1°- El enemigo

Era la temporada más gélida del año. Las farolas yacían cumpliendo con su objetivo: alumbrar las calles de la maravillosa ciudad de Madrid, que cabe recalcar se encontraban vacias. No era nuevo que el helado clima ahuyentase a la gente, más sin embargo, esto rebasada de los límites acostumbrados. Las calles desiertas dan un toque de parecer un pueblo abandonado, todos yacían en sus hogares y los pocos que se atrevían a salir iban en sus coches.

Ahora viajemos un poco y concentremonos en una casa en especial o en palabras más correctas, una mansión, lugar donde habitaba un adolescente peculiar. Era el primogénito y heredero de la familia Díaz quien se preparaba para una de las tantas reuniones sociales, donde debía congeniar con gente desconocida y causarles una buena impresión.

El chico de cabellos pelinegros acomodo una vez mas su corbata, buscando el ángulo exacto de la elegancia. Se debatía minuiciosamente si estaba en el lugar correcto.

Una ventisca de aire frio se colo por los enormes ventanales de su lujosa habitación, revelando que aquel invierno era sin dudas el peor de al menos la última década. Inhaló fuertemente, sintiendo sus pulmones congelarse y como estos se llenaban en aumento, haciendole imposible el tragar más oxígeno. Mas no le importo.

En estos momentos, solo tenia cabeza para pensar en como escabullirse, desvanecerse y escapar de esta pesadilla que le tenia encandilado. Pero no podía hacer nada, aún por mucho que lo intentase. Él lo sabia. Toda su existencia se había basado en la misma rutina:

"Obedecer sin rechistar y cumplir con las expectativas de su padre"

De lejos, podría considerarse una tonteria el querer arreglar aquellos detalles tan insignificantes, aparentemente invisibles para la mayoria. Pero no para Guillermo. Para él, cualquier error le sería fatídico.
El miedo a fracasar sólo empeoraba la sensación de sentirse atrapado. Y a la vez le incitaba a mejorar, aunque eso aveces implicará exigirse a si mismo más de lo que podía soportar.

Era tan complejo que nadie seria capaz de comprenderlo. Fingía tan bien que era imposible adentrarte en su mirada y notar el dolor. En parte, era lo único que agradecía haber heredado de su padre...

La mentira.

Por fuera aparentaba ser alguien, convirtiendose en todo lo contrario a su verdadera esencia. Aunque por dentro, su verdadera identidad golpeaba su coraza y gritaba entre sollozos que le liberaran.

Quería ser libre y convivir con chicos de su edad.

Por si se lo preguntaban, claro que lo había intentado. Muchísimas veces lucho por encajar en la sociedad, pero seamos realistas, nadie querría ser amigo del hijo de uno de los narcotraficantes mas sanguinarios del país. Guillermo no tenia la culpa y eso era mas que evidente, a fin de cuentas... solo era un chico de 17 años.

Giro su cuerpo, poniéndose de perfil ante el espejo donde llevaba cerca de una hora arreglándose y se miro de soslayo a si mismo.

Su reflejo, eso fue con lo que se encontró. Aunque se preguntaba si en verdad el reflejo mostraba lo que en verdad era.

¡Claro que no!

Un espejo solo representaba lo que era por fuera, aparentando ser un chico de carácter frío y despiadado, vestido con un elegante y costoso traje negro de etiqueta nueva. Nadie se había interesado a descubrir mas allá de su apariencia, y vamos que el tampoco se había tomado el tiempo de conocerse a si mismo.

" Bien dicen que solo son espejismos los que se nos muestran" pensó, y una pequeña mueca se instaló en su rostro.

—Joven Guillermo, es hora—le interrumpió una voz dulce y con un deje de cansancio, se trataba de Martina. Una vieja trabajadora de su padre, ella laboraba en su hogar desde que tenía uso de razón e incluso podría jurar que fue la Nana de su progenitor.
La edad le era notoria, cobrandole los años transcurridos. Su rostro lleno de arrugas daba la impresión de ser una de aquellas abuelitas cariñosas, y probablemente eso hubiera sido para Guillermo, de no haber sido por su padre.

El jamás le dejó acercarse a la servidumbre.

El chico de cabellos azabaches la miro unos segundos antes de hacer un ademán con su mano de que se retirara.
Así era el, tan solitario y de carácter arrogante. Podría decirse que incluso era un tanto creído, ya que nunca contestaba, obviamente, exceptuando los casos extremos.

Se miro por ultima vez al espejo y sin poderlo evitar un pesado suspiro escapo de entre sus labios. Estiro su traje. Se sentía asustado pero no lo demostraba.

Comenzó a bajar los escalones de la gran edificación, rumbo a la planta baja. Uno a uno, sintiendo que a cada paso el aire le escaseaba mas.

Bochorno.

Era lo que sentía, y los nervios le carcomian.

Se sentía tan atrapado que su cuerpo comenzaba a temblar, jugandole una mala pasada.

—Todo estará bien —Se susurro a si mismo, intentando darse la seguridad que nadie mas era capaz de otorgarle.

Miro los retratos que yacían en las paredes mientras descendía. La primera era de él y su madre, quien había fallecido en un accidente cuando el sólo era un niño.

Una nueva punzada al corazón.

Elimino cualquier mal pensamiento de su mente y continuo. Su andar era lento. Todo lo contrario a los latidos de su corazón, que galopaba sin control.

—No es la primera vez que lo haces, vamos no sera tan difícil— se animo con sus propias palabras, o al menos eso había intentado.

Los escalones se reducían en numero a cada paso, acercándose cada vez mas a la »boca del lobo« como el solía llamarle. Escucho voces, algunas ya conocidas y otras tantas de procedencias inciertas.

Cruzo sus dedos deseando tener un poco de suerte. Y tal parecía que la tenia. Le agradeció a los dioses de las tortugas, hasta que lo escucho.

La horrorosa voz de su enemigo.

Samuel De Luque.





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Hola!!!"
He de decir que estoy muy emocionada con este nuevo fic, y si, ya se que tengo historias pendientes pero no me aguante las ganas.

Perdonen si es corto y tiene errores, lo arreglare ^^

Voten si les gusto

Se despide por hoy KarenTheKiller11💕

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