14
Algo me golpeó en la nuca y casi perdí el equilibrio. Miré el suelo para descubrir qué cosa me golpeó: una liga para el cabello con una placa de metal que unía los dos extremos del elástico. Joder, menudo dolor de cuello, que tuve que frenar y todo para sobarme.
Mi vista se fijó a quién tenía atrás, antes de poder huir o golpear, lo que sea por defensa personal. Sentí los fuertes brazos de Saul rodearme con firmeza.
- ¡Suéltame! -exclamé- ¡Estamos en la calle, idiota, suéltame! -insistí.
- Me arriesgo a que nos graben y esas mierdas, joder, William, deja de ser un marica cobarde -dijo con un tono de voz dominante, sonaba un tanto molesto-. Que si no quieres nada, pudiste haberme mandado una carta que diga "me gustas pero soy un ególatra de mierda, déjame en paz", ahora que estuviste jodiendo conmigo por todo este puto tiempo, te jodes y me dejas hablar a mí.
Suspiré en frustración, no tenía otra.
- Eres un amor, Axl, ¿sabías? La razón de nuestra pelea es una gilipollez, ¿a ti en qué coño te afecta que toque con Michael Jackson? ¡Él no es un violador ni tampoco es que lo quiera a él más que a ti! Deja de tener tu cabeza metida en tu propio culo y deja de creer que todo gira en torno a ti. Es verdad que para mí, lo eres casi todo; junto a las serpientes, el whiskey y el tabaco... ¡Pero te quiero, hombre! No puedo estar besándote los pies las veinticuatro horas del día porque es complicado, ¡y eso no significa que no te quiera!
Me quedé callado, sin atreverme a decir algo porque la cagaría.
- Tengo bien claro de que sólo estás por joder y en el fondo sientes lo mismo, o sino, hubieras sido directo. Ese es el Axl que conozco, no obstante, tu comportamiento actual me da por entendido que me amas pero tienes miedo al mismo tiempo de que la prensa te joda. No por algo te molesta que esté aquí, a plena calle, abrazándote.
Vaya, tenía razón el cabrón, demasiada.
- ¿Qué puta marca de ligas para el cabello usas, idiota? Que creo que me dejaste un moretón y todo -le cambié el tema, se cagó de la risa y me soltó por fin-. En fin, vamos a mi casa a discutir ahora de verdad como hombres.
- ¿No más huidas, no más bromas pesadas? -cruzó los brazos, parecía desconfiado.
- Lo prometo -aseguré con una sonrisa.
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