Sábado. 12:00 pm

En la cocina Liby miró la pequeña foto sobre la puerta que su padre tenía de él cargando a una niña de un año que no le costó reconocer como Lacy. Lo mejor sería dirigir sus pensamientos a otra parte, en lugar de preguntarse si en algún lugar de la casa donde fuese visible su padre tenía una foto de ella cuando bebé.

—¿Y tú tienes novio, Liena?

La pregunta sorprendió un poco a la rubia. Pensó en el chico con el que salía desde hace un par de meses. Tenía dieciocho años, uno menos que ella, a su lado ella no se sentía joven, aunque a comparación si mucho más delgada, pero como su madre, ella veía más allá de eso, también era una persona muy atenta y servicial con ella, así como educado, respetuoso y tierno. Originalmente su cabello era negro, pero por esas modas de hoy en día se lo había pintado de blanco. Tras suspirar por él, le confirmó a su hermana asintiendo.

—¿En serio? —Liby se emocionó—. ¿Y qué edad tiene? ¿Cómo es?

A sabiendas que su padre tenía treinta y seis años, señaló la foto haciendo una seña mostrando dos dedos y bajando uno para indicarle que tenía la mitad de la edad de Lincoln. Liby no estaba segura de haber entendido el gesto, ¿Le estaba diciendo que tenía la edad de su padre acaso?

—Cielos, no me esperaba eso. ¿Y cómo es?

Usó de nuevo como referencia la fotografía señalando el cabello blanco de su padre, luego hizo un ademán como si fuese a abrazarla para darle una idea de la amplia complexión de su novio. Liby nerviosa había entendido que su novio era su propio padre y quería un abrazo para felicitarla al respecto de su logro.

—¡Eso es repugnante, Liena! No...no esperaba algo así de ti.

De Lupa claro que lo hubiera esperado. Aunque igualmente le sorprendía, de pronto le parecía algo lógico viniendo ese comportamiento de su padre. Eso explicaba todo aquel cariño que pareció manifestarle más que a ella o al resto de sus hijas cuando llegó, bueno, quizá apenas un poco más que a Lacy.

Definitivamente jamás podría competir con eso. ¿O sí? No, no quería meterse en esas cosas. Liena por su lado se sintió un poco decepcionada porque Liby tuviese prejuicios contra la gente con sobrepeso, aunque no hizo ningún ademán al respecto. Lacy por videochat conocía el aspecto de su novio y al menos ella sí la había felicitado.

—¿Alguien más sabe de esto?

Liena señaló esta vez a Lacy en la foto y la frustración de Liby creció todavía un poco más. Por supuesto que la otra hija favorita debía de estar enterada de la nueva relación de su padre. Con lo amigas que había supuesto eran ambas, también le decepcionó un poco que no le contara nada, aunque quizá no lo hiciera temiendo por su reacción.

—Que no se entere Lyra, que si lo hace te mata.

Vaya, Liena no se esperaba que ese prejuicio se extendiera también a su hermana menor inmediata también. No era a ella a quien temía contarle sobre el chico, sino a su padre. Él la quería bastante, pero por ello temía que fuera del tipo de padre sobreprotector o celoso, de por sí ya lo era con sus hermanas, por lo que no estaba muy segura de cómo se tomaría la noticia de lo Lily y Adrien.

Liby sentía que debería sentirse más escandalizada por la nueva relación de su padre ahora con una de sus hijas mayores, extrañamente no lo hacía tanto. De cierta manera pensó que quizás se había acoplado a las "insanas" costumbres familiares. Con pesar tuvo que concederle cierta razón al modo de pensar de Lyra después de todo.

—Bueno, lo lamento, pero tengo que ser sincera contigo y decírtelo. Jamás aprobaré ninguna relación de papá con ninguna de nosotras. Digo, supongo que ya no podemos hacer nada por lo que ocurrió con nuestras madres y tías. ¡Pero nosotras somos sus hijas!

Mientras ponía el fuego en la estufa, a Liena le extrañó el repentino cambio de tema. Dado que necesitaba concentrarse más en lo que estaba haciendo. Tomó su celular y le envió rápidamente un mensaje de texto.

"Estoy de acuerdo. Tampoco me gustaría que ninguna de ustedes se involucre con él de esa forma."

Liby suspiró. Parecía que Liena no estaba dispuesta a compartirlo de ese modo con nadie, o es lo que entendió con ese mensaje. Enseguida su hermana comenzó a mensajearle los detalles de lo que necesitaría para comenzar a preparar la comida. Sintiéndose un tanto conflictuada, Liby trató de imitarla y poner su mente en otro canal, aunque le resultara difícil.

* * *

Como todos los sábados a mediodía, el centro comercial de Royal Woods parecía estar en relativa calma, con algunas pocas personas o familias haciendo sus compras. Seguía siendo un pueblo tranquilo, por lo que no se le podía culpar a la gente de voltear intrigada o hasta asustada hacia la extravagante van negra que se estaba acercando al estacionamiento, con todos esos logos pintados de rockeros haciendo gestos obscenos, calaveras y guitarras incendiadas.

Cuando se detuvo en un lugar libre, del cual pronto los coches a su lado se retiraron por sus dueños temerosos, algunos jóvenes se acercaron curiosos esperando ver a una banda de rock pesado o de heavy metal salir del vehículo, para el poco tiempo marcharse al no encontrar nada de eso.

La primera en salir fue Lyra con su chaqueta y falda morada. La blusa blanca se le había subido mostrando un poco su ombligo. Un par de ancianas se persignaron temerosas de que se tratase de la novia de algún delincuente o que ella misma lo fuera. Lyra malinterpretando el gesto, les sonrió cordial.

—Dios las bendiga, buen día.

La joven se llevó la impresión que en el pueblo debían de ser un tanto descorteces por el modo en que en lugar de devolverle el saludo, las ancianas se alejaron casi corriendo. Lincoln fue el siguiente, abrió la portezuela media del vehículo y el resto de sus ocupantes salieron.

—Bien, hagamos esto rápido —pidió Lupa—. Me aburre ir de compras.

—No seas aguafiestas —exclamó Leia ayudando a Lizy a bajar—. Mamá suele pedirle a Ramona que le haga las compras y ella nunca se queja. No puede ser tan malo.

—Tampoco me quejaría si me pagaran por hacerlas.

—Silencio, niñas —pidió Lincoln orden—. Ya sé lo que necesitamos, recuerden que su hermana nos dio una lista —aunque Lyra entre dientes llamó a Liena "prima", Lincoln la ignoró igual que los demás—. Pueden escoger algo aparte si me alcanza el presupuesto y lo apruebo, pero sólo una cosa a cada uno. Hagamos esto —dividió cuidadosamente la hoja de la lista en cuatro fragmentos, después observó a su grupo pensativo—. Para irnos rápido Lyra y Lizy buscarán una parte. Loan y Lacy otra. Lupa y Leia se ocupan de esta y Lemy me acompañará con Lulú por lo demás. ¿Qué dicen?

Lyra se mostró de acuerdo y pareció que eso bastó para contener cualquier réplica, pues Lemy esperaba que le tocara acompañar a Lacy, o Loan ir con su padre y hermano, esto último también lo hubiese querido Lupa, pero no hizo tantos aspavientos por esto, aunque quería hacerlos por el que le tocara estar con Leia. Ambas chicas parecieron mostrarse los dientes. Lemy que notó esto último, una vez que entraron se alejó junto a Lincoln que cargaba a Lulú para preguntarle algo que incluso Lyra pudo contestarle.

—Viejo, ¿por qué ese orden? ¿No hubiera sido mejor que Leia hiciera su parte con Lizy?

Lincoln a pesar que estaba ocupado sentando a Lulú en el carrito de compras, le respondió.

—¿Dos niñas de seis y de tres años por su cuenta? Claro que no. Es mejor que tu hermana se ocupe de ella. Sé que Lupa y Leia no parecen llevarse del todo bien, por eso lo mejor es que pasen un tiempo juntas para que aprendan a quererse.

—Creo que pides mucho.

—Me conformo con que aprendan a tolerarse.

—Sabes, pude acompañar a Lacy y tú a Loan con Lulú.

—Estoy seguro que Lacy puede cuidar a Lo... digo, Loan puede cuidar a Lacy. Además, ¿tan malo es pasar un tiempo con tu viejo? Que dices, tiempo de hombres.

—¿Y qué hay de Lulú?

—Es una bebé, que apenas y nos entenderá de lo que hablemos. Aparte, no les digas esto a las otras, pero como casi nunca he estado con ella, de verdad quiero pasar más tiempo con los hijos a quienes menos he podido ver y ya extrañaba bastante—. Soltó con una mano el carrito y pegó al chico contra él bruscamente buscando fastidiarlo un poco.

—¡No me avergüences delante de la gente!

Lemy se apartó de él mirando nervioso a su alrededor esperando no haber llamado la atención. Lincoln pegó una carcajada y Lulú lo imitó. Aunque aparentaba estar molesto, la verdad es que el chico había quedado muy conmovido por las palabras de su padre. Ninguno de los novios de su madre solían abrazarlo, lo cual agradecía, aunque tampoco buscaban pasar tiempo con él, sino todo lo contrario. Entre más lejos estuviera, mejor para ellos. Lulú se dio cuenta de cómo a espaldas de Lincoln, Lemy le dedicó a este una amplia sonrisa.

—¿Emanito?

* * *

—Eso no está en la lista.

Musitó Lupa desinteresada cuando Leia se acercó con una caja de cereal con caramelos.

—Bueno, está en mi lista. Papi dijo que podríamos buscarnos un gustito.

—Leia...

—¡Oh, vamos! Lo compartiré contigo además de con Lizy.

—No me gustan mucho los caramelos. Te iba a decir que al menos pienses en grande. Terminemos esto y vamos a la sección de juguetería.

Leia estaba sorprendida.

—¿Todavía te gustan los juguetes?

Lupa se sonrojó un poco.

—Digo por si quieres llevarle algo a Lizy o tal vez buscarle algo a Lulú.

Encogiéndose de hombros, Leia la siguió pensando que después de todo Lupa no parecía tan mala como esperaba que lo fuera. La albina suspiró. Acompañando a una niña pequeña no se sentiría tan abochornada si la vieran husmeando por ahí.

* * *

Lyra, Lizy, Loan y Lacy aun no se separaban. En un momento Loan lo hizo para tratar de alcanzar unas latas que estaban muy altas y colocarlas en su canastilla, mientras Lizy sin perderse de la mirada de Lyra, lo hizo para curiosear entre unos envases de jugo.

Lyra colocaba en la canastilla cuidadosamente los dos cartones con huevos, de pronto el peso casi la vence cuando Lacy arrojó sobre la misma una sandía.

—¿Qué opinas? —le preguntó Lacy jovial—. No toda es para mí, claro. Ya quisiera tener el apetito de mi mamá, pero estoy segura que mañana sería un gran postre.

—Opino que busques un carrito entonces y que espero no hayas roto los huevos con esa cosa. Aquí solo llevo de todas maneras lo que estoy buscando con Lizy.

Lacy quitó la sandía y Lyra suspiró agradecida porque los huevos de ambos cartones quedaran intactos.

—Perfecto. Estaría realmente avergonzada de romperle los huevos a mi tío.

Lacy soltó una carcajada que confundió a Lyra y vagamente llamó la atención de Loan esperando que no fuera de ella de quienes se estuvieran riendo.

—Perdona, no quiero burlarme, pero —le era difícil contener la risa—, yo creía que disfrutabas haciéndolo.

Lyra estaba por preguntarle a qué se refería, cuando se sonrojó violentamente al entender el otro contexto.

—¡Deja de reírte! Y yo creía que al menos tú seguías siendo más... inocente.

—Tengo doce, no siete. ¡Duh!

No tenía ninguna réplica ante eso.

—Además, yo no hago eso... si a él le molesta que trate de corregirlo cuando se equivoca...

—Papá nunca se equivoca.

—Tío.

—¡Hay está! Es mi papá, Lyra. El tuyo también. La que se equivoca al llamarlo así eres tú.

—Tal vez, pero estás mal si de verdad crees que es perfecto. Todo mundo puede tener sus defectos y aprender de los mismos, pero el cometió no una, sino diez veces la misma grave equivocación de la que a pesar de saber que está mal, sigue cometiéndola.

Parecía haber resentimiento en la manera en que hablaba. Lacy ya no reía, incluso su ánimo había decaído un poco al igual que el de su hermana. La chiquilla le puso una mano en la muñeca.

—No somos equivocaciones, Lyra.

—Por favor. Mira cómo están nuestras hermanas mayores. Supongo que Liena corrió con más suerte que Loan, pero si no tuviera ese defecto congénito que le arruinó las cuerdas vocales podría hablar, defecto del que tía Lisa nos salvó pero sólo porque uso su ciencia.

Lacy suspiró.

—Pero si tía Leni y papá no... Liena ni siquiera existiría, ninguna lo haría si no hubiera hecho lo que hizo con nuestras mamás —aunque no era devota como su hermana, apelo a sus creencias recordando algo de las mismas—. ¿Que no se supone que Dios es vida? Pues yo le agradezco a Dios por estar viva y por ello también le doy gracias a papá y a mamá.

—¿Puedo comprar esto?

Lizy alegremente apareció interrumpiéndolas con un jugo de piña entre sus manos. La niña parecía radiante y tan llena de vida. Lyra le acarició el suave cabello.

—¿No querías un chocolate, Lizy?

—Mejor un jugo. Ma gusta más. Por favor, Lyra.

Con su cabeza conflictuada por las palabras de Lacy, ella se despidió de sus hermanas haciendo un gesto antes de proseguir con el resto de su parte de la lista en otra sección llevándose a la pequeña con su jugo.

Loan miraba ansiosa a sus hermanas alejarse y también a Lacy.

—Ah... ¿de qué hablaban?

—Cosas religiosas.

Loan hizo una mueca. Los asuntos religiosos la ponían de los nervios. En especial por todo aquello que se explicaba acerca de la culpa y el pecado. Lacy acercó un carrito con su sandía ya adentro repitiéndose un pensamiento una y otra vez en susurros.

—No somos las hijas del pecado.

Su hermana colocó adentro las latas que bajó y miró la lista.

—Camarones... surimi... pulpo... bacalao...

—Quizá cenaremos hoy o comeremos mañana mariscos. ¡Genial! No he podido quitarme el antojo desde que anoche tía Lisa y papá cenaron juntos.

—¿Cómo? Papá y... ¿tía Lisa? ¿Juntos? ¿Dónde?

—Afuera de la casa. Tía Lisa llegó con unos amigos de su trabajo en varios vehículos. Lupa, Liby y yo los vimos por la ventana al principio asustadas porque pensábamos que iban a arrestarlo, pero ella y papá salieron desarreglados y muy cansados por como jadeaban de una camioneta blindada. Seguro se dieron un atracón de mariscos, creo que a papá se le cayó encima su plato porque apestaba a eso cuando entro, estaba tan avergonzado que se metió a bañar antes de acostarse de nuevo conmigo. No me hubiera molestado que se durmiera así, pero él de verdad parecía incómodo. Bueno. Vamos por lo demás.

Lacy alegremente se encaminó a buscar lo demás que necesitarían, mientras una muy asustada Loan la seguía pensando cómo es que su hermana a sus doce años podía seguir siendo tan inocente a veces en otros aspectos.

* * *

Lincoln comparaba las marcas de algunas cajas de macarrones, cuando Lemy regresó con el resto de los comestibles que fue a buscar y una caja bajo el brazo.

—Creo que ya terminé y... ¿Qué opinas de esto? —le mostró la caja un tanto ansioso—. Si es muy caro puedo entenderlo y dejarlo donde estaba.

Lincoln intrigado sopesó aquello. La idea era muy buena, además creía tener en viejas cajas en el sótano algunas cosas de sus hermanas y de sus mismas hijas que podrían ayudar a complementar el plan del chico. Con un buen sabor de boca ante viejos y agradables recuerdos, le dio el gusto bueno.

—Lemy, es una muy buena idea. Aunque claro esto lo dejaremos para mañana. Tus hermanas van a enloquecer, sólo espero que no demasiado.

El chico sonrió de oreja a oreja no sólo por la aprobación de su padre, tampoco podía dejar de imaginarse cómo se vería Lacy.

Lulú intrigada miró la caja que habían colocado a su lado dentro del carrito, era casi tan grande como ella.

* * *

—¿De verdad puedo llevármelo, mami?

—Claro que puedes, Ángela tesoro.

La pequeña niña de ocho años castaña pelirroja como su madre, alegremente de la estantería de juguetes tomó de un bracito la simpática abeja de peluche Mily de aquella popular serie infantil a la que estaba tan aficionada, cuando el otro brazito fue tomado por una chica mayor a ella de cabello blanco.

—Ah, disculpa —sonrió Ángela a la preadolescente—. Éste es mío.

—Ya sé que éste es mío, te perdono. Ahora entrégame a Mily —si no fuera por que con la otra mano sujetaba la canastilla de las compras, ya le hubiese quitado el juguete.

—¿No estás muy grandecita para jugar con peluches?

Leia se acercó con un kit de maquillaje para niñas al darse cuenta del conflicto en que Lupa se estaba metiendo. De pronto la albina la miró cruzando los dedos.

—Es para mi hermanita, que es su cumpleaños.

La rubia estaba por protestar, dado que no le gustaba ese estúpido programa de la tonta abeja a diferencia por lo que escuchó una vez, de... por supuesto.

—¡Mamá! ¡Esta niña me quiere quitar a Mily y es la última que queda!

La mujer se acercó pronta al rescate de su hija.

—¿Qué ocurre aquí? ¡Oye, niña! Mi hija vio ese juguete primero.

Lupa abrió molesta la boca. Ya intuyendo que fuese lo que fuera a decir, sólo empeoraría las cosas, Leia se apresuró a intervenir fingiendo un puchero triste.

—Por favooor señora. Es mi cumpleaños y mi querida hermana me prometió regalarme a... la abeja esa.

—Ya la escuchó. No quiero romperle el corazón a mi hermanita.

—Si, me quiere mucho. Me prometió el muñeco... y dejarme maquillarla en la tarde.

Lupa con los ojos muy abiertos miró a Leia haciendo una mueca, ella maliciosamente le sonrió feliz porque comprendiera cuál sería su precio por ayudarla.

—Eso no va a suceder, Leia.

—Bueeeno. Supongo que sí estoy exagerando y en realidad no quiero tanto a la abeja como creía.

Resignada, Lupa emitió un suspiro sintiéndose para su horror de pronto como su madre.

—Quiero que seas feliz, así que te daré a Mily y... dejaré que me maquilles.

—¡Gracias, hermanita!

Con fingido cariño Leia abrazó a Lupa, que seguía sosteniendo a Mily de un brazo, mientras que la otra niña seguía sin soltarla del otro.

—Bueno, eso es muy conmovedor —opinó la madre intrigada por el aspecto de las chicas que decían ser hermanas, tan distintas entre sí, pero a la vez le resultaban familiares, en especial la mayor—. Pero de verdad mi hija vio primero ese muñeco.

—Muy bien, señora. Lo intentamos por las buenas —gruñó Leia soltándose de Lupa—. ¡Papaaá! ¡Hermanooo!

Como si se tratara la señal de salida de alguna competencia, padre e hijo dejaron lo que estaban haciendo al reconocer el llamado de Leia, a diferencia del resto de las chicas que aunque las escucharon, ignoraron el grito pensando que se trataba de una chiquillada.

* * *

—Tío y primo, Leia. Qué escándalo —se quejó en voz alta Lyra.

—¿Crees que mi hermanita está bien?

—Estoy segura que tu prima está bien, Lizy.

—¿Ya acabamos?

—Sólo nos falta algo más de la lista y vamos a buscarlos.

Continuaron andando mientras Lyra no podía quitarse de la cabeza la conversación que tuvo con Lacy. ¿Realmente se estaba comportando tan pesada con su actitud? Lo hacía por el bien de su familia, aunque, ¿realmente era necesario de su parte hacer tanto problema por negar su terrible situación incluso en estos días que los tenían libres? ¿Sería un pecado grave el permitirle a su tío escuchar lo que seguramente esperaba oír de ella? ¿O sus... herma...? ¡No! Sus primas. Hasta pensar de ellas así le costaba trabajo.

* * *

Dos chicos de dieciocho y de catorce años que buscaban refrescos y botanas notaron a Loan. Quizá luciera anticuada, pero a pesar de las ojeras y el cabello despeinado les pareció bonita de rostro, además con esa altura se imaginaban un cuerpo muy lindo debajo de esa ropa deportiva holgada, aunque el más joven se fijó también en Lacy.

—¿Es que van a dar una fiesta, guapas? —saludó el mayor señalando todo lo que llevaban, asustando sin querer a Loan al acercárseles de pronto—. ¿No hay lugar para dos invitados más?

Loan se encogió un poco al bajar su cabeza sonrojada y apenada sin saber qué decir. Lacy confundida les increpó.

—No vamos a dar una fiesta. Y a ustedes ni siquiera los conocemos.

El más joven se dio la confianza de pasarle un brazo alrededor del hombro a la del cabello castaño claro.

—Pero eso tiene arreglo. Te doy mi número y correo, así tú me das los tuyos y podremos conocernos mejor, linda.

De un movimiento, Lacy lo tomó de la mano y casi le torció el brazo, lo que le produjo mucho dolor al chico que se alejó molesto de ella, mientras que el mayor se soltó a reír un par de segundos.

—Vaya que la escogiste con mucho carácter, Stuart —se dirigió entonces a Loan—. Una disculpa por eso. Déjenme compensarlas invitándolas a una fiesta a la que vamos mi amigo y yo. Nuestra pandilla sí que dará una y se pondrá genial.

—Venimos acompañadas. —Le gruñó Lacy.

—¿A sí? ¿Y de quién? —Pensaba que la chica se acababa de inventar esa excusa para darle una evasiva.

Loan pensando que como hermana mayor no debía de dejarle a Lacy todo el trabajo de dar la cara por ambas, trató de intervenir.

—Ah... de mi... de mi... ¡De mi novio! Mi novio nos espera.

—¿En serio? —se burló el chico—. ¿Y dónde está tu novio que no lo veo?

* * *

La madre de la niña parecía a punto de entrar en shock.

—¿Lincoln Loud?

—¿Cristina?

Y no era la única. Aunque ya eran adultos y cualquier problema o incidente de niñez o juventud lo habían superado, su único contacto se limitaba a asentir con una débil sonrisa de reconocimiento cada vez que por casualidad y raramente se encontraban por ahí sin decirse nada, en ocasiones Cristina hasta ignorándolo fingiendo no haberlo visto, pero ahora las circunstancias en que se encontraban ese día eran un tanto particulares por no decir más.

Cristina se fijó en el chico que lo acompañaba antes que en la bebé dentro del carrito, tan parecido a él, pero con el cabello castaño claro, a quien la niña rubia al verlo le había gritado hermano tomándolo de la mano. Eso explicaba entonces también el aspecto tan familiar que encontró en la chica albina cuando la vio por primera vez. Por otro lado, ¿de dónde se supone que habían salido esos chicos?

—¿Todos estos niños son tus hijos?

—Bueno... ah... es complicado, dame un momento. ¿Qué ocurrió, Leia?

—Esa niña le quiere quitar su tonta abeja a Lupa.

—¡No es tonta! —se quejaron ambas indignadas.

La hija de Cristina ceñuda miró a Lupa.

—¿No dijiste que querías a Mily para tu hermana?

Lupa se sonrojó molesta.

—¿Tantos problemas solo por un simple juguete? —se quejó Lemy.

—¡No es un simple juguete! —gruñó Ángela que no le había puesto atención al chico hasta ese momento—. ¡Es...! Muy lindo.

A Lemy no le gustó la manera en que esa niña lo estaba mirando, se parecía mucho al modo en que a veces Lupa y sobre todo Loan solían hacerlo. La pequeña se había distraído tanto con el aspecto rebelde del chico castaño, que a Lupa no le costó nada terminar por arrebatarle el muñeco.

—Gracias, hermanito.

Lupa posicionándose detrás de él, le dio juguetona una palmada en la retaguardia. A pesar del sobresalto, no dijo nada sonrojándose y sintiéndose nervioso. La boca de Cristina se abrió un poco más por la sorpresa.

—¿Tu hija acaba de... coquetearle a tu hijo? ¿No se supone que son hermanos?

—¡No! Es que ellos son... hermanastros... pero muy, muy lejanos. Je. Te digo que es complicado.

—Pero si en la reunión de exalumnos del año pasado habías contado que nunca te habías casado.

—Bueno... ah...No es que me casara en realidad, sólo... sólo...

—Tuviste hijos.

—Sí, eso. Hmm. ¿Cómo has estado? Sabes, te ves muy bien.

Cristina preferiría cortar esa conversación que se le estaba figurando tan incómoda como debía de estar siéndolo para Lincoln. Leia bufó.

—¡Ba! Mi mamá es más bonita.

—No creo que tanto como la mía. —Defendió Ángela a la suya.

—Mi mamá para que te lo sepas en la supermodelo Lola Loud, ¿de verdad crees que hay punto de comparación?

—¿Loud? ¿Por qué tiene el apellido de tu papá si dijo que no se casó con ella?

Cristina desoyó en ese punto todo lo anterior.

—¿Lola? ¿Tu hermana Lola?

Padre e hijo estaban visiblemente nerviosos. Discretamente, Lemy se acercó detrás de Leia y la abrazó esperando contenerla o cerrarle la boca por si se le ocurría volver a abrirla. Lincoln sin perder contacto visual con Cristina y su hija sintiéndose como una presa frente a dos cazadoras, hizo lo mismo con Lupa. Aunque la peliblanca comprendió lo que estaban provocando, fue indiferente al respecto.

—Cristina, no es lo que... mira, son en realidad mis... sobrinos. Los quiero mucho, pero no son en realidad mis hijos, je. Una de mis sobrinas te lo puede decir. Nos está acompañando también.

Lemy aunque entendió los motivos por el que los desconoció frente a esa mujer que parecía ser una conocida suya, no pudo evitar resentirse un poco con él de nuevo tras hacerlo.

—Sí, señora. Él... es sólo mi tío —Lincoln cerró los ojos un momento a disgusto por el tono en que Lemy dijo aquello—. Y esas que vienen ahí son también sus sobrinas.

En ese momento Loan y Lacy apuradas habían llegado hasta los chicos. Sintiéndose realmente asustada y ansiosa, tan pronto vio a su padre, Loan se recargó contra su brazo. Lemy extendió los brazos para recibir a Lacy pensando que repetiría la acción de la rubia, pero ella se detuvo antes de llegar hasta él mirando con reprobación a su hermana.

—Tampoco era necesario que huyéramos.

Los dos chicos las alcanzaron, más se frenaron al ver al hombre de cabello blanco del que Loan seguía abrazada.

—¿Ese es tu novio?

—¡Sí! ¡Es mi novio!

Comprendiendo lo que quizá estaba ocurriendo, Lemy se posicionó entre Lacy y esos muchachos.

—¡Y ella es mi novia!

Los chicos haciendo una mueca de fastidio se marcharon, no tanto por el niño, sino por el adulto de quien se intimidaron. De pronto Lemy recordó que Ángela y su madre seguían ahí. La niña asustada lo señaló junto a Lacy.

—¿Tu prima es tu novia?

—Por supuesto que no —sonrió Lacy divertida por el modo en que el chico trató de defenderla regalándole un breve abrazo—. En realidad, es mi tierno hermanito, aunque lo niegue. ¿Verdad, papá?

Este bloqueado todavía con Loan abrazándolo, comenzó a sudar frío de los nervios.

Olvidándose del juguete y en sí de todo lo que pensaban comprar ese día, Cristina tomó de la mano a su hija y se alejó del grupo asustada y decidida a no volver a esa tienda si era ahí donde Lincoln hacía sus compras.

—¿Que pasó aquí?

Preguntó inocentemente Lizy junto a Lyra, quien cabizbaja seguía con la mirada a aquella mujer alejarse junto con su hija. Había alcanzado a ver lo suficiente para comprender lo que ocurrió apenas necesitando la respuesta de Lacy.

—Unos chicos nos molestaban y Loan fingió que papá era su novio para que dejaran de molestarnos. Aunque creo que de haberles dicho quién era en realidad, igual nos hubieran dejado en paz.

—No... no se me... no lo pensé así.

En realidad, Loan había notado únicamente a Lemy cuando se le ocurrió decir que era su novio, no fue sino hasta que se acercó a donde estaba, que entonces vio a su padre con Lulú.

Lyra suspiró.

—Es por cosas como estas que todo lo que pido es que seamos discretos.

Cualquier protesta que pensaron hacerle a la chica, murió cuando su padre le contestó.

—Sí, tienes razón Lyra. Debí de advertirles desde antes de salir que no me llamaran papá en público.

—¿Papá?

Lulú fue la única que dijo algo. Todos se habían sumido en el silencio pensando aquello. Lyra trató de mover los ánimos cambiando de tema.

—¿Ya acabaron de conseguir lo de sus listas? —todos asintieron, salvo por uno que seguía sintiéndose mal por el incidente—. ¿Y a ti? ¿Te falta algo, tío?

Lincoln suspiró antes de responderle.

—No. Vámonos a casa.

Mientras estaban formados en la caja esperando su turno, Lincoln tomó del refrigerador un cartón de cervezas, sintiendo que le harían falta para relajarse más tarde.

—Lo lamento, padre —apenas y había escuchado a Lupa susurrarle cuando comenzaron a marcar sus productos—. Yo comencé esto. En mi ciudad ya no encontraba la edición limitada de los peluches de Mily, lo vi aquí y... sólo lo siento.

Lucía genuinamente culpable, casi tanto como Loan quien parecía indecisa de tomarle del hombro o no hacer nada.

Lincoln movió la cabeza de un lado a otro y miró las cosas que sus hijos llevaban y que no estaban originalmente en la lista de Liena. La abeja que Lupa quería le había traído un buen recuerdo.

—Pa... Tío, ¿qué es esto?

A Leia los ojos se le iluminaron cuando vio la caja extra del carrito de su padre. Lincoln sonrió.

—Es algo que se le ocurrió a Lemy y me pareció bien. ¿Qué dicen si mañana nos ocupamos en eso? Antes de que se lo pregunten, creo que tengo lo necesario en casa, si hace falta algo se los compro en la mañana.

Al ver de lo que se trataba, las chicas sonrieron con emoción, salvo Lupa que seguía sintiéndose culpable y Lyra, que no estaba segura si eso sería una buena idea.

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