9°- Proponer
Su semblante era totalmente perplejo, se sentía incapaz de formular palabra alguna y era como si su respiración se hubiera visto interrumpida subitamente. No entendía nada.
¿Como es que Samuel sabía de su madre?
Y aún más importante. ¿Como sabía que el estaba interesado en descubrirlo?
Sintió las manos retirarse de su vista y de su boca, más no fue capaz de moverse en un solo apice. Ni siquiera lo intento cuando el castaño se poso frente a él y movió su mano de lado a lado. Estaba en shock.
Samuel pareció notarlo y en parte lo entendía, el también deseaba saber dónde estaba ahora su madre, se preguntaba qué hubiera sido si su vida hubiera transcurrido a su lado y no con su padre. Lo observó, Guillermo seguía con la mirada perdida y él suspiro.
—Tomate tu tiempo para pensar lo que deseas— Espetó con calma el castaño intentando ser sutil.
El comprendia su sentir y sabía que no era una sensación nada linda o gratificante, y si, puede que haya estado detrás del pelinegro sólo por interés carnal hasta lograr su cometido y que llegó a pensar en jamás volver a verlo después de lograrlo pero seguia siendo humano. Le dolía, puesto que lo entendía a la perfección
—Si en verdad quieres saber la verdad, ya sabes dónde buscarme...
Formulado aquello Samuel dió media vuelta y comenzó a caminar de vuelta a su hogar, repitiéndose las palabras que había escuchado hacia unas horas atrás cuando había espiado a su padre y a otro de sus socios.
»La señora Díaz no murio en un accidente«
Guillermo por su parte expreso su agradecimiento con una apenas perceptible y bastante tenue sonrisa.
Por primera vez, creía que Samuel era alguien con corazón.
[...]
Rubén limpio el sudor de sus manos en su pantalón para seguido de ello acomodar un mechón de cabello que se interponia en su frente. Comenzo a caminar hacia él interior de la mansión de Luque, no había sido laborioso entrar a dicho lugar dado que los hombres de seguridad lo conocían muy a la perfección y le habían dejado pasar sin pregunta alguna.
Contando pasó tras pasó como si de ello dependiera avanzar a un cubículo de calvario y con la sensación de volverse cada vez más pequeño a cada paso, se detuvo.
No podía.
Todo rastro de valentia se había visto esfumada a la par en que sus orbes se habían topado con el causante de sus desvelos.
—Mangel...— susurro en un apenas perceptible hilo de voz. El chico azabache se encontraba mirando a otro lado, era su oportunidad de escapar.
»Cobarde, cobarde, jodido cobarde« se reprendió mientras daba media vuelta y volvia a caminar hacia la salida de la mansión. Mantenía la cabeza gacha y avanzaba a grandes zancadas esperando pasar desapercibido.
—¿Ruben?— grito una voz un tanto chillona.
—Emm...hola Samuel yo, verás— intento explicar, miro a sus espaldas, y sintió que sus piernas le fallarian en cualquier instante. Mangel lo estaba observando.
—No debes explicar nada me alegra que vinieras de visita hace mucho no venías a las reuniones— Samuel palmo su hombro —Por desgracia ahora estoy muy ocupado pero espero pronto poder platicar. Siéntete como en casa.
Rubén observó al castaño alejarse y seguido de ello comenzó a caminar a paso apresurado hacia la salida.
Demasiado tarde.
—No te vayas— le dijo el chico de lentes. Y es que reconocía su voz a kilómetros, y su corazón latiria sin remedio cada vez que su timbre de voz llegase a sus oidos.
—No pensaba irme— contestó sin atreverse a mirarlo, después de todo no mentía pero la vergüenza le controlaba —¿Recuerdas lo que acordamos?
Su voz había sido baja pero sin llegar a ser un susurro. El chico andaluz asintió.
"Si después de esto vuelves significa que quieres estar conmigo, de lo contrario haremos que esto nunca ha pasado"
—Claroh que lo recuerdo— contestó Mangel con una sonrisa al recordar sus palabras de semanas atrás cuando se lió con aquel ojiverde.
—Esta es mi respuesta— Ruben finalmente lo miro y sintio sus mejillas calentarse.
Y desde aquel momento ambos supieron que formaban parte de la vida del otro. Sellando el pacto con un acto de cariño y a la vez inocencia, un beso.
[...]
—Oh, pero claro ¿Como pude imaginar que no me pedirías algo a cambio?— Exclamó el pelinegro moviendo sus brazos con efusividad —Dinero, eso es ¿Cuanto quieres?
Guillermo llevo su mano a su bolsillo dispuesto a sacar su billetera pero se vio interrumpido por Samuel quien había tomado su muñeca y negó lentamente con la cabeza.
—Dinero no— con su mano libre hizo una seña negativa, moviendo su dedo índice de derecha a izquierda.
—¿Entonces?— pregunto sin entender
—No me tomes como un convenenciero, si no hubiese algo que en verdad me interesara no pediría nada a cambio— se defendió el chico castaño alzando una ceja acompañada de un deje de altanería —Pero como hay algo que me interesa y mucho— recalcó la última palabra —Pues pido eso a cambio
Un ceño fruncido se implanto en el rostro de Guillermo y mordio disimuladamente el interior de su mejilla, esperando que no fuera lo que el pensaba. Se cruzó de brazos y bufo apenas audible.
—¿Que propones?— pregunto después de algunos segundo, se sentía abatido. Samuel lo observó deshaciendo todo rastro de enojo, sus brazos fueron a dar a sus costados y su rostro era una clara muestra de serenidad.
El menor era consiente de su situación y comprendia que nada bueno dejaría liarse con su enemigo pero debía hacerlo. Por su madre, por su futuro y por él, en especial.
Lo máximo que podía perder era la vida, y vamos que no le interesaba en lo absoluto. Digo, ¿Quien querría nacer para ser narcotraficante, sin oportunidad a elegir? Claramente nadie. El mayor sonrió ladino y se acercó a su delgado cuerpo, el se alejó un paso hacia atrás pero la fuerza empleada en su cintura le había sido un impedimento para huir.
Su mirada se topó con las orbes marrones de Samuel y entonces comprendio que era imposible escapar, la determinación, la lujuria, eran claramente visibles en ellas.
—Se mi enemigo con derechos— habló finalmente el castaño con una sonrisa triunfal en su rostro.
Silencio.
El palpito de su corazón.
Un suspiro pesado
Y su respuesta...
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