25


La noche cayó en Buenos Aires, todo el salón del café de Marco estaba completamente repleto de sacos de dormir. Leo sintió que en ese momento no podía dejar de divagar, incluso cuando cerraba los ojos para dormir, siempre terminaba preguntándose «¿Por qué no me duermo?». A su lado oyó un ruido de alguien chistando. Se asomó en el saco y apuntó con su linterna en el modo más tenue, y se encontró con Melanie, quien estaba durmiendo en su propio saco color verde oscuro como el de la naturaleza, pero a su lado.

—¿Mel? —exclamó Leo.

—¿No puedes dormir? —preguntó Melanie—, estoy en tu misma situación. Jajaja —Rió con cierta suavidad, para no despertar a nadie.

—No —repuso Leo—, no me puedo dormir. —agregó, y se acercó un poco a Melanie.

—¿Esto no te trae recuerdos de tu infancia? —interrogó Melanie—. A mi me recuerda cuando era una niña, y no podía dormir, entonces encendía la televisión. —explicó.

—Pero ahora mismo no tenemos televisión. —repuso Leo.

Leo observó la cara de Melanie, quien se hallaba algo pálida y lucía nerviosa, sin embargo, ella emitió una sonrisa de todas formas. Leo respondió a la misma con otra sonrisa. Leo recordó en ese momento sus épocas universitarias. Melanie aún la cursaba, y por eso se había mudado a Argentina, Ella vivirá lo mismo que yo, pensó Leo, entonces Melanie se acercó un poco más, esa palidez se transformó en un tono rojizo por los nervios de la misma.

—Hoy sudamos muchísimo caminando —observó Melanie—, esas vainas nos persiguieron por todo el bulevar.

—Sí —reconoció Leo—, eso es cierto. La verdad, transpiré un montonazo. —agregó.

Melanie se acercó un poco más a Leo, y éste le abrazó por la espalda.

—¿Recuerdas cuando salimos del refrigerador? —preguntó Melanie.

—Sí, lo recuerdo —dijo Leo—, el almacén del Coto.

—En ese momento, no me sentí sola.

—Yo —dijo Leo—... solía ser un chico solitario, pero creo que con vos eso está cambiando. —agregó mientras le acariciaba el cabello. Ambos acercaron sus rostros, y Leo sintió como los labios de Melanie rozaban los suyos en un baile que parecía interminable, también como si nada a su alrededor existiera realmente, más que ellos dos. Melanie se separó de los labios de Leo, roja como un tomate y Leo la volvió a abrazar.

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