17
El dúo salió del almacén, llegando nuevamente hasta las estanterías del Coto local. Sergio llevaba el carro, mientras que Federico tomaba todo aquello que encontraba. Tenían un gran catálogo de productos dentro del mismo, sin embargo, todo aquello que no puedan llevarse por falta de manos, sería llevado por el resto de la colmena.
—¡Sergio! —exclamó Leo— ¡Federico! —llamó también.
Sergio se acercó al dúo, y Federico colocó otro queso Verónica dentro del carro.
—¡Leo! —llamó Sergio— ¿Qué han conseguido? —agregó. Su vista se fijó hacia la carne que estaba dentro de los carritos de Leo y Melanie.
—Todo esto. —dijo Leo.
—Unos riquísimos churrasquitos —dijo Federico—; seguramente a nuestras facciones les encantará todo eso. Solamente espero que no se encuentre en mal estado. —agregó.
—No huele mal —repuso Leo—, lo único horrible que hay por acá es aquella escena del crimen.
—Ya me había olvidado —confesó Federico— ¡Qué atrocidad! Parece que esa mujer habrá sufrido mucho su muerte.
—¡Ni me lo digas! —repuso Leo, estremeciéndose.
—Igual, ni bolilla le dimos —musitó Federíco—, después de todo, no vimos ninguna araña por la zona.
—Claro que no —convino Leo. Todo el grupo asintió de forma unánime. Estaba claro que ninguna araña apareció durante la búsqueda, pero aquel cadáver estuvo ahí desde el comienzo, y ellos lo sabían, no había muerto de causas naturales. Sergio simplemente se ponía pálido al oír hablar de aquella mujer con la cara hecha trizas, y Leo simplemente lo ignoraba para no sugestionarse; evitando así la ansiedad—igualmente es aterrador. —agregó.
—¿Es lo máximo que podemos llevarnos —preguntó Fede.
—Solamente somos cuatro personas, así que con cuatro carritos llenos de comida es suficiente. —contestó Leo.
—Cierto, más no creo que nos den las manos. —repuso Sergio. En ese momento otro ruido se oyó tras una de las góndolas.
—¿Qué mierda fue eso? —preguntó Leo.
—¡Oh, coño! —exclamó Melanie— ¡oh, mierda!
—¿Qué mierda hace ese ruido? —farfulló Fede. El ruido se oía tras unas estanterías repleta de bolsas de pan blanco, en especial de la marca Bimbo, con su mascota encima del paquete. Otro ruido a golpes se oyó tras la estantería, ésta vez más intenso, hasta que la estantería se cayó; desparramando todo su contenido en el suelo.
—¡Carajo, mejor nos vamos! —chilló Melanie.
Las estanterías de esa hilera comenzaron a caer una por una, se pudo observar que tras ellas salían cantidades abismales de pequeñas arañas negras que se esparcían por todo el recinto. Tras la última hubo algo, que con tan solo verlo, dejó boquiabierto al grupo entero: Una araña del tamaño de una camioneta se hallaba encima de un nido de telas de araña, y bajo ella había un montón de huevos de la misma especie. La araña se levantó del lugar, y poco a poco fue acercándose mientras realizaba un aterrador tambaleo por cada paso que daba. Los pelos de sus patas oscuras eran tan largos como un cable de timbre, y quizás pincharía de similar forma a las espinas de una rosa.
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