2.- Bastet
Meses más tarde.
El Nilo había llegado a lo establecido, las nubes a pesar de que ocultaban los rayos del disco solar, su poder se sentía sobre la piel de un grupo de sacerdotes encargados de vigilar que el río de la vida llegue a sus límites normales para las cosechas y que en esos momentos ante el milagro, lanzaban griteríos y alabanzas a Isis. Aquello significaba más prosperidad y fertilidad.
Pasada la algarabía inicial, se dispusieron a informar al faraón quién en esos momentos recibía el informe de su arquitecto principal, quién le contaba que las estancias de un imponente templo funerario para su persona y una fabulosa tumba para un personaje exigente estaban a punto de culminar y que esperaba que el ilustre personaje aprobara las pinturas las cuales decoraban una gran parte de su tumba.
—La tumba de la reina está culminada—agregó el arquitecto mostrándole los planos de la tumba—la del general está a su lado, majestad...
—Muy bien, Ineni—comentó visiblemente satisfecho por el trabajo del arquitecto; desde hace días, la salud de Seika estaba resentida debido a un aborto y temía que esta muriera antes que su tumba sea terminada.
Por esos días, no habían campañas militares por lo que los soldados se hallaban en sus hogares, las caravanas llegaban a Kemet ofertando sus productos; los príncipes reales entre esos Aioria quienes al no haber entrenamientos, se entretenían cuidando y mimando a los gatos, caballos, halcones y monos quienes lucían pequeñas joyas como símbolos de estatus y poder de sus dueños.
El joven general pasaba por ahí, cerca al pequeño patio que más bien parecía zoológico, con su espalda recta y su shenti blanquísimo, Aioria al verlo lo llamó para mostrarle sus mascotas de las que amaba a un gato negro que se restregaba en su pie derecho.
—¡ Hey, Shura!
Un halcón voló alrededor del mencionado que estiró su brazo izquierdo para que se pose, la hermosa ave era la preferida del faraón o mejor dicho de Ahmose, su otro nombre.
—Gracias a ti, Seika aún vive—ante las palabras asintió—y también gracias a ti, mi hermano soporta tamaña responsabilidad teniendo a quién más ama cerca y lejos.
Cuando se disponía a responder, los sacerdotes en tromba llegaban al palacio cantando alabanzas a Isis y Hapi; Aioria dispuesto a oír todo tomó en brazos a su gato y corrió tras los sacerdotes dejándolo solo con el halcón cuyos ojos azules lo escrutaron a profundidad.
—Tu dueño está muy ocupado que no te ha venido a alimentar—acarició las plumas del ave—tu plumaje es tan suave como su piel.
Permaneció por un espacio de media hora con el halcón quién picoteaba semillas que él le proporcionó y halló en un cuenco hasta que los sacerdotes pletóricos por la audiencia con el faraón, abandonaron el palacio.
Segundos después, Aioros apareció en el pequeño zoológico junto a Aioria e Ineni quienes decidieron dar privacidad a ambos, Aioria al pasar a lado de Shura le palmeó la espalda mientras Ineni le hablaba entusiasmado sobre los planos de un templo para Isis.
—Te quiero mostrar algo—dijo a modo de confidencia el faraón—sígueme.
Salieron del palacio ante las miradas de funcionarios y sirvientes que al paso del soberano se inclinaban, era usual verlo con arquitectos, generales, sacerdotes que con su esposa principal o visitando el harén el cual ni siquiera sabía cuántas esposas o concubinas habitaban. Una vez lejos de todas la miradas, cerca a una cantera de la cual se extraía las piedras para las construcciones, Aioros tomó del brazo a Shura y acercó su boca al hombro derecho del general quién se estremeció ante el toque.
—shhhh—le dijo confidente mientras el azabache entrecerraba los ojos—me gusta ese tatuaje en este hombro.
—¿ Por qué lo haces?
—Tu pregunta es absurda, ya sabes porqué—ahora era su nariz la cual se pegó en su nuca aspirando el aroma de su piel ascendiendo hasta el nacimiento de su cabello—te contradices cada cierto tiempo y luego reclamas que no te dedico mi amor... La reina es mi media hermana y la amo como tal, no como te amo a ti.
—Que eres noble y educado con ella es distinto, además que ni siquiera conoces a tus otras esposas o me equivoco.
Una brisa sopló cerca de ambos, Aioros sonrió de lado. Parece que su hermanito y heredero le contó a Shura tiempo atrás que reinos aliados a Kemet como forma de amistad, enviaban princesas para que se casen con el faraón de turno. Ellas pasaban a formar parte de la Casa Jeneret cuya organización distaba mucho de los harenes de Babilonia o Mittani , no obstante a la muerte del rey su sucesor heredaría el harén.
—Es cierto—abandonó su posición tan íntima para explicar sus motivos, la cantera hacía poco estaba ocupada y como señal de vida quedó una columna tallada donde apoyó uno de sus pies—son bellas, pero no me gustan, no puedo obligarlas a que sean felices por más que sea una política de amistad.
—Eres tan distinto a tu padre—analizó Shura sacudiéndose la nariz—por eso tu hermano te idolatra y quiere emularte, tu madre debe estar orgullosa de ti.
Era por ella y las demás damas de aquel portentoso palacio donde los príncipes se criaban que había dictaminado una condición para su sucesor: las mujeres que eran " Ornamento Real" y las concubinas a la muerte del faraón debían gozar de privilegios tal como si fueran una esposa principal, no ser desplazadas ni humilladas por las reinas y si alguna era madre de un príncipe heredero, ser respetada como tal. El Sistema de Jeneret era más digno que otros harenes, pero con su madre había sido discriminatorio.
—Nací de una esposa secundaria, casi una concubina. Para la Gran Esposa Real de mi padre, ella era una mujer irrelevante y vi por años cómo mi madre era tratada como un objeto desechable a pesar de ser la favorita del faraón y por eso deseo que mi hermano no actúe como nuestro padre.
Para Shura, Aioros era un libro que no sería leído a menos que este lo permitiera, el dios vivo abrió los pliegos de su mortalidad permitiéndole saber más de lo que conocía. Y por eso hizo una secreta promesa a los dioses, de serle leal hasta la eternidad.
—Puede ser impetuoso, pero sabe qué hacer en cada situación—sentía la piel arder por el resplandor solar—a lo sumo llegará al trono con mucha experiencia.
Era una afirmación ingenua, él no creía que llegaría anciano, la esperanza de vida era un suspiro frente a la inmortalidad de los dioses. Sobrevivir a la infancia y adolescencia era una proeza y llegar a avanzada edad era una novedad de la que pocos podrían gozar.
Y nada más deseaba que Aioria tuviera la suficiente entereza para tomar las riendas del país, quizá pronto.
—Debo adiestrarlo un poco más en asuntos de gobierno, parece que será más enérgico y dice que limitará un poco al clero de Amón, como sabes, son más ricos y a veces han querido manipularme.
—Pero tú sabes poner orden a ese poco de vejetes hipócritas. Has administrado el país eficientemente y eso admiro.
El faraón pareció satisfecho con su respuesta, pocas veces hablaba de si mismo y encontrarse con que su administración era adecuada, lo alegraba de sobremanera. Por ahora quería mostrarle al azabache lo que tenía preparado y sin demoras lo guio hasta el lugar elegido.
Llegaron hasta un terreno cerca al lado occidental del Nilo donde se levantaba un templo llamado "Casa del millón de años". Como un niño pequeño, Aioros alzó su brazo y con un gesto alegre abarcó toda su estructura donde unas palmeras le conferían algo de sombra, hace días su semblante era adusto y preocupado debido a su esposa real, para Shura esa alegría era una confirmación de que la preocupación era historia.
En la conversación de segundos antes, no mencionó novedades sobre ella, curioso se aventuró a preguntar.
—Te veo muy tranquilo ¿ La reina mejoró?
—Aún está muy pálida—admitió en tanto repasaba la piedra pulida con uno de sus dedos—pero prefiere que no intentemos más, Aioria puede ser un buen heredero y mi madre entendió que los dioses no nos bendecirán con descendencia.
Cuando los sacerdotes anunciaron que la reina estaba encinta, su mundo se vino abajo. Ahora entendía el por qué Aioros no le volvió a escribir para verse a escondidas... Estaba intentando concebir un heredero el cual no llegaba a pesar de estar casado diez años con su media hermana debido a presiones de su madre.
Pero el faraón no estaba feliz con eso, su mirada estaba sobre un halcón de madera con ojos de vidrio que custodiaba su trono. Cuando el sacerdote culminó el anuncio, apretó su mandíbula y se tensó alarmando a su Gran Esposa Real que entendía su incomodidad y deseó que él no se sintiera obligado a eso.
Seika no duró con su estado más de cuatro meses, una noche al acostarse, un tirón en sus entrañas le avisó que su embarazo no iba más, la fuerte consanguinidad les pasó factura y la línea sucesoria recaía en Aioria nuevamente. El corazón de Aioros a pesar de su pérdida latió más fuerte por su general quién veía eso como una señal de que los dioses no estaban felices con el oculto amor de ambos.
—Sé muy bien que tampoco estabas contento con eso—tomó su mano mientras paseaban por los alrededores del templo funerario—pero conociéndote, eras capaz de no volverme a hablar porque para ti, los dioses condenan esto.
Shura no respondió a eso, en cambio sus dedos se aferraron con fuerza a la contraria una vez que entraron al interior del templo, la soberbia de aquella estructura interna le quitó el aliento a tal punto de que parecía que estaba ante la presencia de algún dios invisible que le obligaba arrodillarse.
Caliza era el material empleado para su estructura donde los relieves mostraban al rey en posición de ataque a sus enemigos con sus huestes victoriosas. Estatuas del faraón, puertas falsas, capillas pequeñas y no podía faltar la sala donde se colocaba la barca solar, deidad favorita del rey castaño, al cual tenía uno de sus cinco títulos. Sa-Ra
—¿ Te gusta?—indagó casi en susurros.
—Si.
Aún faltaba otra cosa. El estar solos hizo que el mayor lo jalara para llevarlo casi a rastras por cada sala hasta que llegaron al patio donde los rayos de Ra, bañaban los pilonos y palmeras de vivas hojas verdes. Un templo más pequeño pero igual de espectacular que el principal se mostró ante los asombrados ojos de Shura.
—Tu templo—murmuró a su oído—el templo que por millones de años, estará junto al mío, pero nadie sabrá que tiene un sentido romántico y fraterno.
Aquello sobrepasaba cualquier muestra de aprecio, no se quería imaginar su tumba.
Como si leyera su pensamiento, el faraón replicó—las pinturas de tu tumba dice Ineni, están casi culminadas, sólo espera que vayas y por consiguiente las apruebes.
Desde que tenía memoria, morir no le daba miedo, él estaba consciente de que su profesión era riesgosa y que podría caer en un combate. Su prioridad era mantener a Kemet libre de invasores y expandir su liderazgo, sin olvidar su lealtad a la dinastía y al faraón, su más preciado dios.
—¿ Ahora?
—Ineni debe estar presente, él conoce la disposición de cada cámara—dijo a modo de disuadirlo de que fuera a su tumba en esos momentos—ahora quiero que estés conmigo, pronto quizá prepare una campaña.
—No te daré cerveza—dijo algo molesto pues pensaba que esas últimas palabras significaban eso—tu madre me prohibirá la entrada a palacio si...
—¿ Quién dijo que yo quería cerveza?—se golpeó la frente risueño—dije que quiero que estés conmigo en plan de amigos entrañables, además necesito recuperar mi destreza en la khopesh y en el arco y aquí en este lugar, se me antoja perfecto.
Avergonzado por pensar así, Shura asintió, les esperaba un arduo entrenamiento ese día.
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A ellas no las tocaría ni en sueños, porque él tenía decidido a quién querer, por lo que todas esas esposas secundarias eran parte de tratados y alianzas que vivirían en comodidad por el resto de sus vidas. Él era su medio hermano, al igual que Aioria, hijos de distintas esposas secundarias que dotaron al anterior faraón de esos hijos " anhelados". Sin embargo, Aioros ascendió a su madre como " Gran Esposa Real" a la muerte de su padre y ella compartía el cargo con la dama.
Ese medio hermano que quería como tal, no como esposo.
Los murmullos respecto a que el faraón prefería invertir su tiempo en arquitectos, en campañas militares y en preocuparse que su templo y tumba fueran más soberbias que sus antecesores más que en ella, eran el pan de cada día en la Casa Jeneret.
Ella los desoía, le importaba recuperarse pronto de aquella pérdida y cumplir sus funciones religiosas como Gran Esposa Real.
—¿ Cómo está Gran Esposa Real?—una de las esposas secundarias de Aioros se acercó tímida, ella entrecerró los ojos para responder.
—Mejor, perder un hijo antes que nazca no agrada—la silla que ocupaba le resultaba cómoda pues de esa manera ella no tenía que levantarse tan seguido—si buscas al faraón, aquí sólo vivimos mujeres, él está...
Basta, estás actuando culpable... Mis padres también fueron hermanos y tú y yo lo somos. La dama Satiah no tiene nada que ver.
Vio al general favorito de su hermano-esposo observar consternado la escena en el umbral de la puerta de su habitación, aquel hombre de ojos verdes oliva fue quién esa noche llevó a rastras a un médico para que la atendiera, el sexto aborto estaba en marcha saldándose con el prematuro nacimiento de un feto de sexo masculino completamente formado que parecía un muñeco durmiente bañado en sangre aferrado a su madre por el cordón umbilical quién rota de dolor miraba el rostro pávido de Aioros que ordenó que limpiaran y momificaran al príncipe muerto. Con ese sería el último intento, en los veinticinco años de vida de ambos; en los tres primeros embarazos los niños nacían con deformidades horripilantes que aterrorizarían a Tueris y a Heket mientras que los tres últimos, eran abortos.
Las habladurías decían que la madre de Aioria tenía que ver con ese aborto, que deseaba ver a su hijo en el trono, pero la realidad era que la unión sucesiva de hermanos, provocaba esos abortos e hijos enfermos.
Al segundo, ella se vino en hemorragia tanto que los paños se agotaban por la sangre, Aioros horrorizado, amenazó a un sacerdote que asustado decía que los dioses lo castigaban por algún pecado oculto bien del anterior faraón o de él mismo.
Al amanecer, su vida estaba salvada pero se confundía con las sábanas. Vio tanto a Aioros y a Shura cerca a su lecho, tuvo compasión de su hermano-esposo quién al parecer había llorado, a duras penas, oyó la voz del general que le decía que debía descansar.
—Con su arquitecto delimitando los templos—cerró los ojos para proseguir, el recuerdo de esa horrible noche de vez en cuando la atormentaba—si quieres, puedo decirle que te llame en la noche.
Vio el rubor teñir las mejillas de la joven ante esa posibilidad, el faraón era un hombre por demás atractivo, pero ella sabía que él no aceptaría ver a esa esposa secundaría, sólo a su general.
Jamás debes decir algo de lo que pasa entre Shura y yo," sus ojos azules húmedos brillaron ante la mención de aquel nombre", pero sé bien que mi lecho lo ocupas tú.
Dicho esto, su mano derecha aún adornada con una pulsera de oro apartó la manga de unos de los hombros de ella para luego proseguir con la otra, el calor esa noche se había disipado en parte por lo que Seika sintió un alivio pero a su vez temor. Él temblaba, más debía cumplir con lo esperado, el lecho los recibió, sin embargo él estaba distraído de tal manera que murmuraba frases a Osiris como un condenado antes de perder su nariz.
Las lágrimas habían acudido a sus ojos a los pocos minutos de iniciar el encuentro, Seika se sintió intrusa mientras su interior apresaba la virilidad de su hermano-esposo quién dejó su semilla la cual debía gestarse pronto. Después vino el silencio tan agradable para quienes buscan expiarse por fallar a sus sentimientos.
La joven esposa secundaria se retiró contenta, Seika aprovechó su soledad para descansar en vista de que encargó sus funciones a la superiora de la Casa Jeneret quién a petición de Aioros, debía cerciorarse de que la reina no sea molestada ni siquiera por su madre.
Despertó al cabo de varias horas por un alboroto en la Casa Jeneret, Satiah, madre de Aioria increpaba a una joven por llevarle las joyas equivocadas. La mencionada desde que su hijo fue designado heredero, vivía exigiendo privilegios y trataba de sobrepasar la autoridad de las dos mujeres principales de la Casa.
El joven se avergonzaba de la actitud de su madre y pedía disculpas cada vez que esta salía con sus exigencias, e incluso en una ocasión casi rogó a su hermano quién harto por las quejas de su esposa y madre ya pensaba expulsarla hacia otro harén, lejos de la capital.
A la hora en que el faraón regresó, la novedad llegó a sus oídos. Aioria ya no se opuso porque veía que su influencia mermaba sus simpatías entre los sacerdotes, mientras Aioros viviera, la madre de su hermano no pondría un pie en la Casa Jeneret.
—Lo único que no deseo, hermano es que le des poder cuando asumas el trono—espetó el faraón serio—eres libre de traerla cuando suceda, más no que ella mande en el harén...
Shura había regresado a su morada por lo que no fue testigo de la charla entre los hermanos, su cuerpo había quedado adolorido por la dureza del entrenamiento del faraón quién de despedida le dio un beso tan profundo que sus pulmones casi estallan.
Esa noche, su señor dormiría solo.
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Casa Jeneret.- Institución donde vivían mujeres, hijos del faraón e incluso parientes femeninas de los anteriores faraones y en el que se educaban los príncipes, hijos de familias nobles y también príncipes de casas reales extranjeras con los mejores maestros de cada rama.
« Jener», es un término que se traduce como " tocar música " y en este lugar se instruía a las mujeres en el arte de tocar instrumentos para ceremonias en la corte y de cultos y a diferencia de los harenes orientales y del otomano los hombres tenían permitido el ingreso ya que laboraban como funcionarios.
La casa Jeneret tenía su jerarquía la cual estaba encabezada por la reina que tenía el título de Gran Esposa Real quién era la directora de todos los harenes repartidos por todo Egipto; luego venían la Madre del rey , Esposas secundarias, Hijas del rey", Hermanas y tías del rey, Ornamentos Reales, Las Amadas del Rey y por último las Bellezas del Palacio quienes eran las chicas jóvenes del harén en las que también estaban las hijas del faraón.
La mayoría de estas mujeres no participaba en la vida política de la corte, salvo la esposa y madre del rey. Rara vez las esposas secundarias del rey veían al monarca y otras ni siquiera lo conocían.
Contaba con sus propias tierras y talleres para elaboración de perfumes, vestidos, mobiliario lo suficiente para llevar una vida acomodada.
Mittani.- Reino que en las fuentes egipcias era llamado « Naharina », ubicado en lo que es actualmente el norte de Siria.
Ornamento Real.- Existe controversia con este título, puesto que unas fuentes dicen que lo ostentaban mujeres que alguna vez dieron hijos al rey, otras dicen que eran damas de la corte y con altos cargos dentro de la Casa Jeneret. Podían ser casadas con altos funcionarios.
Pilonos.- Portada de los templos, formada por grandes bloques trapezoidales que enmarcaban el acceso.
Casa del millón de años.-Nombre de varios templos construidos en el Reino Nuevo, en la orilla occidental del Nilo; su objetivo era conservar el culto al rey divinizado y asociado con el dios Amón.
Sa-Ra.-Uno de los cinco títulos del faraón, significa « Hijo de Ra » y era representado por el jeroglífico de una oca y un círculo en la parte superior simbolizando el disco solar.
Tueris.- Diosa de la fertilidad, protectora de las mujeres embarazadas.
Heket.-Diosa que presidía los nacimientos y ayudaba como comadrona en los partos, era símbolo de vida y fertilidad.
La cuestión de la endogamia en la realeza del Antiguo Egipto era practicada ya que se pensaba que la sangre divina se mantendría en los descendientes. Eran bodas entre hermanos y ciertos faraones como Amenhotep III, Ramsés II y tal vez Akhenatón se casaron con sus propias hijas en las fiestas de sus jubileos o cuando morían las esposas principales.
El indiscrimado cruce entre familiares produjo que ciertos descendientes como el célebre Tutankhamón sufrieran de taras físicas, psicológicas y que reinas sufrieran abortos saldándose con la finalización de la dinastía XVIII al no haber un descendiente vivo ni sano que ocupara el trono.
La homosexualidad en el Antiguo Egipto, no era penada, en público no era bien vista. Aceptaban el papel de activo, más no el de pasivo por que creían que iba contra el orden establecido.
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