31
Se detuvieron en la Av. Maipú. Frente a ellos se encontraba la plaza que tenía la torre del reloj. A su lado había otra plaza llamada Gral. San Martín, como la calle que le seguía a esa.
—Bien, creo que ahora tenemos que girar hacia el norte. —dijo Sergio.
Pisaron última baldosa de asfalto y piedra, cuando entraron hacia el pastizal verde de la plaza de la torre. El viento soplaba entre los árboles, y sus hojas resonaban por doquier. La torre se hallaba justo en el centro de la misma plaza, y ellos llegaron hasta ahí.
—Muy bien —dijo Leo—, éste lugar nos sirve para tener un punto fijo en el que podamos orientarnos.
—Sería como nuestra brújula —musitó Sergio.
—En definitiva —afirmó Diego—, esa es una buena idea.
—En fin, tenemos que seguir. —convino Leo.
Salieron de esa plaza, y recorrieron las siguientes, hasta que llegaron a una zona que tenía un túnel, la cual llevaba a una autopista bajo la tierra. Los edificios enormes del centro se habían convertido en pequeñas instalaciones dónde habían oficinas, como la de Correo Argentino que se hallaba tras las calles de los túneles. Ellos cruzaron la Av. Antartida Argentina, y caminaron por sobre la calle Letonia. Llegaron a la central de correos, pero en vez de ver actividad alguna, solamente había camiones abandonados.
—Es triste ver tan vacío el mundo. —se lamentó Melanie.
—Sí, es triste pensar que antes había mucha actividad en éstos lugares. —convino Leo mientras abrazaba a Melanie por la parte posterior del cuello.
Prosiguieron con su trayectoria hasta encontrarse con una cerca que indicaba «PLAYA JUDICIAL, SÓLO PERSONAL AUTORIZADO».
—Creo que estamos en el lugar equivocado. —dijo Leo.
Regresaron a su rumbo y caminaron por la Av. Inmigrantes hasta llegar a una plaza con un parquímetro. Más allá se podía observar que se encontraban un montón de grúas. En el medio de una de las calles hallaron un camión de carga volcado.
—¿Seguro que es buena idea pasar por ahí? —preguntó José.
—Sí —repuso Leo—, es la única forma de saber qué fue lo que pasó.
Continuaron por la mano derecha del Bulevar y llegaron hasta un lugar llamado Terminales Río de La Plata. Las barreras se encontraron bajas, pero al haber falta de personal vigilando, lograron saltarlas. Sin embargo al momento de traspasarlo, Leo sintió una sensación extraña. Se agarró fuertemente la cabeza y escuchó las palabras «Terminal 4».
—Terminal cuatro —musitó Melanie.
—¿En serio? —se preguntó Leo en voz alta— ¿También lo escuchaste?
—Yo también —dijo Sergio—, era como algo que resonaba en mi cabeza...
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