Era una mañana de invierno, las cortinas de la gran mansión se cerraron, la antigua atmósfera de risas y alegrías fue reemplazada por llantos y lamentos de todos los que habitaban la comunidad.

Cada quien se encerraba en su melancolía y perdida, la perdida que todos hasta algunos pequeños animales sufrían en silencio.

A Lucia Sapena.

Una mujer hermosa y sencilla por dentro y fuera, que había partido de este mundo de una manera extraña y dolorosa.

Era madre de dos criaturas, un chico y una chica, fiel viuda de un esposo que murió unos años antes por su adicción al tabaco, según los que lo conocieron ese era su único defecto y el que lo llevo a la muerte.

Su hermana Ana, que había llegado a su país natal con dos objetivos claros y la mente fría, la primera era cuidar a sus sobrinos que habían quedado huérfanos y la segunda era descubrir la verdad del asesinato de su hermana, de su pequeña Lucía.

Ana no estará en paz hasta que los misterios se revelen, por más de que ello le costase toda una vida.