47
—Leo —dijo Melanie.
Esa noche la lluvia no había parado, las gotas golpeaban el techo del refugio como si de pequeñas pisadas se tratase. A Leo le relajaba el sentirlas, puesto a que rememoraba parte de su adolescencia, cuando pisó el bachillerato. Entró a la escuela 15 en Leandro Alem, dónde estudió desde el año 2007 hasta 2013, cuando se recibió y comenzó la universidad, la cual acabó cinco años más tarde. En ese momento sentía el cansancio de todo aquello que había pasado durante el día, cuándo se fue a duchar en aquella ducha improvisada que hicieron los obreros de la colmena, usando un balde colgado para la lluvia, y una palangana de bañera; dado que el local no tenía ducha propia, debido a que no estaba preparado para que alguien fuese a vivir ahí. Melanie se acercó a Leo por la espalda, y éste volteó. Melanie estaba con unas bragas de color negro, cuándo lo abrazó. Leo soltó la perilla del agua cuándo eso ocurrió.
—Hola, Mel —dijo Leo, algo sonrojado.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Melanie.
—Bien... supongo. —repuso Leo.
—Me gusta verte bien, cariño.
Leo acarició la cabeza de Melanie mientras ella hacía un vaivén con sus piernas. En su mente sonaba «Careless Whisper» de George Michael. Leo bajó sus manos hasta el vientre de Melanie, y comenzó a bajarle las bragas. Ella se acercó aún más a él, mientras le acariciaba la espalda.
—Mi amor, no sabes cuánto he estado esperando esto. —dijo Melanie.
—Y yo también. —replicó Leo.
Melanie besó a Leo, con una pasión candente mientras le recorría el pecho con sus manos. Sintió fuego dentro de ella mientras Leo le daba chupones en el cuello, y mientras le acariciaba el cuerpo. Ella comenzó a moverse lentamente a medida que ambos juntaban cada vez más sus cuerpos.
Melanie agarró el pene de Leo, y comenzó a masturbarlo lentamente mientras le besaba el cuerpo. Leo le acariciaba el cuerpo a Melanie mientras eso ocurría.
—¿Te gusta esto? —preguntó Melanie.
—Sí... —contestó Leo.
Melanie subía y bajaba su mano sobre el pene de Leo, levantándole y bajándole el prepucio lentamente.
—Hmmff —gimió Melanie y metió el pene de Leo en su boca.
En ese momento, Leo sintió que pasaba una eternidad, pero realmente estaban pasando minutos. Melanie volvió a levantarse y colocó un condón en el pene de Leo. Colocó el pene de Leo dentro de su vagina. Leo se movió, penetrando a Melanie mientras ella gemía a gritos. Leo sintió la misma pasión que ella, mientras ambos eran uno para el otro. Leo sintió como sus caderas suaves se movían en un vaivén, una danza mientras sentía los aplausos que daban sus genitales al golpear. Un momento candente como las brasas de una chimenea en pleno invierno, algo que haría que ambos se amen completamente y para toda la eternidad.
Melanie volvió a gemir, mientras sentía como el pene de Leo le golpeaba su interior. Sintió nuevamente aquella sensación de fuego en el interior, y recordó los momentos más felices de su vida en unos breves instantes. Ella sintió la pasión de aquél frenesí momentáneo que parecía una eternidad, y podría estar así por horas. Melanie gritó mientras se corría, sin embargo, Leo aún podía con ella.
—Te voy a dar duro, cariño —dijo Leo—, te voy a hacer mía así como vos querés que sea.
Melanie volvió a gritar en el momento en el que se corrió. Ellos no sabían que destino iban a tener más adelante, pero sí que debían aprovechar el momento, y bajar la tensión; pues el apocalipsis arácnido estaba ahí afuera, y nadie sabía si al día siguiente iba a seguir con vida. Leo tenía el presentimiento que en algún momento algo peor podría ocurrir, pero aun así, eso se desvanecía cuando pensaba en que todo lo tenía controlado. Aquellas investigaciones no fueron en vano, sin embargo, Leo prefirió dejarse llevar antes de ver su probable fatídico final. Se olvidó temporalmente de aquella noche en el tren, de aquellas persecuciones que habían tenido con las arañas, y de las misiones expedicionarias que debían hacer a cambio de monedas de recompensa para pedir mejores o peores comidas en el bar.
—Ah, Ah —gimió Melanie—, Ah, Ah...
Leo comenzó a sentir que su pene se endurecía aún más, y también logró sentir algo similar a lo que sentiría si un líquido pasase a través de las venas del mismo; quizás sea la sangre que lo mantenía firme, o quizás no. Melanie también se olvidó de todo aquello que les perturbaba, o al menos, lo hizo temporalmente. Ella sabía también que debía disfrutar el momento. Sentía como Leo la tenía controlada, y como su "amor" entraba en ella. Melanie tenía la preocupación de que en algún momento uno de esos bichos se metiera dentro de la cafetería, y recordó el armamento que consiguieron ese mismo día. Ambos estaban cansados y frustrados, pero de esa forma, su frustración se canalizaba; Eran el Eros y el Tanatos luchando como una dualidad. El amor vencería a la muerte. El gusto al dolor. Eran el par perfecto.
Leo siguió penetrándola, y sintió nuevamente el líquido fluír, pero ésta vez se corrió...
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