Capítulo 16

Adele frunció el ceño mientras veía a casi toda la tripulación bajar del barco. Algunos, que pasaban por su lado, le pidieron que se animara y fuera con ellos, pero la dama estaba tan envuelta en sus pensamientos que no les prestó mucha atención.

Habían anclado el barco en un pequeño puerto que quedaba contiguo a una ciudad. Ella suponía que se trataba de un pueblo fantasma debido a que ahí mismo existía otra nave con una bandera pirata. Ya le habían hablado sobre esos lugares donde la piratería no era vista como un delito.

Para su suerte, este pueblo era distinto al anterior. No estaba pintado con colores opacos, las calles no gritaban peligro, se podían escuchar risas. No era tétrico, y eso la tranquilizaba porque ella no quería que se repitieran las experiencias que vivió en el otro pueblo fantasma.

—Esta es nuestra última parada antes de llegar a Inglaterra —dijo Nicolás, colocándose a su lado. Para variar un poco, esbozó una sonrisa y le colocó una mano sobre el hombro—. Deberías disfrutarla al máximo.

Adele miró a Nico con los ojos abiertos de par en par. No daba crédito a lo que recién había escuchado. Se suponía que ese lugar era la última parada. ¿Qué tan cerca de Inglaterra estarían? ¿Cuántos días más podría compartir con la tripulación? ¿Qué debía contestarle a Shanks sobre la idea de quedarse?

Mientras esas dudas se encargaban de hacer estragos en su cabeza, alguien tomó su delicada mano. Al alzar su vista, la joven encontró la perfecta sonrisa de Shanks.

A diferencia de hacía unas semanas, el capitán no había bajado el primero. Se encontraba esperándola para ir a su lado y guiarla. Eso hizo. Sin decir ni una palabra, ayudó a Adele a caminar por la temblorosa tabla de madera cuesta abajo y caminó a su lado hasta llegar a la taberna donde se había metido toda la tripulación.

La protagonista dibujó una sonrisa de lado al escuchar desde la parte de afuera los gritos y cantos de los piratas. Cómo siempre, eran tan ruidosos. Podía comprender que esas ya eran horas de estar borrachos, puesto que casi anochecía.

Al abrir la pequeña puerta y adentrarse junto a Shanks, todos guardaron silencio durante un momento para mirarlos, cómo si de una muestra de respeto se tratase. Tanto los piratas como los pueblerinos y la mesera, cada persona posó su vista sobre la joven pareja que llamaba la atención.

Entonces, el viejo que parecía el alcalde de la ciudad se puso en pie con una botella en la mano. Mantuvo su semblante serio hasta colocarse frente al pelirrojo, lo fulminó con la mirada, alzó la botella, enmarcó una ceja y gritó con una gran sonrisa:

—¡Brindemos por el regreso de Shanks!

Entonces las carcajadas regresaron a la taberna. Los piratas y granjeros hicieron justo eso, brindaron sin discriminación. Algunos se pusieron en pie sobre las mesas. La orquesta retomó sus canción alegre.

—Ven, Adele —pidió Yassop, jalándola del brazo para separarla de Shanks—. Dejemos a los viejos resentidos festejar su reencuentro.

La castaña fue arrastrada hacia el medio de la taberna. Miró por encima de su hombro a Shanks, buscando su aprobación para aquello y, cuando obtuvo una asentida de cabeza por parte del varón, no le quedó más remedio que seguir las instrucciones de Yassop.

Shanks, por su parte, se acomodó sobre una de las sillas que quedaba frente a la barra junto con el alcalde.

—Lo de siempre, Makino —informó a la camarera, regalándole una sonrisa.

—Por supuesto —respondió la joven de cabellos verdosos. Tenía plasmada una gran sonrisa mientras buscaba los dos pequeños vasos que llenaría para sus invitados. Una vez los tuvo sobre la barra los colocó frente a Woop y Shanks y comenzó a vertir el contenido de la botella en ellos.

—Gracias. —Antes de beber nada, el pirata empujó ligeramente hacia adelante su vaso y le sonrió de lado a la dama. Entonces se tomó todo de un buche.

—Pero de verdad nunca pensé que tardarían tanto en regresar, hombre —comentó de la nada el alcalde, dándole pequeñas palmadas en la espalda al pelirrojo. Sabía que quello provocaría que Shanks se atragantara con el ron que intentaba tomar tranquilamente, eso solo hizo carcajearse—. Han pasado dos largos años. ¿Qué has estado haciendo?

—Viajando por el mundo, explorando y luchando —resumuió el Akagami, sin tomarle importancia a la anterior acción de su viejo amigo. Cruzó una pierna sobre la otra y miró a Woop—. Justo cuando crees que el mundo no tiene más para ofrecerte, va y te sorprende. La verdad es que no tenía pensado venir aquí tan pronto. Mi tripulación y yo marcamos rumbo hacia la India, dicen que por ahí se hacen las mejores sedas, queríamos robar algunas. Pero se nos presentaron algunos imprevistos y tuvimos que cambiar de dirección hacia Inglaterra. Entonces pensé que podíamos pasar por aquí aunque sea solo un momento a verlos.

—¿Hay problemas? —inquirió Makino, preocupada por qué tal vez hubieran atrapado a un miembro de la tripulación y fueran a ejecutarlo.

—No, para nada. Bueno... —Shanks miró de reojo a Adele, quien luchaba con todas sus fuerzas contra los piratas que intentaban hacerla beber ron. Entonces esbozó una sonrisa de medio lado mientras se perdía en el rostro de aquella mujer—. En realidad sí, y uno muy grande.

—¿Sucedió algo grave? —preguntó nuevamente Woop, desconcertado. No esperaba aquella respuesta y realmente lo había alarmado.

—Nada grave. Solo nos encontramos una polizona que nos rogó que la lleváramos de vuelta a Inglaterra —respondió el pelirrojo, girándose nuevamente para quedar de cara a Makino y el alcalde—. Dice que pagará muy bien.

—Oh, por eso vinieron con la chica. Ella les pidió que la llevaran a Inglaterra —razonó la cantinera.

—Exactamente.

—Entonces, ¿cuándo la dejes en Inglaterra volverás a desaparecer durante dos años? —cuestionó Woop, moviendo el vaso para que Makino supiera que estaba vacío y quería más.

—Posiblemente me pierda mucho más tiempo —sinceró el capitán, con una mirada soñadora—. Quiero ir a muchas partes en América. El auge de la piratería por allá ha subido en los últimos años. Tal vez me esperen nuevos retos.

—Luffy se pondrá muy triste entonces porque no podrá verte —bromeó el alcalde, dándole un manotazo a la madera de la barra en forma de carcajada exagerada—. El niño no deja de hablar de tí.

—Ah, el mocoso —susurró entre dientes Shanks.

—Se pondrá muy triste si sabe que viniste y no le avisamos —añadió Makino, encogiéndose de hombros.

—Avísale mañana. Hoy necesito un descanso —dijo rápidamente el pirata, sabiendo cuáles eran las intenciones de sus amigos.

—Pero no puedes irte mañana sin ver a Luffy, Shanks —advirtió Makino, alzando un dedo en forma de regaño. Ella sabía cuáles eran las intenciones del capitán. Conocía la promesa que existía entre Luffy y él, pero también estaba consciente de que el pequeño retozón adoraba más que nada a Shanks, estaba segura de que querría verlo.

El pelirrojo se encogió de hombros y puso la mirada en el techo, desde esa noche ya sufría el encuentro que tendría con Luffy el día posterior. Adoraba al crío, pero una cosa no quitaba la otra. El azabache drenaba todas sus fuerzas con sus ocurrencias.

Durante los próximos minutos, quizás horas, Makino, Woop y Shanks estuvieron poniéndose al día. Nadie escuchaba con más entusiasmo al pirata que Luffy, pero ellos dos no se quedaban detrás. Les contó sus aventuras en las tierras del sol naciente, en el mar de los muertos, en el famoso Triángulo de las Bermudas. Por su parte, ellos le hablaron de cómo el pueblo había prosperado desde su llegada hacía más de dos años, los cultivos iban mejor, el comercio no era lo más grande del mundo pero comenzaba a dar frutos, el turismo había crecido también.

—¡Woop! —exclamó una joven dama de la nada, llamando la atención de los tres que se encontraban en la barra. Abrazó el brazo del alcalde y lo obligó a ponerse en pie—. Venga a bailar conmigo. Hoy es un día de festejo.

Woop no tuvo tiempo de oponerse. Solo le quedó guiñarles un ojo a Shanks y Makino mientras se dejaba llevar.

—Ese viejo nunca cambiará —comentó el pelirrojo, viendo desde la distancia como Woop intentaba seguir los pasos de baile de aquella muchacha.

—Shanks... —llamó Makino, colocando una de sus manos sobre la del aludido. Cuando se ganó la mirada del pirata, esbozó una tímida sonrisa—. Te he extrañado. Si quieres...

—Makino... —cortó él, sin moverse. Dirigió sus orbes hasta colocarlos sobre Adele y se le escapó una pequeña risa al divisarla bailando como foca con los demás miembros de la tripulación, iba de mano en mano, riendo hasta más no poder—. ¿Ves a esa mujer de allá? Estoy enamorado de ella.

Makino recogió rápidamente su mano apenada.

—Osea que no es solo por el viaje a Inglaterra —concluyó, esbozando una sonrisa sincera—. Ya me parecía raro a mí que alguien pudiera hacerte cambiar de objetivo.

Shanks dejó escapar una risa alta, completamente de acuerdo con Makino, después de todo, ya se lo había dicho a la propia Adele. Él sintió que ella era la elegida en el momento en que, esa asustada y solitaria joven, parecía estar más preocupada por el bienestar de unas prostitutas más que por el suyo propio.

—Me alegra que hayas encontrado el amor, de verdad. Todos merecemos algo más que aventuras en la vida —pronunció la peliverde.

—¿Y eso es...?

—Estabilidad.

Tras escuchar la acertada conclusión de Makino, Shanks le dió pequeñas palmadas a la mano de la chica. Le dedicó una sonrisa de lado a lado y asintió.

—Ahora si me disculpas, voy a salvar a mi mujer de esa panda de borrachos.

Makino esbozó otra sonrisa y se puso a secar los vasos mientras veía al pelirrojo caminar hasta donde se encontraba su tripulación. Le sacó una risita verlo tener una pequeña discusión con Adele.

—¡Mira Shanks, puedo volar! —exclamó la castaña, trepándose sobre una mesa y abriendo sus manos como si fuera un pájaro. Estaba tan mareada que no se dio cuenta de que se encontraba en la orilla.

Adele se tambaleó sobre la madera y Shanks actuó en consecuencia. La agarró de tal forma que la chica cayó sobre su hombro.

—Adele, ¿estás borracha? —inquirió al verla de ese modo. Nunca en su vida imaginó ser testigo de ese lado travieso, despreocupado y divertido de la chica.

—¡Por supuesto que no! —refutó rápidamente la castaña. Alzó su cabeza para estar a la misma altura de Shanks y le enseñó cómo medía con dos de sus dedos un corta distancia—. Solo un poquito mareada.

—Fue suficiente fiesta por hoy —tajó el pelirrojo, tratando de verse serio pese a que se estaba muriendo de ganas por burlarse de ella.

—¿¡Por qué!? No quiero —siseó Adele, cruzándose de brazos—. Y deja de cargarme así. No soy tu saco de papas.

Shanks se dio media vuelta en el lugar, dispuesto a dirigirse a las habitaciones de la taberna, pero antes de hacerlo se volteó a ver una última vez a su tripulación que se encontraba en silencio, sin respirar, esperando que su capitán no se enfadara con ellos por darle alcohol a su consentida. Les dedicó una mortífera mirada mientras sujetaba con fuerza a la retozona Adele.

—Ustedes y yo ya hablaremos mañana —sentenció, de forma sublime y aterradora.

Todos los cómplices del estado en que se encontraba la mujer del capitán temblaron paranóicos. Cuando los vieron desaparecer escaleras arriba, decidieron seguir festejando, después de todo, posiblemente esa era su última cena.

Mientras las risas en la taberna lejos de apagarse se avivaron, Shanks forsejeaba con Adele para poder mantener el control. Después de unos segundos, la joven al fin se había rendido consciente de que harían lo que él quisiera.

El pirata caminó a lo largo de todo el pasillo hasta llegar a la habitación que fue de él durante un largo año. Metió la mano en su bolsillo, sacó la llave que previamente le había dado el alcalde, abrió la puerta, entró y luego la cerró con pestillo.

—¿Ya puedes bajarme? —preguntó la castaña, haciendo un puchero—. Arruinaste la diversión.

—Deja de farfullar cosas sin sentido —negó el varón, esbozando una sonrisa de lado—. La verdadera diversión comienza aquí y ahora.

Adele abrió sus ojos como platos sin comprender muy bien a lo que Shanks se refería. Odiaba no ser tan lista cuando en términos de la vida se trataba, él siempre parecía ir un paso por delante de ella.

El pelirrojo caminó hasta la ventana del lugar. Para su suerte, había un pequeño quicito tirado hacia adelante, uno que sobresalía antes de llegar al cristal. Sobre ese quicito sentó a Adele. Se metió entre sus piernas y acercó sus rostros.

—No creas que solo por ser tu segunda vez voy a contenerme —le dijo, esbozando una seductora y peligrosa sonrisa ladina. Capturó uno de los muslos de Adele por debajo del vestido con su mano y lo apretó—. El momento de ser amable fue ayer.

La protagonista palideció. De repente todo el alcohol que tenía en el sistema desapareció. Tragó en seco, perdida en la potente mirada de su amante.

—Confieso que tengo miedo —soltó de la nada.

Shanks atrapó sus labios en un dulce y embriagador beso, uno que se prolongó indefinidamente para ambos. La sensación electrizante los azotó a los dos por igual, y el palpitar de un nuevo deseo se abrió paso como las aves en el cielo.

No conforme con solo besarla, Shanks quería disfrutarla más allá. De forma directa, y sin rodeos, se agachó para meterse entre sus piernas. Le quitó con cuidado el molesto pantaloncillo que llevaba de ropa interior y lo lanzó a una esquina.

Adele no comprendió muy bien hasta que lo sintió darle un beso en la punta de sus pies, pero ese beso se fue convirtiendo lentamente en una hilera que lo llevarían a su muslo y, a medida que se iba acercando a la parte superior, Shanks acomodaba el vestido cada vez más arriba. Hasta que estuvo sobre la rodilla, ahí los besos comenzaron a tornarse mas lascivos, comenzó a prolongarlos de forma torturosa.

Adele apretó sus manos sobre los bordes del pequeño quiso dónde estaba sentada, deseosa porque Shanks subiera de una vez para repetir lo que habían hecho el día anterior. Nunca esperó que su amante se atreviera a juguetear con su entrepierna. Por lo que, sentirlo abrirle los labios inferiores con la mano para pasar su lengua a lo largo de su feminidad, la hizo dejar escapar un gemido.

—¿Sha-Shanks, qu-qué haces? —balbuceó, apretando su mano contra la tela que debía cubrile la entrepierna—. Eso es nuevo, y bastante vergonzoso.

Shanks ignoró las palabras de Adele y comenzó a degustar con creces el dulce sabor que le ofrecían esas piernas. Su cabeza peleó constantemente contra las manos de Adele que luchaban por empujarlo hacia atrás, pero él no se rendía.

El pirata usó su lengua para trazar la silueta de toda la entrepierna de Adele. Culminó en el clítoris, lugar donde se dio gusto. Lo movió de atrás hacia adelante, de un lado a otro, en todas las direcciones de forma veloz y constante, bañándolo con la saliva de su lengua que se encargaba de hacer todo el trabajo. Ni siquiera pudo sonreír satisfecho cuando la sintió mojarse, estaba absorto en aquello.

La sensación era mucho más de lo que Adele podía resistir. Nunca había experimentado nada como aquello y eso que había tenido sexo la noche anterior. La forma en la que esa lengua balanceaba su botón del placer la estaba volviendo loca, tenía revuelto su estómago. Sentirlo succionar con la boca su clítoris la hizo cerrar las piernas bruscamente.

Shanks no se levantó, alzó la cabeza y se lamió el labio inferior de forma lujuriosa.

—Adele, abre las piernas —dijo de forma autoritaria. Sin obligarla por la fuerza, consciente de que ella era su pasiva, su presa.

La joven, asustada y exitada, hizo a duras penas lo que se le pidió. Colocó sus pies abiertos sobre los hombros de Shanks porque le temblaban y no podía con ellos. No tuvo más remedio que arquear su cabeza al sentirlo nuevamente dar todo de sí para satisfacerla.

Shanks se detuvo un momento, se escupió sutilmente la mano y, mientras regresaba a su tarea de lamerle el clítoris, adentró dos de sus dedos en su cavidad vaginal, aprovechando que Adele estaba completamente mojada.

La castaña sintió que sus ojos se le saldrían. Colocó una mano sobre la cabeza de Shanks e inconscientemente lo empujaba contra su entrepierna. Puso los ojos en el techo de la habitación y sintió sus pechos bajar y subir aún por sobre el vestido, porque era como si la estuviera penetrando.

—Sha-Shanks para... —rogó, se mordió el labio pero eso no fue suficiente para reprimir el gemido que se le escapó cuando el chico comenzó a hacer veloces círculos con su clítoris usando su lengua—. Para, por favor.... Yo... Yo... —Otro gemido placentero. Estaba confundiendo el dolor con el éxtasis tan grande—. Creo que me voy a orinar.

Tras confesar aquello apenada, Adele no pudo contener más el líquido en su interior que, para su sorpresa, Shanks bebió encantado. Cuando al fin las torturosas sensaciones se detuvieron, la joven siguió viviendo del dulce recuerdo que había dejado la boca de Shanks en su cuerpo, todavía amenazada por el placer que dejó rastros y secuelas. Respiró entrecortado y agradeció verlo subir de una vez.

—Todavía no sabes reconocer cuando llegar al orgasmo. Que mona —comentó juguetón el pelirrojo, llevándose ambos dedos a la boca para limpiarlos con su propia saliva.

—¿De... —Adele tuvo que recomponerse—. ¿De qué hablas?

No obtuvo contestación alguna.

En cambio, Shanks se acomodó nuevamente entre sus piernas. No se quitó la ropa, ni se la quitó a ella. No tenía la paciencia suficiente. Se sacó su miembro por encima de su pantalón corto y con su mano lo acomodó en la entrada del palpitante y bien abierto ollo de Adele. Masajeó con su grueso y parado pene la entrada y de una sola de metió.

La chica volvió a sentir que el mundo daba vueltas a su alrededor y por pura inercia se abrazó con sus pies de la cintura de Shanks. Estampó su frente contra el pecho del chico y apretó las telas de su camisa. No se acostumbraba a tener nada ahí adentro, mucho menos eso.

A diferencia de la noche anterior, Shanks hizo justo lo que le había advertido: no se contuvo. Le sujetó la espalda y comenzó a moverse rápidamente. Adele apretaba sus paredes vaginales y, lejos de espantarlo, aquello lo exitaba aún más y lo obligaba a aumentar la velocidad para reclamarla como suya.

Adele apretó sus pies con fuerza para no dejarlos caer y colocó sus manos abrazando el cuello de Shanks. Él no sé detendría y ella comenzaba a ser consciente de ello. Dolía, pero un poco menos que ayer, así que pudo, con la ayuda del varón, mantenerse recta para poder besarlo. Debido a los bruscos movimientos les costaba mucho mantener sus bocas juntas, lo que llevó a que un regero de saliva se formara entre ellos.

Cómo era de esperarse, el primero en correrse fue él, quien gruñó frustrado por lo poco que había durado. Odiaba el efecto que tenía Adele sobre él y lo volvía loco que solo pudiera estar así con ella alrededor de tres miserables minutos.

Adele puso nuevamente los ojos en el techo cuando sintió como un líquido caliente llenaba su interior de tal forma que no cabía y se tenía que escurrir entre sus miembros todavía juntos hasta llegar al suelo. Trató de recuperar la respiración, creyendo que ese era el final como lo había sido el día anterior, pero Shanks la sorprendió.

—No creas que hoy me voy a conformar con una sola vez —le susurró en el oído, segundos antes de comenzar a moverse nuevamente.

Adele apretó los hombros de Shanks, eso iba más allá de lo que ella podía resistir. Estaba siendo aún más brusco y veloz que antes y ahora, para completar, estaba el semen en su vagina que hacía aún más incómodo y reducido el espacio que tenía Shanks para moverse.

Todo el autocontrol que estaba tratando de tener se esfumó y entonces, de sus labios, comenzaron a escapárcele gemidos que no fue capaz de contener. Intentaba acallarlos, pero le era imposible.

Shanks se metió en el cuello de Adele y comenzó a dejar pequeños besos y mordidas que alternaba con algún que otro chupetón, siempre asegurándose que no dejaran marcas. Usó su mano para jalar el cabello de Adele y obligarla a doblar el cuello, poniéndola a mirar al cristal mientras él se encarga a de hacer todo el trabajo.

Esta vez, ya liberado de su deseo, fue capaz de aguantar mucho más tiempo y, en el proceso, llevar a Adele al orgasmo junto con él.

Después de correrse por segunda vez, Shanks no fue capaz de salir de dentro de ella. Enterró su cabeza en el cuello de la chica y trató de recomponerse ahí. Ella se mantuvo en esa misma posición, intentado recuperar su cordura.

Luego de unos instantes de calma, el pelirrojo al fin se separó. Lamentó un poco haberse corrido dentro de ella, pero no había podido contenerse.

—Ven, Adele —le dijo, ayudándola a bajarse de ahí arriba. A la chica le temblaban tanto los pies que casi se cae, él la sostuvo a tiempo—. Vamos a darnos un baño.

La castaña no se negó, es más, lo necesitaba. Siguió a su amante hasta el baño continuo a la habitación y dejó que él fuera quien se encargara de quitarle el vestido, que, debía admitir, le había dado un toque nuevo y exitante a sus relaciones sexuales.

Shanks llenó la tina de agua caliente y él fue el primero en meterse, se acostó a lo largo y colocó su brazo sobre el borde. Al ver que Adele permanecía en el lugar, apoyada en la pared, le hizo un gesto para que fuera su lado.

La protagonista dio cuatro pasos hasta que estuvo frente a la tina, tomó la mano de Shanks que procuraba hacer de bastón para que no se cayera y se metió. Se sentó sobre la cintura de Shanks, y lo miró un instante, entonces su cara se coloró de rojo, al fin consciente de todo lo que habían hecho.

—Por dios... —susurró, ocultando su rostro entre sus manos. Se inclinó en el lugar y colocó su frente sobre el hombro de Shanks—. Que sucia me siento.

Shanks soltó una risotada y, con uno de sus dedos llenos de agua limpia, comenzó a trazar una línea en la espalda de Adele.

—No hacemos nada sucio. Esto hacen las personas que se quieren... —Pareció meditarlo un momento al verla levantarse para mirarlo—. Bueno, también lo hacen personas que no se quieren, pero nosotros sí nos queremos.

Adele esbozó una pequeña sonrisa sincera y se acostó sobre el pecho de Shanks, alzó su mano y comenzó a juguetear con la del varón.

—Puedo sentir tu corazón... —murmuró, mientras él delineaba sus finos dedos con los suyos. Un cosquilleo agradable azotó su estómago—. Me gusta. Es como un santuario.

Shanks también dibujó una sonrisa, soltó la mano de Adele para acomodar un mechón de cabello de la chica detrás de su oído.

—¿Un santuario?

—Sí, es un lugar para-

—Adele... —interrumpió el pelirrojo, entre risas—. Sé lo que es un santuario. Solo me pareció una comparación muy rara.

Adele no dijo nada, tan solo se quedó así, respetando el dulce silencio que se había formado entre ellos. Un momento de paz, escuchando los latidos del hombre al que amaba porque, tal y como había dicho, era como un santuario.

Varios minutos más tarde, ya recuperada, Adele portaba una camisa de Shanks mientras correteaba hacia la cama, se metió entre las sábanas y se acurrucó a la almohada.

—Vamos, Shanks, tengo sueño —llamó ella, dando palmadas sobre el colchón.

—Podrías dormir tu sola —sugirió Shanks, apagando las velas que quedan en el camino para que la habitación solo se viera iluminada por la luz de la luna que se colaba por le cristal de la ventana.

—No quiero —sinceró ella. Echándose a un lado para que el pelirrojo se metiera también en la cama—. Me acostumbré a dormir contigo.

—¿En tan poco tiempo?

Adele acomodó su cabeza en el hombro de Shanks y abrazó con ambos pies el derecho del varón. Abrazó su pecho cuando lo sintió comenzar a peinar sus largos cabellos en forma de caricia.

Cabía añadir que, cuando quería, Shanks podía ser un hombre muy dulce.

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Palabras del autor:

Dato random: Makino y Shanks se acostaron, tuvieron su aventura. A Makino le gusta bastante Shanks, pero ella no es una perra, y de hecho está feliz porque Shanks haya encontrado el amor.

Me gusta escribir lemons lindos para esta historia, ¿vale? No esperen encontrar una palabrota fea de mi parte.

Advertencia: a partir de aquí. Esto se pone feo.

En fin. Dicho lo dicho:

Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~

Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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