Parte V

—N-no tenías que hacerlo...—susurró Michelle, contemplando anonada la caja que había llegado para ella. Solo para ella.

Ella sí que se había llevado una gran sorpresa cuando escuchó, de parte de su madre, que había llegado un paquete para ella. Al principio pensó que le estaba jugando una broma y solo era una excusa para hacerla bajar, pero ella no estaba mintiendo.

—Pero debía hacerlo, es mi regalo de los próximos diez años, ¡feliz Navidad!—sonrió Adrián, a través de la pantalla del computador—Vamos, no hagas que me arrepienta, ¡todos mis ahorros están allí, tonta!

Bendita tecnología, bendito Zuckerberg.

Claro, tenían razón, ¡tenían toda la razón! Hablar con extraños si que era un peligro después de todo, porque a veces te encariñas tanto con ellos que conocerlos y abrazarlos se convierte en tu único deseo antes de morir. Porque al final, ellos se convierten en tu sueño, ese al que no renunciaras ni en un millón de años.

—Yo no te mande nada…

—Y no es necesario que lo hagas.—aclaró Adrián—Terminé con Laura la semana pasada, perdón si no te lo dije, así que decidí invertir el dinero de su regalo en tí, mi mejor amiga.

—¿Por siempre?—preguntó Michelle.

—Y para siempre. Te lo prometo.

Y Michelle sabía valorar una amistad y Adrián nunca rompe sus promesas.

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