33
En ese momento, Leo volteó al oír el sonido de un golpe tras él; parecía provenir otra de las puertas. Caminó hasta fuera de la sala en la que estaba, y lo escuchó nuevamente. Leo se acercó a una de las puertas, y en esa se originaba el sonido. Tomó el picaporte y lo bajó, abriendo la puerta. Un hombre de aspecto asiático, y con bata se hallaba tras la misma, retrocediendo con miedo.
—¡Tranquilo! —musitó Leo—, tranquilo...
—No debelian estal aquí —dijo el hombre.
—Pero lo estamos —dijo Leo—, ven con nosotros.
El hombre chino se levantó del suelo, y salió del lugar temblando y sollozando. Se veía en un mal estado, su barba era de varios días.
—Glacias —dijo el hombre asiático—. No me digan que estuvielon espiando experimentos. —agregó en un mal español.
—¿Experimentos? —preguntó Leo.
—No hablalé de eso... —dijo el chino.
—No te preocupes, creo que nadie te va a decir nada —aseguró Leo—, ya que fuera de éste lugar ya casi no queda gente.
—Ela un expelimento de un arma —explicó el chino—, ela pala la guela contra los americanos... —agregó.
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