#KittenDay
YUN SAN SANG ────── San trabaja de noche.
―¡Agh! ―San golpeó la cabecera de la cama con las manos cuando su cuerpo fue embestido.
―Estás muy apretado ―gruñó Yunho, masajeando sus caderas para que el menor se relajara.
La amplia espalda desnuda de San le daba una increíble vista, su cintura delgada y su trasero pomposo eran las cualidades más atractivas para Yunho y amaba dejarle marcas en la piel cuando se enterraba profundo en su interior.
―¡Me duele! ―jadeó subiendo el tono de su voz.
―¿Recuerdas la palabra?
―¡Sí! Estoy bien ―dijo San moviendo las caderas para que el mayor volviera a embestirle, ya que se había quedado quieto por su queja―. Me duele, pero me encanta ―gimió penetrándose a sí mismo, los sonidos que sus glúteos hicieron al chocar contra la piel de Yunho llamaron la atención de Yeosang.
Yunho sonrió, llevó la mirada a la zona donde su pene se introducía y se sintió endurecer aún más si eso era posible.
―¿Dónde quieres a Yeosang, cariño? ―preguntó Yunho moviendo sus caderas en pequeños círculos que hacían delirar a San.
San tardó varios segundos en poder modular correctamente.
―Debajo de mí ―dijo como pudo―, quiero follármelo.
Yeosang sonrió y soltó su pene lentamente. Había estado sentado cerca, viendo cómo Yunho se cogía a San. Gateó hasta ellos y tomó la cara de San por el mentón, mirándole a los ojos con deseo, la saliva se resbalaba por la comisura de sus labios y sus ojos llorosos por la estimulación le hacían ver increíblemente caliente.
―Agh, ya bésame ―rogó San, pues Yeosang no hizo más que mirarle, esperando a que San le suplicara.
Yeosang sonrió, se acercó a él, respirando entrecortado sobre su rostro antes de tomar sus labios con hambre.
El cuerpo de San se balanceaba de acuerdo a los movimientos de Yunho, por lo que preparar a Yeosang no sería una tarea sencilla. Kang se recostó debajo de San y abrió sus piernas, llevando una mano a la boca de San para que este chupara sus dedos.
―Estás goteando ―murmuró Yeosang, pues ligeras gotas de semen se caían sobre él de vez en cuando―. Chupa más.
San llenó sus dedos de saliva, los besó y mordió seductoramente, extasiado por la cantidad de placer que estaba sintiendo. Sentía la dura erección de Yunho enterrarse en él, golpeando fuertemente, con dolor, pero le encantaba y quería más.
Yeosang se preparó a sí mismo y San no pudo esperar más para introducirse en él.
―Es demasiado ―gruñó San, cayendo sobre Yeosang ya que sus rodillas estaban débiles.
Yunho comenzó a marcar un ritmo, golpeando el trasero de San con fuerza para que este volviera a arrodillarse.
―Esta me la vas a pagar, maldita sea ―se quejó Yeosang, adolorido por la intromisión repentina de San.
El menor sonrió de lado y sus ojos se cerraron, extasiado hasta los huesos.
(...)
San recargó el mentón en la almohada y relajó su cuerpo, sintiéndose adormilado. La persona a su lado le miró percatándose de su silencio anormal y parpadeó algo confuso.
―¿Pasa algo, lindo?
San no habló, sólo soltó un sonido gutural y negó lentamente.
―¿Seguro? ―insistió, comenzando a preocuparse.
San se colocó de lado y le miró, con los ojos entrecerrados y el cansancio notorio en su cuerpo. Su respiración era lenta y profunda, realmente ya estaba agotado y la angustia no lo dejaba en paz.
Yeosang salió del baño en ese momento y se acercó a ellos, volviendo a recostarse en la cama con un suspiro saliendo de sus labios, sus ojos fatigados de fijaron en San.
San le miró y luego a Yunho.
―Estoy cansado ―dijo suspirando, dejando caer un lado de su rostro sobre almohada―. Ya estoy cansado.
Yeosang alzó sus cejas genuinamente sorprendido y analizó el rostro agobiado del menor, claramente estaba diciendo la verdad. Yunho colocó una mano en la espalda baja de San y lo removió, pero San no volvió a hablar.
―No trabajas más, ¿o sí? Te dijimos que ya no era necesario, estás- estás a salvo aquí ―dijo Yunho con desesperación.
San soltó una risa, confundiendo aún más a los dos.
―¿No sigo trabajando acaso? ―preguntó San alzando una ceja con incredulidad―. Esta es su casa y me dejan quedarme aquí, ¿pero cuál es la diferencia? ¿El hecho de que son sólo ustedes, y no decenas de hombres distintos?
La boca de Yunho cayó y abrió sus ojos completamente anonadado, comenzando a negar con la cabeza. Yeosang ni siquiera pudo entender lo malo de eso en un principio.
―No me malinterpreten, estoy agradecido, pero estoy más cansado.
―No, no es... No te estamos pidiendo que tengas sexo con nosotros a cambio de que te quedes ―dijo Yunho rápidamente, interrumpiendo al menor.
San se sentó y sus ojos deprimidos vagaron sobre la cama. Los tres estaban desnudos, el semen seguía bajando por su recto y su cuerpo estaba magullado.
―¿Estás seguro? ―preguntó San arrastrando ironía en su voz.
Yunho y Yeosang apenas se percataron de eso; los dos habían estado tan entusiastas con la presencia de San en su casa, que no se habían puesto a pensar en lo que eso parecía. ¿Seguían pagándole por sexo? Era lo mismo, sin billetes en el medio.
Se conocieron una noche de sábado cuando Yunho y Yeosang regresaban de la casa de Maddox, el menor estaba ebrio y Yunho demasiado cansado para tolerarlo, pero Sani se había acercado a ellos cuando Yeosang bajó del auto para vomitar.
―¿No necesitas ayuda? ―canturreó San viéndole luchar con Yeosang para que regresara al auto, Yunho se percató de su presencia demasiado tarde.
―Hey, hola. No, está bien, no es ningún problema.
Sani rio.
―No me refiero a eso. Pareces cansado ―Sani se acercó más, dejando ver más de su piel desnuda, apenas cubierta con trozos de tela engomados―. ¿Quieres algo de alivio?
―¿Alivio? Me vendría bien que este idiota ¡dejara de moverse! ―Yunho le gritó en el oído, haciendo que Yeosang gimiera adolorido y por fin se dejara meter al auto.
Yunho se giró hacia Sani y le miró de arriba a abajo.
―¿Eres de... esa gente que cobra por una mamada? ―preguntó alzando una ceja.
―Puedo hacerte más que una mamada.
―¿Depende del precio? ―rio.
San asintió, sonriendo ladino.
Y entonces pasaron seis meses.
―Estoy cansado ―repitió San, abrazándose a sí mismo, su voz se quebró y las lágrimas se acumularon en sus lindos ojos rasgados―. Y no sé qué hacer ahora, tengo miedo.
Yeosang se sentó y colocó una mano en su hombro, atrayéndolo a un abrazo. San se dejó abrazar y Yeosang no desperdició la oportunidad de apretarlo con cariño.
―¿Por qué tienes miedo? ―susurró Yeosang―. No tienes que temer, no vamos a echarte a la calle.
San sollozó y se aferró al cuello de Yeosang.
―Mingi... ―sollozó poco después, dejando a ambos mayores confundidos― desapareció... No puedo encontrarlo por ningún lado, no sé dónde está, no sé si está bien... ¿Y si le hicieron algo por mi culpa?
Yunho llevó una mano a su frente y suspiró pesadamente, tratando se recordar quién era Mingi, pero entonces, la imagen de un chico alto acompañando a San incontables veces llegó a su mente.
―¿Por qué habrían de hacerle algo? ―preguntó Yeosang.
―La gente que maneja todo esto... se enoja fácilmente.
San se soltó del agarre de Yeosang y les miró con duda y temor. No los conocía bien, pero habían sido dos chicos muy amables con él, incluso invitándolo a vivir con ellos para que no tuviera que pasar las noches en la calle buscando con quién dormir.
―Yo me desaparecí y Mingi es mi amigo... Lo dejé ahí, con la gente mala ―dijo San limpiando sus mejillas con brusquedad―, hemos estado en esto por cinco años aunque nuestro proxeneta es un idiota, pero ahora Mingi no aparece... Ya no sé dónde buscar ―jadeó y su pecho y rostro comenzaron a ponerse colorados―. Ayer fui a ver a un conocido, tenía la esperanza de que supiera de Mingi, pero no...
San ya estaba desesperado, no sabía qué hacer. Mingi llevaba desaparecido cuatro días, la última vez que habló con él le dijo que estaba bien, pero no ha podido contactarse más.
Ellos jamás se perdían el rastro por tanto tiempo.
―¿Necesitas que te ayudemos a buscarlo? ―preguntó Yeosang tímidamente.
―Haremos lo que sea por ti ―murmuró Yunho poco después, cuando el silencio se hizo doloroso.
―¿Y si es muy tarde? ¿y si ya está muerto?
San no podía dejar de llorar.
―No pienses eso, no pienses así ―Yunho tomó su mentón y juntó la frente con la suya―. Sé que estás preocupado, pero deja que me encargue de esto.
San asintió cerrando los ojos con fuerza.
―Necesito que me digas quién es tu proxeneta.
(...)
San comía palomitas distraídamente en la sala de video de la casa, Yeosang había salido muy temprano y Yunho estaba en el trabajo, por lo que estaba aburrido, sin nada que hacer.
Estaba ansioso, era una auténtica bola de nervios. Se había comido todo lo que había en el refrigerador (que no necesitase preparación), y no podía dejar de moverse; fue así hasta las dos de la tarde, cuando Yeosang le avisó que regresaría a casa temprano, eso lo tranquilizó.
San no podía decir que estaba bien, pero tampoco lo contrario. Ese lugar era cómodo, Yeosang y Yunho le trataban bien aunque no supiera hasta cuándo lo conservarían, pero la culpa por haber dejado a Mingi solo lo estaba consumiendo, y era peor.
El sonido del bloqueo de la puerta hizo que San se sobresaltara y miró hacia la entrada, viendo a Yeosang ingresar a la casa con una pequeña sonrisa de saludo. San se levantó y se acercó a él, dándole un beso en la mejilla.
―Bienvenido a casa ―murmuró San, aferrándose a la cadera del mayor mientras apoyaba la cabeza en su pecho.
Yeosang volvió a sonreír, cálido por el saludo tan dulce.
―¿Cómo has estado? ¿Hiciste algo productivo hoy? ―preguntó abultando los labios al verle girar los ojos con diversión―. Se te va a entumecer el trasero si te la pasas echado, te hará mal.
San rio bajito y golpeó el pecho de Yeosang, separando sus partes superiores, pero sin retroceder un solo paso. Miró la expresión cansada del mayor y dejó un beso en su mentón, luego uno lento en sus labios.
―¿Consideraste lo que te he dicho?
―¿Las clases de baile? Soy malísimo en eso, no podré.
―La academia de Yunho puede hacer que hasta las plantas bailen, así que tú puedes. ―Yeosang apretó la cintura de San con sus dedos, sin dañar―. Además, así te distraes, ya que te rehusas a ir a terapia.
San tomó aire inflando su pecho e intentó apartar al mayor, pero Yeosang lo sujetó con fuerza.
―Es por tu bien, Sanie.
―No.
―San ―interrumpió―, sabes que jamás te obligaremos a hacer nada, pero... Tienes qué, es por tu bien. No quieres la terapia, entonces intenta hacer cosas productivas, salir más... poco a poco ―acarició la mejilla de San cálidamente―. Estaré aquí para ti, Yunho igual.
San apretó la mandíbula, todavía indeciso y negado, pero finalmente devolvió la mirada al mayor y asintió.
―Lo pensaré de nuevo.
Yeosang sonrió en grande y San se preguntó porqué, ¿por qué le importaba tanto?
―Yunho vendrá más tarde, ha dicho que... ―Justo cuando Yeosang dijo esas palabras, el sonido de la puerta lo interrumpió.
Yunho ingresó a la casa.
―Oh, creí que dijiste que vendrías más tarde ―saludó Yeosang.
Yunho dio una corta sonrisa y, sin saber qué o cómo decirlo, se acercó a ellos y los tomó de las manos, llevándolos al sofá.
La mirada en sus ojos alertó a San.
―Conseguí el número de tu proxeneta, hablé con él y me dijo que ya no tenía a Mingi.
San comenzó a temblar ante la sola mención de Mingi.
―Dijo que no se había portado bien, por lo que no estaba disponible.
―¿Lo mataron? ―San jadeó aterrorizado y bajó la cabeza, aferrándose al torso de Yeosang.
Yunho boqueó.
―Está en venta.
San alzó la mirada, parpadeando varias veces para que sus lágrimas no le estorbaran la visión.
―¿En venta?
―Sí. Parece que estuvo “castigado” así que no se recuperará hasta dentro unas semanas ―dijo lento y suave, notando con tristeza que San volvía a temblar y las lágrimas no dejaban de acumularse en sus ojos―. El 29 de julio harán la venta.
―¡Eso es en dos semanas! No tengo dinero... No podría pagar. Yo- yo- ¿Qué haré, no- y si-? ―San comenzó a respirar con fuerza y su pecho sufrió espasmos severos.
―Sanie, Sanie ―Yunho tomó el rostro de San entre sus manos y este le miró, con sus ojos brillosos por las lágrimas y el miedo que sentía―. Voy a arreglar esto, Sanie. ¿Confías en mí?
San cerró los ojos con fuerza y cuando Yunho soltó su rostro, volvió a mirarle. San conocía poco de Yunho, lo mismo con Yeosang, San no sabía qué habría sido de él meses atrás, si Yeosang no lo hubiera sacado de ese motel, pero ahí estaba. Vivo, gracias a ellos.
―Sí.
―Te traeré a tu amigo.
(...)
―¿Qué hacemos en este edificio? ―preguntó Yeosang viendo la entrada ya conocida por él.
―Aquí, em... vive un amigo... ―San dudó, sus manos temblaron y no supo qué hacer con ellas más que expresarse tontamente―. Trabajó una noche conmigo, pero era demasiado puro para esto... un chico se dio cuenta de eso y le ofreció un mejor trabajo. ¿Puedes creerlo?
Yeosang sonrió dejando un beso bajo su ojo y eso detuvo todos los movimientos ansiosos del menor.
―¿Puedo acompañarte? Estás nervioso.
San sonrió.
―Vamos.
Entraron al edificio en silencio, Yeosang miró el reflejo de San en el espejo del ascensor y no pudo evitar sonreír al verle tan precioso junto a él.
Abrazó a San por la espalda y señaló con la mano el reflejo para que el menor también mirara.
―Toma una foto para Yunho ―susurró dándole un beso en la mejilla.
San acató la petición y tomó más de una fotografía de ambos, sonriendo y dejándose besar cariñosamente por el mayor.
―Odio que Yunho trabaje tanto ―dijo Yeosang haciendo un puchero―. Con él nos vemos más intimidantes, ¿verdad?
San comenzó a reír, estirando su cuello, dejando caer su cabeza hacia el lado contrario a Yeosang.
―Casi mojé mis pantalones escuchándolo hablar por teléfono de esa forma ―respondió San, abriendo sus ojos por la impresión.
―Quién lo diría ―Yeosang besó el cuello al descubierto de San―. Hay que decirle que nos hable así cuando nos agarra con fuerza y nos-
Las puertas del ascensor se abrieron y ambos callaron sus risas y parloteo al ver a una señora ingresar.
Rieron bajito y cubrieron sus bocas para no molestar, viéndose con picardía, hasta que llegaron al piso correcto.
Yeosang miró curioso el camino que el menor estaba tomando y se sorprendió aún más cuando San tocó la puerta de un departamento que él conoce muy bien.
Cuando Seonghwa les abrió, Yeosang sonrió sorpendido.
―Hwa...
Seonghwa abrió la boca, cerrándola casi al instante. Miró de San a Yeosang con confusión y se hizo a un lado para que ambos pudieran entrar, Hongjoong en la sala se giró hacia ellos y su mirada no fue muy distinta.
―Ok... ―Yeosang apretó la mano de San―. De algo me estoy perdiendo... Hyung, ¿de dónde conoces a- y...?
Yeosang ató cabos cuando recordó la historia que el menor le contó en el auto y cerró la boca al instante.
―¿Hyung? ―Yeosang se giró a Seonghwa y su impresión fue real cuando sintió un ligero dolor en el pecho.
¿Su preciado hyung había pasado por eso? ¡Él ni siquiera lo sabía!
―¿Lo conoces? ―preguntó San, señalando a Seonghwa con la cabeza.
―Él es un amigo... ―dijo Yeosang señalando a Hongjoong―. Y Hwa es su pareja, por eso lo conozco. ¿Hwa hyung era tu compañero?
San asintió, sintiéndose tímido.
―Lo siento por venir de nuevo, hyung, no quiero molestar.
―Te dije que no molestas, Sanie.
―Siéntense, por favor ―señaló Hongjoong levantándose de su sitio―, ¿quieren té, café? Hwa ha estado horneando pasteles toda la mañana ―arrastró perdiéndose en el interior de la cocina, sin dejarles responder.
San y Yeosang se sentaron en el sofá justo a un lado del lugar donde había estado Hongjoong, Seonghwa les siguió.
―Hace mucho no vienen tú y Yunho a vernos ―dijo Seonghwa, haciendo un pequeño puchero.
―Sí, estuvimos ocupados... Lo sentimos.
San apretó sus rodillas con las palmas y titubeó antes de llamar la atención de Seonghwa.
―Hyung, la última vez que vine, te asusté... Lo hice, ¿verdad? ―San soltó una risa incómoda y sus ojos se volvieron rojizos―. No tienes que preocuparte más, Mingki está bien.
La naricita de Seonghwa se arrugó evidenciando llanto.
―Oh, qué alivio, ¿dónde había estado metido? ―preguntó Seonghwa con una mano en el pecho.
San negó.
―¡Se fue de viaje con un tipo rico! ―mintió San, restándole importancia, pues no quería que ese débil corazón sufriera más―. Ese tonto, nos preocupó a todos.
Seonghwa suspiró profundamente aliviado.
―Así que era eso... Qué niño tonto. ―Seonghwa negó con la cabeza―. Mingki... ¿él sigue trabajando?
―¡No! ―San negó rotundamente―. Y no le dejaré hacerlo más. ¡Conseguí un empleo, hyung, uno de verdad!
Seonghwa sonrió feliz.
―Voy a cuidar de Gigi desde ahora...
―Sanie, tú siempre cudiaste bien de él.
San negó y bajó la mirada.
―No, no tan bien como quisiera.
Yeosang apretó su pierna.
―¿En dónde trabajas? ―preguntó Seonghwa al ver que el menor estaba comenzando a entristecer.
Hongjoong regresó con tazas de café y trozos de pastel.
―Yunho me dio empleo en su academia.
―¡Eso es genial!
(...)
San abrazó a Mingi por la espalda y recargó la cabeza sobre su piel, sintiéndola caliente. El pecho de Mingi subía y bajaba lentamente, pues estaba dormido en un sueño tan profundo, que San no quería molestar.
El cuerpo de Mingi estaba tan lastimado, pero poco a poco se recuperaba.
Todavía recordaba el día en que se reencontraron. Yunho cumplió su promesa, lo trajo a él (luego de un par de amenazas, gritos, y mucho dinero prometido), pero Mingi había pasado varios días en ese lugar... Sometido, castigado para que se comportara. Al parecer, el menor no le había dicho a nadie dónde estaba San y “necesitaba disciplina”.
No había hablado desde entonces, pues Mingi estaba en shock y no había hecho otra cosa que sollozar y abrazarse a San con fuerza hasta dormir.
―Estás a salvo conmigo, Gigi. ―San susurró y las lágrimas empaparon la piel ajena―. Eres mi Gigi. Habla conmigo, por favor, estás bien aquí. No dejaré que nadie te lastime, nadie te hará daño otra vez.
Mingi se removió y San cerró la boca, pues su intención no era que el menor se despertara.
―Yunho y Yeosang son buenas personas, no van a tocarte ―murmuró San cuando Mingi se volteó y sus apagados ojos marrones se fijaron en él―. Lo lamento, Gi. No quería dejarte solo.
Mingi negó y tomó la cara de San entre sus manos, agachó su cabeza y apoyó la frente sobre los labios de San, pidiendo un besito. San rio suavemente y lo hizo.
―Vamos a mudarnos a un departamento, ya estoy ganando dinero, ¡dinero bueno! Nunca vas a tener que hacer cosas malas otra vez. ―San dejó otro beso en su frente y lo abrazó―. Bueno, limpio pisos... pero alcanza.
Mingi cerró los ojos con fuerza y se aferró a la cintura de San, su larguirucho cuerpo temblaba.
―Minnie, por favor, háblame...
La puerta fue tocada suavemente y Mingi se agarró fuertemente a San, comenzando a temblar.
―Shh, shh, no temas ―susurró San, tratando de tranquilizarlo, pero su voz se quebró―. Es Yunho, o Yeosang, no van a herirte... Déjame ver qué necesitan...
Mingi negó con la cabeza, bien oculto en su pecho.
La puerta sonó otra vez.
―¿Qué pasa? ―San alzó la voz, pues Mingi no quería soltarle.
Ya eran cuatro días con Mingi en casa y el menor no hacía más que dormir y llorar. San no sabía qué hacer.
―Sanie, ¿puedes venir? Hay que hablar.
―Es Yeosangie ―susurró San―. ¿Me dejas ir a ver? Volveré en seguida. Si quieres puedes trabar la puerta desde adentro, pero te aseguro que ninguno de los dos va a entrar.
Mingi alzó la cabeza y lentamente, le soltó. San sonrió y dejó un último beso en su frente antes de levantarse de la cama; colocó un peluche de pingüino en su lugar.
Seguían en la casa de Yunho y Yeosang, claramente, pero San quería irse para que Mingi tuviera paz, para que supiera que nadie le lastimaría nunca más. Vivir una vida tranquila con Mingi era un sueño que estaba decidido a realizar.
―¿Yunho...?
Yunho volteó a ver a San cuando este llegó a la sala.
―¿Qué pasa?
―Sanie, ven aquí.
San se quedó parado en la entrada a la sala, incapaz de avanzar cuando vio a un extraño allí.
―Sanie, es seguro ―dijo Yeosang, estirando la mano para que el menor se sentara junto a él.
Dudando, San fue hasta el mayor y se colocó a su lado.
―Él es Hyunjin, y fue quien nos facilitó el dinero... ―señaló Yunho, presentando al extraño.
San abrió sus ojos con impresión y se levantó inmediatamente de su lugar.
―¿Y... qué hace aquí? ―San comenzó a respirar con fuerza―. ¿Va a llevárselo porque pagó por él? ―preguntó dolido, viéndoles con desconfianza.
Yunho y Yeosang abrieron los ojos de la impresión.
―He, he, hey ―interrumpió el hombre, levantándose también con ambas manos arriba―. No es así. Sólo pasaba a saludar y quería ver quién era el muchacho que los puso en deuda conmigo ―señaló soltando una risa.
San dudó.
―¿No se llevará a Mingi?
Hyunjin negó.
―No, tranquilo.
―Hyunjin es ahora uno de los dueños de la academia ―Yeosang interrumpió―. Sólo te lo presentamos porque trabajas ahí.
―¿Qué? ―San boqueó―. ¿Le dieron una parte de la academia?
Hyunjin entrecerró los ojos.
―Muchacho, haces muchas preguntas ―dijo sonriendo―. No tengo idea de cómo terminaron todos involucrados... pero hasta suena interesante ―rio.
Hyunjin comenzó a caminar hasta la salida.
―Nos vemos.
La puerta sonó y San los vio completamente sorprendido.
―¿Cómo podría... cómo les pagaré todo lo que hicieron por mí? ―exclamó San, alzando los brazos, desesperado―. Mingi no habla, tengo que llevarlo a un terapeuta, necesitamos un lugar para vivir, necesitamos- necesitamos... ¿Qué voy a hacer?
Las lágrimas comenzaron a empapar sus mejillas y los fuertes brazos de Yeosang tomaron su cuerpo con delicadeza cuando estaba fallando.
―¿Quién dijo que tenías que devolvernos algo? ―murmuró Yunho, acercándose también.
―¿Por qué lo hacen? No tengo nada.
―Sanie... ―Yeosang quitó el largo cabello ajeno de su rostro y le miró, buscando que sus ojos se fijaran en él―. Tu felicidad es el pago suficiente.
San dudó.
―Ni siquiera tienes que trabajar, o buscar dónde vivir. ―Yunho se agachó a su altura, acercando a ambos a su cuerpo―. Sana, queremos que estés bien. Mingi y tú pueden ir a terapia, pueden vivir aquí... Al menos hasta que ambos estén bien. Tú también necesitas ayuda, Sana.
―Es cierto, este lugar es lo suficientemente grande para todos ―rio Yeosang―. Y no nos debes nada.
―No vamos a dejarte solo.
Los ojos se San se llenaron de lágrimas nuevamente y cubrió su rostro. ¿Eso era? ¿Así se sentía ser salvado?
San sonrió en medio del llanto. Yeosang besó sus nudillos, riendo al ver lo tierno que era el menor.
―Está bien... Será como ustedes dicen ―San cedió.
Por primera vez, había gente realmente amable y desinteresada en su vida.
20072022
hbd atrasado a mi bebé. x.
datitos:
esto es como una side story de un os que subí a LOVEx3 (honghwa)
san se salió de la prostitución sin hablar con nadie, metiendo en problemas a mingi (ya saben, los proxenetas hacen cosas horribles)
mingi pasó "castigado" más de una semana (encerrado sin comida, a puros golpes, teniendo sexo con los propios proxenetas a cada hora¿?)
yunho y yeo ya eran pareja, pero más que nada sexual y no romántica
pasaron seis meses con san para caer enamorados por él
cuando se menciona lo del motel, pues yeosang salvó a san de un cliente desquiciado y a partir de ahí san se fue a vivir con ellos
hyunjin es el próximo novio de mingi ahre
no quería narrar toda la parte del <pago> porque esto ya eran 4000 palabras y no era muy yunsansang de mi parte
ME COSTÓ UN HUEVO, pero me gustó
mingi es el bebé de sanie
recuerden pasarse a leer we should be <yewoo>
y it is a promise <sanwoo>
a LOVEx3 dentro de poco subiré una historia TODOS x TODOS, así que estén atentis si quieren saber de qué va (va a estar mamalona 👀)
aquí tienes tu... no sé qué es esto, pero estuvo bueno 😂😂💖 veah?
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