Capítulo #4. Sonrisas falsas.

Gloriana.

Un largo y eterno año más de soledad había pasado sobre mí, pues ahora tenía diecisiete años de edad y con ese paso del tiempo llegó el cambio porque ahora yo era muy diferente en cierta manera, ya que, a pesar de tener que seguir cargando con responsabilidades ajenas, huir de la tía Rachel para que no me hiciera daño y sobrevivir en la secundaria, yo era muy masoquista y deseaba que ella me volviera a querer como antes, aunque eso me dejara ante los demás como algo bastante "cringe" o carente de amor propio, no obstante, seguía queriendo desaparecer cuando venían los problemas e intentaba llamar la atención sin cansancio mediante actos en contra de mi cuerpo porque, me sentía demasiado sola y menospreciada por causa del tremendo odio que reinaba en mi familia desde hacía siglos.

Aún quería deshacerme de todo lo malo que me rodeaba aunque tuviera esa edad y ahora el momento para cortar con cualquier patrón destructivo por mi bien y del de mi familia, empero, justo el día de mi décimo sétimo cumpleaños, el cual, planeé con emoción durante largas semanas porque debía ser inolvidable, terminó muy mal y mi deseo jamás se cumplió, ya que, nadie más que mi madre y hermana asistieron con pereza y desánimo solo por compromiso en medio de un salón vacío que, costó mucho más caro que el salario completo de un año de mamá, quien por cierto, había superado su depresión y tal como le juró al juez, volvió a ejercer la medicina a tiempo parcial en un gran hospital público al tener contactos muy importantes en su círculo social.

Gracias a eso, el que todos me plantaran el único día de mi vida en que debía estar feliz no significaba nada en comparación a ver el agobiado rostro de mi mamá por haber gastado tanto dinero en un cumpleaños que resultó horrible, por lo tanto, a partir de ese día decidí que ya no volvería a llorar o a sufrir por alguien incapaz de valorar mi esencia aunque eso me doliera mucho al quedarme sola, sin embargo, obviamente rompí con mi promesa en ciertas ocasiones y cuando me sentía rechazada, volvía a sumergirme en un pozo sin fondo tras dañarme a mí misma, lo cual, por razones desconocidas nunca terminaba mal debido a que Dios me protegía e impedía que acabara con mi vida, pues ese año me llevó por caminos inciertos llenos de misterios, aventuras y sueños imposibles de creer.

Mi madre, aunque en apariencia parecía una mujer normal que amaba la vida y su trabajo, en realidad seguía siendo inestable psicológicamente al estar llena de complejos, pues, después de su separación con papá y el retorno como profesional en la salud, simplemente nos olvidó, sobre todo a mí porque su preferencia hacia mi hermana menor era muy obvia desde antes de divorciarse y por eso, nunca me esforzaba lo suficiente en la secundaria, cosa que Catalina sí y ahora era considerada un prodigio.

Tristemente, mi existencia se basaba en soportar silenciosamente sus regaños, reproches, comparaciones y cuestionamientos cuando debía ir por las notas a la secundaria o la llamaban para quejarse de mi mal rendimiento académico, pero ella, nunca se puso en mi lugar y jamás descubrió la verdadera razón de mi comportamiento inusual al tener una mentalidad retrógrada, y en algunas ocasiones, ella se avergonzaba de mí por ser su hija mayor solo por seguirle la corriente a la tía Rachel durante gran parte de mi vida.

En fin, después de todos los años que pasaron, pude ver cómo mis infantiles padres se llegaron a odiar a muerte aún estando separados, por lo tanto, para medio sobrevivir tuve que aprender irremediablemente a llorar sin que nadie me notara, pues para mi pequeña familia yo seguía siendo la más débil, triste y manipulable niñita de cristal a pesar del tiempo, cosa que era cierta porque en realidad, nunca superé la muerte de mi abuela, el abandono de mi ex mejor amiga y la separación de mis padres, así que, esas situaciones acabaron por hundir aún más mi poca autoestima y ahora era fácilmente manejable por cualquier persona aunque lo negara.

Nathalia.

Juro que no quería hacerle daño a nadie, en especial a mis dos hijas quienes eran la luz de mi vida, pero en estas circunstancias, la lucha contra su padre sin vergüenza y descarado era lo primordial luego de que intentó quitarme su custodia en el tribunal familiar mediante el timo de mi supuesta infidelidad, pero eso quedó atrás porque al final, el juez vio que Él era el verdadero parásito incapaz de criar a unas niñas y yo, tomé la decisión de rehacer mi vida con mi profesión al regresar a un hospital como medico de urgencias, no obstante, sin querer me alejé mucho de ellas y olvidé que mis preciosas florecillas me necesitaban más de lo que creí, principalmente mi primogénita Gloriana, quien estaba convirtiéndose en una adolescente muy rebelde por mi culpa tras ignorarla cuando ella me quería a su lado para guiarla en la vida, pero no me di cuenta de ese gran error hasta que fue demasiado tarde para todos.

Mi segunda hija Catalina era todo lo contrario a Gloriana, pues era tímida, lloraba cada vez que alguien extraño se le acercaba, siempre me obedecía en todo aspecto, se comportaba como una auténtica princesa desde que era un bebé y sus maestros ahora la consideraban una pequeña genio porque nunca tuvo calificaciones inferiores a nueve punto cinco, así que, gracias a esa gran diferencia empecé a preocuparme, sentirme frustrada y a molestarme mucho por el hecho de que mi hija mayor tenía graves problemas y podría desviar su camino ante los vicios, la delincuencia o la vagancia al creer ingenuamente de que ella estaba bien porque jamás expresó molestia ante lo que vivimos como familia, empero, cuando abrí los ojos de que mi Glo sufría más que cualquiera, fue el día en que casi la pierdo para siempre... Otra vez.

Por otro lado, mi hermana Rachel era una mujer algo rara en sentido de tratar a los demás, en especial a mi hija Gloriana, ya que ella la despreciaba como a una legítima cucaracha de la nada desde que cumplió cinco añitos de edad, lo cual, por cierto traía a mi desgastada memoria algunos recuerdos vagos de la dura infancia que tuvimos juntas como hermanas en la década de los ochenta, pero por desgracia, aún no podía acordarme de lo que nos sucedió en aquella época hasta mucho después y hubiera preferido nunca recordar.

Gloriana.

Antes de ver divorciarse a mis padres justo a los nueve años de vida, creía que el amor era un sentimiento grandioso y que algún día llegaría ese gran amor a mi vida para hacerme completamente feliz, sin embargo, ese panorama cambió cuando ví llorar a mi hermanita de cuatro años de edad hasta ahogarse con sus propias lágrimas porque nuestros estúpidos padres preferían atacarse mutuamente antes de ayudarnos con terapia y ese inolvidable día nos dejaron solas ante una de las peores crisis emocionales que ella tuvo a tan temprana edad, razón por la cual, ahora era una niñita frágil, muy callada y sumisa ante la vida tal como lo era yo hoy en día, y como no quería eso para ella, me sacrifiqué para manter a salvo lo que restaba de su infancia.

Justo ahí, cuando la ví tan débil e indefensa para su corta edad por culpa de nuestros padres, fue el momento en el cual yo misma dejé de creer en el amor, pues para mi parecer, si mis padres no estaban juntos ya nunca podría volver a ser feliz de ningún modo en este mundo aunque creciera y conociera chicos que me pretendieran, sin embargo, yo nunca iba a enamorarme de ellos con tal de evitar que terminara malherida, pero la vida me hizo confundirme más y volver a cambiar de opinión, ya que de la nada, a los diecisiete años de edad entró a mi vida un chico diez años mayor que yo llamado "Ulises Burton", el cual, era muy apuesto físicamente, pues su sensual cabellera era color negro brillante, tenía unos bellos ojos penetrantes de color gris, camanances en su sonrisa perfecta y cutis delicado, por lo tanto no pude evitar quedarme embobada con su apariencia de modelo cuando lo ví acercarse a mí aquel día como si yo fuera alguien de importancia para Él.

Sin embargo, no solo me enamoró profundamente su estúpida apariencia de dios griego, sino que, al verme llorar sola en el parque, corrió a abrazarme fuertemente sin conocerme, pues solo pretendía ayudarme y ahora le debía la vida al tener una gran deuda de gratitud con Él, pues en ese momento todo para mí estaba de cabeza y pudo haber sido el escenario final de mi vida a mitad de un parque en la noche, pues tenía una de las antiguas navajas de mi padre entre mis sudorosas manos y estaba a punto de cometer una gran locura.

No obstante, en lugar de hacerme daño, solté la navaja inmediatamente luego de reflexionar un poco más, pues gracias a aquel sensual ángel en la Tierra pude librarme de ese mal pensamiento que me tenía luchando entre la espada y la pared, ya que, el chico me detuvo a tiempo y con sigilo se acercó a mí para que no hiciera nada contra mi vida, de modo que, me enamoré sin querer cuando me dijo unas cuantas palabras motivadoras con su perfecta voz, las cuales fueron suficientes para volver a creer en el amor sin antes medir las posibles y espantosas consecuencias de abrirme emocionalmente ante un total desconocido en medio de la nada y a altas horas de la noche.

—¡Hey, hey! ¡Oye! Tú, la chica linda de la banca, espera un poco, ¿Me puedes explicar algo? ¿Qué diablos pensabas hacer con esa vieja navaja, eh? ¿Estás bien? —preguntó un chico bastante apuesto a lo lejos mientras que extrañamente se dirigió hacia mí de la nada tras estar preocupado, pues me abrazó como si ambos nos conociéramos de toda la vida al tener la confianza de tomarme de las manos suavemente.

—¡AHHH! ¿Quién eres tú? —cuestioné encontrándome muy asustada por su presencia, ya que al gritar dejé caer la navaja al suelo mientras me apartaba rápidamente del chico misterioso.

—¡Vaya! Es cierto, ¡Por favor perdóname! Mi nombre es Ulises Burton, no soy de por aquí porque nací en la ciudad de Amiasal y solo me paseaba por este lindo parque para meditar cuando te logré ver a tiempo, niña. —aseguró el chico de nombre Ulises con una extraña sonrisa relajante, pues me tomó de las manos al estar muy agobiado por mi bienestar mientras que me secaba las lágrimas de mi rostro con un pañuelo que traía en su costosa chaqueta color beige.

—Am, bueno Ulises, dime algo, ¿Por qué rayos me salvaste si tú y yo no nos conocemos, eh?

—Es muy interesante, niña, yo también me pregunto lo mismo porque hoy te salvé de ser llevada a un frío y siniestro hospital el cual, pudo ser un psiquiátrico o al cementerio, pues si no fuera por mí, ni los médicos o tus padres hubieran llegado antes con la policía, así que ahora tú me debes la vida y toda tu libertad. —afirmó Ulises con un tono de voz bastante nefasto mientras que se cruzaba de brazos al reclamarme por un absurdo precio que sonaba ridículo.

—¡Ay no! ¡Ya lo arruinaste todo! ¡Uff! Esto era demasiado perfecto como para ser verdad, sí, ¡Ushh! ¡Lárgate de mi vista, desgraciado! Creí que eras diferente y por un momento me emocioné, ¡Qué ilusa! —afirmé volcando los ojos en señal de decepción mientras que con furia y dolor en el corazón me levanté de la fría banca para irme, pues pensé que Él sería mi verdadero amor.

—¡No! ¡Por favor no me malinterpretes!, yo solo te salvé de hacerte daño porque por algún extraño motivo sentí en tí una chispa de alegría y de... —dijo Ulises con un tono de voz nervioso al momento en que nos conocimos, pues Él me alteró aún más al notar que veía hacia todos lados como si estuviera loco o quisiera que nadie nos descubriera juntos en aquel silencioso parque citadino.

—¿Una chispa de alegría dices? ¡Ashh! ¿Qué no ves cómo estoy? ¡Quería escapar de mi asquerosa realidad a como diera lugar! Y sí, eso que dices no puede ser cierto, más bien en lugar de "alegría" fue una vista de tristeza y lo que te di fue lástima, ¿Cierto? —pregunté alterada mientras que me levantaba nuevamente de la banqueta tras hallarme dispuesta a dejarlo hablando solo, sin embargo, al recoger la navaja de mi padre me lastimé un poco con ella y la sangre en mi dedo fluía en bastante cantidad, además, el arrogante y sexy chico mayor ya me estaba comenzando a acosar.

—Espera, ¡Eso no fue lo que dije!, escucha, ¡Uff! Tú no me das lástima en lo más mínimo, ¡Al contrario! Puedo ver como tú serás alguien supremamente genial e influyente en el futuro.

—Ajá, sí, como sea. —respondí de mala gana mientras intentaba frenar la sangre en mi lastimado dedo.

—¿Estás bien?

—Sí, no necesito ayuda, ¡Gracias!

—¡No seas tan terca, GLORIANA! ¡Ash! Mira, sinceramente hoy ví en tus preciosos ojos una premonición de que crecerás como persona y ese gran abismo de tristeza que hay en tu vida será el que te brinde las alas para llegar hasta tus mayores sueños como una imponente águila, y tus deseos más locos se harán realidad algún día aunque no lo puedas creer, ¡Ah! Volverás a ser feliz con tu nuevo destino al lado de tu familia. —aseguró Ulises mientras me tomaba de la mano en señal de bondad y empatía, pero al mismo tiempo, parecía como si quisiera hipnotizarme con sus grandes ojos grises.

—¡Wow, wow! Espera un segundo, ¿Qué dijiste? ¿Cómo es que sabes mi nombre si yo nunca te lo dije? ¡Ah sí, claro! ¿Eres esa clase de adivinos callejeros y baratos que solo buscan dinero en la gente vulnerable como yo? ¡Pues basta! ¡Ya he sido lo suficientemente humillada por mi tía, así que no voy a permitirlo y menos de alguien como tú! —dije con enojo y confusión por sus innecesarias predicciones, pues de inmediato, tomé mi bolsa del suelo mientras trataba de envolver el dedo lastimado con un pañuelo, empero, sentí una especie de desconfianza, negatividad y terror real al estar a solas junto a Él.

—¡Solo confía en mí! ¿Quieres? Todo en la vida se resuelve y estoy seguro de que los dos seremos grandes amigos o algo más, así que, señorita Gloriana, ¿Gustas ser mi mejor amiga? ¡Ah! Y puede que suene muy osado de mi parte pero, ¿Estás lista? —preguntó Ulises con su mirada fija en mí mientras cortaba una pequeña flor color amarilla para mi, pues el chico también se enamoró de mi y parecía ser correspondido.

—Ahm, ¿Lista para qué? ¡Ay Dios mío! ¡Ulises! ¡Muchas gracias! Es un gesto muy lindo de tu parte. —exclamé muy impresionada y con el cabello húmedo al igual que mis zapatos, pues comenzó a llover en ese momento y mi estúpida cabeza estaba perdida entre sus ojos.

—¿Lo ves? Yo ya no soy un desconocido en tu vida, ahora somos mejores amigos y ésta es la prueba, o, ¿Acaso sigues desconfiando de mí después de que te salvé la vida? —aseguró el chico con una sonrisa perfecta, pues de pronto me tomó de la cintura y colocó su mano en mi espalda como si nos conociéramos de cerca, lo cual, provocó que me enamorara por primera vez.

—Pero Ulises, yo no te... —exclamé completamente atónita por lo que estaba sucediendo justo ahora, ya que Él parecía sacado de una revista juvenil y lo único que hice fue seguirle la corriente como toda una estúpida mientras que me llevaba hacia otro lugar del parque.

Justo ahora, estaba en un rincón realmente mágico para cualquiera, pues era una gran plazoleta abandonada en el centro del parque donde habían cientos de luciérnagas volando entre las hojas de eucalipto con miles de grillos, gotas de rocío condensado y deslumbrantes estrellas en el firmamento que me dejaron boquiabierta, ya que jamás había notado la enorme belleza de ese parque durante el día y en ese instante todo parecía perfecto hasta que una espesa nube de tormenta cubrió mi vida para siempre gracias a ese misterioso chico que me volvió loca de "amor".

Él y yo nos acostamos boca arriba en el suave pasto mientras la luz de la luna llena cubría nuestros cuerpos y nos unía a pesar de no conocernos hasta ahora, por eso, gracias a aquel encuentro no intencional nos hicimos muy cercanos, y si todo salía bien más adelante, probablemente seríamos algo más que solo amigos al jurar estar juntos para siempre a pesar de todo, pues yo realmente deseaba tener a alguien con quién poder hablar y desahogar mis penas luego de que en mi propia familia solo fuera un viejo mueble más, al cual podían maltratar y reemplazar.

Lamentablemente, fue justo ahí donde me convencí al cien por ciento de que ese guapísimo chico era un verdadero ángel de Dios, el cual, había sido enviado para salvarme de la soledad en que me encontraba, librar de mi cabeza las locas ideas que tenía acerca de hacerme daño a mí misma y de cometer un grave error del que me arrepentiría, así que, su presencia protectora me llevó a confiar en Él luego de que me mostrara su amistad y lealtad durante unos pocos días, pues aproximadamente un mes después ya éramos cómplices en todo y podía estar segura a su lado mientras lo tomaba de la mano y compartíamos.

Como ya era más que una simple amiga para Él y Ulises también sentía lo mismo por mí, luego de habernos conocido mejor durante ese inolvidable mes decidimos dar el siguiente paso y con las brillantes estrellas de testigos así como sus ojos celestiales, me entregué en cuerpo y alma a aquel ángel que vino a mi vida para salvarme, ya que, hicimos el amor de una manera muy romántica y apasionada mientras me consentía como una princesa, su princesa.

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