10°- Comenzar

—¡Ahgg más, Samuel ahh!

—¿Te gusta?

—!Joder...Si. Sigue!

Efectivamente Guillermo se encontraba de nuevo en aquella situación en la que se había visto envuelto días atrás, y de la cual había prometido no volver a estar. Pero era como un bucle repetitivo, en el cual experimentaba el éxtasis y sentía lo mismo e inclusive más a la anterior ocasión.

Era la tercera vez que esto sucedía, contando aquella noche en la mansión De Luque', que no había sido más que la manzana hacia el pecado, llamemosle el anzuelo; y apartir de allí había sido absorbido hacia el abismo de lo prohibido o como Guillermo llamaba "el cuerpo de Samuel"

Se había vuelto en una adicción ser tomado y dominado por aquel hombre, sin siquiera darse cuenta cada vez caía más bajo. Asimismo el castaño no estaba en una situación muy diferente dado que el cuerpo del menor era un manjar a su punto de vista.

—!Ahh, ah!— gimió el pelioscuro continuando con su trabajo el cual era cabalgar a su amante.

El castaño volvió a arremeter contra su cuerpo y entro más profundo por dentro de su ser. Guillermo gimió una vez mas y corrió su rostro cuando el mayor quiso depositar un beso en su boca.

—Be-besos... no— Espetó entre jadeos.

Esa había sido su principal regla y es que aquel arreglo no llegaría a más de lo estipulado; el placer.

Guillermo quería información y Samuel...bueno el quería coger.

Para ser precisos todo había comenzado cuando el menor había aceptado entre dientes ser su enemigo con derechos, y este había propuesto verse cada semana en un hotel para el intercambio de información acerca de su madre y claro, dar su pago. Hasta ahora sólo sabía que su progenitora no había muerto en un accidente como su padre decía y que seguramente tampoco había sido un suicidio. Alguien la había matado, no se sabían las razones o como pero sin dudas la gran y mayor pregunta era ¿Quien lo había hecho?

Aunque si somos sinceros, para Guillermo no había prisa en descubrirlo puesto que eso alargaba su trato con el castaño.

—¡Ahhg, más!— gimió incrustando sus uñas en la levemente bronceada piel del mayor.

—Ah, joder Guille— Samuel lo tomo con fuerza de su trasero  y comenzo a entrar cada vez mas rápido y con más fuerza, escuchando como los jadeos de su acompañante se convertían en gritos de placer.

Continuaron con aquel vaiven desesperado y rudo, el bien dotado miembro de Samuel seguía entrando en el agujero del chico que lo montaba y también le ayudaba dando pequeños saltos. En determinado momento un giro a la derecha fue el desencadenante del caos.

—¡Joder, ah ahí, mierda!— Guillermo imploraba con las mejillas sonrojadas y los cabellos pegados a su frente debido al sudor. El contrario le giró sobre el colchón y los hizo quedar por debajo, en la llamada pocision el misionero. Enredo sus piernas por sobre la cintura del mayor y se preparó para cuando esté volviera a atacar.

—Eres tan sexy...— le susurro Samuel, mordio el lóbulo de su oreja y entro rudamemte en él robándole gemidos de por medio.

—¡Ah, me...ven..¡—intento pronunciar pero un ronco gemido le había impedido terminar de hablar.

Segundos después escucho al castaño gruñir y supo que el también había terminado. Guillermo no era tonto y condicionaba sus encuentros sexuales con condones, al principio Samuel no había estado de acuerdo pero finalmente después de algunos minutos había accedido.

—E-eso fue...— su pecho subía y bajaba ante los espasmos. El miembro del contrario fue retirado y no pido evitar sentirse vacío.

Observó a su amante levantarse, quitarse el condón, amarrarlo y tirarlo al cesto de basura.

—Lo se, eso fue genial—completo Samuel con una sonrisa lasciva observando el delgado y bien formado cuerpo del menor. —Debo decirlo, estas mejorando. Cada vez te sueltas más.

—Supongo que gracias aunque es el halago más tonto que me han hecho— tomo la sabana y tapó un poco su cuerpo. Samuel negó con la cabeza.

—No es un halago dulzura, yo nunca hago o haré esas tonterias— camino hacia su pantalón que yacía tirado por los suelos y de él saco un cajetilla de tabacos de donde tomo un cigarrillo y su encendedor —¿Por que creerías que sería amable contigo?

—No lo esperaba, no necesito tu "amabilidad"—hizo comillas con los dedos —Sólo que sería bueno que de vez en cuando reconociera cuando alguien es bueno en algo.

—Nadie es mejor que yo así que no debo— resto importancia, se alzó de hombros y seguido de ello prendió su cigarrillo.

Guillermo rodó los ojos fastidiado.

—Da igual, ¿Podrias apagar eso?

—Nooo—contesto burlón

—¡Samuel es encerio, odio el humo!— reclamo tapándose sus fosas nasales con sus dedo pulgar y medio.

—Y a mi no me importa, asi que te aguantas hasta que yo quiera— comenzó a caminar hacia el baño de la habitación de hotel, caló ondo y giro sobre sus pasos para espetar lo último —Tu madre falleció aquí en Madrid y no en Francia como se pensaba. Listo, allí tienes tu informe ahora vete antes de que termine de ducharme.

—!Tio, que yo también debo darme una ducha, no puedo ir así a mi casa!—Reclamó el pelinegro destapando su nariz para seguido implantar una mueca en su rostro cuando el humo llegó a su sistema. Frunció el ceño y volvió a tapar sus fosas de inmediato. Samuel río divertido.

—Las siguientes yo me iré primero, ahora mismo no voy a mi casa así que debo ducharme aquí— se justifico —A no ser que quieras jugar otro rato.

Samuel le guiño un ojo y el negó con la cabeza con aparente molestia. Se levantó sintiendo un leve dolor en la espalda baja y tomo sus prendas, el castaño entro al baño y segundos después escucho el agua caer.

—Asqueroso— espeto molesto dispuesto a salir de aquella habitación mientras le daba vueltas a la información que le acababa de dar Samuel.

[...]

Samuel permanecía al lado de su padre y aunque muriera del terror no lo demostraba, mantenía su rostro sin ningún tipo de emoción. Después de todo no tenía opción, cumpliría 18 años y debería encargarse del negocio familiar. Se cruzó de brazos y observó a su padre entregar el paquete, a continuación el otro hombre con el que hacían el trato le apuntó sobre su cabeza con un revolver hasta que se aseguró que todo estaba en orden. Samuel trago saliva pesadamente. El otro hombre le sonrió a su padre, le entregó un gran fajo de billetes y guardo su arma.

—Un gusto hacer tratos De Luque—susurro

—Lo mismo digo Bravo

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