama apurándose a encender la luz.

Se trataba de una chica de la misma edad que Lacy, ligeramente parecida a ella, pero mucho más parecida a él. Una chica albina, con un cabello tan blanco como el de él, lo llamativo era su vestimenta: un camisón negro de encaje que le parecía demasiado familiar, además de completamente inapropiado en una chiquilla de su edad como lo lució en algún momento su hermana Lucy, aunque no es que entonces él se quejara mucho.

Aturdido, le costó trabajo decir algo, reprendiéndose mentalmente por las sensaciones que esa chica, técnicamente una niña, le causaba.

—Lu... ¿Lupa?

—Hola padre. Hice algo muy malo, ¿quieres castigarme en este momento?

Sonriente y juguetonamente, la chica se mordió un dedo.

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