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—Creo que tenés razón —dijo Candela—, claro. A mí me costó mucho comprar ese batido con éste sistema.

—A mi igual —dijo Samuel.

—¿Entonces cómo hacemos? —preguntó Julián.

—Creo que solamente queda una cosa por hacer, y es atacar a nuestro líder. —explicó Fernando.

En ese momento todos se quedaron en silencio. ¿Cómo era posible que Fernando propusiera algo así? Sin embargo, esa sorpresa pronto se convirtió en un ademán de aceptación por parte del resto.

—Creo que ninguno de nosotros la pasó bien —dijo Candela—, así que tendremos que actuar para armar una rebelión contra los que están a favor del sistema de Juan. Para eso tenemos que promulgar nuestras ideas, así supongo que tendrán aceptación y podremos mejorar las colmenas. Seguramente sabremos en su momento qué hacer.

En ese momento Fernando se sintió como una especie de nueva versión del Ché Guevara, pero post-apocalíptica. Sintió que iba a cambiar el sistema que había dentro de las colmenas, para así poder tener dinero sin hacer los trabajos que le pedían, pero tenía que ver cómo repartir todo, ya que no era tan sencillo. En cierto punto, luego de pensarlo mientras tomaba vino, logró saber qué hacer.

—¿Y si hacemos un sistema dónde le sacamos monedas a los que más tienen? —preguntó—, tipo, a los que fabrican las bebidas de la colmena, y los que salen a luchar.

—Supongo que estaría bien —dijo Julián—, pero tenemos que tener mucha aceptación; sin ella, no seríamos nada.

—Eso es cierto —repuso Candela—, por eso es que debemos antes hacernos propaganda; aunque la mejor forma, si nadie nos acepta, es meternos por la fuerza.

—Así sería más fácil —dijo Fernando—, de esa manera no habrá opción más que aceptar el cambio que otorgaremos a la colmena; y probablemente más adelante se extienda a las otras.

—Sí —dijo Julián—, es otra opción.

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