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Durante el mediodía de aquel día de invierno, el cielo se volvió a despejar, aunque aún había humedad de aquella noche lluviosa la cual Leo no iba a olvidar tan fácil. A pesar de que la había pasado bien, se tenía que someter al estrés diario de vivir en un mundo que les otorgó esa miseria, aunque lo pensó más adelante, y se dio cuenta que nada lo había hecho unir más con la sociedad que una tragedia de esa índole. Si no ocurría todo eso, tanto Melanie como Sergio hubiesen quedado en solamente unos desconocidos que vio una vez en el tren. Se dio cuenta de lo increíble que era que de tanta gente que había en el mundo antes del apocalipsis, no se pudiese conocer a todos. El apocalipsis lo había unido a Melanie, y a Sergio como nunca antes; además de que conoció a un buen líder como lo era Juan, a comparación de Alberto que fue un desastre durante su estadía, y había provocado todo eso. Por ahí corrió el rumor de que Alberto se había escapado en helicóptero a algún refugio después de lo ocurrido, viviendo con su familia ahí, en una isla privada. Si eso fuese así, entonces el antiguo presidente de la nación —la cual en ese momento estaba invadida— era un ser humano cruel e inmoral. También reflexionó acerca del experimento chino, ya que todo fue consecuencia de un arma de destrucción masiva que los chinos habían hecho para luchar contra Estados Unidos y el capitalismo que tanto beneficio le daba al mundo. No era un misterio que en la antigüedad, Estados Unidos y China tenían sus roces, sin embargo, eso fue el colmo, y el gobierno le cedió espacio.

Leo pensó que debían de encontrar nuevamente a la reina araña, sin embargo, no sería fácil, pero Juan les tenía otra misión; les pidió que vayan en busca de los líderes de las otras colmenas y les otorgue un walkie-talkie a cada uno, que después iban a quedar para saber quién es quién, y a su vez, en algún momento juntarse de forma presencial para arreglar los asuntos internos del conjunto de colmenas, y a su vez buscar una forma de derrotar a la niña araña. Leo supuso que eso sería totalmente un dolor, sin embargo, aceptó sin más, ya que tampoco tenía mucho por hacer. Melanie iba a ir también, y Sergio igual. Varios de los que se encontraban dentro se ofrecieron, pero Juan decidió que los otros grupos tendrían misiones diferentes. Leo comprendió eso.

Leo salió de la colmena, y cerró la puerta para evitar que entren arañas. Sergio y Melanie se hallaban tras él.

—Bien, marchemos —dijo Leo—. Tengo un mapa que me otorgó nuestro querido líder, Juan, con el fin de encontrar las colmenas. Él ya tiene contacto con la de Petit colón y con la del Jockey Club. ¿Dónde más queda por ver?

—Según el mapa, en la sociedad científica. —dijo Sergio.

El grupo marchó por la calle Libertad, y siguió su marcha hasta el Petit Colón, y de ahí siguieron. Fueron caminando y vieron que pasaron justo al lado del Teatro Colón, cuando se dieron cuenta que frente a ellos se hallaban dos de esas arañas.

—Mejor crucemos al bulevar —dijo Sergio.

—Creo que es mejor así. —convino Leo.

El grupo cruzó la calle hasta la Av. 9 de julio, y de ahí siguieron recta, alejándose cada vez más del obelisco hasta llegar a la calle Av. Santa Fe. Ahí doblaron hasta llegar a un edificio que parecía gubernamental. SOCIEDAD CIENTIFICA ARGENTINA, decía el establecimiento. Leo supuso desde la primera vez que vio el lugar, que probablemente lo habitaba una colmena. En el mapa se señalaban otras zonas como la Sociedad Italiana, o una parroquia cercana en la calle Mitre. Quizás a Norma le iba a venir bien refugiarse en ese lugar, ya que era una creyente. Sergio, en cambio, era creyente en que Dios era el universo mismo; un panteísta. Solía hablar de vez en cuando de las energías o cosas similares. Leo era agnóstico, pero la situación le hizo replantearse mucho las cosas en las que creía. Había veces que no le molestaba el hecho de estar en un escenario semejante, pero en otras solamente esperaba que en algún momento podía despertar, y todo aquello habría sido un mal sueño. Cuando veía a las arañas esperaba eso, sin embargo, era la realidad misma, el horror mismo que estaban viviendo era por la incertidumbre de lo efímero que era todo; y por el hecho de que no todo puede estar bajo control. Leo lo sabía bien, sin embargo, tanto Melanie como Sergio lo animaban a salir adelante. Sergio en cambio, echaba de menos a su familia, y en algún momento iba a aprovechar su tiempo para ir a Merlo, a pesar de lo arriesgado que suene, para ver si están bien. Él sabía la respuesta que iba a recibir en ese momento, y probablemente su familia se haya convertido también en seres arácnidos, aunque quería creer que no, que de alguna forma pudieron mantenerse como humanos, quizás estando en algún túnel o algo. Eso era, aquellos que estaban bajo la tierra no fueron convertidos en arácnidos, sino que se mantuvieron como humanos. Osvaldo quizás debido a que se encontraba dentro de un ascensor muy bien cerrado. Era muy probable que la reina araña decidiese no convertir a nadie más, así le daba alimento a aquellos seres que ella misma había creado, sin embargo, no podían asegurarlo de ninguna forma.

Leo observó el edificio, de un color blanco, con tonalidades color crema, sintiendo su energía fraternal, y tocó la puerta. Con solamente tres intentos ya fue suficiente como para que alguien les abra. Un hombre canoso salió del recinto. El hombre llevaba una camisa No-End de color crema que escondía su final bajo unos pantalones vaqueros, con una corbata negra que le llegaba hasta la cintura. Una barba de unos pocos días, y unas gafas redondas como las de Harry Potter. Leo sintió que su perfume era un Apolo, cosa que lo diferenciaba al aroma dulce distinguible en el Jockey club. El hombre empujó sus gafas por su nariz para acomodárselas.

—¿Son miembros de una colmena, o quieren refugiarse con nosotros? —preguntó el hombre.

—Somos miembros de la colmena del Café de Marco, liderada por Juan. —replicó Leo.

—Juan, es el compañero universitario del fundador de nuestra colmena —dijo el hombre—, nuestro antiguo líder. Él llamó a votaciones recién cuando fundó nuestra colmena. Al parecer es muy democrático.

—Sí, lo noto —dijo Leo—, nuestras elecciones se producirán anualmente. Juan tenía algunos asuntos que arreglar en nuestra colmena.

—Ahora mismo me votaron a mí como líder, sin embargo, te puedo pasar con Santiago; el líder anterior —dijo el hombre—. Quizás él quiera comunicarse con Juan. —agregó.

—Te buscamos a vos —dijo Leo—; buscamos a los líderes de todas las colmenas. Descubrimos la supuesta forma de regresar al mundo a la normalidad, pero necesitamos la unión de todas las colmenas al mismo tiempo.

—Muy bien —dijo el hombre—. Yo soy Antelo Coronel. —agregó.

—Encantado.

—¿Quieren pasar? —preguntó Antelo.

—¡Claro! —dijo Leo. 

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