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Caminaron varias cuadras por esa misma calle hasta llegar al Jockey Club de Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un edificio grande color crema les esperaba en frente, sus ventanas lo hacían parecer una casa de funcionarios o algo similar. Un club prestigioso al cual en un mundo normal sólo se podía acceder mediante invitación, pero que en el mundo en el que estaban viviendo en ese momento, esa regla ya no importaría. Leo recordó muy bien que en frente de la estación de la Linea Alberdi en Alem, había un parque llamado Plaza 25 de mayo, dónde en el centro le daba la bienvenida un letrero que indicaba Bienvenido a Alem, Y a su lado colgaba la rueda del Rotary Club de Alem, los Lions, y otro de los scouts. Normalmente solía presenciarlo al esperar el tren para dirigirse a su trabajo, pero en el camino a veces se detenía a comprar una hamburguesa. Sergio conocía algo acerca de clubes famosos, pero nunca había entrado a ninguno en específico.
—Llegamos al establecimiento —dijo Federico—; un amigo mío es de ésta facción de colmena.
—Es un lugar lujoso. —dijo Sergio.
—Por dentro lo es aún más —agregó Federico—; cuatro pisos de un edificio totalmente lujoso, y quizás algo nuevo nos contarán dentro del mismo.
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