XI
-Mañana también faltaras a clases, harás lo que viste en el sótano- dijo Travis encendiendo un cigarrillo- me acompañaras un par de veces más al mismo lugar para que te familiarizes con nuestro proveedor y luego lo hagas tú sola.
-¿Qué son todos esos paquetes?- preguntó Anna un poco intimidada.
-Dinero- respondió, dando una larga calada a su cigarrillo- Él nos da la mercancía. El paquete que le entrego es su paga, y el paquete que el jefe me entrega es la mía.- sacó el paquete del bolsillo de su sudadera- cuando empieces a hacer lo mismo también tendrás una paga, pero como tienes una deuda que pagar, el jefe te quitará todo.
-Travis...- murmuró Anna- ¿cómo llegaste aquí?- dijo sin mirarlo, recibiendo un silencio incómodo como respuesta.
-Como todos los demás- respondió y tiró lo que quedaba del cigarro al suelo, apagandolo con la suela de su zapato- Ya te puedes ir a casa, mañana debes estar a la misma hora- respondió con su usual mirada fría.
-Travis... tú conociste a mi padre, ¿podrías hablarme de él?- preguntó caminando junto a él. Por un momento guardó silencio, talvez pensando en lo que podría decir de aquel miserable hombre.
-Sólo te diré una cosa- rompió el silencio y apretó sus puños en el interior de los bolsillos de la sudadera.- Está mejor muerto- Anna se detuvo al escuchar eso y Travis siguió su camino hasta perderse de vista.
Anna volvió a casa, aún pensando en las palabras de Travis, si su "padre" sólo tenía una deuda, no había razón para que Travis lo prefiriera muerto, no eran sus asuntos después de todo.
Volvió el siguiente día y continuó con su nuevo trabajo, así lo hizo por una semana. Más temprano que tarde se dio cuenta del verdadero trabajo de los chicos, vender drogas. Por el momento ella sólo se encargaba de poner la cantidad necesaria en cada bolsita, pero en los siguientes meses empezó a venderla como los demás; algo que le aterraba, ya que tenía que ir a lugares oscuros y solitarios para encontrarse con sujetos que le doblaban el tamaño.
[...]
Después de faltar dos semanas a clases, por fin volvió a la escuela, donde fue recibida por la mirada de todos que, en cuanto la vieron, empezaron a murmurar. Elizabeth sólo esperaba en su asiento, dibujando como todos los días antes de empezar la clase.
-¿Por qué has faltado tantos días?- preguntó su amiga sin apartar la mirada de su dibujo.
-Eso no te importa- respondió Anna irritada por todos los comentarios que estaba escuchando desde que llegó.
-Eres mi amiga, si me importa- cerró la conversación con esto, ya que Anna no respondió. Se sentía bastante mal por haberle contestado de esa manera a su única amiga.
El director la llamó para hablar acerca de su ausencia. Mintió diciendo que había estado enferma, aunque el director no se lo creyó y le dijo que tendría que hablar con su madre.
Nada le estaba saliendo bien a Anna estos días. Poco a poco el peso en sus hombros iba creciendo. ¿Cuánto más podría aguantar?
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