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—Entonces, planificaremos nuestro ataque —dijo Fernando—, y sobre todo, hay que encontrar primero aliados en esto. —agregó.
—Yo creo que van a llegar como cucarachas a las bolsas de basura; estoy seguro. —convino Julián.
El grupo había pactado para conseguir más gente y bajar a Juan, pero su búsqueda recién comenzaba. Esa misma tarde, Fernando escribió en una libreta todo acerca de sus ideas. Desde su inconformidad por el sistema que tenían, hasta su idea de repartir entre todos las monedas que ganaban algunos trabajadores. Después de eso, lo guardó en un cajón dentro de la colmena, esperando que alguien lo encuentre en algún momento. Ahí fue cuando se le ocurrió la idea de repartir entre los miembros de la misma algún tipo de afiche con las mismas explicaciones. Agarró unas cuantas hojas de un par de cuadernos que tenía dentro de una mochila antigua, y comenzó a escribir. No tardó más de media hora en completar unas cincuenta pancartas para después repartirlas entre todos.
Fernando se juntó nuevamente con Julián Samuel y Candela, entonces fue ahí cuando llegó Luz.
—¿Qué es todo esto?
—Son nuestras ideas —explicó Fernando—, el sistema de Juan está totalmente mal, y proponemos cambiarlo desde cero. ¿Sabías que entre todos podemos conseguir dinero suficiente como para costear el capricho de toda la colmena?
—Bueno. Creo que no —repuso Luz—, no sabía esto. ¿Ustedes desde cuándo se dieron cuenta de eso?
—Desde hace tres días —dijo Fernando—, entre la puta semana que pasamos soportando esto.
—Ya, tranquilo —lo tranquilizó Luz—, todo va a pasar, no te preocupes.
—¿Y vos cómo te llamás?
—Me llamo Luz —repuso.
—¿Hace cuánto estás acá?
—desde el inicio —dijo Luz—, estuve acá, muy feliz, hasta que me encontré con mi ex. Supongo que se puso con esa zorra venezolana para darme celos; pero ya lo superé.
—¿Estás segura? —preguntó Fernando.
—Sí, en la vida sufrí demasiado como para sufrir más con esto —repuso Luz—, de hecho, cuando era una niña, mi padre solía reprocharme por todo lo que hacía; se creía perfecto, pero era un completo imbécil.
—Bueno, la familia a veces es algo que no se elige, se padece —replicó Fernando—. Bueno, en fin. ¿Te nos unes?
—¡Claro! —dijo Luz—¿Dónde firmo?
Fernando pasó la mano por sobre unos cajones que se encontraban etiquetados como «Inscripciones solidarias», por encima de otros que tenían «Papelerío e información». Abrió el cajón y sacó un papel enorme que parecía hecho para rellenar. En la parte superior tenía escrito: «Únete por una colmena más justa», por todo el cuerpo de la hoja tenía un formulario para rellenar acerca de los datos personales del solicitante, mientras que en la parte baja tenía una parte específica para firmar.
—Firma acá abajo —dijo Fernando—, encima de esa línea.
Fernando sacó una pluma del bolsillo de su saco, y se la extendió a Luz. Ella lo agarró, y comenzó a firmar en la parte baja del mismo.
LSp
Firme aquí
Dejó su firma clara por encima de la línea. Por encima comenzó a rellenar con sus datos los cuales el mismo formulario le pedía. Luz se dirigió hasta una silla, la movió, sintiendo que casi se le cae de la mano, pero la sostuvo firmemente y la colocó por delante de una mesa que había en el café. Se sentó y comenzó a llenar. Frente a ella se hallaban Roberto Pérez y Carolina Rosenberg hablando acerca de sus hijos y el futuro que les esperaba.
—¿Crees que esto acabe antes de que nuestros hijos crezcan? —preguntó Carolina.
—No lo sé, querida —dijo Roberto—. Espero que sí; no quiero que nuestros hijos mueran en el apocalipsis. ¿Qué hay de Santi, o la pobre Samila que recién está aprendiendo a leer? No se puede vivir así, y espero que este problema no se extienda demasiado.
—Escuché por ahí que encontraron la forma de solucionar el problema. Mi pregunta es, ¿Dónde está el ejército en estos tiempos? —preguntó Carolina.
—El ejército está con los bichos esos. ¿No oíste acaso que uno de los miembros de nuestra colmena vio que la gente se convertía en ellos? —replicó Roberto.
—Eso es cierto —convino Carolina mientras observaba a lo lejos al viejo Osvaldo, quien se hallaba hablando con Norma. Luz observó un rato la charla, distrayéndose, sin embargo decidió volver a concentrarse en la hoja y seguir escribiendo. Carolina volvió hacia Roberto—, él vio como las personas a su alrededor se convertían en esos bichos. ¿Qué hizo que nosotros nos salvemos?
—Creo que el hecho de haber estado en el subterráneo, o encerrados en un tren. Cualquiera de las dos puede servir. O quizás las dos cosas combinadas. —repuso Roberto.
—Segura —dijo Carolina—, estoy segura de que sí. ¿Y será verdad que ya tienen una solución entre las colmenas?
—Quiero creer que sí, aunque realmente no lo sabremos hasta que ocurra.
Para ese momento de la discusión, Luz ya había terminado el formulario. Se levantó y fue a entregárselo a Fernando en la mano.
—Toma. —dijo Luz mientras le otorgaba el formulario ya completo a Fernando.
—Muchas gracias —repuso Fernando—; hiciste lo correcto, y elegiste bien...
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