- Vaya, llegaste más tarde que yo, morenaza -dije en el momento exacto en que nos encontrábamos frente a frente-. O yo vine muy temprano o tú te atrasaste.

- Seguro es lo primero -declaró, sentándose al frente mío.

Nos quedamos mirando a los ojos por un buen rato, en un silencio incómodo, hasta que decidí hablar:

- Entonces... yo te gusto -asintió-. ¿Y por qué no me lo dijiste antes? -crucé los brazos, frunciendo el ceño.

- ¿Ah? ¿Y cómo quieres que te lo dijera? -hizo una mueca- ¡Me hubieras echado de la banda apenas entraba!

- Pues... sí, buen punto, bien jugado -le di la razón-. Pero eso sólo pasaría si me lo hubieras dicho entre el 85'-87', más o menos -decidí mirar hacia otra parte.

- ¿A qué te refieres? -abrió bien los ojos, vaya, creo que es de las pocas veces que lo he visto hacerlo porque siempre tiene el pelo en la cara.

- Joder, Saul, o eres tonto o no sabes leer. Prefiero pensar lo primero.

- ¿Por? -ahora se le veía tan molesto como yo.

- Que también... se podría decir... -suspiré, me estaba sonrojando y eso no era bueno, no quería verme demasiado sensible- Que también me gustas.

- Oh...

- ¡Pero tengo mi orgullo, así que...! ¡Adiós! -grité poniéndome de pie.

- ¿Qué? ¿Me piensas en dejar así?

- ¿No recuerdas la razón por la cual estoy enojado contigo? ¡Todavía tengo un orgullo y que compartamos sentimientos no significa que deba perdonártelo! -bufé, echándome a correr.

- ¿Y no vamos a comer? Digo... ¡estamos en una cafetería! -me gritó a la distancia.

- ¡Dije que quería charlar, no beber café, o sino te hubiera convocado en un mejor lugar, soquete! -y con eso, ya no tenía voz para seguir gritando, todo el aire que tenía en mis pulmones, lo usaba para refrescarme y evitar ahogarme en mi huida.

Debía acelerar porque él, al parecer, no iba a quedarse así como así y me buscaría. Bien, ser difícil no es tan malo, después de todo. Si no corría más, me alcanzaría y la cosa se pondría fea si llamamos demasiado la atención de algún periodista, o lo que sea.