Sábado. 7:00 am
El llanto de un bebé sacó a Lincoln del aturdimiento de sus sueños. Intranquilo tanteó la cama buscando algo sin saber qué, quizá a alguien. Nunca había dormido con Lisa y había tenido un sueño bastante bueno al respecto. La cabellera castaña clara que de pronto entró en rango de visión le hizo sonreír. ¿Aun estaba soñando? No le importaría aprovechar el sueño y aprovecharse de la hermosa...
—¡Jum! Creo que Lulu está llorando, papá.
Lincoln sintió un estremecimiento cuando Lacy se incorporó tan soñolienta como él tras escuchar el llanto de la bebé. La jovencita de doce años se puso de pie estirando sus brazos, para luego tomarlo de la mano tratando que él también se levantara.
—¿Qué hacemos con Lulu?
Su padre vaciló un momento, costándole trabajo entender que lo de la madrugada y todo lo que ocurrió antes de eso no se trató de un sueño. Obedeciendo a su hija, se puso en pie para aproximarse a la cuna y cargar a Lulu, la cual continuó llorando entre sus brazos.
—Vamos a la cocina antes que tus hermanas se despierten. Creo que sólo tiene hambre.
—¿Tienes leche?
—Ajá, también un poco de avena. Creo que ya puede comerla. ¿Tienes hambre?
Ella asintió con una sonrisa.
—Pero no quiero avena. ¿Quieres que te ayude a cocinar?
—¿Es que sabes hacerlo?
—Un poco.
Mientras calmaba a Lulu arrullándola y sintiendo nostalgia por las pocas ocasiones en que le tocó hacer lo mismo con Lacy y las demás niñas, no pudo evitar sonreír al escuchar eso. Lacy lo notó confusa.
—¿Qué?
—Nada, es sólo que no puedo imaginar a Lynn enseñándote a cocinar —a no ser que fueran emparedados o tentempiés semejantes—. Cuando no eran tus abuelos, normalmente era yo el que solía preparar algo para ella o tus tías.
—Ja, lo sé. Mamá no es mucho de labores domésticas. En realidad no fue ella quien me enseñó. Fue papá, no es que sea muy fácil, pero conmigo papá tenía más paciencia que con mamá y...
Lacy de pronto apunto de entrar a la cocina se tapó a sí misma la boca con una mano. Nerviosa miró a Lincoln, quien a pesar de parecer concentrado en calmar mejor a Lulu, era notorio como su ánimo había decaído mucho en tan sólo un instante. Aunque trató de hacer como que nada pasó, al ver ahora decaída a su hija, Lincoln conforme le pasaba un viejo biberón a Lacy le habló.
—Es bueno que "él" te enseñara algo así. Es útil saber cocinar. Me alegro que sepas hacerlo.
—Papá, yo no quise... él...
—Déjalo así, Lacy. Yo... después de todo "él" estuvo con ustedes más de lo que yo hubiera querido hacerlo. No me molesta que le digas "papá".
Era lo que decía para tranquilizarla, pero la verdad es que le enfurecía y bastante, pero no podía hacer nada al respecto. Era imposible reservarse el derecho de ser el único "papá" de Lacy o de las demás, tampoco podría hacerlo a futuro, ¿cómo hacerlo si no estaba a tiempo completo con ellas? Aunque se sintió tentado a preguntarle si extrañaba al esposo de su madre, o saber más de la relación que tuvo con él, decidió zanjar el tema por su propia salud mental. Sólo lo tocaría si Lacy así lo quería, pero su hija por despistada que fuese en ocasiones, tarde comprendió que ese era un tema que claramente lastimaba a su padre, por lo que cabizbaja intentó cambiarlo al verlo desinfectando el biberón en agua hirviendo, mientras en otra parrilla de la estufa hervía leche; a Lulu la había sentado cerca del fregadero dándole a chupar una barra de caramelo energética que sacó de su cuna.
—¿Tenías guardado ese biberón por Lulu?
—No, era uno de los últimos que usó Lizy. No vi ninguno en las cosas de Lulu que Lisa me dejó.
Curiosa, Lacy abrió más el anaquel de donde lo había sacado. Para su sorpresa había un juego completo de biberones de plástico y vidrio. Algunos se veían más viejos que otros.
—¿Todos esos son de Lizy?
—No, sólo el que saqué. ¿Ves este de aquí? Era tuyo.
Lacy se abochornó, pero al mismo tiempo le enterneció que su padre siguiera guardando un recuerdo como aquél, así como el del resto de sus hermanas y su hermano como pudo comprender a quién pertenecían los otros. Contó un total de...
—¿De quién es el otro? ¿Guardaste dos de una de nosotras?
—Sólo uno por cada una, además estás contando el de Lulu, pero de ella no tengo ninguno. Estos dos son lo que usaban tus tías Lisa y Lily.
—¿Por qué conservas los de ellas también?
—Nostalgia. No me tocó hacerlo con tus tías Lola y Lana, pero a ellas si llegué a alimentarlas así cuando era niño. De cierta manera se podría decir que también son mis bebés.
Lacy sonrió al ver que el buen humor de su padre estaba de regreso al recobrar viejas y agradables memorias. Su tía Lily le gustaba por parecerle muy simpática, aunque su tía Lisa siempre le dio un poco de miedo las pocas veces que la había visto, pues ninguno de los maestros o maestras que había tenido en la escuela, parecían tan estrictos o severos como ella aparentaba ser. Lulu chupaba feliz aquella barra sujetándola con ambas manos. Lacy le acariciaba el cabello.
—No me imagino a tía Lisa chupando una mamila.
—Y a mí por el contrario —musitó Lupa apareciendo de pronto sobresaltando a sus hermanas y a su padre—, me cuesta dejar de imaginarla chupando otra cosa.
Levantó una mano y con cierta desgana Liby detrás de ella se la chocó. Por mucho que odiara admitirlo, su hermana tuvo que reconocer que el chiste era bueno, del tipo que su madre contaría a una audiencia más adulta.
—¡Lupa, no digas esas cosas! —la regañó Lincoln sonrojado, pues él no tenía que imaginar a Lisa haciendo lo que su hija insinuó, solo tenía que recordar algunos detalles de la noche pasada... o las sensaciones. Al ver el viejo biberón que Lisa solía usar le hizo sentir un poco de asco de sí mismo—. ¿Ya se van a levantar? ¿Quieren desayunar?
Liby y Lacy seguían como él en pijama, con excepción de Lupa que se había puesto una falda negra y una playera oscura de manga larga, junto con unos tenis blancos con negro. No hubiese tenido inconvenientes en bajar usando la provocativa "pijama" de su madre, de no ser porque Liby la hostigó bastante en que se pusiera algo más decente.
Como Lacy, Liby se acercó encantada hacia Lulu buscando su atención. La pequeña infante miraba a sus hermanas con curiosidad, así como los gestos que le hacían o sus intentos de hacerla hablar repitiendo sus nombres con lentitud y énfasis. Lupa las observaba de lejos pensativa. Miró la cafetera y tras encontrar una taza se aproximó para toma un poco, pero entonces Lincoln la detuvo.
—Nada de café. Es para mayores. Liby, ¿tomas café?
—Sí, papi. Gracias —en lo que su padre le servía, ella tomó su lugar para seguir revolviendo los huevos y el tocino.
—¿Quieres probar también, Lacy?
—No, gracias. ¿Puedo tomar soda?
—¡Hey!
Lupa saltó brevemente porque a Lacy, una semana más joven que ella, si le ofrecieran el café, recordando de pronto con la mirada que Lincoln le dedicó que seguía estando castigada. Su padre le acercó una taza con la leche que no ocupó en el biberón o la avena de Lulu.
—Mejor no preguntes y tómate la leche.
La chiquilla sonrió.
—Padre, ¿de verdad puedo tomarme tu leche?
Lo vio entrecerrando los ojos de manera más amenazante todavía. Pensando que quizá ya estaba tentando mucho su suerte, ella tomó la taza y se alejó un poco de él para acercarse a Lacy, quien le daba algunas cucharadas de avena a la más pequeña de sus hermanas.
Tras terminar de servir, Lincoln hizo una pausa antes de ir con sus hijas a desayunar bebiendo su café seguido de Liby. No estaba acostumbrado a tener compañía, por lo que en cierta manera le daba ansiedad de pronto tener a las cuatro reunidas.
—Este será un día muy largo.
—Vamos, papi —le incitó Liby tratando que el café que bebía no resbalara por su aparato dental—. Podría ser divertido. ¿Es que no estás feliz de tenernos aquí? —trató de tomar un bocado de comida, pero al hacerlo le resultaba laborioso. Se frotaba constantemente el aparato de su boca por el frente. Lincoln terminó su café mientras la observaba. Frustrada, Liby hizo una mueca de desagrado—. Debo de verme ridícula con esta cosa. Es increíble que mamá todavía no haya utilizado artillería pesada conmigo después que me lo pusieran.
—No te vez ridícula, hija. Está bien. Además, no pienses así de tu madre. Ella tiene sus límites en cuanto hasta donde llegar con sus bromas.
—¿En serio? Por todo lo que me ha contado, ¿es que alguna vez contigo tuvo un límite?
—Pues aunque no lo creas, sí lo tuvo.
Y cuando lo sobrepasó, ella vino al mundo.
De pronto escucharon un vehículo estacionarse en la entrada. Lincoln se asomó descubriendo con asombro una destartalada vagoneta laqueada con estrafalarios símbolos de guitarras endemoniadas, gente deformada berreando sonriente con piercings y melenas, siluetas en fondo negro rodeadas de rayos tocando baterías. No dudó en tomar el control de la cochera para abrirla y permitir el ingreso del vehículo.
—Chicas, tenemos más compañía.
Lacy cargó a Lulu y con sus hermanas siguió a su padre al patio de la casa. Todas como él estaban expectantes.
Saliendo de la cochera, apareció la persona más impensable para conducir un vehículo como aquél. Se trataba de una adolescente de diecisiete años alta y delgada, que llevaba su largo cabello castaño completamente suelto. Su falda rosa le llegaba un poco por debajo de sus rodillas, su chaqueta era morada y su blusa blanca. Se percibía un aire de mojigatería en su porte al andar y que se repetiría cuando hablara, algo que hizo cuando se acercó con cierta parsimonia hacia Lincoln.
—Muy buenos días tío Lincoln. Me alegra verte.
El susodicho tragó saliva.
—El... el gusto es mío, Lyra.
Ella abrió sus brazos y le dio un recatado abrazo al hombre que nervioso no supo si prolongar el momento o terminarlo enseguida, algo que la misma joven resolvió soltándolo un instante después, sacudiendo su cabello consternada y perdiendo la sonrisa.
—Hmm, tío. ¿Estabas oliendo mi cabello?
—¡Qué! ¡No! ¡Sólo...! Sólo te abrazaba.
La joven lo miró inquisitiva evaluándolo con la mirada, lo que acrecentó el nerviosismo de Lincoln, quien en efecto había hecho aquello, por la simple nostalgia de cuando su hija era una niña y no por las erradas ideas que quizá ella se formó. Al final Lyra decidió creer en su palabra y miró con cierta sorpresa a las chicas.
—¡Primas! Esto sí que es una sorpresa.
Extendió sus brazos hacia ellas. Lacy jovial se acercó con una sonrisa sincera cargando todavía a Lulu, quien miraba a la recién llagada con cierto espanto, Liby también la saludó, pero forzando su sonrisa. Lupa se limitó a mirarlas cruzada de brazos con el ceño fruncido.
—¿Cómo has estado, Lyra?
—Bendito sea Dios muy bien, Liby. Gracias. ¿Qué hay de ti?
—Todo bien conmigo, "prima". ¿Qué tal el viaje?
—Sin contratiempos, aunque algo pesado. ¿Pero quién es esta personita tan encantadora, Lacy?
—¡Saluda a nuestra hermanita Lulu! Lulu, ella es tu hermana Lyra.
La bebé aún sin saber qué pensar de ella ladeó su cabeza. Lyra tocó su nariz a la vez que se aclaraba la garganta.
—No la confundas, Lacy.¿Ella es la...? —dudó un momento antes de proseguir— ¿Es la hija de tía Lisa? Es adorable, no me la imaginaba así —Lupa gruñó disgustada por lo bajo, preguntándose la manera en que su "prima" imaginaba a la bebé que no nació como ella y las demás de un vientre materno—. Lulu, soy tu prima Lyra. ¿Puedes decir Lyra? Ly... raaa.
Lulu volvió su vista a Lacy y se abrazó de ella.
—Lachy —miró a su otra hermana— ¿Iby?
—¡Es adorable! De verdad nunca pensé que fuera así.
—¿Es que pensabas que se vería como un monstruo estúpido o algo así?
La bebé miró sobre el hombro de Lacy. Parecía feliz de reconocer de nuevo a alguien más.
—¡Upa!
Lyra mantuvo su sonrisa, aunque ahora de manera forzada al ver a la muchacha de cabello blanco.
—Bueno días a ti también, Lupa. La verdad es que no esperaba ver a ninguna de ustedes aquí.
—Bueno... —intervino Lincoln temiendo que cualquiera de las dos dijera algo equivocado de un momento a otro—. La verdad es que muchas de tus primas, si no es que todas, van a acompañarnos, Lyra. Loan y las demás seguramente vienen en camino.
—Es extraño. Mamá no me dijo nada de eso.
—Bueno, si te sirve de algo, no sabía que vendrías aquí hasta que me dejó un mensaje en la contestadora anoche. Cuando Luna me dijo que los mandaría, incluso pensé que ella misma los traería a ti y a tu hermano.
Lyra pareció por un momento molesta, pensando que sin duda eso sería algo muy propio de su madre hacer.
—Mamá quería apresurarse en partir con esa banda lo más pronto posible en un autobús. Lo dejó todo como siempre en mis manos.
—¿Pero viniste tú sola? —Liby trató de asomarse sobre el hombro de Lyra hacia la vagoneta—. Creí que Lemy vendría contigo.
Lincoln agradeció que su hija lo mencionara, casi lo olvidaba. Ahora disgustada por algo distinto, Lyra regresó a la vagoneta donde golpeó con el puño la puerta media.
—¡Lemy, te dije que salieras que ya llegamos!
—¡Déjame en paz! —gritó una voz desde el interior—. Estoy cansado. Dormiré aquí un momento más.
—¡Nuestro tío está esperando que vengas a saludarlo! ¡No seas grosero!
—Más tarde veré al viejo. Deja de molestarme.
Lincoln y las chicas fruncieron el ceño de un modo que no quedaba lugar a dudas que parecía ser un gesto hereditario. Lyra estaba abochornada por la escena que su hermano parecía estar haciendo. Lo peor es que no podía abrir la puerta, pues Lemy había puesto el seguro encerrándose. Les sonrió a su tío y primas lamentando el comportamiento del chico a quien siguió reprendiendo.
—¡Sé más educado! ¡También están tus primas Liby, Lupa, Lulu...!
—¡Luego las veo! ¡Estoy cansado y sólo quiero...!
—¡...y Lacy!
Lyra tuvo que echarse para atrás, pues repentinamente la puerta se abrió y de un salto un chiquillo de once años de largo cabello castaño claro saltó frente a ella. Sonrojado, miró casi quebrándose el cuello hacia donde sus familiares se encontraban aguardando su aparición. Ignorando a Lincoln y a las demás, su mirada se centró en la jovencita que estaba cargando a una bebé.
—¡Ah, Lyra! ¡Por qué no me dijiste que ya habíamos llegado! ¡Con las ganas que tenía de verlas a todas!
Esquivando el zape que su hermana pensaba darle, el chico se aproximó a largos y rápidos pasos a Lacy quien confundida lo miraba, pero su camino fue cortado cuando Lincoln se paró enfrente de él.
—Hola, campeón. ¿Cómo has estado?
Lemy chocó contra su estómago. Cuando se hizo hacia atrás bizqueó un momento entendiendo de quién se trataba el tipo frente a él.
—Ah, hola viejo.
Era difícil para las demás saber cuál había sido el momento más tenso, si el reencuentro de Lincoln con Lyra, el de ella con Lupa, o el de ahora entre los dos varones Loud. Viéndolos por donde fuera el parecido entre ambos era muy grande, salvo por el color del cabello o los dientes astillados, caso aparte la forma de vestir, pues aunque ambos usaban vaqueros, el estilo de Lemy se asemejaba al de un roquero, con su chaleco y sus mangas en malla que simulaban tatuajes.
—Pues... ¿cómo has estado?
—Hmm... bien, gracias. ¿Y tú?
Lupa soltó un ruidoso suspiro.
—Y pensaban que yo sería la persona incómoda. Que hay, Lemy.
—¡Ah! Hola, Lupa.
Ciertamente el chico se parecía bastante a su padre, su hermana supo apreciar esto. Una versión reducida del mismo. Tan... lindo. ¿Pero qué tan dócil podría ser?
—¿Es todo lo que vas a decirme, hermanito? Vaya que has crecido desde la última vez. Me pregunto qué más te ha crecido.
—¡Lupa!
La advertencia vino tanto de Lincoln como de Lyra a la vez. La peliblanca se encogió de hombros haciéndose a un lado y sintiendo que había conseguido su objetivo al dejar a su hermano completamente sonrojado e incómodo.
—Ignórala, Lemy —lo intentó tranquilizar Liby—. Desde anoche está un poco intensa. ¿Qué cuentas?
—¿Qué cuento yo? ¿Qué es esa cosa que tienes en la cara?
Lemy no había pretendido ser grosero esta vez. Realmente le guardaba respeto a Liby, sencillamente que le produjo un impacto muy grande el verla por primera vez con el aparato de ortodoncia, eso no lo libró que ella acertara el zape que Lyra no pudo darle.
—Lo... lo siento, Liby. No quería ofenderte, prima.
—Estoy segura que no lo hiciste a propósito —lo defendió Lacy, quien como Lupa consiguió sonrojar al chico con menos esfuerzo—. Me alegra verte, Lemy.
El chico adoptó la expresión de quien recibe un regalo en su cumpleaños.
—¿En serio te alegra verme, Lacy? Yo no esperaba verte. ¡Es decir! No que no quisiera hacerlo, ¡es decir! Quería verte, pero no ahora... ¡ah! Quiero verte. Bueno te estoy viendo, pero... ¡Eh! Ya sabes. Estoy contento de verte. Bueno, es exagerado decir contento, pero... hmm... yo te veo y...
—¿Lemy, estás bien?
—¡Me encanta verte!
Casi se lo había gritado a la cara de modo que la asustó tanto a ella como a Lulu. Liby perdió su enojo con él y parecía tener ganas de reírse. Lupa estaba indecisa entre si burlarse divertida por lo torpe que el chico resultaba, o disgustarse por la atención que le daba a su hermana. Tanto Lincoln como Lyra parecían preocupados por lo que estaban viendo.
Lemy al ver lo que provocó sintió deseos de golpearse contra el árbol del jardín hasta quedar inconsciente. No se le ocurría nada que decir para reparar la metedura de pata que hizo. La niña preocupada arrulló un poco a la bebé.
—Oh, bien. Gracias, hermanito... ¡Es decir! Primo. ¿Ya conocías a Lulu?
El niño agradeció que Lacy no hiciera más aspavientos por lo que hizo. Miró sorprendido a la bebé que cargaba prestándole atención finalmente.
—¿Ella es la hija de tía Lisa? Pero si no es un monstruo.
—¿Cómo dices?
—¡No! Es decir, ¡Es hermosa para ser...! —se congeló, Lacy y las demás parecían aguardar a que terminara la palabra— ¡Para ser tan pequeña! Seguro cuando crezca será una belleza como tú, ¡digo!
Lacy comenzó a reír.
—Eres muy divertido, Lemy. Ya extrañaba verte.
Tanto por la cortesía, como por el afecto sincero que sentía por su hermano, se le acercó y le dio un beso en la mejilla. Lemy sonrió como un tonto sintiendo aún los labios de la jovencita en su mejilla.
—Juro que nunca me lavaré la...
Entonces Lacy acercó a Lulu quien al ver lo que su hermana hizo, no dudó en plantarle un baboso beso en el mismo sitio donde Lacy lo había hecho. El chico quedó consternado un momento. De pronto Liby se acercó y le dio un beso en la mejilla contraria.
—Podrías detener el tránsito con tu cara, ¿entiendes?
Lemy asintió, mejor descartando mencionarle que sintió un arañazo de su aparato en la cara. Cuando iba a decir finalmente algo, Lupa de pronto lo tomó por ambas mejillas con fuerza. Para su horror lo atrajo hacia su rostro donde sin posibilidad de escapar y ante la vista escandalizada de todos, le plantó un beso justo en... el mentón. Lemy temblaba. Lupa desafiante se dio la vuelta y los miró con expresión traviesa.
—¿Qué? También extrañaba a mi "primo" —acentuó la palabra mirando divertida a Lyra principalmente, que parecía roja, pero de coraje.
—¡Esta bien chicos! —llamó Lincoln la atención de todos— ¡Es suficiente! Sé que todos estamos cansados, así que entremos. Lyra, Lemy, vamos. Les haré el desayuno también.
Las más jóvenes entraron, con un apenado niño que era confortado por Liby tomándolo por el hombro. Lincoln estaba por seguirlos, cuando Lyra lo tomó de la mano deteniéndolo.
—¿Qué sucede, Lyra?
—Tío, te agradezco que nos recibas. Pensé que mamá realmente había conversado contigo sobre nosotros. Lamento si te causamos una molestia.
—No pasa nada, cariño. De verdad. Me alegra tener a Lemy y a mis hijas conmigo.
La joven pareció incómoda al respecto. Lincoln comprendió lo que ocurrió, por lo que se apresuró a corregirse.
—También a mis sobrinas, claro está. No quise...
—Sí, entiendo.
—Lyra...
—Entiendo... que lamentablemente no sé, ni nadie sabrá quién es mi padre o el de mi hermano, pero de verdad agradezco tener a un tío que nos ve como sus hijos y puede suplir ese vacío, pero que tiene que recordar y siempre tener presente... que sólo es nuestro tío y nada más.
Conforme hablaba, Lyra sonaba muy triste. Lincoln sintió algo doloroso dentro de él que se intensificó cuando su mente divagó en viejos recuerdos.
Tenía dieciocho años cuando acompañó a su hermana Luna a su primera presentación en un importante auditorio junto con otras bandas que competían por labrarse un camino en el mundo de la música rock como profesionales. El grupo de su hermana lo había hecho excelente. El público quedó tan eufórico como todos los intérpretes. Luna quería hacer de aquel día una experiencia inolvidable.
Había muchos chicos y la rockera quería hacer una locura sin pensar en ninguna consecuencia, sólo disfrutar el momento. Lincoln lo notó, por lo que estuvo demasiado encimoso con ella buscando protegerla, algo que la disgustó reclamándole a su hermano el no necesitar de ninguna niñera, pero Lincoln nunca la dejó en paz. Luna estaba tan harta que le pidió a su viejo colega Chuck se deshiciera de él, quizá buscándole alguna chica para que se divirtiera y se ocupara de sus asuntos, a cambio quizá sería Chuck quien recibiera su "euforia", pero el grandulón respetuoso y preocupado al verla tan desatada, terminó encerrándola con su hermano en el camerino hasta que se calmara y así no hiciera ninguna tontería.
Lincoln no pudo con ella, quien estaba decidida a hacer algo al respecto. Comenzando a molestarlo de lo que había hecho años atrás con Leni y Lori, entre juegos le insinuó que no la dejaría atrás. Nunca se arrepintió lo que hizo con él, aunque Lincoln cargó con la mayor parte de la culpa, la cuál creció más pues si bien la gloria y la fama no llegó a Luna como esperaba, ciertamente algo más llegó a su vida.
Al no sentirse tan capaz de ser una madre responsable, dejó que sus padres le ayudaran con la mayor parte de la crianza de Lyra, quienes temiendo la pequeña siguiera sus pasos (o el del resto de sus hijas), no dudaron en ser un poco más estrictos con ella, incluso la inscribieron en una escuela religiosa sólo por la disciplina de la que tenía fama.
Todo fue bien por unos años, hasta que Lincoln a los veinticuatro entró en depresión ante el nacimiento de Lacy y al poco tiempo Lupa. Luna entendía que su hermano amaba a Lynn, pero a pesar de buscar la oportunidad de formar su familia, su hermanita lo rechazó por su última "infidelidad" con Lucy, siendo ella solo una gota más que derramó el vaso.
Luna trató de animar a su hermano pasados un par de meses, a quien nunca dejó de agradecerle por Lyra, así que el que la perdonara por técnicamente haber abusado de él años atrás, aunque su hermano juró que nunca vio aquello como tal.
Lincoln no quería estar solo aquel día en que Lynn con Lacy en sus brazos le pedía que le diera su espacio para pensar las cosas, lo mismo Lucy con la pequeña Lupa. Luna lo consoló, tal vez ella también buscando compañía. Si ella algo había aprendido es que el hombre más confiable que podía conocer era su hermano.
Cuando se confirmó que volvía a estar embarazada de Lincoln, trató de ser más responsable esta vez prometiendo que en esta ocasión sería mejor madre para su futuro bebé de lo que sentía era para Lyra, de quien posteriormente se hizo cargo por completo, aunque para ese momento la niña ya había formado un carácter más rígido, además su deseo de pertenecer a una fe religiosa fue tan fuerte que Luna no se lo negó, independientemente que no compartiera sus creencias. Era la libertad que le concedió a modo de disculpa al tenerla tan apartada de ella antes.
Consciente de lo impura que era la relación de su madre con Lincoln, así como que de la misma tanto ella y su hermano habían nacido, Lyra había trazado una línea que creía necesaria tanto para su futuro como para el de Lemy. Ese es el único aspecto en el que Luna nunca estuvo de acuerdo con su hija, pero a pesar de las constantes discusiones que tuvo con ella por negar a su padre, fue el mismo Lincoln quien puso fin a esto mostrándose de acuerdo con lo que Lyra pretendía. Por mucho que le doliera, quería que no se fracturara la relación de Luna y su hija por su culpa. Lemy aunque joven y quizá algo atolondrado, resultó ser más centrado en esos aspectos. Era difícil negar que era su hijo.
Lyra respetaba a Lincoln y lo quería como un padre, siendo consciente que lo era, pero no por ello parecía dispuesta a reconocerlo como tal, o perdonarle lo que hizo con sus tías, incluso había intentado acercarlo a la fe esperando que se convirtiera y ser arrepintiera, pero la negativa de Lincoln siempre fue irascible.
"— Arrepentirme de lo que hice con todas, sería lo mismo que arrepentirme de que ustedes nacieran. Nunca haré eso".
Fue la respuesta final que le dio antes de desistir seguir intentándolo.
Lemy por otro lado sólo le dolía que su madre de pronto tuviera novios buenos para nada que no duraban ni el mes con ella, así como también el que su padre no se ocupara de ellos, independientemente que a su hermana esto no le pareciera, motivo por el cual estaba peleado con el hombre que sentía no conocía de nada, así como que vio a su madre como otra más de un harem privado del que se sentía con derecho a disponer cuando quisiera.
Estos eran los motivos que tensaban a Lincoln cuando sus hijos con Luna lo visitaban. Tres días seguidos. No recordaba haber estado tanto tiempo antes con ellos. Se sentía tan nervioso e incómodo como quizá ellos lo estaban también.
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