—Creo que la perdimos. —dijo Leo.

—Estoy casi seguro de ello —convino Sergio—; creo que la perdimos.

—Odio esos bichos —chilló Melanie—; ¡Los odio con toda mi alma!

—Bien, pero no tenemos que acobardarnos. Ya fuimos a través de muchos peligros, sin embargo, en equipo logramos salir sanos y salvos. —vociferó Leo.

Ellos habían quedado varados en la calle Sarmiento, frente al The Cavern Café que se hallaba en la misma calle, en la esquina. Leo sintió la sensación como si un pulmón se le hubiese escapado corriendo repentinamente, y a su vez tenía algo de ansiedad, pensando que se volverían a encontrar con dichas arañas. Lamentablemente esa vez no le comunicaron nada telepáticamente; como si supieran de algún modo que tenían un plan para atacar a su reina. A Leo le enojaba mucho la idea de que las arañas estén mejorando mucho su mejor arma; el pensamiento colectivo. Sin embargo, creía que podían hacer lo mismo siendo humanos, al igual que Juan, y por eso aceptó dicha misión. La cantidad de cadáveres que pudieron distinguir entre las calles que pasaron le hacía pensar cada vez más en que estaban perdidos, pero aun así, prefirió mantenerse firme y darle confianza tanto a Melanie como a Sergio; en especial a la primera, quien estaba perdiendo poco a poco su miedo a los seres arácnidos para poder enfrentarlos cara a cara. Ellos habían llevado espadas enfundadas en vainas que tenían en su espalda, atadas, así que tenían buena protección, pero necesitaban preparación mental para combatir.

—Tenemos que regresar, pero por el otro lado. —dijo Leo.

—¿Y si esa vaina está ahí nuevamente? —preguntó Melanie

—La combatiremos —afirmó Leo— al igual que hicimos ese día en la zona portuaria.

—¡Pero, amor! —dijo Melanie—, ¿Recuerdas que son personas? ¿Recuerdas lo que dijo el viejo Osvaldo? Los vio tranformarse...

—No nos quedará otra, después de todo, tenemos que entregar el último Walkie-Talkie para que de esa forma se realice la reunión de líderes...