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Ahí estaba Juan, sentado tomando un Cabernet Suavignon en la mesa del bar, mirando la nada, cuándo llegó Leo. Él tenía la curiosidad de averiguar de qué habían hablado en las reuniones, o si tan siquiera lograron encontrar una forma de ganarle a la niña demonio que pocos días antes se habían encontrado. La colmena estaba bastante alborotada en ese momento, y entre el sonido del habla de los miembros apenas se podía distinguir lo que decían.

—Juan, ¿salió todo bien en la charla? —preguntó.

—Oh, sí. —replicó Juan.

—¿Quedaron en algo? —inquirió Leo.

Juan hizo un espacio para que Leo se sentara junto a él. Éste lo hizo.

—Bueno, tenemos que ver en la tercera reunión si logramos hallar a la niña y volver todo a la normalidad —dijo Juan—, después de todo, parece más difícil de lo que es, pero aun así, no pienso rendirme mientras siga vivo. Creo que podremos lograrlo.

—Sobre eso, hay un grupo de pelotudos que está intentando convencer a la gente con sus ideas, para sabotear el plan. —dijo Leo.

—¿Es en serio? ¿Y de qué los convence?

—De que no deben hacerse reuniones.

—Me alegra que no les creas, la verdad —dijo Juan—, es que, no sé por qué alguien quisiera que todo esto siga. Quizás alguien que quiere dominar, porque es la única forma de hacerlo cuando somos pocos y el mundo está en crisis.

—Divide y vencerás, dice el dicho —dijo Leo—. Ten cuidado con ese tal Fernando.

En ese momento, tras ellos, se presentó Fernando. El chico de camisa blanca Lacoste, estudiante de filosofía, se hallaba frente a Candela, estudiante de sociología en la UBA. Leo los miró con un ademán de seriedad.

—¿Hablaban de mí? —preguntó Fernando.

—Sí —dijo Juan—, ¿Cómo es eso de que quieren sabotear el plan que nos ayudará a salir de esto?

—Bien, no queremos sabotearlos, solamente que nos dimos cuenta que estamos más unidos así que en nuestro mundo cotidiano, dónde todo era aburrido; ir a clases, trabajar, pelearse con otros solamente para que no haya ninguna otra novedad en el día. —dijo Fernando—, ¿Acaso a ustedes les gusta ese mundo?

Tras Leo se asomó Melanie y Sergio. Fernando, en ese momento observó a quienes recién llegaron.

—Únanse, no teman. —dijo Fernando. En ese momento sacó algo de su bolsillo, podía ser un ramo de flores, pero no lo fue, sino que era más trágico que eso. Ahí fue cuando el rumbo verdadero de la colmena iba a cambiar por completo; sacó un cuchillo bastante afilado de su bolsillo. Candela se alejó un poco, y Leo colocó su brazo frente a Melanie y Sergio, en un afán por protegerlos.

—Tranquilos, si Juan me da su puesto, nadie saldrá herido. —amenazó Fernando.

—¿Esto es una amenaza? —preguntó Juan—, porque no me llevo bien con ellas.

Entonces en ese momento Fernando blandió el cuchillo con una habilidad que no parecía salir de un joven estudiante de filosofía de la UBA.

—¡Mierda! —gritó Candela.

—¡Verga! —gritó Melanie.

La sangre salía a chorros del cuello de Juan como si sus arterias fuesen una manguera, entonces él se tocó para observar en su mano el líquido goteando, entonces se desplomó. Toda la colmena sostuvo a Fernando, mientras que Osvaldo corrió hacia Juan, y lo observó un poco de cerca.

—No podemos hacer nada —dijo Osvaldo—; está muerto.

—Mierda —exclamó Leo—, ¡no puede ser!

—Ahora habrá que elegir a un líder nuevo, pero mientras tanto, tendremos que expulsar a Fernando.

En ese momento se acercó Luz, y tapó la puerta de salida.

—Quiero que se quede. —dijo.

A ella se le sumaron otros diecinueve individuos más, quedando la puerta totalmente bloqueada. Leo no lo podía creer, el peor escenario había comenzado. Esos individuos querían que Fernando lidere la colmena. Era una cantidad enorme de gente la que había sido convencida de dichas ideas, con un poder tan colosal que parecía telepático. ¿Acaso era la consciencia colectiva? ¿La niña aprovechó el momento para manipular a las personas que se habían encontrado a alguna de sus arañas con el fin de que crean lo que ella digan? El poder de la consciencia colectiva era uno con el cual nadie debía de jugar, uno con el cual todos deberían de temer, ya que al igual que Leo había manipulado a las arañas para que se atacasen entre ellas y poder escapar de la torre YPF, al parecer ellas podían hacer lo mismo con las personas que no son conscientes de la existencia de dicho poder, y así ocurrirían situaciones como esa.

—¡No es él! —gritó Leo a Melanie— ¡no están en sus cabales!.

Leo temía que incluso alguno de sus pensamientos pudiese llegar a ser beneficioso para la niña o para las arañas, y que de alguna u otra forma, propaguen más el asunto, pero aun así, al parecer utilizó a Fernando como cebo para evitar que la colmena pueda atacar, y quien sabe a cuántos otros de otras facciones.

En ese momento, ambos se abrieron paso por la puerta, y se alejaron de la colmena; ya si la niña tenía conocimiento de la existencia de dichas facciones, era muy peligroso seguir manteniendo el contacto, porque podría manipular la mente de cualquiera con tal de introducirle pensamientos o ideas a través del uso de las conexiones entre conciencias, y Sergio les siguió...

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